Las Entrevistas de El Gráfico

Claudio Borghi 100x100

El Bichi repasa toda su vida. Perdió a su papá de chico y tuvo que salir a trabajar. Sus comienzos en Argentinos, el Mundial de México 86, Bilardo, Menotti, Bielsa…

Por Redacción EG ·

28 de septiembre de 2022

1 ¿De ver­dad no prac­ti­cás pe­lo­ta pa­ra­da?

No. En Co­lo Co­lo ga­na­mos cua­tro tor­neos y nun­ca hi­ci­mos una. No apues­to a la pe­lo­ta pa­ra­da, si no te­nés un gran eje­cu­tor su­frís mu­chos con­tra­gol­pes. Ma­tías Fer­nán­dez, por ejem­plo, te pa­tea­ba des­de 50 me­tros y te la cla­va­ba en el án­gu­lo, en­ton­ces le de­cía “pa­teá al ar­co”. Pe­dir­le a un ju­ga­dor que se ti­re si es­tá cer­ca del área pa­ra ga­nar un foul es una bar­ba­ri­dad.

2 Si no ha­cés una so­la pe­lo­ta pa­ra­da, los ju­ga­do­res pue­den co­men­tar en voz ba­ja...

Los ju­ga­do­res son es­pe­cia­les. Si ha­cés mu­cha pe­lo­ta pa­ra­da di­cen “es­te es un rom­pe­bo­las”; cuan­do no ha­cés, di­cen “es­te no sa­be”. Si les das li­bre, “es un va­go”; si los en­tre­nás mu­cho, “se le va la ma­no”. La ga­ta flo­ra.

3 Sin re­pe­tir y sin so­plar, to­dos los equi­pos don­de ju­gas­te, em­pe­zan­do por los de pa­pi.

El Por­ve­nir de Cas­te­lar, Ma­ria­no Mo­re­no de Hae­do, Luz y Fuer­za de Mo­rón, Ar­gen­ti­nos Ju­niors, Mi­lan, Co­mo, Neu­cha­tel de Sui­za, Ri­ver, Fla­men­go, In­de­pen­dien­te, Unión de San­ta Fe, Hu­ra­cán, Co­lo Co­lo, O'Hig­gins, Au­dax Ita­lia­no, Pla­ten­se, Co­rre­ca­mi­nos de Mé­xi­co, Wan­de­rers de Chi­le. Son 15 equi­pos más 3 de baby, to­tal 18.

4 ¿Sos un mer­ce­na­rio del fút­bol?

La pa­la­bra “mer­ce­na­rio” no me gus­ta, po­dría ser “gi­ta­no del fút­bol”. Siem­pre fui me­dio in­quie­to en co­no­cer lu­ga­res y cuan­do me pre­gun­ta­ban si que­ría vi­vir en Sui­za o Bra­sil, ob­vio que de­cía que sí.

5 El me­jor Borg­hi se vio en Ar­gen­ti­nos, ¿al­gu­na vez vol­vis­te a es­tar cer­ca de ese ni­vel?

Hu­bo dos co­sas que me ayu­da­ron en Ar­gen­ti­nos: mi ju­ven­tud y el equi­po. Al­gu­nos creen que uno pue­de ju­gar bien en to­dos la­dos, y no es así. Aquel Ar­gen­ti­nos es­ta­ba he­cho pa­ra ata­car y ju­gar bien, y yo so­bre­sa­lía; si el equi­po no es­tá he­cho pa­ra ata­car, se com­pli­ca.

6 ¿Cuán­tos ki­los arri­ba es­tás?

¿Arri­ba de qué? Evi­den­te­men­te no soy un mo­de­lo, pe­ro la gor­du­ra es un pro­ble­ma más pa­ra el que la ve que pa­ra el que la lle­va. Es­toy en 105 ki­los, pe­ro nun­ca me acom­ple­jó el pe­so. De­bo re­co­no­cer que no soy un ti­po preo­cu­pa­do por el fí­si­co, pe­ro tam­bién di­go que es­toy me­di­ca­do por hi­per­ti­roi­dis­mo, por eso tam­bién en­gor­do.

7 ¿Por qué “Bi­chi”?

Me lo pu­so mi vie­jo pe­ro no sé por qué. Mi apo­do de chi­co, en rea­li­dad, es Icho, me lo pu­so mi her­ma­no ma­yor por­que lo hin­cha­ba. Tam­bién me de­cían Chue­co, Ne­gro, Mo­no, y en Chi­le me pu­sie­ron “El Gua­tón Pa­rri­lle­ro”. Gua­tón es pan­zón y pa­rri­lle­ro por­que creen que vi­vo co­mien­do asa­dos, otro mi­to.

Imagen Lucha con De Nápoli, de Italia, en México 86. Tras el partido con Uruguay, no jugó más.
Lucha con De Nápoli, de Italia, en México 86. Tras el partido con Uruguay, no jugó más.

8 ¿Por qué de­jas­te la re­pre­sen­ta­ción de ju­ga­do­res?

Te­nía que ven­der­te un ju­ga­dor, lle­va­ba el cu­rrícu­lum, pe­ro cuan­do el otro me pre­gun­ta­ba si lo pon­dría en mi equi­po, le te­nía que de­cir “La ver­dad, que no”. Así no po­día ven­der na­da. No era pa­ra mí.

9 “El Bi­chi te­nía un cor­to­cir­cui­to en el ba­le­ro”. ¿Quién lo di­jo?

El Pu­ma Mo­re­te. Tam­bién di­jo una vez que te­nía un cor­so a con­tra­ma­no, esa me gus­tó... Siem­pre fui un ti­po ra­ro.

10 “Me ten­go que can­sar ju­gan­do, no mar­can­do. Creo en los es­pe­cia­lis­tas”. Lo afir­mas­te co­mo ju­ga­dor, ¿aho­ra pen­sás igual?

Por su­pues­to. “Un po­li­fun­cio­nal es un ju­ga­dor que jue­ga mal en to­dos la­dos”, me en­se­ña­ron. Y es así. Pue­do im­pro­vi­sar en de­ter­mi­na­dos mo­men­tos por una obli­ga­ción. Y cuan­do lo ha­go, le acla­ro al ju­ga­dor: “Te pi­do dis­cul­pas, pe­ro hoy me te­nés que so­lu­cio­nar es­te pro­ble­ma”. No le pue­do pe­dir el mis­mo es­fuer­zo al 10 que al 5.

11 El 10 la pier­de y no mar­ca.

No, pe­ro si el 10 la pier­de tie­ne que gas­tar ener­gía en en­con­trar po­si­cio­nes. Pu­si­ne­ri de­be ha­cer su tra­ba­jo y va a de­pen­der en un mo­men­to de Mon­te­ne­gro y Mon­te­ne­gro va a de­pen­der de Pu­si­ne­ri, pe­ro yo no ne­ce­si­to ni 10 Pu­si­ne­ris ni 10 Mon­te­ne­gros, te­ne­mos que te­ner un equi­po de fút­bol.

12 ¿Có­mo eran los pi­ca­dos en los po­tre­ros de Cas­te­lar?

Mi ba­rrio era de gen­te hu­mil­de, don­de no fal­ta­ban los cho­rros co­mo no fal­tan en Puer­to Ma­de­ro tam­po­co. Ju­gá­ba­mos en una vi­lla en Ca­mi­no de Cin­tu­ra, íba­mos en el 338, par­ti­dos bra­vos en cam­peo­na­tos por pla­ta.

13 Si ti­ra­bas una ra­bo­na ahí, te la da­ban en el pe­cho, ¿no?

Las ra­bo­nas las em­pe­cé a ti­rar en Ar­gen­ti­nos. Las usa­ba co­mo re­cur­so, no co­mo car­ga­da. Es co­mo el ca­ño: al­gu­nos se ti­ran por re­cur­so y otros pa­ra car­gar. Yo no sa­bía pa­tear con la iz­quier­da, to­da­vía no apren­dí, y no me que­da­ba otra que dar­le de ra­bo­na.

14 La más lo­ca que ti­ras­te.

En un clá­si­co con­tra la U pa­teé un pe­nal, me lo ata­ja­ron, el re­bo­te vi­no a la zur­da y le di de ra­bo­na. Me que­rían ma­tar, pe­ro era lo que ha­bía. Hu­bo gen­te que lo en­ten­dió. Aún me lo re­cuer­dan.

15 ¿Quién fue Hi­pó­li­ta?

Mi abue­la. Me pro­te­gió y me ayu­dó mu­cho en mi ca­rre­ra. Mi vie­jo ha­bía fa­lle­ci­do y en mi ca­sa no ha­bía idea de fút­bol. A mí siem­pre me ve­nían a bus­car los pi­bes del ba­rrio pa­ra ju­gar. Mi abue­la quizás pensó que al­go de­bía sa­ber y me lle­vó a Luz y Fuer­za, un club a 12 cua­dras de ca­sa. Me acom­pa­ña­ba to­dos los días, por­que yo era un pi­be de 10 años. Me crió ella cuan­do se mu­rió mi vie­jo, y los ocho her­ma­nos nos tu­vi­mos que re­par­tir.

16 ¿De qué fa­lle­ció tu vie­jo?

Ama­ne­ció muer­to en la co­ci­na de mi ca­sa de un ata­que al co­ra­zón. Es­ta­ba por to­mar­se unos ma­tes pa­ra ir a la­bu­rar. Lo en­con­tró mi her­ma­na ti­ra­do en la co­ci­na. Yo te­nía 10 años. Se hi­zo du­ro por­que él era el úni­co que la­bu­ra­ba, era se­re­no en el IN­TA. Los cua­tro her­ma­nos ma­yo­res tu­vi­mos que sa­lir a la­bu­rar de lo que hu­bie­ra.

Imagen Una temporada en el River de Menotti y esta rabona contra el Verona de Italia.
Una temporada en el River de Menotti y esta rabona contra el Verona de Italia.

17 ¿Vos qué hi­cis­te?

En­tre los 10 y los 15, to­do ti­po de chan­gas. Re­par­tí so­das, fa­bri­qué jau­las pa­ra pá­ja­ros y fui he­rre­ro. Me las arre­gla­ba bien. Al fi­nal en­tré en una za­pa­te­ría, ter­mi­na­ba el za­pa­to; pe­ro de un día pa­ra el otro el en­car­ga­do se fue y la due­ña me pi­dió que me hi­cie­ra car­go de to­do el ta­ller. Co­mo no sa­bía ha­cer to­das la ta­reas, el tra­ba­jo de una ho­ra me lle­va­ba cin­co, y tu­ve que de­jar Ar­gen­ti­nos, aun­que ya es­ta­ba pi­san­do la cuar­ta.

18 ¿Por qué vol­vis­te?

Vi­no a bus­car­me Pe­ker­man, que era el coor­di­na­dor y le ex­pli­qué que ne­ce­si­ta­ba la pla­ta. Ahí Ar­gen­ti­nos me ayu­dó con un viá­ti­co y vol­ví a ju­gar.

19 ¿Pa­sas­te ham­bre en tu in­fan­cia?

Yo siem­pre pa­so ham­bre (ri­sas)... Pa­ra co­mer ha­bía, pe­ro siem­pre lo mis­mo: so­pa, po­len­ta y gui­so con me­nu­dos de po­llo. Hoy no te co­mo po­len­ta ni ca­gan­do. Otro clá­si­co de mi in­fan­cia era ma­te co­ci­do con sán­gu­che de mor­ta­de­la.

20 Pa­sas­te ham­bre y aho­ra te des­qui­tás.

Yo ten­go gus­to por co­mer, no es que co­mo así por­que es un trau­ma de chi­co.

21 ¿Te mo­les­ta­ba no te­ner al­go, za­pa­ti­llas por ejem­plo?

Siem­pre tu­ve bue­nas za­pa­ti­llas. Iba­mos con los pi­bes del ba­rrio al “Gran Tía” de Hae­do con nues­tras za­pa­ti­llas usa­das, de­já­ba­mos esas y aga­rrá­ba­mos las nue­vas, unas Fle­cha con los dien­tes ade­lan­te. Nun­ca nos aga­rra­ron: no ha­bía tan­tos guar­dias ni cir­cui­to ce­rra­do. Pe­ro acla­ra­lo bien, por fa­vor: no afa­ná­ba­mos, cam­biá­ba­mos. Siem­pre de­já­ba­mos al­go. No era lo me­jor, pe­ro bue­no, afa­nar es aga­rrar y sa­lir co­rrien­do, y eso nun­ca lo hi­ci­mos.

22 Al­gu­na otra obra de ca­ri­dad.

Co­lar­se en el tren. De Mo­rón a Ar­gen­ti­nos te­nía que to­mar dos co­lec­ti­vos y un tren, el Sar­mien­to en Flo­res. Nun­ca sa­ca­ba bo­le­to. A ve­ces aga­rrá­ba­mos uno del pi­so y cuan­do el chan­cho lo pe­día en la sa­li­da se lo ti­rá­ba­mos y, co­mo di­rían en chi­le­no: a apre­tar los ca­che­tes y sa­lir co­rrien­do.

23 Des­pués en la can­cha no co­rrías.

Cla­ro, con to­do el des­gas­te que te­nía en la se­ma­na..

24 ¿Ter­mi­nas­te la es­cue­la?

La pri­ma­ria; se­cun­da­ria no hi­ce. Afor­tu­na­da­men­te, al no ir al co­le­gio me quedó mu­cho es­pa­cio li­bre sin ocu­par, no me en­se­ña­ron tan­tas hue­va­das y las pu­de lle­nar con otras co­sas im­por­tan­tes.

25 ¿Có­mo lle­gas­te a Ar­gen­ti­nos?

Con Ma­ria­no Mo­re­no ju­ga­mos con­tra un equi­po de Ar­gen­ti­nos que iba por los ba­rrios. Me vie­ron, pa­sa­ron el da­to y me vi­nie­ron a bus­car el pa­dre del Che­cho Ba­tis­ta, Os­car Re­fo­jo y Ti­to Pa­ti­ño. Un gran ti­po el pa­pá del Che­cho, le de­bo mu­cho.

Imagen “Estos pibes pintan bien”, presentaba El Gráfico. Borghi y Oscar Acosta, el Bicho y Ferro.
“Estos pibes pintan bien”, presentaba El Gráfico. Borghi y Oscar Acosta, el Bicho y Ferro.

26 ¿Fran­cis Cor­ne­jo tam­bién fue tu des­cu­bri­dor?

Es­to de los des­cu­bri­do­res no me gus­ta. Si vie­ne un téc­ni­co y di­ce: “A Sua­zo le en­se­ñé a ju­gar yo”. Es­tá bien, ¿pe­ro cuán­tos más te­nías? ¿Y los otros 20 no apren­die­ron na­da? Fran­cis fue un téc­ni­co más que tu­ve en Ar­gen­ti­nos.

27 ¿Te acor­dás de tu pri­mer via­je en avión?

¡Có­mo ol­vi­dar­me! (ri­sas) Fue en 1981, yo era pen­de­ji­to y tu­ve la des­gra­cia de caer al la­do del Lo­co Sa­li­nas, un via­je al in­te­rior por un Na­cio­nal. “Pi­be, ¿tra­jis­te gui­ta pa­ra la co­mi­da?”, me pre­gun­tó de en­tra­da Sa­li­nas. “Mi­rá que no ten­go un pe­so, no pi­das na­da que no te pue­do pa­gar”. Pa­só la aza­fa­ta, me ofre­ció la co­mi­da y le di­je “No, gra­cias”. Creo que si Sa­li­nas me ve hoy, me si­gue aga­rran­do pa­ra la jo­da.

 

Imagen Borghi, puro talento.
Borghi, puro talento.
 

28 ¿Cuán­do em­pe­zó tu fo­bia por los avio­nes?

Ha­ce dos años. Le hi­ci­mos un es­tu­dio del co­ra­zón a mi hi­jo y no le sa­lió bien. Al día si­guien­te cum­plía 42 años y mi se­ño­ra me hi­zo una fies­ta sor­pre­sa. Y al otro te­nía que via­jar. Mi hi­jo con 10 años y yo con 42, las mis­mas eda­des que te­nía­mos mi vie­jo y yo cuan­do él se mu­rió. Se jun­tó to­do. Me su­bí al avión, me to­có sen­tar­me so­lo y an­tes de des­pe­gar em­pe­cé a trans­pi­rar. No aguan­té más, me ba­jé y me pu­se a llo­rar co­mo un pi­be. El equi­po se fue y yo via­jé en au­to.

29 Con­tra el Ala­jue­len­se no via­jas­te. Es po­co pro­fe­sio­nal.

Pa­só a los cua­tro días de ese he­cho y el con­se­jo mé­di­co fue que no via­ja­ra. Aho­ra vue­lo, no es que me en­can­te, pe­ro via­jo. Me to­mo una pas­ti­lla pa­ra dor­mir, un ron y lis­to.

30 ¿No tar­dó de­ma­sia­do tu chan­ce pa­ra di­ri­gir en Ar­gen­ti­na?

Al con­tra­rio, me lle­gó rá­pi­do. Em­pe­cé en el 2002 co­mo DT y me con­si­de­ro jo­ven pa­ra la pro­fe­sión, ten­go 43 años.

31 ¿Có­mo vis­te el fút­bol ar­gen­ti­no des­de aden­tro, des­pués de tan­to tiem­po?

Se po­dría ju­gar me­jor. Cam­bió mu­cho el dis­cur­so de la gen­te, de lo que quie­re, to­do es “pon­gan hue­vo, pe­ga­le pa­ra arri­ba”. Así se le ha­ce di­fí­cil al ju­ga­dor en­ten­der cuán­do tie­ne que po­ner hue­vo y cuán­do ju­gar bien.

32 Mu­chos pen­sa­ron: “En Chi­le es fá­cil ser cam­peón, va­mos a ver­lo acá”.

Ser cam­peón es di­fí­cil en to­dos la­dos. Aho­ra, que el fút­bol ar­gen­ti­no sea más com­pe­ti­ti­vo, re­sul­ta ob­vio. En Co­lo Co­lo fui­mos cam­peo­nes con cua­tro equi­pos di­fe­ren­tes y ven­dien­do 11 ju­ga­do­res.

33 ¿Per­ci­bís que hay co­mo una lu­na de miel con el pe­rio­dis­mo ar­gen­ti­no?

Pue­de ser, ve­re­mos has­ta cuán­do du­ra. Acá hay mu­chos chi­cos que no me vie­ron ju­gar, otros que sí me co­no­cen y ni pen­sa­ban que po­día ser en­tre­na­dor; al­gu­nos me ve­rán char­la­tán, otros hu­mil­de...

34 ¿Cuál es la cla­ve pa­ra ser un buen DT?

No ol­vi­dar­nos de que fui­mos ju­ga­do­res. El téc­ni­co se ol­vi­da de que fue ju­ga­dor y el ju­ga­dor cree que el DT nun­ca ju­gó fút­bol.

35 ¿Quién es el me­jor DT ar­gen­ti­no?

Bian­chi. No lo co­noz­co, pe­ro ten­go bue­nas re­fe­ren­cias. Ade­más, es el me­jor por­que no es­tá tra­ba­jan­do.

36 ¿Có­mo lo ves a Biel­sa en Chi­le?

El gran pro­ble­ma de Biel­sa es que no co­no­ce mu­cho la idio­sin­cra­cia chi­le­na. El tie­ne que con­ven­cer a los ju­ga­do­res, a la gen­te y al pe­rio­dis­mo. El tra­ba­jo de un en­tre­na­dor es dar ex­pli­ca­cio­nes, aun­que uno no las quie­ra dar. Creo que de­be­ría mez­clar­se con la gen­te.

37 ¿Tu­vis­te con­tac­to con él?

No, y eso me lla­mó la aten­ción, por­que yo es­ta­ba a car­go del equi­po más im­por­tan­te, Co­lo Co­lo, el que apor­ta­ba más ju­ga­do­res a la se­lec­ción, en un mo­men­to iban 11. Hu­bie­ra es­pe­ra­do que me lla­mara pa­ra coor­di­nar, no pa­ra pe­dir con­se­jos.

38 ¿Por qué Ar­gen­ti­nos tie­ne tan buen se­mi­lle­ro?

Por­que his­tó­ri­ca­men­te hu­bo buen gus­to por los ju­ga­do­res y la lí­nea no cam­bia­ba de una di­vi­sión a otra. No es que te pe­dían un gran­do­te cuan­do se ha­cía el cam­bio de di­vi­sión.

39 ¿Por qué le pe­ga­bas tan­to “tres de­dos”?

Se lo co­pié a Teó­fi­lo Cu­bi­llas, en el Mun­dial del 78, un gol de ti­ro li­bre que le hi­zo a Es­co­cia. El fút­bol es imi­ta­ción.

40 ¿Te sen­tís cam­peón del mun­do?

Cla­ro, si ju­gué tres par­ti­dos. Se die­ron dos cir­cuns­tan­cias pa­ra que no rin­die­ra: era muy jo­ven, te­nía 21 años, y no era un ju­ga­dor útil pa­ra Bi­lar­do.

Imagen En México 86 con Valdano, Bilardo y Maradona. Jugó tres partidos y luego, al banco.
En México 86 con Valdano, Bilardo y Maradona. Jugó tres partidos y luego, al banco.

41 Una vez con­tas­te que en esa Se­lec­ción hu­bo dis­cu­sio­nes fuer­tes, ¿por qué eran?

Hu­bo reu­nio­nes du­ras. Re­cuer­do una, des­pués del par­ti­do en Co­lom­bia, en la gi­ra pre­via, don­de fui­mos un de­sas­tre. Más de uno creía que no to­dos es­ta­ban preo­cu­pa­dos o que les da­ba lo mis­mo dar o no dar el má­xi­mo es­fuer­zo en pos del ob­je­ti­vo.

42 ¿Se pe­lea­ron?

De­pen­de de qué me­dio. El Po­pu­lar di­ría “Pe­lea en el plan­tel”, Cró­ni­ca te pon­dría la pla­ca de “Ul­ti­mo mo­men­to” y La Na­ción hu­bie­ra ti­tu­la­do: “In­ter­cam­bio de pa­la­bras”. Du­ran­te el Mun­dial hu­bo mu­chas de esas.

43 ¿Ma­ra­do­na de Ar­gen­ti­nos o de Mé­xi­co 86?

El de Ar­gen­ti­nos, no ten­go du­das, lo que pa­sa es que nos veía muy po­ca gen­te. Del mis­mo mo­do te di­go que no eli­jo el gol a In­gla­te­rra co­mo el me­jor.

44 A ver...

Los dos go­les a Bél­gi­ca son me­jo­res, pa­ra mí. El de In­gla­te­rra tie­ne mu­chos erro­res. ¿Vos creés que Die­go le hu­bie­se me­ti­do ese gol a Ita­lia o a Uru­guay? Lo ba­ja­ban an­tes. Si ves los go­les a Bél­gi­ca, cuan­do él de­ci­de pa­tear los de­fen­so­res re­cién es­ta­ban sa­can­do la pier­na. Eso te da una idea de la ve­lo­ci­dad men­tal de Die­go. Igual, su me­jor gol en la Se­lec­ción, pa­ra mí, fue el que le me­tió a Leao, en 1979, de Res­to del Mun­do, con una com­ba per­fec­ta.

45 ¿Me­not­ti o Bi­lar­do?

Me­not­ti: hay un an­tes y un des­pués de él en la Se­lec­ción. Apar­te, mi vi­da dia­ria va más con Me­not­ti; es­toy le­jos de ser ob­se­si­vo co­mo Bi­lar­do, aun­que le re­co­noz­co sus vir­tu­des. Co­mo equi­po, igual, me que­do con el del 86.

46 ¿ En qué co­sas de la vi­da te ha­cés la ra­bo­na?

Yo siem­pre ha­go la ra­bo­na, nun­ca ha­go lo que la gen­te es­tá pen­san­do que voy a ha­cer. Eso me ha­ce un ti­po di­fe­ren­te, un ti­po que no va con la co­rrien­te.

Imagen En Independiente jugó apenas seis meses en 1990 y posó con la rabona para El Gráfico.
En Independiente jugó apenas seis meses en 1990 y posó con la rabona para El Gráfico.

47 ¿La ga­nó Ju­ven­tus o la per­dió Ar­gen­ti­nos a la In­ter­con­ti­nen­tal 85?

La per­dió Ar­gen­ti­nos, si Jo­sé me­tía dos de­fen­so­res ce­rra­ba el par­ti­do 2-1 y éra­mos cam­peo­nes. Pe­ro fi­ja­te una co­sa, siem­pre ha­go el mis­mo test y pre­gun­to quié­nes ju­ga­ron la fi­nal del año an­te­rior y la del pos­te­rior, y ca­si na­die se acuer­da. Eso sig­ni­fi­ca que no siem­pre lo más im­por­tan­te es ga­nar, si­no que va­len otras co­sas.

48 ¿Qué sen­sa­ción pre­do­mi­na­ba cuan­do en­tras­te a ese ves­tua­rio: or­gu­llo o bron­ca?

Tris­te­za, so­bre to­do. Los más gran­des llo­ra­ban, yo pre­gun­ta­ba por qué y me de­cían: no vol­ve­mos nun­ca más. Yo te­nía 21 años y pen­sé que sí, pe­ro no vol­ví más a ju­gar una In­ter­con­ti­nen­tal.

49 Esa fi­nal te ca­ta­pul­tó en to­do sen­ti­do, ¿no?

Sí, pe­ro a la vuel­ta de To­kio se­guía yen­do a en­tre­nar en bon­di. En esa épo­ca era nor­mal. Mis prio­ri­da­des eran: com­prar­le la ca­sa a mi vie­ja, más tar­de una pa­ra mí, y re­cién des­pués el au­to. Juan Ca­ra­co­che, un chi­co que hoy jue­ga en In­de­pen­dien­te, vie­ne en bi­ci a en­tre­narse y el otro día lo aga­rra­ron pa­ra la jo­da en una no­ta. Me ima­gi­no que aho­ra el pi­be de­be es­tar pen­san­do en com­prar­se un au­to pa­ra que no lo jo­dan más. Y tie­ne que ser al re­vés.

50 ¿Es muy dis­tin­to el ju­ga­dor ac­tual al de tu épo­ca?

Sí, hoy los pi­bes es­tán muy ex­pues­tos y a ve­ces ha­cen más lo que la gen­te quie­re que lo que ellos pien­san. Le di­cen “¿Có­mo an­dás en es­te au­to?” y lo obli­gan a com­prar­se un úl­ti­mo mo­de­lo y al fi­nal quie­ren de­mos­trar un es­ta­tus que no tie­nen.

51 La ge­ne­ra­ción Play Sta­tion.

En mi épo­ca ju­gá­ba­mos al Ata­ri, pe­ro era abu­rri­do. Cuan­do me com­pró el Mi­lan fue du­ro: no ha­bía te­lé­fo­no ni in­ter­net, con­se­guías un Cla­rín de dos se­ma­nas an­tes y te lo leías en­te­ro.

52 ¿Có­mo to­mas­te que tu hi­ja se pu­sie­ra de no­via con Cris­tó­bal Jor­que­ra, ju­ga­dor tu­yo en Co­lo Co­lo?

Fue un pro­ble­ma gran­de pa­ra los dos por­que si lo po­nía no iba a fal­tar el es­tú­pi­do que di­je­ra que lo ha­cía por­que es­ta­ba de no­vio con mi hi­ja. Y fui muy in­jus­to, por­que a ve­ces lo sa­ca­ba pa­ra no per­ju­di­car­lo. Los téc­ni­cos so­mos in­jus­tos: si te­ne­mos un hi­jo ma­lo lo que­re­mos ha­cer ju­ga­dor y si es bue­no, no lo po­ne­mos.

53 ¿Por quién te en­te­ras­te del no­viaz­go: por él o por ella?

Por mi mu­jer. El pro­ble­ma em­pie­za cuan­do en­tra a tu ca­sa. Se ha­cen con­ve­nios. Yo fui cla­ro con él: “Acá no soy téc­ni­co tu­yo”. Se le com­pli­ca­ba si sa­lía con mi hi­ja un vier­nes y yo me en­te­ra­ba.

54 Te vi­no a bus­car el Mi­lan y no que­rías ir.

Hoy se ti­ran de ca­be­za. El pro­ble­ma fue que me ven­die­ron sin pre­gun­tar­me, mien­tras es­ta­ba en el Mun­dial. Yo siem­pre fui un ti­po ra­ro, aún si­go sién­do­lo en rea­li­dad, pe­ro las de­ci­sio­nes me gus­tan to­mar­las a mí. En ese tiem­po tam­bién me que­ría el Ra­cing Ma­tra y yo pre­fe­ría ir a Pa­rís. No me equi­vo­ca­ba: el pe­río­do de adap­ta­ción era im­por­tan­te. Apar­te, Pa­rís me gus­ta mu­cho. Bo­lu­do no soy.

Imagen Berlusconi lo compró para el Milan, pero el Bichi no jugó nunca un partido oficial.
Berlusconi lo compró para el Milan, pero el Bichi no jugó nunca un partido oficial.

55 Re­cor­dá tu pri­mer en­cuen­tro con Ber­lus­co­ni.

Me di­jo: “Ve­ni­te a co­mer a ca­sa”. Yo no te­nía mu­cha idea de quién era. Fui­mos con mi se­ño­ra. Lo pri­me­ro que me lla­mó la aten­ción fue que el ti­po se pu­sie­ra la ser­vi­lle­ta en el cue­llo pa­ra co­mer la pas­ta. La ca­sa era una co­sa ex­traor­di­na­ria, con igle­sia, pi­naco­te­ca, es­cul­tu­ras, sa­la de mú­si­ca, y has­ta te­nía una ha­bi­ta­ción blin­da­da. Ape­nas lle­ga­mos, sa­có una ca­ji­ta del bol­si­llo y me di­jo: “Es­to es pa­ra tu se­ño­ra”. No le di bo­la en ese mo­men­to, y en ca­sa mi se­ño­ra pre­gun­tó, lo abrí y era un co­llar. Cuan­do lo ta­sa­mos... ¡ma­mi­ta! Eran unos cuan­tos bi­lle­tes.

56 ¿Pa­ra qué te com­pró Ber­lus­co­ni si nun­ca ju­gas­te?

Cuan­do me com­pró, el téc­ni­co era Lied­holm, el sue­co, y Ca­pe­llo era su ayu­dan­te. Ju­gué un Mun­dia­li­to y me di­je­ron que si an­da­ba bien me que­da­ba en el Mi­lan. Ju­gué bár­ba­ro, me eli­gie­ron el me­jor ju­ga­dor del tor­neo... y me die­ron una pa­ta­da en el or­to. Re­sul­ta que en el me­dio con­tra­ta­ron a Arri­go Sac­chi, com­pra­ron a Gu­llit y Van Bas­ten, y en esa épo­ca solo en­tra­ban dos ex­tran­je­ros por equi­po. Me tu­ve que ir a prés­ta­mo. A lo me­jor, si se­guía Lied­holm yo ter­mi­na­ba ju­gan­do en el Mi­lan. Son los pe­que­ños he­chos que por ahí te cam­bian la ca­rre­ra. El gus­to de un en­tre­na­dor te ca­ga la vi­da, sal­vo que seas un fe­nó­me­no.

57 ¿Pe­ro te lle­gó a ver Sac­chi?

Un fe­nó­me­no Sac­chi. Co­mo no ha­bía ju­ga­do al fút­bol, no po­día mos­trar los ejer­ci­cios. Si al­guien lo ha­cía mal me lla­ma­ba y me de­cía: “A ver, Borg­hi, ha­ga es­to”. Y yo lo ha­cía pa­ra to­dos. Des­pués no me po­nía. Un mons­truo.

58 ¿Se­guís sien­do fa­na del rock na­cio­nal?

Me­nos, por­que los que me gus­ta­ban ya no to­can. Sim­pre me en­can­tó Da­vid Le­bón.

59 ¿Por qué de­cla­ras­te que la mu­jer de Yu­di­ca sa­bía más de fút­bol que Yu­di­ca?

Me te­nía ca­ri­ño la mu­jer de Jo­sé, qui­zás por­que era de la edad de sus hi­jos y me veía des­pro­te­gi­do. Yo me eno­ja­ba con Jo­sé por­que que­ría ju­gar, pe­ro la ver­dad es que me ban­có a muer­te en la épo­ca en que ha­cían fi­la pa­ra pu­tear­me.

60 ¿En Ar­gen­ti­nos te pu­tea­ban?

A mí y a unos cuan­tos más, to­dos fue­ron pu­tea­dos en Ar­gen­ti­nos, has­ta Die­go.

61 ¿En al­gún mo­men­to te sen­tis­te más chi­le­no que ar­gen­ti­no?

Es­toy en un 50 y un 50. En Chi­le me han tra­ta­do muy bien.

62 ¿Co­mi­da chi­le­na o ar­gen­ti­na?

Ma­ris­cos chi­le­nos y car­ne de acá. Mi de­bi­li­dad, el le­chón.

63 Un li­bro.

Tres mo­men­tos de una vi­da, de Her­mann Hes­se.

64 ¿Con quién vi­vís acá?

Mi fa­mi­lia se que­dó en Chi­le y fui a la ca­sa de mis sue­gros, no po­día ir a lo de mis her­ma­nos, que tie­nen to­do ar­ma­do. Ya te di­je: soy un ti­po ra­ro. Apar­te, es una bue­na ex­cu­sa es­tar con los sue­gros, tu mu­jer has­ta pue­de creer que sos un buen ti­po.

65 ¿Tu fa­mi­lia no va a ve­nir?

¿Vos pen­sás que al­gún téc­ni­co pue­de pla­ni­fi­car qué pa­sa­rá el pró­xi­mo año? Mis hi­jos es­tu­dian y no pue­den de­jar el año por la mi­tad. En di­ciem­bre ve­re­mos.

66 ¿Có­mo de­fi­ni­rías tu pa­so co­mo ju­ga­dor de In­de­pen­dien­te?

Cor­to co­mo pol­vo de chan­cho. Me­nos de un año fue. Es­pe­re­mos que co­mo en­tre­na­dor sea dis­tin­to.

67 ¿Vol­vis­te a ver el par­ti­do con Ju­ven­tus?

Com­ple­to ja­más, solo pe­da­zos. No sue­lo ver co­sas mías por­que me da la sen­sa­ción de que es­toy muer­to.

Imagen La consagración fue en la Intercontinental 85 entre Argentinos y la Juventus.
La consagración fue en la Intercontinental 85 entre Argentinos y la Juventus.

68 Tu ído­lo de pi­be.

Lu­que. Se lo di­je cuan­do ju­ga­ba en Unión. Es­ta­ba en la ca­mi­lla, en­tró y em­pe­cé a tem­blar. Y eso que yo ya era un bo­lu­do gran­de, pe­ro no de­ja­ba de ser mi ído­lo.

69 ¿Qué re­cuer­do te­nés del Mun­dial 78?

La vi­drie­ra de la ca­sa de elec­tro­do­més­ti­cos don­de veía­mos los par­ti­dos con los pi­bes del ba­rrio. En ca­sa te­nía una en blan­co y ne­gro, y en la vi­drie­ra lo veía­mos en co­lo­res. El Mun­dial fue cla­ve pa­ra mí, ahí de­ci­dí ser fut­bo­lis­ta.

70 ¿Quién fue el DT que más in­flu­yó en tu for­ma­ción?

Al­ber­to Pom­peo Tar­di­vo. Me aga­rró en las in­fe­rio­res de Ar­gen­ti­nos y me en­se­ñó a ju­gar y co­sas de la hi­gie­ne per­so­nal.

71 ¿Y quién fue el peor?

Mir­ko Jo­sic. No en­ten­día na­da de fút­bol. Ga­nó la Li­ber­ta­do­res con Co­lo Co­lo, una cla­ra mues­tra de que ga­nar no sig­ni­fi­ca que sos el me­jor DT, ni si­quie­ra que sos bue­no. Hay gen­te que jue­ga to­da su vi­da al fút­bol y no lo en­tien­de, co­mo hay otros que lo co­men­tan to­do la vi­da y tam­po­co lo en­tien­den.

72 Te fuis­te de la Se­lec­ción an­tes del Mun­dial y vol­vis­te a los cua­tro días, ¿qué pa­só?

La re­vis­ta Gen­te pu­bli­có que ha­bía apa­re­ci­do un hom­bre di­cien­do ser mi pa­dre, in­clu­so fue­ron al ce­men­te­rio de Mo­rón a ver si es­ta­ba en­te­rra­do, ti­tu­la­ron que mi vie­ja es­ta­ba pos­tra­da, que mi no­via era la nue­va Cy­tersz­pi­ller. Ade­más, mi re­li­gión. Pa­re­cía un rock star, con se­gui­mien­to de fo­tó­gra­fos a to­da ho­ra. No po­día vi­vir así.

73 Se di­jo que te ha­bías cru­za­do mal con Clau­sen y Rug­ge­ri.

Fue men­ti­ra, con Trob­bia­ni me aga­rré en el Mun­dial. El me dio una pa­ta­da, yo otra y así se­gui­mos, por eso los que di­cen que no te­nía el fue­go sa­gra­do, na­da que ver, yo era más ca­len­tón que la pu­ta que lo pa­rió. Tam­bién me aga­rré con Ma­ra­go­ni: él es­ta­ba en la ma­yor y yo en los ju­ve­ni­les. Era un pen­de­jo irres­pe­tuo­so.

74 Co­mo fut­bo­lis­ta eras un re­bel­de, ¿co­mo DT tam­bién?

Yo soy re­bel­de en la vi­da, lo peor que po­dés ha­cer­me es obli­gar­me, por­que ha­go to­do lo con­tra­rio. Soy un ti­po ra­ro, no ha­go lo que la gen­te es­pe­ra.

75 ¿Se­guís mi­ran­do los par­ti­dos por TV sin vo­lu­men?

Sin vo­lu­men y en una te­le chi­qui­ta. En San­tia­go no pue­do fu­mar en cual­quier la­do y ten­go que ir a la co­ci­na. El vo­lu­men lo ba­jo pa­ra no es­cu­char las bo­lu­de­ces que se di­cen.

76 ¿Se di­cen mu­chas bo­lu­de­ces?

Bo­lu­de­ces, pe­lo­tu­de­ces y bu­rra­das. Tam­bién al­gu­nos me gus­tan, eh. El otro día di­je­ron: “Una vo­lea sin pa­rar­la”. ¡To­das las vo­leas son sin pa­rar­la! O di­cen: “To­mó una ma­la de­ci­sión”. La ver­dad, no me atre­ve­ría a afir­mar que Ma­ra­do­na de­ci­dió mal. Es co­mo ver un par­ti­do de te­nis y de­cir que Fe­de­rer pu­so mal la ra­que­ta.

77 ¿Ale­xis Sán­chez se­ría el Borg­hi ac­tual por có­mo vi­ve el fút­bol?

Ale­xis quie­re ju­gar, y a los 18 años pien­sa co­mo un chi­co de 18, no le po­de­mos pe­dir que pien­se co­mo uno de 40.

78 ¿Bor­gui o Bor­yi? Se pro­nun­cia Bor­gui, en ita­lia­no. En Chi­le soy Bor­chi.

79 ¿Por qué arran­cas­te co­mo DT en el fút­bol uni­ver­si­ta­rio?

Bus­ca­ba la­bu­ro co­mo en­tre­na­dor, ar­mé un pro­yec­to y me vi­nie­ron a bus­car de la Uni­ver­si­dad de las Amé­ri­cas. Les co­men­té que mi pro­yec­to era pa­ra fút­bol pro­fe­sio­nal, pe­ro in­sis­tie­ron y en­ton­ces le cam­bié el tí­tu­lo a la car­pe­ta y se la di. Acep­ta­ron y así em­pe­cé. En­se­gui­da me lla­ma­ron de Au­dax, pe­ro co­mo en la Uni­ver­si­dad me pa­ga­ban bien di­ri­gí en los dos lu­ga­res al mis­mo tiem­po, en do­ble tur­no.

80 ¿Pro­me­tés que nun­ca vas a ha­cer una prác­ti­ca a puer­tas ce­rra­das?

Hoy me lla­mó un co­le­ga tu­yo y me di­jo: “Ten­go una bom­ba, sé que co­mis­te con una per­so­na muy im­por­tan­te del fút­bol”. Sí, co­mí con Vei­ra, Mer­lo, Ri­quel­me y el Bu­rri­to Or­te­ga. Le di­je: “Si ca­da vez que co­mo con al­guien del fút­bol va a ser una no­ti­cia, avi­sa­me, por­que acá no ten­go ami­gos car­pin­te­ros, mis ami­gos son del fút­bol”. Si qui­sie­ra jun­tar­me sin que me vean no voy a Puer­to Ma­de­ro. Con es­to di­go que si no me bo­lu­dean, no ha­ré nun­ca prác­ti­cas a puer­tas ce­rra­das. De­pen­de de la in­te­li­gen­cia de los pe­rio­dis­tas.

81 ¿Por qué te jun­tas­te con Or­te­ga?

Lo que­ría co­no­cer yo y tam­bién mi hi­jo, que es­tu­vo de vi­si­ta. Me cau­só una lin­da im­pre­sión.

82 ¿Con quién te des­lum­bras­te más char­lan­do de fút­bol?

Con Me­not­ti, un ti­po muy sa­bio.

83 ¿En qué te sen­tís fuer­te y en qué dé­bil co­mo DT?

Mi de­bi­li­dad es apo­yar de­ma­sia­do al ju­ga­dor cuan­do la gen­te lo pu­tea. Y mi for­ta­le­za es apo­yar siem­pre al ju­ga­dor.

84 ¿Có­mo son tu char­las téc­ni­cas?

Du­ran me­dia ho­ra y las ba­so en las for­ta­le­zas nues­tras. No me in­te­re­sa ate­mo­ri­zar a mi equi­po con el ri­val. Yo te­nía un téc­ni­co que ca­da vez que ju­gá­ba­mos pa­re­cía que en­fren­tá­ba­mos al Real Ma­drid. Yo tra­to de for­ta­le­cer lo pro­pio.

85 ¿Cuán­do se ve­rá el In­de­pen­dien­te de Borg­hi?

A lo me­jor no se ve nun­ca, yo qué sé. Cuan­do jue­gue bien, voy a de­cir que es mi equi­po y cuan­do lo ha­ga mal di­ré “Es­te no es”.

 

Imagen Se calzó el buzo de DT del Rojo.
Se calzó el buzo de DT del Rojo.
 

86 ¿Por qué Ar­gen­ti­na no lle­ga a una se­mi­fi­nal de Mun­dial des­de 1990?

El pro­ble­ma no es có­mo jue­ga Ar­gen­ti­na las eli­mi­na­to­rias si­no có­mo lle­ga al Mun­dial. Al te­ner Su­da­me­ri­ca el pri­vi­le­gio de cua­tro cu­pos y me­dio, ha­bría que apun­tar al fu­tu­ro. Igual, no soy quién pa­ra dar­le con­se­jos a un téc­ni­co co­mo Ba­si­le.

87 ¿Los ju­ga­do­res de In­de­pen­dien­te te pre­gun­tan por las ra­bo­nas?

No.

88 “Si ju­ga­ba 10 par­ti­dos co­mo ese de Ja­pón, Borg­hi era otro Ma­ra­do­na”. Lo di­jo Pla­ti­ni.

Tam­bién di­jo que era co­mo Pi­cas­so. Si yo ju­ga­ba 10 par­ti­dos co­mo aquel con­tra Ju­ven­tus, hu­bie­ra si­do más que Ma­ra­do­na, pe­ro esos par­ti­dos se dan muy de vez en cuan­do.

89 ¿Coin­ci­dís con los que di­cen que des­pués de Ma­ra­do­na no se vio otro ta­len­to co­mo el tu­yo? ¿Fuis­te un ge­nio que de­ci­dió des­per­di­ciar­se?

Des­de que sur­gió Die­go, to­dos los que vi­ni­mos des­pués lle­va­mos el car­te­li­to del pró­xi­mo Ma­ra­do­na: Ca­nig­gia, Ri­quel­me, Mes­si, Agüe­ro... La gen­te es­pe­ra de uno co­sas que uno no pue­de ha­cer. Es más: me cuen­tan go­les que ja­más hi­ce. Yo no era muy ta­len­to­so, si al­guien en­cuen­tra una ju­ga­da mía en que me pa­sa­ba a tres en una bal­do­sa, que me la ha­ga ver. Yo te­nía una ha­bi­li­dad en ve­lo­ci­dad in­te­re­san­te, na­da más. Un ami­go mío siem­pre di­ce: “Yo, que me co­noz­co des­de chi­qui­to” (ri­sas)... Y yo, que me co­noz­co des­de chi­qui­to, no pien­so co­mo la gen­te: en la vi­da lle­gué a ser mu­chí­si­mo más de lo que hu­bie­se so­ña­do.

90 ¿La gen­te opi­na cual­quier co­sa?

Mi­rá: de fút­bol opi­na­mos to­dos y to­dos pen­sa­mos que lo ha­ce­mos bien. Es co­mo el se­xo. ¿Es­cu­chas­te a al­gún ti­po que di­je­ra “No sé co­ger”? Por eso el di­cho es: “De se­xo y de fút­bol opi­na­mos to­dos y to­dos pen­sa­mos que lo ha­ce­mos bien”.

91 ¿Te fal­ta­ba fue­go sa­gra­do?

Ma­ra­do­na siem­pre ju­gó pa­ra ser el me­jor; hay otros que no ju­ga­mos pa­ra ser los me­jo­res, no lo sen­tía. Pa­ra mí, ga­nar ja­más fue lo más im­por­tan­te. Hoy, co­mo téc­ni­co, nun­ca te voy a de­cir que hay que ga­nar cues­te lo que cues­te, o que afron­ta­mos un par­ti­do de vi­da o muer­te, no man­do esos men­sa­jes. Pe­ro no me fal­ta­ba fue­go.

92 ¿Y cuál es tu men­sa­je hoy: tran­qui­los, si per­de­mos no se ca­lien­ten?

De­pen­de có­mo per­da­mos. Si per­de­mos por­que el equi­po ri­val nos su­pe­ró, es­tá bien. Aho­ra, si per­de­mos por­que so­mos ma­los, me preo­cu­po.

93 ¿Se­guís sien­do mor­món?

Sí, pe­ro ya no ejer­zo. Me pa­só co­mo a tan­tos que he­re­dan la re­li­gión: mis vie­jos eran mor­mo­nes, y yo los se­guí. No te­ner se­xo has­ta el ma­tri­mo­nio es­ta­ba den­tro de los man­da­mien­tos del mor­món. Creía en eso; aho­ra, de ahí a cum­plir­lo...

Imagen Frente a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días. Se asumió mormón, declaró que llegaría virgen al matrimonio y causó gran revuelo.
Frente a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días. Se asumió mormón, declaró que llegaría virgen al matrimonio y causó gran revuelo.

94 ¿Lle­gas­te vir­gen al ma­tri­mo­nio co­mo afir­ma­bas en esa épo­ca?

No.

95 En un am­bien­te ma­chis­ta co­mo el fút­bol,  ¿no te car­ga­ban com­pa­ñe­ros y ri­va­les?

Al con­tra­rio, me fue muy bien: mu­chas chi­cas me que­rían des­vir­gar. Un ami­go mío di­ce que ja­más le pa­gó a una pros­ti­tu­ta; le da­ba cien dó­la­res pa­ra el ta­xi na­da más (ri­sas). Lo que pasa es que hay gen­te que no quie­re y otra que no pue­de, hay que preo­cu­par­se cuan­do uno no pue­de.

96 ¿Se­guís pen­san­do que no hay que te­ner re­la­cio­nes an­tes de ca­sar­se?

Oja­lá la gen­te pu­die­ra, es un man­da­mien­to de la Bi­blia. Por otro la­do, por más que se quie­ra, nin­gún ma­tri­mo­nio que se lle­ve mal en la ca­ma pue­de ser fe­liz.

97 ¿A tus hi­jos les de­cís que no ten­gan se­xo has­ta que se ca­sen?

Mis hi­jos ha­cen lo que quie­ren con su vi­da, se pue­den equi­vo­car pe­ro ja­más me me­to. Yo no doy con­se­jos, doy ejem­plos. Los con­se­jos a ve­ces se dan y por ahí no se es­cu­chan. El ejem­plo lo te­nés a dia­rio. A mi hi­jo le pue­do de­cir que no soy bo­rra­cho ni me he dro­ga­do, pe­ro ja­más le voy a po­der de­cir que no fu­me. A lo me­jor, vién­do­me, es un buen ejem­plo pa­ra que no fu­men.

98 ¿No te arre­pen­tís de ha­ber di­cho que eras hin­cha de Ra­cing?

No, al fi­nal pa­re­ce que el úni­co hin­cha de un equi­po soy yo. Soy de Ra­cing por­que mi vie­jo era de Ra­cing, y esas co­sas se he­re­dan. Co­mo can­ta Se­rrat, car­ga­mos con la re­li­gión y las cos­tum­bres de nues­tros vie­jos.

99 Si te va mal, los hin­chas de In­de­pen­dien­te te lo van a re­cor­dar.

Pue­de ser, pe­ro agra­dez­can que al me­nos soy ho­nes­to. Ja­más me pon­dría una cam­sie­ta de Ra­cing pa­ra ir a la can­cha de In­de­pen­dien­te y tam­po­co me atre­ve­ría a be­sar la del Ro­jo en des­me­dro de la gen­te de Ra­cing. En el fút­bol hay que te­ner res­pe­to.

100 ¿De quién es tu hi­jo?

De Ra­cing, cuan­do na­ció te­nía la ca­mi­se­ta, el va­so, el ba­be­ro, to­do. No voy a ser yo el úni­co bo­lu­do de la fa­mi­lia...

Por Diego Borinsky (2008).

Fotos: Jorge Dominelli y Archivo El Gráfico.