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Mercier: "Respetamos una ideología de juego"

Aún en lo mejor de su carrera, jamás olvida y repasa su vida que tuvo más de un revés. Desde aquel pibe flaco y con pelo que la rompía de 9 hasta este muy buen 5 que potenció su juego y su liderazgo en Boedo. Subcapitán del campeón de América, analiza el presente y no pierde la cabeza por el Mundial de Clubes.

Por Redacción EG ·

16 de septiembre de 2014
   Nota publicada en la edición de septiembre de 2014 de El Gráfico

Imagen FUE EL PRIMER refuerzo de la dirigencia cuerva a mediados del 2012.
FUE EL PRIMER refuerzo de la dirigencia cuerva a mediados del 2012.
“HOLA, ¿QUE TAL? Soy Mercier”.

La primera imagen que atesora vinculada a San Lorenzo no es un recuerdo emotivo, no se trata de una experiencia que contenga un adjetivo calificativo superlativo, no resulta un partido en el que lo haya enfrentado, sino que se refiere a una vivencia lisa y llana, terrenal, como puede afrontar cualquiera en esa circunstancia. Ocurre que el protagonista de esta historia no era un cristiano cualquiera que quería ingresar en las instalaciones del Nuevo Gasómetro para saciar su alma de cholulo. El hombre se había convertido en el primer refuerzo de la gestión de Matías Lammens y de Marcelo Tinelli al frente del club y pretendía que lo dejaran entrar en su nueva oficina. En ese entonces, cuando promediaba 2012, al Ciclón lo soplaban y agonizaba a nivel institucional. A Juan, en consecuencia, no le quedó otra: se presentó y esperó.

“Había llegado al portón y nadie me conocía. Fue una sensación rara. Pero todo eso cambió y hoy me conocen por acá –anticipa mientras se ríe–. ¿Cuál es la última imagen que tengo en mente? Todavía veo a mis compañeros festejando y a los hinchas llorando y gritando por tanta emoción al haber ganado la Copa Libertadores”.

Pichi no olvida porque no se lo permite. Atravesó dos años intensos en Boedo, en los que la peleó desde abajo, recuperó su nivel de juego y lo potenció, y se consagró en el ámbito local y, por primera vez, en el internacional; pasó dos años agitados en los que se afianzó aún más familiarmente para gozar del tan anhelado bienestar, lo que también influyó para desembocar en el mejor momento de su carrera deportiva. Por eso, el abrazo público que se dio con Tinelli delante de cámara en ShowMatch vale más que el auto que se llevó por haberla embocado en el aro de básquet; por eso, el fuerte abrazo que le regaló a Lammens significa más, bastante más, que una seguidilla de oraciones que endulzan hasta la oreja del más agrio.

“Les agradecí por el trato que tuvieron para conmigo, porque siempre cumplieron con lo que se habló. Yo arreglé en San Lorenzo porque Maradona lo llamó a Lammens y le dijo qué clase de jugador y de persona soy. Es cierto que hablé con Caruso Lombardi, que era el técnico del equipo en ese momento, pero Diego me recomendó y Lammens confió. Yo venía del fútbol árabe, de jugar en el Al Wasl que Diego dirigía, de estar de vacaciones, de no haber hecho una pretemporada, y le reconocí al presidente que necesitaba de una buena pretemporada, justamente, para agarrar ritmo, ponerme a punto y recuperar mi nivel. ¿Si Lammens fue valiente para jugársela por mí? Las cosas siempre las hablamos cara a cara y con sinceridad”, detalla.

El volante no les falló, ni a Lammens ni a Diego: volvió a ser el número 5 que había enamorado a muchos en Argentinos y hasta le agregó más recursos a su fútbol. “Trato de estar bien parado, mirar el juego, prestar atención para seguir la jugada y, cuando se recupera la pelota, dársela al que esté mejor posicionado; eso es lo básico mío. Antes abusaba del pelotazo: de 10 pelotas que tenía en los pies, capaz que tiraba nueve bochazos. Hoy, tal vez tiro sólo dos”, afirma.

Ahí aparece el aspecto vital que elevó su rendimiento porque, además de su disciplina táctica y de su capacidad para recuperar pelotas, puede comenzar el proceso de elaboración al limpiar el camino con el primer pase. “Esto lo empecé a hacer con Pizzi, debía ser una de las opciones para que les llegara la pelota a los volantes creativos, que eran Piatti, Romagnoli y Correa. Ahora, con Bauza, intento lo mismo: dársela a los que tienen que generar peligro”, asegura.

Se lo nota aplomado al correr la cancha, una cuestión que parece simple aunque se torna compleja llevarla a la práctica. Sin embargo, el secreto sobre cómo realizarla bien no se lo revelaron en el CASLA. “El Loco Santorelli, un entrenador que tuve en el ascenso, me lo explicó: ‘Para correr bien la cancha, hacelo en forma de V tanto para atacar como para defender’. Por suerte, lo entendí y hoy la corro bastante bien”, cuenta.

De todos modos, comprende que uno no tiene que fiarse ni escupir para arriba, y menos si de fútbol se habla. Una jugada desafortunada puede resquebrajar o destruir una imagen que tardó tiempo en gestarse. Se puntualizaba el crecimiento en su juego, su incorporación del primer pase como salida limpia, pero una mala entrega en un maldito segundo casi hace tambalear el concepto. Apenas había arrancado el partido de vuelta de la final de la Libertadores ante Nacional, de Paraguay, Mercier equivocó su pase de espalda al ataque, detrás de la mitad de la cancha, y la jugada no terminó en gol porque Dios también atiende en el Nuevo Gasómetro. “Erré por ansioso, por querer jugar de memoria. Se puede fallar, aunque en esa instancia hay que achicar el margen de error lo máximo posible. Nosotros lo hicimos y ganamos la Copa”, confiesa.

Luego, durante ese partido decisivo y consagratorio, alternó muchas más buenas que malas, resurgió el líder anímico que equilibra al equipo y se comió el mediocampo junto a Néstor Ortigoza, el mejor socio de su vida para el doble cinco con el que inició la sociedad en Argentinos en 2007-2008. “Nos conocemos de memoria, sabemos cómo movernos adentro del campo de juego, nos complementamos muy bien… Si él sale, yo lo relevo o al revés. ¿Si alguna vez nos peleamos porque no sincronizamos? No, hubo calenturas, algún reproche, pero son cosas del fútbol que quedan en el vestuario”, asevera.

Pichi se distiende en la producción fotográfica y se adueña de la Copa. La agarra, la muerde como Rafa Nadal lo hizo con otras, la levanta y se la carga en el hombro derecho y emula sin querer su pasado como albañil en el que sostenía bolsas de 50 kilogramos con ese mismo hombro. “Estoy empezando a caer por lo que significa ser campeón de América y lo disfruto. Soy un privilegiado por haber ganado este título en un grande como San Lorenzo”, resume.

-¿Qué momento vivido en el Ciclón hoy se valora más?
-Todos, porque fue un proceso de dos años en el que se luchó; el grupo se encaminó, le metió para adelante y el trabajo rindió, dio sus frutos, y están a la vista.

-¿Esta Libertadores obtenida servirá para que los hinchas comprendan los procesos de trabajo y no exijan sólo resultados inmediatos?
-Desgraciadamente se exige en el fútbol, siempre. Pero nos acostumbramos a eso.

“SI NO TENES los pies sobre la tierra, se complica. La gente grande con la que jugué siempre me aconsejó que es lindo llegar, pero el tema es mantenerse. Yo me sacrifiqué, progresé y me enorgullece”.

Nacido en Campana hace 34 años, observa por el espejo retrovisor y se reencuentra con aquel pibe flaquito y con pelo que la rompía como número 9 en el potrero del barrio La Esperanza. “Era bastante rebelde: llegaba del colegio, largaba los útiles y me iba a patear con los chicos que me crié y que todavía sigo viendo cuando voy para allá, para Campana. Jugaba de 9, era picante, goleador; a los 11 años, me vinieron a buscar Argentinos e Independiente después de un torneo en Zárate. Pero nunca supe por qué no fui a probarme. En fin, yo era el 9 de la categoría 80 de Villa Dálmine”, sorprende.

-¿Cómo siguió la historia? ¿Cómo y por qué te paraste como número 5?
-A los 15 años, sufrí una lesión grave: me rompí la rodilla izquierda. Pensé que se me había acabado todo, no sabía qué era lesionarse. Me operé, hice una rehabilitación de un año y, cuando volví a jugar, me tiré para el medio porque ya no tenía la misma velocidad, el mismo ritmo. Pero a los 17 años se me fueron las ganas y dejé el fútbol. A los 19, sentía que era un árbol en mi casa: había dejado los estudios, no hacía nada, salí a buscar trabajo y conseguí como albañil. A la tarde cuando terminaba de trabajar, me iba a correr para agarrar ritmo, para estar bien por si se daba un partidito de fútbol 5 con los pibes. Después, arranqué otra vez y Puerto Nuevo me dio la chance de entrenarme y de jugar.
Atención. El dato no pasa inadvertido. El tipo que se consagró campeón de América hace menos de un mes se recicló en un equipo de la quinta categoría del fútbol argentino, la más baja de los directamente afiliados a la AFA: la Primera D. Su relato prosigue: “Me adapté rápido a jugar en el medio. Me ayudó también hacerlo en el barrio. Una vez que me acostumbré, ya no me movían de ahí. ¿A qué volante miraba? A mí me gustaba el juego del Pepe Basualdo, por cómo manejaba las dos piernas, por cómo distribuía la pelota, por cómo se movía y por cómo jugaba. Lo admiraba”, describe.
De Puerto Nuevo saltó a Flandria, donde debutó en la Primera en 2000, y transitó un camino de siete años por el ascenso, seis en la Primera B Metropolitana y uno en la B Nacional. Los recuerdos fluyen naturalmente y se le vienen a la cabeza diferentes momentos: cuando hacía dedo para recorrer 45 kilómetros para entrenarse en Flandria porque no tenía un mango, cuando se cruzó feo con un dirigente porque le debían meses de sueldo, cuando lo colgaron seis meses en Tristán Suárez –ya había jugado en Morón–, cuando padecía bañarse con agua fría, cuando se tenía que poner una bolsa de consorcio para no mojarse porque no había una campera de lluvia, cuando se concentraban de a siete jugadores en una misma habitación en Platense, equipo con el que atravesó lo más soñado, hasta ese momento: ascender a la B Nacional.

“En el ascenso aprendí a valorar, me pulió como persona. Hoy que soy campeón de América me acuerdo de todo porque uno debe ser siempre agradecido”, sintetiza.

-¿Cómo le explicás a un pibe, compañero tuyo, que quiere todo ya, que vos te compraste la casa recién a los 28 años?
-Trato de aconsejar a los chicos de la mejor manera, porque las cosas les van a llegar con el tiempo y no se tienen que enloquecer. Cuando ganan un cierto dinero, lo deben cuidar porque se les puede ir muy rápido. Por suerte, los pibes de San Lorenzo escuchan cuando se les habla y eso es muy importante. Igual, ellos nunca pensaron que mi carrera había sido así. No podían creer las buenas y las malas que me pasaron en el ascenso. Son experiencias que me tocaron vivir y no reniego, porque era donde jugaba. Todo eso me hizo fuerte.

Argentinos le dio la posibilidad de pegar el estirón y mostrarse en Primera. Pero Ricardo Caruso Lombardi entendía que necesitaba una adaptación a la categoría y lo mandaba a jugar a la Reserva. La mano cambió cuando Néstor Gorosito se hizo cargo del Bicho. Pipo lo empezó a llevar al banco de la Primera y luego le dio titularidad y continuidad. “Recién ahí comenzó a verse el Mercier que todos conocen”, acota.

Luego, experimentó qué es ser de Selección al defender la camiseta para el seleccionado local que conducía Maradona, en la victoria 3-2 ante Costa Rica que se produjo en enero de 2008, y también vivió qué es ser campeón del fútbol argentino al consagrarse en el Clausura 2010 con el Argentinos de Claudio Borghi que realmente jugaba bien.

A esa altura, ya recibido de volante central, encaró la temporada 2011-2012 en el fútbol árabe: seis meses en el Al-Nassr de Gustavo Costas y otros seis meses en el Al Wasl de Maradona. Pero no todo resultó tan fácil como pintaba: “No conocía la cultura de ellos y cuando llegamos para qué… ‘Mi amor el tema es así: no podés ir a la cancha, ni manejar, ni salir sola del barrio, y tenés que andar con este velo negro’, le dije a Romina, mi mujer. Fue raro, y encima se armaba cada lío, cada trabalenguas, con el traductor. Entonces, mi señora se volvió porque no la estaba pasando bien, y yo aguanté sólo seis meses y volví a la Argentina tras resignar dos años y medio de contrato”.

-¿Qué otra rareza viviste?
-No podía andar desnudo por el vestuario, tenía que taparme con la toalla; había horarios para rezar y en esos momentos yo me quedaba en un rincón en silencio, siempre respetándolos.

-¿Te comunicabas en inglés allá, en Arabia Saudita?
-No, no hablo ni una palabra en inglés; me hacía entender con señas.

-¿Por qué apostaste otra vez por ese fútbol y te fuiste a Dubai?
-Diego me llamó para ir a jugar allá y acepté.

-¿Qué te llamó la atención de ese lugar?
-Si mis compañeros se aburrían, cambiaban de auto como si nada. Un día caían con un Lamborghini, otro con un Porsche, otro con una camioneta 4x4. Esos chicos nacen en cunas de oro… Fue una situación chocante.

-¿Qué tal Diego?
-Se portó mil puntos conmigo por cómo me trató a mí y a mi familia, y por la mano que me dio después porque a mí se me terminó el contrato y me recomendó para jugar en San Lorenzo.

 
Imagen A LOS 34 AÑOS levanta su primera copa internacional, la Libertadores, nada menos.
A LOS 34 AÑOS levanta su primera copa internacional, la Libertadores, nada menos.
SU PEREGRINAR en el Santo resulta conocido. En cuanto a logros, la sufrió para gozar: perdió la final de la Copa Argentina 2013, ganó su segundo título local al acariciar el Torneo Inicial 2013 en la cancha de Vélez y obtuvo su primero internacional: Copa Libertadores 2014. En cuanto al juego, potenció sus capacidades y se transformó en un bastión clave del equipo.

Pichi, que acarrea ese apodo por la mezcla entre su Campana natal y el ex básquetbolista Héctor Campana –a quien lo llaman Pichi–, desnuda las virtudes del campeón de América: “Tenemos una ideología de juego que la respetamos, el técnico hace jugar al equipo de una forma determinada y también la respetamos, y por eso, entre otras cosas, conseguimos este gran logro”.

-¿Qué es lo mejor que San Lorenzo produce adentro de la cancha?
-El equipo juega al fútbol, siempre se pide la pelota y nunca damos ninguna por perdida porque nos exigimos al máximo.

-¿Qué deben afinar?
-No lo sabría decir. Eso se lo tenés que preguntar al Patón Bauza.

-¿Cómo se bajan las revoluciones, en especial las de los más pibes, para no quedarse con esto e ir por más?
-Desde los más grandes hasta los más chicos del plantel sabemos que se ganó un título muy importante, que quedamos en la historia del club, pero hay que entender que eso ya pasó y que tenemos el torneo local y la Copa Argentina por delante.

-Sin Correa ni Piatti, ¿el reto será crecer como equipo sin depender de una genialidad?
-Ahora debemos afianzarnos todavía más como equipo. Angelito y Nacho son jugadores importantes que beneficiaban al equipo. Nosotros tenemos que tratar de que los muchachos a los que les toque jugar se acoplen rápido para que les salgan las cosas bien.

-¿Cómo se agranda el camino del éxito deportivo?
-No hay que aflojar y seguir de la misma manera. El club trabajó muy bien en estos dos años y tiene material para continuar de esta forma. Nos motiva el torneo local, la Copa Argentina, el desafío de enfrentarnos contra los más grandes en diciembre en el Mundial de Clubes… San Lorenzo siempre te demanda ganar un título.

-¿Es demasiado ambicioso apuntar a ser el equipo argentino más ganador de esta década, la 2010-2020?
-Las posibilidades están, pero nosotros nos tenemos que ocupar de lo que pasa en 2014. Pensarlo no sería tan loco, porque San Lorenzo tiene jugadores y potencial.

-¿Es perjudicial, entonces, ya pensar en un posible cruce ante Real Madrid en el Mundial de Clubes?
-Primero nos tocará jugar el torneo local y hacer lo mejor en la Copa Argentina… Lo más aconsejable es hablar sobre el presente, no sobre el futuro.

Por Darío Gurevich. Fotos: Emiiano Lasalvia