1999. Roberto Carlos: “Quiero tener un millón de amigos”
Entrevista con uno de los mejores laterales de la historia, recuerda la ¨miseria horrible¨ de su infancia dice que ama a Maradona y que lo deslumbró Riquelme.
–Roberto, nosotros los argentinos nos tenemos por formales, algo rígidos. ¿Por qué ustedes, los brasileños, son tan abiertos, expansivos, cordiales con la gente?
–No lo sé, de verdad. ¿Qué es esta cosa de alegría que tenemos, sonreír para que la gente esté bien? Los brasileños son de esta forma. Pero yo conozco muchos argentinos que también son de esta forma...
–¿Seguro?
–¡Seguro!
–¿Por ejemplo?
–Eh... ah... bueno... ahora, en este último partido que jugamos en Buenos Aires, he conocido mucha gente de la Argentina, familias, que son muy alegres también. Y que hablan demasiado. Como nosotros... Ah, y escribe que Fernando Redondo también es muy alegre, también.
–¿Seguro?
–Sí... Bueno, él es un poco quieto, comparado conmigo, por ejemplo. Pero cuando eres su compañero, tiene confianza, y comienza a hablar... te hace reír mucho.
–Pero más allá de lo que sean en general en los brasileños, cuando entrenabas en cancha de Vélez el único jugador que se acercaba a los chicos y les tiraba su camiseta sobre el alambrado, eras vos...
–Es que los jugadores de fútbol tenemos la facilidad de disponer de balones, gorras, camisetas... son regalos muy fáciles. No son caros. Y eso nos hace regalar a la gente. Tiramos la camiseta al público: es una forma de decir que el público es parte del fútbol también.
–Vos decís “tiramos, regalamos”... Pero el único que lo hizo en Vélez fuiste vos. La pregunta es: ¿tiene que ver con cómo ha sido su familia? Uno puede imaginarse tu padre como un hombre bromista, de haber sido argentino estaría organizando asados... y...
Roberto Carlos se pone serio y desvía la mirada por primera vez en la conversación. Estamos mano a mano, ha hecho un esfuerzo para mantener la sonrisa y la disposición siendo casi las once de la noche. Y entonces, por un segundo, el cansancio de la jornada aparece en su cara juvenil de 26 años...
–No, mi padre... ha hablado siempre muy poco. Nosotros somos del campo, del interior de San Pablo. Y la gente de campo habla poco. Nuestra situación financiera, por así decir, era horrible. Y cuando me acuerdo de mi infancia, me hace pensar en muchos problemas. Veo a mi padre desdoblarse en sus trabajos para darnos la tranquilidad, y creo que si estoy aquí es por mi padre, por la fuerza que ha tenido para trabajar el doble... Para que te des una idea, cuando yo tenía 10 para 11 años mi padre había salido conmigo a la calle a buscarme un empleo. Esa es la situación que teníamos... Y es que el hombre después de él, era yo; éramos los máximos responsables de cuidar de mi mamá y mis hermanas... Pero nunca he reclamado por eso, ha sido el destino. Y pienso que me ha compensado. Ah, para colmo mi madre recuerda que de pequeño yo sufría muchísimo dolor de oídos. Y que lloraba, y lloraba de dolor. Yo no recuerdo eso, pero...
–Cuando dices “estoy aquí”. Es... ¿dónde?
–En un lugar donde sobran los contratos para que uses botas de fútbol, ropa de entrenamiento, para que te fotografíes con balones de tal marca o tal otra... Y cuando yo era niño, sólo vestirnos era un problema para papá. Y tener ropa limpia de entrenamiento, bueno, era un sueño.
–¿Y la pelota para jugar, entonces, de dónde salía?
Aquí vuelve a iluminarse la cara juvenil de Roberto, la sonrisa retorna y la mención del padre ya es diferente:
–¡Ja! No sé si mi padre me ha mentido. Pero me ha dicho: “No, no, no. Yo, cuando tú has cumplido tres años, te he regalado un balón”. No lo recuerdo, pero debe ser así, porque él jugaba al fútbol y le sigue gustando mucho.
Los viajes de papá
Por aquellos años don Oscar, el padre, jugaba en el equipo del pueblo, San João. Cuenta Roberto que “siempre íbamos a jugar a 40, 50 kilómetros en camión, no en autobús, y mi padre y yo íbamos sentados atrás. Yo siempre sentado sobre sus piernas. Cuarenta minutos, una hora, para jugar en otra ciudad”. Veinte años después, los viajes de don Oscar son a Madrid, “aunque me cuesta convencerlo, porque tiene terror a los viajes en avión. Tengo que ir a buscarlo yo, y traerlo conmigo, si no, no acepta. Entonces cuando él y mi madre vienen, se quedan por lo menos un mes, porque sabemos que no se atreverán a volar de nuevo en seguida. Mis suegros, en cambio, como mis cuñados, viajan sin problemas. Pero cuando voy de vacaciones a San João, y llega el momento de volver a España, todos se ponen a llorar de una manera espantosa. ¡No por mí, qué va! Por las nietas. Hoy son dos, Roberta, de 7, la más parecida a mí, porque es tranquila, serena siempre. Y Giovanna, de 5, que es más como su madre, Alexandra, es decir terrible. Imposible de detener. Una tormenta. Entonces, todos empiezan a llorar a coro, ¡Deja a las niñas una semana más! ¡Tú vete, pero ellas qué culpa tienen! ¡Que se queden con sus abuelos! Las adoran. Por eso, cuando vienen a Madrid, Alexandra y yo aprovechamos para salir a cenar solos, y las dejamos con ellos...”
EL CALENDARIO SEGÚN ROBERTO
Es probable que de los recuerdos felices de aquellos años difíciles, le haya nacido a Roberto una característica que llama la atención en su manera de hablar. La anécdota es ésta:
–Mire usted, a partir de que mi padre me regaló aquel balón, empecé a entender un poco más cómo era su vida y a través del fútbol me acerqué mucho a él. Todos los domingos a las 7 de la mañana, yo me despertaba, iba a la cama de mi padre y le preguntaba: “¿Me lleva al campo con usted, hoy?”. El problema era que yo me despertaba todos los días, lunes, miércoles, lo que fuera, soñando que era domingo. Entonces iba, tocaba la puerta de su cuarto, él abría la puerta: “¿Qué quieres?”. “¡Me lleva al campo con usted, hoy?”. “¡Pero, hijo, hoy es miércoles, no jugamos!”. O lunes, o el día que fuera...
Después de escucharle esa anécdota, uno entiende la precisión fantástica con que ubica los relatos. Por ejemplo, si uno le pregunta:
–¿Cuál fue el mejor partido que jugaste en tu vida?
Empezará la respuesta situando exactamente el día:
–Fue un día miércoles por la noche. En el estadio Pacaembú. Yo jugaba para el Palmeiras, ante el Sao Paulo. Recuerdo que le hice un regate al centrodelantero rival, fui eludiendo gente, y cuando llegaba a la última puntada se me escapó la pelota, entonces me arrojé y le di con la punta... de tal forma que la tiré a la portería bien por arriba... Fue un golazo, verdaderamente. Y el portero rival, bromeando, me decía, “la vi venir, si tuviera el brazo más largo, te la sacaba”.
–¿Cómo conociste a tu esposa?
–Eso ha sido un día domingo, en un baile. Y al día jueves siguiente, volví a verla, sentada a la puerta del bar de su padre...
–El Palmeiras te transfirió al Inter de Milan. ¿Te costó mucho la adaptación a Italia?
–Recuerdo que llegué un jueves y el lunes he hecho mi primer partido amistoso. Y mi primera jugada, he hecho una carrera por la banda, centro y gol. Ahí la gente ya me reconoció, me aplaudía. Y yo poco a poco fui entrando en el ritmo de Italia, de Milán, de la vida italiana, la capital de la pasta... Para mí fue muy bueno, porque la peor cosa que sentí, cuando llegué, fue que iba por la calle y nadie me pedía una firma, un autógrafo, nada. Parecía un turista brasileño más, y yo estaba acostumbrado en Brasil a que la gente me parase por la calle, me conversara... los aficionados. Pero, bueno, los compañeros sí me recibieron bien. Excepto, bueno... no importa, ya, ahora...
–No, dale, ¿qué pasó?
–Que al principio, los primeros 5 partidos, he metido 5 goles en el Inter. Y ahí he tenido un poco de problema con un compañero delantero, porque él, en 5 partidos de liga, 1 de UEFA, había metido uno solo... A partir de ahí hubo un pequeño probleminho, digamos...
AMIGOS Y COMPAÑEROS
–Tu tocayo y compatriota, el cantante Roberto Carlos, hizo famoso en el mundo su título “Yo quiero tener un millón de amigos”. ¿Vale para vos mismo?
–Sí, claro. Yo quiero, pero... siempre hago una aclaración. Siempre digo que tengo compañeros. Y tengo amigos. Amigos considero a mi padre y a Clarence Seedorf, el holandés que juega en el Madrid. Desde que llegué del Inter al Real Madrid, para mí ha sido y todavía es mi mejor amigo. También valoro mucho a mis amigos de San João.. Cuando estoy de vacaciones en Brasil hago siempre partidos y siempre invito a mi familia y a los amigos de siempre, ¿no? Nunca me olvido de los verdaderos amigos. Yo quiero siempre demostrar con mi manera de ser que a los amigos uno nunca debe olvidarlos. Si estoy en una situación personal, o económica mejor que ellos, soy una persona normal, como ellos. Y necesito tener contacto permanente con ellos. Jugar por jugar, sin árbitro, sin entrenador... y me siento muy a gusto.
–¿No serás entrenador cuando te retires?
–No, no... Cuando termine quiero estar con mi mujer y mis dos hijas, o mi niño, también porque estamos pensando en tenerlo... No, yo quiero volver a San João, y trabajar con los caballos, los bueyes, los toros. Todo eso me gusta y seguro que voy a tener mi finca. A Roberta, mi hija, le gusta mucho saltar a caballo. Cuando están de vacaciones, vive cabalgando. No, yo quiero hacer el sacrificio del fútbol profesional hasta los 32, 36 años, y para para estar solo con mi familia... Y no podría ser técnico, porque creo que no sería justo dejar diez años más a mi familia sola... Quiero estar con ellos. Sueño con eso.
EL AMIGO EDER
“El día del debut en el Palmeiras estaba temblando. Cuando el entrenador me ha dado la camiseta número 6 y me ha dicho: ‘Tú vas a jugar’, llamo a mi padre y le digo “voy a jugar hoy”. Y él me dijo “usted esté tranquilo, juega como sabes”. En el calentamiento yo jugaba con Eder, un gran crack de la selección ’82 y ’86, no? Y estoy hablando con él un rato, sobre cómo debería jugar. Fueron 15, 20 minutos preguntándole si él pudiera ayudarme dentro del campo con palabras.. Y él me ha dicho: “Mira, yo he pasado por esto, y te digo una cosa: entra, olvídate de todo y haz lo que sabes. Cualquier cosa, yo voy a estar a tu lado, ayudándote”. Es una persona que tengo dentro de mi corazón porque ha ganado mucho con el fútbol y siempre ha sido una persona muy humilde”.
EL AMIGO DUARTE
“El técnico que me dio esa camiseta era José Duarte. Hoy debe tener entre 70 o 75 años. Mejor ponle menos, porque puede ofenderse si le pongo más edad... Me acuerdo como si fuera hoy, el calentamiento, y yo en el medio de todos estos famosos. Viene y me dice: (Roberto Carlos le imita la voz, como si fuera El Padrino Don Corleone) ‘Si te pongo para jugar, vas a hacer lo que te digo, si no, te saco’. Y fue bueno, el debut... Desde el ’93 al ’95 hemos ganado todo en Brasil, menos la Copa Libertadores de América, que era lo que más quería Palmeiras. Pero, piensa en el plantel: Antonio Carlos, Mazinho, Evair, Zinho, Freddy Rincón, Edilson, Edmundo, César Sampaio... Es fácil jugar así”.
EL AMIGO ADAIR
“De chico jugaba más como delantero, como el Piojo López. Rápido. Pero no llegaba tanto al gol como él, más vale, daba pases, asistía... El que me retrasó en el campo fue Adair de Madeira. El primer entrenador, el que me ha visto jugando, porque mi vida siempre ha sido llena de coincidencias... Jugábamos un torneo en el interior de San Pablo. Y en el segundo partido se lesiona nuestro lateral izquierdo, y el entrenador me llama para jugar ahí, ‘ayúdame’. Y yo: okey. Y en ese partido estaba Adair de Madeira viendo el partido, y cuando termina automáticamente ha ido a hablar con mi padre, si podía llevarme a un equipo de Primera División, así que han sido muchas coincidencias en mi vida...”
EL AMIGO OSCAR
Hoy en día, cuando termina un partido del Real Madrid que se ha visto por cable en la televisión de Brasil, Roberto Carlos telefonea a su casa en San João. Invariablemente atiende Vera Lucía, su madre. Y el diálogo es éste:
–¿Está papá por allí?
–Sí, está, claro.
–Pregúntale cómo estuve en el partido.
–(Pausa y luego) Dice que estuviste bien, pero no al ciento por ciento. Que debes exigirte más.
La explicación, para Roberto Carlos, está siempre en el origen, en el campo:
–Para la gente del campo, nunca es suficiente. A papá le cuesta la alegría. El siempre piensa que hay que sacrificarse más, mejorar un poco más...
–Pero le debe gustar que seas jugador...
–Sí, además él siempre creyó en que podría hacerlo. Mi mamá, en cambio, tenía mucho miedo. Como yo era bajito, hoy mismo mido un metro sesenta, por eso los goles que más grito son los que hago de cabeza... ¡Ja, ja! Le hice uno al Zaragoza y otro en el Bernabeu a Peñarol... El temor de mi madre era que me lesionaran. Pensaba que los grandotes me podían dar un golpe fuerte, esas cosas. Por eso para mí fue muy importante llegar a demostrarle que podía ser profesional. No sabía si iba a llegar a la Selección. Pero gracias al Union San João, mi club, y luego al Palmeiras, y a las selecciones juveniles, pude demostrarle que profesional iba a ser...
–¿Qué hiciste con el primer contrato importante?
–Le compré la casa a mi mamá. Y a mi padre... como él iba siempre al servicio, al trabajo, en bicicleta... le compré una bicicleta nueva. Todos me decían “cómprale un auto, cómprale un auto”. Y yo le regalé una bicicleta, porque sabía que era lo que él quería. Con el tiempo, por supuesto, le regalé su auto también. Pero él sigue andando en bicicleta...
–Y esa actitud tan exigente de tu padre, ¿te pesa?
–Mira, como te he dicho, en el campo hablábamos poquísimo... Pero yo, poco a poco, fui entendiendo que para jugar al fútbol, no sólo tienes que hablar y conversar con la gente. He visto que si tú estás tenso, nervioso, automáticamente nunca sale nada. Por eso creo que la alegría en el fútbol es importante.
–A propósito... ¿cuál es la clave para pegarle tan bien a la pelota?
–¡Ja, ja! Francamente... no sé. Es un don que Dios me ha dado y yo todavía no sé de dónde viene eso. No sé explicarlo. Pero, eso sí, procuro explotarlo al máximo...
–Yo voy a jugar con los veteranos y los troncos, y le pego muy mal. Dame un consejo...
–(Lo toma en serio) No hay consejo, pero mira... (Baja la voz, confidente) Lo que te conviene es llegar un rato antes que los otros, y luego del partido quedarte a practicar. Tienes que poner el balón ahí, cerca del área, con barrera, sin barrera y meterla en la portería... Tú no te preocupes por meterla fuerte, basta que entre. Después, verás que va saliendo mejor...
EL AMIGO ROBERTO CARLOS
–Cuando grabaste Los mejores de siempre, el programa de televisión de Roberto Rinaldi, él te preguntó qué sentías ahora que ya tenías ganado un lugar en la historia del fútbol...
–Y yo le dije que quisiera mucho más que la gente entendiera que Roberto Carlos ha sido un grande hombre, merecer eso.
–Ahora bien, ¿cómo se hace para ser un gran hombre?
–Creo que se trata de no ser falso, de no engañar a la gente. Porque dentro del campo, toda la gente va a estar mirando los partidos... Puede ser fácil caerles bien porque yo tengo mi forma de jugar al fútbol. Ahora, como persona, en las declaraciones, siento que mi opinión es importante, por lo menos para mi persona, y mi familia, y para quien se detenga a leerlas. Por eso, en mi opinión sobre fútbol nunca me gusta crear polémicas. ¿Y sabes qué? No me gusta tampoco decir tonterías.
No sé si con el poco estudio que he tenido soy más o menos inteligente, pero sí quise ser bueno en lo mío. Y me dediqué a ser futbolista profesional, y he logrado que muchos piensen que soy el número 2 del mundo en la actualidad... Quiero que la gente no crea que los futbolistas somos personas sin inteligencia, no sólo un profesional del fútbol, sino también una persona, que puede enseñar a la gente cómo vivir y cómo vivir el fútbol. Por eso muchas veces, cuando estoy solo, en una concentración, en un hotel de cualquier lugar del mundo, pienso: “¿Qué hago yo aquí? ¿Por qué estoy aquí?”. Es complicado, mucha gente piensa: “Este fulano es una persona que tiene suerte en la vida, la oportunidad de jugar en Europa, un gran contrato, la posibilidad grandísima de vivir bien. Mas yo, muchas veces, lo que pienso es: “¡Qué responsabilidad tengo!”. Y por eso trato de darle a la gente algo, un gorro, una camiseta... al menos, una sonrisa, aunque venga de telefonear a Brasil y haya escuchado a mi papá criticando mi actuación.
“MIS MEJORES ARGENTINOS”
Cuando yo era chico y la Selección de Brasil perdía, mi madre se preocupaba porque yo no paraba de llorar. Yo no sabía de tácticas entonces, y no comprendía que un equipo con los once mejores jugadores podía perder... Lo último que he aprendido al respecto ha sido en Francia ’98, aprendí la importancia de un subcampeonato. Porque Brasil siempre es favorito, en todo torneo que juega, y siempre llega a la final. Ahora, debe enfrentar a otros once que también son buenos, y también quieren ganar... Pero de la Selección recuerdo dos frustraciones. No haber ido al Mundial ’94, porque el técnico prefirió a Leonardo y Branco, que eran más experimentados y atacaban menos. Y el partido que perdimos en Italia ’90 con Argentina. Mi conclusión es que algo debía cambiar en Brasil, por eso perdió, por más que muchos hayan quedado con la imagen de que pegamos bastante en los postes. Había algo que no estaba bien. Pero ese partido se perdió porque el balón salió de los pies de un genio, MARADONA, y va a los pies de otro genio, CANIGGIA. No hablo de Pelé o Maradona, porque Pelé es de Brasil y otro momento. En mi lista de los mejores argentinos, además de estos dos incluyo a REDONDO, al que disfruto en el Madrid. ¿Vale incluir porteros? Claro, por qué no: ALBANO BIZARRI. Cuando termina el entrenamiento en el Madrid nos quedamos practicando y conversando y veo que es bueno, de verdad, demasiado bueno. ARIEL ORTEGA. Muy difícil de marcar y muy combativo. RIQUELME. Un fenómeno. Lo que ha jugado en la Copa América es fantástico, nos impresionó a todos. Ah, y siempre me gustó mucho PASSARELLA, por la velocidad, el remate, el coraje, el cabezazo...”
ROMANCE A LA BRASILEÑA
A mi esposa, Alexandra, la conocí en un baile en el año ’91. Yo tenía mi novia, y fuimos a uno de esos bailes previos al carnaval. ¡Ja! Me río cuando dicen que para nosotros todo el año es carnaval. ¡Todo el día!, corrijo yo. Ahí estoy con mi novia en el salón, tararí, tarará, bailando, y miro, a mi lado a una morena... ¡Tan bonita! Estaba mi nombre escrito en su cuerpo, estaba mi nombre ya entonces, desde ese momento. No podía dejar de mirarla. Al salir, la encuentro nuevamente en la puerta. Coincidencias de la vida. Porque ella sabe que estoy con mi novia y no sé por qué insiste, o hace que insiste. Eso ha sido un día domingo. Luego un día jueves... yo tenía un coche que me había regalado el club. Y su padre, el padre de mi mujer, todavía tiene un bar. Entonces también tenía un bar. Yo no lo sabía. Estoy en una avenida y veo a Alexandra sentada en la puerta del bar de su padre. Yo aparco el coche y me acerco: “Hola, cómo estás”. “Cómo estás”. “Ah... ¿quieres tomar algo?”, le digo yo. “Sí”. Vamos a la heladería que está al otro lado de la avenida. Y yo quería sentirme un hombre grande, ¿no? Invitarla. Ella pidió un helado de fresa, yo otro. Y justo en el momento de pagar, yo llevo la mano al dinero y ella me dice: “Tú estás loco, yo no necesito de tí para nada”. “Pero, ¿por qué decís eso, si yo te quise invitar para tomar helado conmigo?”. Ella me dijo: “Porque si no, tú vas a pensar que yo estoy contigo por interés”. Ella no sabía que yo jugaba al fútbol, nunca había ido al campo de fútbol y hasta ahora no le gusta mucho el futbol... Tanto, que después de ese helado hemos estado un año sin hablarnos. Ni vernos. Hasta que un día, la vi nuevamente en la calle. Estaba bellísima. Morena del sol, porque hacía mucho calor. Pero yo no le había preguntado su edad, y llevaba a una niña pequeña de manos dadas... tomadas de la mano. Y me dije: “¡Uh! ¡Tiene una hija! ¿Cómo le digo a mi mamá que estoy enamorado de una mujer de 30 años, con una hija? ¡Me va a matar!”. Pero junté coraje, me lancé hacia ella... Y todo fue bien: la niña era la hermanita. Yo había creído que era su hija...”
DE FRANCIA ’98 A PARAGUAY ’99
Debuté con la Selección Mayor un día 2 de febrero de 1992. Y desde el ’91 venía jugando en juveniles. Pero sólo una vez se me cruzó la idea de abandonar el fútbol. Fue en el Mundial de Francia, cuando me criticaron mucho. Más, ha sido el momento más difícil de mi vida. Aunque por suerte, en 6 meses he vuelto a la Selección. Sentí que había sido demasiado presionado y que no era justo. Pero las propias personas que me han criticado en Francia, cuando han visto a Roberto Carlos siendo Campeón de América este año, me han dicho “perdóname por haberte criticado en el Mundial”. Me puso triste la crítica, porque yo vivo el fútbol por la mañana, por la tarde, por la noche. Siempre he tenido más críticas buenas que malas, que fueron poquísimas. Pero nunca, como en el Mundial ’98, he visto a mi madre sufriendo muchísimo”.
Por HORACIO DEL PRADO (1999).
Fotos: HECTOR VILLALBA y ARCHIVO EL GRÁFICO.