Martín Demichelis: un título que devino en una montaña rusa de sensaciones
Desde antes del partido el DT de River fue protagonista de una historia con final feliz y varios puntos calientes que lo hicieron vivir un vaivén de sentimientos.
MARTÍN DE MICHELIS logró este miércoles su tercer título como entrenador de River en poco más de un año de trabajo. Al conquistar la Supercopa Argentina frente a Estudiantes en Córdoba y de manera agónica, el DT no sólo sumó una estrella a su inicipiente carrera sino que dio rienda suelta a un festejo que pareció desahogo y cuyo broche de oro fue un profuso llanto.
Hubo varios momentos que lo tuvieron como protagonista, incluso antes de iniciarse las acciones, cuando su nombre fue anunciado en los altoparlantes del Mario Alberto Kempes y, como ocurrió en el Monumental frente a Independiente Rivadavia, recibió silbidos por una parte de los hinchas.
Ya una vez en el campo de juego protagonizó un tenso momento: el frío apretón de manos con Enzo Pérez, el ídolo que se fue de Núñez por sus desavenencias con el DT. El saludo estuvo, pero se notó la incomodidad.
Ante el periodismo, Micho dio su explicación de ese momento fuerte de la noche: "Me era totalmente indiferente si me saludaba o no. Lo respeto mucho y le pedí que se quedara cuando asumí en River".
Tras los lamentos con sus colaboradores por el tempranero gol de Estudiantes, vivió el partido de manera muy activa, siempre con indicaciones a sus futbolistas desde afuera del corralito asignado a los técnicos. Y al promediar el segundo tiempo bajó un fuerte mensaje del hincha que no fue indiferente para Micho: El"poné a los pibes, la p... que te p..." atronó en el estadio y fue un grito de protesta que también englobaba los reproches que muchos hinchas le hacen partido tras partido. "Se escuchaba desde mi casa", reconoció después.
Demichelis les hizo caso al menos de forma parcial e hizo saltar al campo a Claudio Echeverri para que con sus diabluras cambiara la cara del equipo. Pero fue otra modificación la que le brindó la alegría más grande: determinó la entrada de Rodrigo Aliendro, que con un tremendo zapatazo le dio la victoria agónica y el título a River.
El grito desencajado del conductor riverplatense de cara a su público fue toda una liberación de tensiones, una manera de decir: "¿vieron que no estoy equivocado?".
No obstante, la cabeza del plantel tuvo su explicación de tan desaforado festejo: "Hagan la interpretación que quieran. Soy hincha de River, ¿cómo no lo voy a gritar? Como jugador perdí las tres finales más importantes: el Mundial, la Champions y la Copa América. En el entretiempo les dije a los chicos: las finales no vuelven".
Y una vez que Yael Falcón Pérez pitó el final, la alegría inmensa del entrenador se hizo llanto abundante; lágrimas que dejaron fluir también emociones encontradas. Después siguieron las muestras de cariño con sus colaboradores, con Javier Pinola a la cabeza, y el festejo con Aliendro, su postrera apuesta que se convirtió en un campeonato.
No faltó el encuentro con su esposa y sus hijos, con quienes se estrechó en un emotivo abrazo, y el agradecimiento a cada integrante del plantel, al que acompañó en el escenario en el que recibió la Supercopa. Junto con ellos también saltó, cantó y celebró.
En la conferencia de prensa fue vehemente en sus expresiones: "No hago los cambios porque tiro una moneda", dijo con algo de bronca.
Y dejó un mensaje de compromiso de cara al futuro, lejos de dormirse en los laureles de sus tres títulos en poco más de un año: "Queremos mejorar pero las cosas no están tan mal, el más preocupado y triste cuando no jugamos bien soy yo. Créanme".