1991. Alonso: "quiero ser presidente, técnico o barrendero de River"
Norberto Osvaldo Alonso hoy, a los 38 años. Más allá de todas las polémicas, sostiene con la firmeza de siempre, el sentimiento de amor hacia el club y los colores que le marcaron la vida.
Beto, ahora anunciás que vas a enseñar en una escuela de fútbol. Tenés la compañía de seguros, sos técnico y en cualquier momento te puede aparecer un equipo. . . ¿No será que no sabés qué hacer de tu vida?
—Para nada. Cada día estoy más acostumbrado a esta realidad. El fútbol lo juego igual con mis amigos, y me sigo divirtiendo. Lo del seguro es nada más que capitalizar una imagen, aprovechar los contactos que hice durante tantos años, pero hay gente idónea que lleva adelante la empresa. Mi rubro, me lo dijo Dios, es el fútbol, y con la escuela voy a tratar de devolverle parte de lo que me dio.
— ¿Cuándo y dónde largás?
—Inauguramos el miércoles 10 en Punta Carrasco. Pero la idea es integral, vamos a brindar un servicio. Por ejemplo, habrá micros que acerquen a los alumnos desde su casa hasta la escuela y con el regreso incluido. Me acompañan el profesor Rodolfo Valgoni, el Japonés Pérez y Rubén Diez. Queremos trabajar nada más que en tres sedes, así voy a poder estar con los pibes, que es lo que ellos buscan cuando leen un nombre como el mío de profesor.
—Te propongo ahora un tema más espinoso. ¿Fracasaste como director técnico en Belgrano de Córdoba?
—No.
—Me fallaron los dirigentes. Lo cuento muy clarito. Veníamos de perder frente a Almirante Brown, el primer partido de la segunda rueda. Se acercaron cinco hinchas en un entrenamiento y me dijeron que me tenía que ir. Los frené y les contesté que a mí el único que me echaba era el presidente. "Bueno", me respondieron. A los cinco minutos apareció el presidente y me pidió que renunciara porque no aguantaba la presión. No hay seriedad. De nada sirvió lo que hablamos antes de empezar el trabajo. A la primera derrota me dieron la espalda.
— ¿Vos no te equivocaste en nada?
—Sí, en no tener cuidado de dónde iba a trabajar, no tomar precauciones, no averiguar referencias de los dirigentes.
—Alguien me comentó que tu relación con el público cordobés nunca fue buena...
—El que dice eso, miente. El cariño está intacto, en cualquier lado.
—Dijiste que sólo te ibas campeón y no lo lograste.
—Sí, ¿y?, ¿qué me van a hacer? ¿Me van a fusilar contra un paredón? Si ni siquiera cobré un peso porque no llegué a firmar contrato. Siento que no defraudé a nadie.
Norberto Alonso, en este otoño de 1991, ofrece la misma imagen desde que abandonó el fútbol. Rodeado de teléfonos, atendiendo los insistentes pedidos de secretarias y ayudantes, nombrando con soltura palabras antes extrañas como "fax" o "télex". Un hombre de empresa pero con una idea prioritaria: el fútbol, como siempre.
—Beto, ¿te ofreciste como técnico de River?
—No, por favor. Lo mío no es un circo. Un día vino un periodista y me preguntó si quería ser técnico de River. Le dije que sí, igual que hace dos años respondí que me gustaría ser presidente. Y si me lo preguntás ahora te contesto lo mismo. Quiero ser presidente de River, quiero ser técnico de River, quiero ser barrendero de River. Yo soy de River y River es mío. Me siento símbolo y por eso digo estas cosas. Pero sin ninguna segunda intención, con toda la buena fe del mundo.
—Passarella respondió que...
—Lo que diga Passarella me tiene sin cuidado.
—También te contestó Dávicce. Aseguró que, mientras él sea presidente, vos no vas a ser técnico, porque no se olvida de las elecciones.
—Está bien. Yo tampoco dije que iba a ser técnico con Dávicce de presidente.
—Hasta se habló de maniobra política...
—A mí no me maneja nadie. No me abren la boca para que declare.
—Me pregunto cuál hubiese sido tu reacción si hablaba Passarella mientras vos estuviste trabajando en el club.
—Me hubiera gustado, porque él también es parte de la historia. Y tampoco tengas dudas de que, si no se hubiesen dado los resultados, con Mostaza habríamos dado un paso al costado.
— ¿Te preocupa la situación económica de River?
—Me dan bronca los errores. Me gustaría que los dirigentes me demuestren que pueden conducir algo. Me identifico con los hombres que lo hacen, no con corrientes políticas.
— ¿Por qué un club como River debe tantos millones de dólares?
—Por las malas compras y las malas ventas. A mí me parece que el club está desamparado, prácticamente huérfano, con una gran carencia dirigencial. Están desunidos los directivos capaces. River se quedó sin socios, sin capacidad. Dávicce es el único de los que están ahora que conoce el fenómeno de River en crisis económica y de resultados. Si no se unen, el club no sale.
—Es cierto, y no puede ser. Un resultado no puede tapar todos los yerros que hay en una institución. Eso pasaba en River.
— ¿Te dolieron las cinco Derrotas con Boca?
—Estoy hecho m...
— ¿Y?
—Por suerte a mí no me pueden cargar. Cuando en reunión de amigos me cargan, enseguida les respondo que a Boca le di la vuelta olímpica en su cancha, le hice dos goles, le gané el partido y le besé la camiseta de River. ...Hay dos hombres a los que no les pueden decir nada: Angelito Labruna y yo.
— ¿Y fueron justas las cinco derrotas?
— ¿Qué? ¡Estás loco! A Boca lo agrandamos nosotros la noche del 4-3.
— ¿Por qué se perdió esa noche?
—Hubo tres hechos determinantes. El penal a favor de River que no fue; entonces, para compensar, Bava expulsó a Astrada; después en el tercer gol de Boca, Basualdo salió a cortar a Marchesini y chocó con el árbitro. Si no, llegaba al cruce y no era gol. Además, yo hubiese metido un tipo encima de Latorre en el segundo tiempo. Porque el pibe está agrandado y a esos jugadores hay que respetarlos.
—A propósito, Beto. ¿Te gusta Latorre?
—Humm... (y aquí habla el gesto no demasiado convincente). Trata bien la pelota, pero no me llena como jugador, no es conductor. En el último clásico pateó al arco de compromiso, porque no tenía a quién dársela, y fue gol. Está en racha. Vamos a ver más adelante, si hace goles en las finales...
— ¿Cómo sale River de esta crisis futbolística?
—Es un problema, porque no hay jugadores de experiencia en el club que conozcan las malas rachas. Sobre todo en los puestos claves, que son el ocho y el diez. Hay que tener una pasta especial, mucha personalidad, porque si no te cuesta el doble y se pueden quemar muchos pibes. Para mí, por ejemplo, es una injusticia lo que los hinchas están haciendo con Silvani.
Cambio de tema. Siempre tuviste una relación respetuosa con Maradona, ¿cómo analizás su situación? (Cambia el tono. Baja la cabeza y su seriedad se torna definitiva. Recurre a algo —tal vez un papel— para canalizar sus dudas.)
—Contesto porque fue EL GRAFICO el único medio que me preguntó por Maradona en 1986, cuando había ganado todo. Creo que hay que ser cuidadosos, buscar un equilibrio. Ni condenarlo ni premiarlo. Hay autoridades que van a juzgar si es culpable o no y además está su conciencia, que debe ser el peor castigo. Pero no me banco que lo critique cualquiera. Como colega, estoy a su lado. Si fuera él, me preguntaría si durante tantos años esos fueron mis amigos y llegaría a la conclusión de qué amigos de m... tuve. Porque ni siquiera fueron capaces de darme la espalda para que reaccionara.
El último tema, Beto. Nunca quedó claro qué pasó con los jugadores que representás cuando asumiste como técnico.
—Dejé de representarlos, por supuesto. Pasaron a manos de otro empresario. Lo mío es muy claro. Primero, que no son muchos, apenas diez, y la mayoría de divisiones inferiores. Segundo, que jamás representé a ninguno de Belgrano ni llevé un jugador mío para allá. Los dejé hasta que terminé mi período en Córdoba. Ahora los represento de nuevo.
— ¿Qué pasaría si te llaman de algún club para dirigir?
—Hoy por hoy, sólo escucharía ofertas de los equipos donde jugué. A Francia no voy, claro.
—Te quedan River y Vélez.
—Por ahora mi pensamiento está en las escuelas de fútbol. Yo no tengo segundas intenciones.
GONZALO ABASCAL
Foto: LUIS MICOU