Las Entrevistas de El Gráfico

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Campeón local y de América con Argentinos, campeón y subcampeón del mundo con la Selección, Sergio Daniel Batista confirma en sus cien respuestas que no nació con barba.

Por Redacción EG ·

09 de noviembre de 2021

1 Vas por la ca­lle y te gri­tan Ser­gio, ¿te das vuel­ta? No. Ha­ce un tiem­po me di­je­ron Ser­gio y mi ne­na me pre­gun­tó por qué. Des­de mi mu­jer has­ta los ju­ga­do­res, to­dos, me lla­man Che­cho.

2 ¿Por qué te pu­sie­ron Che­cho? Mi her­ma­no ma­yor, el Chi­no, no pro­nun­cia­ba la ese, y en vez de Ser­gio le sa­lía Che­cho.

3 Otra du­da exis­ten­cial: ¿na­cis­te con bar­ba? Me la de­jé en el 83 por­que te­nía ac­né ju­ve­nil y ca­da vez que me afei­ta­ba me rom­pía la ca­ra. En­ton­ces un día di­je: me de­jo la bar­ba y lis­to. Mi vie­jo me que­ría echar de ca­sa, me de­cía: “¡An­da­te, su­cio!”

4 ¿Qué hu­bie­se pa­sa­do si te la afei­ta­ban en una con­cen­tra­ción? Me la qui­sie­ron afei­tar en el 86. Pe­ro les di­je: “No me afei­ten aho­ra que no voy a po­der te­ner más re­la­cio­nes con na­die” (ri­sas).

5 ¿Qué te su­gie­re la pa­la­bra “mo­mia”? Uno de los apo­dos que me pu­sie­ron en el Mun­dial 90. Me jo­dió, por­que pa­re­cía que era el úni­co cul­pa­ble de có­mo ju­ga­ba la Se­lec­ción. Siem­pre la gen­te ne­ce­si­tó aga­rrár­se­la con al­guien: en el 86 con Ga­rré, en el 78 con Ol­guín. Y eso me tran­qui­li­zó, por­que Ol­guín era un ju­ga­dor im­pre­sio­nan­te.

6 ¿Qué re­cor­dás del día en que ca­si te mo­rís en una can­cha? Que me des­per­té en el Fio­ri­to. Ten­go al­gu­nas imá­ge­nes de ver a Bi­lar­do en la am­bu­lan­cia. Eso es lo que te­nía Car­los, siem­pre es­ta­ba al la­do nues­tro. El mi­ra­ba el par­ti­do en su ca­sa, vio lo que pa­só y se vi­no. Pa­re­ce que en el via­je en am­bu­lan­cia le pre­gun­té al doc­tor Avan­zi qué me ha­bía pa­sa­do y an­tes con­tes­tar­me, vo­mi­té y me dor­mí otra vez. Me des­per­té al otro día en el Ita­lia­no.

 

Imagen Frente al Rojo, el día que casi se muere en la cancha (1987).
Frente al Rojo, el día que casi se muere en la cancha (1987).
 

7 ¿Qué te pa­só? Me sal­vé ras­pan­do. Fue un ca­be­za­zo de Mon­zón que me dio en la ca­be­za y me pro­vo­có con­vul­sio­nes. Po­dría ha­ber que­da­do pa­ra­lí­ti­co. Tam­bién tu­ve dos pa­ros res­pi­ra­to­rios; el se­gun­do fue en la am­bu­lan­cia y no me po­dían sa­car. Al otro día me des­per­té con la man­dí­bu­la do­lo­ri­da. Pre­gun­té y me con­ta­ron que fue por las pi­ñas que me die­ron pa­ra sa­car­me la len­gua.

8 ¿No du­das­te en vol­ver a ju­gar des­pués de lo que te pa­só? En el mo­men­to no me en­te­ré de na­da. Y des­pués, no, por­que el fút­bol es más fuer­te que cual­quier co­sa pa­ra uno.

9 Tu ma­yor vir­tud co­mo ju­ga­dor. Ubi­ca­ción y ra­pi­dez men­tal. Si no las hu­bie­se te­ni­do no po­dría ha­ber ju­ga­do, por­que era muy len­to de pier­nas.

10 De los ju­ga­do­res de hoy, ¿con quién te iden­ti­fi­cás? Es di­fí­cil ver un cin­co co­mo los de an­tes, bien pa­ra­di­to en la mi­tad. Hoy, el cin­co jue­ga por to­dos la­dos. En el cur­so de téc­ni­co me pre­gun­ta­ron có­mo se ha­cía un la­te­ral y yo di­je que no sa­bía, por­que nun­ca ha­bía lle­ga­do a la lí­nea del cos­ta­do.

11 ¿Por qué te pe­leas­te con Yu­di­ca en el 85? Jo­sé es buen ti­po, pe­ro al­go ce­rra­do y no es­ta­ba bien con el plan­tel. En una prác­ti­ca, me te­nía que de­vol­ver una pa­red pa­ra que de­fi­nie­ra y se dis­tra­jo. Pa­só dos ve­ces, yo sal­té mal, en­tra­mos en un ro­ce, has­ta que me di­jo “vá­ya­se”. Yo le con­tes­té: “El que se va a ir va a ser us­ted”. Y me man­dé al ves­tua­rio.

12 Si hoy vie­ne un pi­bi­to y te con­tes­ta así, ¿qué ha­cés? Yo ten­go una re­la­ción dis­tin­ta con ellos, les doy una con­fian­za co­mo pa­ra que no pa­se eso. Y si pa­sa, se ten­drá que ir.

13 La no­che pre­via a tu de­but en Pri­me­ra. Me to­có en la ha­bi­ta­ción con un ti­po ex­traor­di­na­rio, Ma­ri­to Za­na­bria, que me acon­se­jó y me de­jó pren­der la te­le. An­tes no te de­ja­ban ni pren­der la te­le, ha­bía un res­pe­to dis­tin­to de los chi­cos a los gran­des.

14 ¿Cuán­do ima­gi­nas­te que po­dían ga­nar al­go con Ar­gen­ti­nos? Era muy di­fí­cil ima­gi­nar al­go así: en el 81 nos sal­va­mos del des­cen­so y lo man­da­mos a San Lo­ren­zo; en el 82 pe­lea­mos con Chi­ca­go. Hu­bo un gran mé­ri­to de La­bru­na en ele­gir los ju­ga­do­res y en men­ta­li­zar­nos de que po­día­mos. Y es­tá­ba­mos bien de pla­ta por la ven­ta de Die­go. En esos clu­bes, si no es­tás bien, es im­po­si­ble ha­cer al­go. Igual, nun­ca ima­gi­né que lle­ga­ría­mos tan al­to.

15 El gol que hi­cis­te con­tra Vé­lez que les dio el Na­cio­nal 85. El que más gri­té en mi vi­da.

16 ¿Te ima­gi­nás a es­te Ar­gen­ti­nos en Pri­me­ra? Pa­ra mí, que soy de la ca­sa, as­cen­der a Pri­me­ra es co­mo sa­lir cam­peón del mun­do.

17 ¿No te arre­pen­tís de no ha­ber es­pe­cu­la­do en los mi­nu­tos fi­na­les con­tra Ju­ven­tus por la In­ter­con­ti­nen­tal 85? Ese Ar­gen­ti­nos no sa­bía es­pe­cu­lar. En la Li­ber­ta­do­res, con­tra Flu­mi­nen­se, en el Ma­ra­ca­ná, Yu­di­ca nos pi­dió que los es­pe­rá­ra­mos. Le fui­mos a de­cir que só­lo sa­bía­mos ir a bus­car el par­ti­do. Se eno­jó y dio un por­ta­zo. Ga­na­mos 1-0.

 

Imagen Jugando contra la Juve en Tokio.
Jugando contra la Juve en Tokio.
 

18 ¿Qué se sien­te pa­tear un pe­nal en una In­ter­con­ti­nen­tal? El que di­ce que no es­tá ner­vio­so, mien­te. Siem­pre pa­teá­ba­mos los mis­mo cin­co y  la ha­bía me­ti­do en la fi­nal del Na­cio­nal y la Li­ber­ta­do­res, pe­ro en Ja­pón erré. Vol­vien­do al me­dio que­ría mo­rir­me. Des­pués, me cru­cé con Tac­co­ni, el ar­que­ro, y me con­tó que ha­bía vis­to to­das nues­tras de­fi­ni­cio­nes. No­so­tros no te­nía­mos na­da.

19 ¿Cuán­to du­ra una bron­ca así? Has­ta hoy du­ra. Nun­ca vol­ví a ver ese par­ti­do. Aquel ves­tua­rio no me lo sa­co de la ca­be­za, más allá del pa­pel dig­no que hi­ci­mos y del gran ri­val que en­fren­ta­mos.

20 Cuan­do vol­vis­te a Ja­pón co­mo ju­ga­dor, ¿te re­cor­da­ban ese par­ti­do? Sí, pa­ra los ja­po­ne­ses fue la me­jor fi­nal, por lo me­nos has­ta el 96. ¡Y mi­ren que los ja­po­ne­ses se acuer­dan de to­do!

21 ¿De qué ju­ga­bas en in­fe­rio­res? En el baby yo era wing de­re­cho y me­tía go­les de to­dos la­dos, y en can­cha gran­de me pu­sie­ron de ocho por­que era chi­qui­to. A los tres par­ti­dos me pa­sa­ron de nue­ve y me­tí tres go­les... Tres go­les en tres años (ri­sas).

22 ¿Quién te en­con­tró el lu­gar? Tar­di­vo me sal­vó. Si no apa­re­cía pa­ra cam­biar­me el pues­to, hoy es­ta­ría la­bu­ran­do en el ne­go­cio de mi vie­jo. Por eso siem­pre ne­ce­si­tás un gol­pe de suer­te en el fút­bol. Tar­di­vo me vio y di­jo: “Es­te jue­ga co­mo yo, de cin­co”. Ahí me pu­so. Y la pe­gó. Por eso, cuan­do al­gu­nos pa­dres di­cen: “Mi hi­jo va a ser ju­ga­dor”. Na­da. Va a ser ju­ga­dor cuan­to ten­ga la suer­te. Y que ade­más se rom­pa to­do pa­ra lle­gar.

23 ¿Tu vie­jo te se­guía siem­pre? Mi vie­jo no se per­día ni una prác­ti­ca. Y me rom­pía las bo­las. Si ju­ga­ba pa­ra diez pun­tos, me de­cía “bien, hoy bien”. Y siem­pre me co­rre­gía. La úl­ti­ma vez que lo vi fue en la can­cha de Ar­gen­ti­nos, en 1991. Ha­bía ido a una prác­ti­ca, me vi­no un do­lor de cin­tu­ra y, co­mo siem­pre, me ca­gó a pe­dos. “An­dá a ver al doc­tor”, me di­jo. Fui al doc­tor, él en­fi­ló pa­ra lo de un ami­go y se mu­rió sa­lien­do de la can­cha, por un aneu­ris­ma.

 

Imagen Retrato de infancia: salvo por la barba, está igual.
Retrato de infancia: salvo por la barba, está igual.
 

24 ¿Su muer­te fue una de las co­sas que te des­ba­rran­có? Sí, un de­sas­tre, éra­mos muy pe­ga­dos. Era co­mo un bas­tón que te­nía, y cuan­do fal­tó… En­ci­ma, a los tres años fa­lle­ció mi ma­má.

25 ¿Por qué no fue fut­bo­lis­ta? Ju­ga­ba muy bien. Ca­da vez que ca­mi­ná­ba­mos, me pa­ra­ban y me de­cían: “Si vos ju­ga­ras la mi­tad que tu vie­jo…”. Has­ta que un día me pu­drí. “¿Sa­bés lo que pa­sa? Yo ju­ga­ba con 120.000 per­so­nas en con­tra y mi vie­jo ju­ga­ba con cua­tro acá”, le con­tes­té al ti­po.

26 ¿Es cier­to que no fue a la fi­nal con Vé­lez por el Na­cio­nal 85? Cuan­do se po­nía ner­vio­so se iba a ca­mi­nar. To­dos los do­min­gos se te­nía que com­prar una ra­dio por­que la ti­ra­ba en la can­cha. Esa no­che se per­dió mi gol y des­pués apa­re­ció en el ves­tua­rio. Tam­po­co vio la fi­nal con la Ju­ven­tus, se fue a ca­mi­nar a las do­ce de la no­che.

27 ¿Tam­po­co vio la fi­nal del Mun­dial 86? Esa sí, por­que Za­va­ta­re­lli fue a ca­sa pa­ra ha­cer una no­ta mien­tras veían el par­ti­do. Si no, se iba.

28 ¿Cuán­to tu­vo que ver tu pa­pá en la unión Ar­gen­ti­nos-Par­que? Par­que es­ta­ba, pe­ro mi vie­jo ini­ció el baby ahí. Ha­bía un par de ar­cos des­pin­ta­dos y él or­ga­ni­zó to­do. En ese mo­men­to yo era nue­ve en la pre­no­ve­na de Vé­lez y en un par­ti­do con­tra Pla­ten­se vi­no Os­car Re­fo­jos, el DT de Ar­gen­ti­nos. Jus­to me to­có me­ter un go­la­zo y le di­jo a mi vie­jo si que­ría lle­var­me a Ar­gen­ti­nos. Se hi­cie­ron muy ami­gos y ahí em­pe­zó la re­la­ción en­tre Par­que y Ar­gen­ti­nos.

29 ¿Qué te ge­ne­ra que aho­ra es­té Bo­ca con Par­que? Me hu­bie­se gus­ta­do que si­guie­ra con Ar­gen­ti­nos, aun­que tam­po­co des­co­noz­co que el apor­te eco­nó­mi­co le vie­ne bien al club.

30 ¿Qué sig­ni­fi­ca que en la can­cha prin­ci­pal es­té es­cri­to Jo­sé Ba­tis­ta? ¿Qué te pa­re­ce? Mi vie­jo, ade­más, en­con­tró a Borg­hi en un po­tre­ro de Cas­te­lar. Era un de­ses­pe­ra­do por la pe­lo­ta. El veía un pi­cón en cual­quier la­do y lis­to, iba.

31 ¿Por qué Borg­hi no lle­gó más le­jos? Téc­ni­ca­men­te fue el me­jor ju­ga­dor que vi des­pués de Die­go. Un día, en Ri­ver, Me­not­ti lo lla­ma: “El vier­nes ha­ce­mos pi­cón y la rom­pe, el sá­ba­do ha­ce­mos te­nis-fút­bol y la rom­pe; aho­ra, el do­min­go no ha­ce na­da. ¿Por qué?”. Bi­chi le di­jo: “Por­que los do­min­gos no me gus­ta ju­gar, Cé­sar”. Nos fui­mos pa­ra atrás los dos. Así era Bi­chi, no le da­ba bo­li­lla al fút­bol. Die­go, en cam­bio, era un en­fer­mi­to del fút­bol.

Imagen Con Borghi hicieron historia con Argentinos, ganando dos torneos locales y la Copa Libertadores.
Con Borghi hicieron historia con Argentinos, ganando dos torneos locales y la Copa Libertadores.

32 ¿Qué ima­gi­na­bas pa­ra tu fu­tu­ro? Al de­bu­tar con 18 años, le di­je a mi vie­jo: “Voy a ju­gar 10 años. Ten­go que lo­grar to­do y es­tar sal­va­do eco­nó­mi­ca­men­te”. Así fue, a los 28 de­jé la Pri­me­ra Di­vi­sión.

33 ¿Re­cor­dás quién te dio el pre­mio re­ve­la­ción Cla­rín de 1981? Ma­ra­do­na. Yo era muy tí­mi­do, nos pu­si­mos a ha­blar y se tu­vo que ir en­se­gui­da por­que no lo de­ja­ban en paz. Ya en esa épo­ca era así.

34 ¿Cuan­do es­ta­bas en in­fe­rio­res ya se sa­bía que era un fe­nó­me­no? Yo es­ta­ba en No­ve­na y él en Sép­ti­ma. Du­ró sie­te par­ti­dos y no lo vi más.

35 Lo más ra­ro que te pa­só es­tan­do a su la­do. Es­tá­ba­mos con la Se­lec­ción en un pue­bli­to per­di­do de Es­co­cia. No ha­bía can­chi­tas ni ar­cos en nin­gún la­do, no ven­dían pe­lo­tas en nin­gún ne­go­cio. Pa­re­cía que la gen­te de ese lu­gar ni sa­bía que exis­tía el fút­bol. Hi­ci­mos dos cua­dras con el ti­po y se tu­vo que vol­ver al ho­tel, por­que no po­día ca­mi­nar. Es así. Lo co­no­ce gen­te que vos de­cís: es­tos nun­ca pa­tea­ron una pe­lo­ta.

36 La peor que te hi­zo Bi­lar­do. Tu­ve la ma­la suer­te de no ir a Eu­ro­pa y me co­mí 200 mil vi­deos: los cua­tro años an­tes del 86 y los cua­tro an­tes del 90. Ade­más, co­mo Car­los de­cía que los me­dios te­nían que sa­ber to­do, con Gius­ti te­nía­mos que ver los vi­deos con los de­lan­te­ros y con los de­fen­so­res.

37 ¿Nun­ca te eno­jas­te con él? Tu­ve cua­tro pe­leas. An­tes del Mun­dial 86 me qui­se vol­ver: me po­nía en la iz­quier­da o me sa­ca­ba siem­pre. Des­pués me en­te­ré por qué: me ha­cía sen­tar a su la­do y re­la­ta­ba el par­ti­do pa­ra que vie­ra los erro­res, pa­ra que fue­ra un téc­ni­co en la can­cha. Yo pen­sa­ba que me sa­ca­ba de cá­ba­la y me vol­vía lo­co.

38 ¿Lo en­ca­ras­te? Des­pués del 1-1 con Ita­lia en Mé­xi­co me eno­jé mal. En la re­con­ci­lia­ción siem­pre traía al ca­pi­tán y Die­go cal­ma­ba las aguas. Ese gru­po era muy uni­do, y Car­los sa­bía que po­día te­ner esas dis­cu­sio­nes fuer­tes con to­dos. Por eso nos ban­có a muer­te. Hoy, so­mos 7 u 8 que se­gui­mos en con­tac­to con él, que te lla­ma pa­ra de­cir­te qué es­tas ha­cien­do bien o mal: Brown, Rug­ge­ri, Pum­pi­do, Bu­rru­cha­ga, En­ri­que.

39 ¿Me­not­ti o Bi­lar­do? No pue­do ele­gir, los dos me de­ja­ron co­sas. Oja­lá se jun­ten al­gún día. Me­not­ti, en 5 mi­nu­tos te trans­mi­te lo que otros pue­den tar­dar 5 días. Qui­zás su fa­lla es que cuan­do con­ven­ció al di­ri­gen­te, al hin­cha y al ju­ga­dor, pier­de la mo­ti­va­ción por no po­der mo­ti­var más. Por eso sus equi­pos du­ran 7 u 8 fe­chas.

40 En con­fian­za con Bi­lar­do, ¿nun­ca lo jo­die­ron con el te­ma Me­not­ti? Con eso no se jo­día.

41 ¿Qué lí­nea les ba­jás a tus ju­ga­do­res: no es lo mis­mo Me­not­ti que Bi­lar­do? Quie­ro que mis equi­pos tra­ten bien la pe­lo­ta y va­yan al fren­te, pe­ro lo que más tra­to de in­cul­car­les es que ten­gan men­ta­li­dad ga­na­do­ra. Y que no sean ino­cen­tes, por­que los gi­les no jue­gan más al fút­bol. Ten­go muy cla­ro que ju­gan­do bien al fút­bol, si no ga­no me ten­go que ir a los tres par­ti­dos.

42 ¿Có­mo aguan­tas­te cua­tro años en Ja­pón? Yo me que­ría ir de acá por el pro­ble­ma que te­nía. No me im­por­tó na­da. Me ofre­cie­ron ir un miér­co­les y el sá­ba­do es­ta­ba en To­kio. A Ja­pón le agra­dez­co por­que tie­ne mu­cho que ver con mi re­cu­pe­ra­ción, con sa­lir de to­da la por­que­ría en que vi­vía.

 

Imagen A Japón viajó para curarse de su adicción.
A Japón viajó para curarse de su adicción.
 

43 ¿Ahí em­pe­zas­te co­mo DT? El se­gun­do año arran­qué co­mo ju­ga­dor y DT a la vez, por­que ya sa­bía las pa­la­bras bá­si­cas en ja­po­nés. Y si me te­nía que sa­car, me sa­ca­ba. Yo da­ba la char­la con el tra­duc­tor y a ve­ces los ju­ga­do­res me mi­ra­ban con ca­ra de “qué ca­ra­jo me es­tán di­cien­do”. En­ton­ces le pre­gun­ta­ba al tra­duc­tor qué les ha­bía di­cho y era cual­quie­ra.. El ti­po no te­nía idea de fút­bol.

44 Una anéc­do­ta. Con el Ne­gro En­ri­que ju­gá­ba­mos al ring ra­je, ¿qué po­día­mos ha­cer? Leer es im­po­si­ble, en una “ca­si­ta“ te me­ten 42 pa­la­bras.

45 ¿Te que­das­te con ga­nas de ju­gar en Bo­ca? No, si ju­gué en Ri­ver.

46 El ves­tua­rio más tris­te que te to­có es­tar. El del Mun­dial 90. Na­da es com­pa­ra­ble a eso: que­dar­te con las ma­nos va­cías des­pués de lle­gar tan le­jos… Die­go llo­ra­ba, era im­po­si­ble pa­rar­lo.

47 ¿Qué les di­jo Bi­lar­do? Esa vez na­da. En el 86, sí, di­jo que es­ta­ba eno­ja­do por­que nos ha­bían he­cho dos go­les de ca­be­za.

48 ¿Cuan­do caís­te que eras cam­peón del mun­do? Ape­nas ter­mi­nó fui unos mi­nu­tos al ves­tua­rio y de ahí al an­ti­do­ping con Die­go y En­ri­que. Es­tu­vi­mos una ho­ra y no ha­cía­mos co­men­ta­rios del ti­po “che, so­mos cam­peo­nes”. No. Mi­rá­ba­mos las pan­to­rri­llas de Brie­gel y no lo po­día­mos creer. Caía­mos cuan­do lle­ga­mos acá, con la gen­te.

49 Fue­ron una se­lec­ción muy cri­ti­ca­da en la pre­via, ¿al sa­lir cam­peón te ol­vi­dás de to­do o te da bron­ca? Son las re­glas de es­te jue­go. Igual, las crí­ti­cas nos for­ta­le­cie­ron. A la Se­lec­ción te­nés que apo­yar­la siem­pre, te gus­te o no co­mo jue­gue.

50 ¿Cuán­do vis­te que po­dían ser cam­peo­nes? Al ven­cer a Uru­guay. Des­pués de ga­nar­le fá­cil a Co­rea y a Bul­ga­ria, de em­pa­tar­le al cam­peón Ita­lia, se ve­nía el clá­si­co y otra vez fui­mos muy su­pe­rio­res.

51 ¿Có­mo hi­cis­te pa­ra lle­gar en­tre los pri­me­ros a fes­te­jar con Bu­rru el gol de la fi­nal? Bi­lar­do pe­día que los del me­dio no fes­te­je­mos, que vol­vié­ra­mos or­de­nan­do. En la fi­nal, co­rrí a fes­te­jar mi­ran­do el re­loj; fal­ta­ban sie­te mi­nu­tos y el lí­nea nos que­ría echar. Le di­je que al me­nos te­nían que pa­sar 3 o 4 mi­nu­tos. Más que a ce­le­brar fui a de­cir­le eso al lí­nea y a mis com­pa­ñe­ros.

Imagen Rapidez. Fue uno de los primeros en llegar a saludar a Burruchaga, en el gol contra Alemania (1986).
Rapidez. Fue uno de los primeros en llegar a saludar a Burruchaga, en el gol contra Alemania (1986).

52 Re­cuer­dos de ese ves­tua­rio. Las pu­tea­das a los pan­que­ques, el can­ti­to ése de “se lo de­di­ca­mo’ a to­dos”. En el avión se lo can­ta­mos en la ca­ra a va­rios. Me ha­bían re­ga­la­do un tos­ca­no y con Trob­bia­ni, ape­nas di­mos dos pi­ta­das, nos que­da­mos plan­cha­dos. Cla­ro, no ha­bía­mos fu­ma­do nun­ca.

53 ¿Qué le di­jis­te a Die­go cuan­do me­tió el se­gun­do gol a los in­gle­ses? Nos ol­vi­da­mos de las pre­cau­cio­nes de Car­los y fui­mos to­dos. Yo lo re­pu­teé, le di­je que era un mar­cia­no, ¿qué le ibas a de­cir: qué lin­do gol? No en­ten­día­mos na­da. “¿Vis­te lo que hi­zo és­te?”, nos de­cía­mos uno a otro.

54 ¿Les mo­les­ta­ba que se di­je­ra que cual­quie­ra de las se­lec­cio­nes con ese Ma­ra­do­na ga­na­ba el Mun­dial? ¡Qué sé yo si hu­bie­ran si­do cam­peo­nes! No sé si te­nían un téc­ni­co in­te­li­gen­te co­mo Car­los o a los ju­ga­do­res en su me­jor mo­men­to o qui­zás con Die­go ha­cían 5 go­les y le me­tían 7.

55 Así co­mo pa­ra mu­chos la Se­lec­ción del 86 fue la me­jor, ¿la del 90 no fue una de las peo­res? Yo di­ría que no es­tu­vo a la al­tu­ra. Fue un Mun­dial me­dio­cre, si ahí nos aga­rra­ba Bra­sil o Fran­cia del 86, nos me­tía 6 go­les.  

 56 Di­jis­te que de la Se­lec­ción del 90 te sa­có una ma­no ne­gra. Y pro­me­tis­te que al des­cu­brir­lo di­rías quién era. ¿Quién fue? No la pu­de des­cu­brir (ri­sas), to­dos me di­je­ron que no.

57 ¿Pen­sa­bas que era Me­nem? Yo me la ha­bía aga­rra­do con los más al­tos, con los pre­si­den­tes, con Me­nem y Gron­do­na, pe­ro na­da que ver. Lo que pa­sa es que es­ta­ba re­ca­lien­te, pa­re­cía que el equi­po ju­ga­ba mal por mi cul­pa.

58 A Me­nem lo vis­te en Ca­sa Ro­sa­da cuan­do vol­vie­ron del Mun­dial. ¿No le di­jis­te na­da? Me sen­té en el si­llón de Ri­va­da­via. Des­pués vi­no, se sen­tó en el apo­ya­bra­zos y me di­jo: “¿Có­mo voy a ser io la ma­no ne­gra? No ten­go na­da que ver”.

59 ¿Có­mo te di­jo Pas­sa­re­lla que no te que­ría más en Ri­ver? Cuan­do Da­niel asu­mió, ya sa­bía que me te­nía que ir de Ri­ver, por unos pro­ble­mi­tas que ha­bía te­ni­do con él en el 86. Ha­bía­mos dis­cu­ti­do fuer­te an­tes del Mun­dial.

60 ¿Vol­vis­te a ver­lo? Cuan­do era DT de Be­lla Vis­ta y él de Uru­guay ar­ma­mos una prác­ti­ca, y nos sen­ta­mos a ha­blar del te­ma. Que­da­mos bien.

61 ¿De qué la­bu­ras­te de pi­be? Nun­ca la­bu­ré en mi vi­da. Lo úni­co que hi­ce fue fil­tros de naf­ta pa­ra mo­tos. Du­ré tres me­ses. En cuan­to vi los de­dos me­dio es­tro­pea­dos di­je “es­to no es pa­ra mí”.

62 ¿Có­mo fue vol­ver a ju­gar al baby en Par­que con Die­go? Im­pre­sio­nan­te, fue en el 98, nos lle­ga­ban ofer­tas pa­ra ju­gar en to­das par­tes del mun­do.

63 ¿Por qué te sus­pen­die­ron por un año cuan­do vol­vis­te al baby? Fue en un par­ti­do con­tra He­brai­ca. Me co­bra­ron pe­nal, yo pu­teé un po­co y el ár­bi­tro me di­jo al­go del te­ma de mi en­fer­me­dad. Lo aga­rré del co­go­te y no me lo po­dían sa­car.

64 ¿Al­gu­na vez te ten­tas­te en una char­la téc­ni­ca? Las más di­ver­ti­das eran las de La­bru­na. ¡Qué ma­ne­ra de reír­me! El Vie­jo era ti­po Cé­sar, con dos in­di­ca­cio­nes te de­ja­ba to­do cla­ro. Pe­ro ha­bía nom­bres que no le sa­lían, en­ton­ces Ta­la­mon­ti, que es­ta­ba en la otra pun­ta, lo co­rre­gía y se ar­ma­ba una lin­da dis­cu­sión que ter­mi­na­ban con fra­ses así: “Ca­lla­te, feo”, “vos no sa­bés na­da”.

65 La char­la téc­ni­ca que más re­cor­dás. La de Bi­lar­do con­tra Ita­lia en el 90. Di­jo: “Si sa­ca­mos a Fe­rri y a Ber­go­mi de atrás, se van a vol­ver lo­cos, no po­de­mos per­der”. Fue así: les sa­ca­mos a los stop­pers y los nues­tros en­tra­ban por to­dos la­dos. Fue el me­jor par­ti­do de Ar­gen­ti­na en el Mun­dial.

66 El DT que más te mar­có. Tar­di­vo hi­zo to­do pa­ra que ju­ga­ra en Pri­me­ra. Des­pués, tu­ve la suer­te de te­ner a Sa­po­ri­ti, Yu­di­ca, Me­not­ti y Bi­lar­do.

67 En tu me­jor épo­ca, ¿cuán­to le po­nías a los 100 me­tros? Ca­si ni lle­ga­ba. Te­nía una len­te­ja in­fer­nal pa­ra co­rrer. No exis­tía.

68 ¿Qué es la len­ti­tud en el fút­bol? Sien­do len­to de pier­nas, po­dés ju­gar. Si sos len­to de ca­be­za, ja­más. Si uno co­rre con la pe­lo­ta y quie­re gam­be­tear a to­dos, se apre­su­ra. Ju­gar rá­pi­do es to­car de pri­me­ra. Uno o dos to­ques, lo má­xi­mo.

69 ¿Por qué fra­ca­só el Ri­ver de Me­not­ti, lle­no de es­tre­llas? La cul­pa la tu­vi­mos los ju­ga­do­res. Nos creía­mos to­dos ca­ci­ques y si no te­nés los in­dios que la­bu­ren, no va.

Imagen Jugando para River, en esta oportunidad enfrentando a Redondo, otro cinco de la cantera del Bicho.
Jugando para River, en esta oportunidad enfrentando a Redondo, otro cinco de la cantera del Bicho.

70 ¿Te sen­tis­te cam­peón del tor­neo 89/90? Sí, por­que en la pri­me­ra rue­da, con Mer­lo, que­da­mos a un pun­to del lí­der. La no­che pre­via al úl­ti­mo par­ti­do es­tu­vi­mos con Hi­guaín, Ba­sual­do y Co­miz­zo tra­tan­do de con­ven­cer a Mos­ta­za de que no se fue­ra. Per­di­mos por­que no dor­mi­mos na­da.

71 Cuan­do lle­gas­te a Ri­ver, ¿Me­not­ti te di­jo al­go por ve­nir con el car­te­li­to de “hom­bre de Bi­lar­do”? No, los dos fue­ron unos fe­nó­me­nos y me cui­da­ban si te­nía al­gu­na mo­les­tia, me ha­cían en­tre­nar más li­via­no pa­ra no per­ju­di­car al otro.

72 ¿Se te acer­có a ha­blar­te por ese te­ma? No, por­que sa­be que soy una per­so­na que no en­tro en esos pro­ble­mas. Con Cé­sar se­gui­mos ha­blan­do. Le pi­do con­se­jos, co­mo se los pi­do a Car­los.

73 Es di­fí­cil pa­sar de com­pa­ñe­ro a téc­ni­co. Te pre­gun­ta­mos por lo que pa­só con Pas­sa­re­lla. Se­gún el res­pe­to que te ten­gan los ju­ga­do­res. El ju­ga­dor ami­go es el que más se tie­ne que ubi­car, el que de­be po­ner los lí­mi­tes. Tam­bién tie­ne que ver el res­pe­to que uno im­po­ne den­tro de la can­cha, por eso a As­tra­da se le fa­ci­li­ta to­do, ya que era un ju­ga­dor muy res­pe­ta­do por sus com­pa­ñe­ros.

74 ¿Có­mo im­po­nés vos la dis­ci­pli­na? Pa­ra ha­cer­te res­pe­tar no te­nés que po­ner ca­ra de cu­lo. Al ju­ga­dor hay que dar­le la con­fian­za y él tie­ne que sa­ber has­ta dón­de pue­de lle­gar. A las prác­ti­cas no me gus­ta ir con ca­ra de cu­lo, yo voy a pa­sar­la bien con un gru­po de mu­cha­chos. Si al­gún día ten­go con­flic­to con los ju­ga­do­res, me voy. No so­por­ta­ría que el gru­po es­té por un la­do y yo por el otro.

75 ¿Por qué Ar­gen­ti­nos, con to­do lo que ven­dió en los úl­ti­mos 25 años, no es­tá bien? Ma­la ad­mi­nis­tra­ción. Por la pla­ta que ga­nó, Ar­gen­ti­nos de­be­ría ser uno de los me­jo­res clu­bes del país, un club mo­de­lo. Me da mu­cha bron­ca.

76 ¿Por qué col­gas­te al Po­cho In­súa en su mo­men­to? Le hi­ce un fa­vor, por­que era un ju­ga­dor con al­ti­ba­jos, ne­ce­si­ta­ba un cam­bio de ai­re. Co­mo lo ne­ce­si­ta Pis­cu­li­chi aho­ra.

77 ¿Quién es el me­jor DT ar­gen­ti­no hoy? Bian­chi. In­te­li­gen­te, ca­paz, mo­ti­va­dor. Los tí­tu­los lo de­mues­tran. Sa­be lo que quie­re, tie­ne un es­ti­lo.

78 ¿Un téc­ni­co tie­ne que sa­ber más de fút­bol o más de gru­pos? Tie­ne que sa­ber de fút­bol pa­ra ele­gir ju­ga­do­res y en­ca­rar ca­da par­ti­do. Y es­tar ca­pa­ci­ta­do pa­ra ma­ne­jar un gru­po, por­que si no te­nés un gru­po uni­do no con­se­guís na­da.

79 ¿De quién eras más ami­go en el Mun­dial 86? De Brown, Gius­ti, En­ri­que, Die­go, Rug­ge­ri.

80 Mu­chos de ese equi­po hoy son téc­ni­cos. Es lo que qui­so siem­pre Car­los. An­tes del Mun­dial de­cía: “De acá tie­ne que sa­lir una ban­da que sean téc­ni­cos y ami­gos”.

81 ¿Cuan­do Bi­lar­do te sa­có en el 90 te dio ex­pli­ca­cio­nes? Nin­gu­na, y no se las pe­dí tam­po­co.

82 Y aho­ra que sos téc­ni­co, cuan­do un DT sa­ca a un ju­ga­dor, ¿co­rres­pon­de dar ex­pli­ca­cio­nes? Hay ve­ces que sí y otras que no. Igual, creo que el ju­ga­dor no es nin­gún ton­to y sa­be cuan­do sa­le por ba­jo ren­di­mien­to.

83 Vas por una ru­ta so­li­ta­ria y apa­re­ce Co­de­sal. ¿Qué ha­cés? Lo pa­so por arri­ba (ri­sas). No, no ten­go ren­cor. No sé si es­ta­ba man­da­do o no, pe­ro se por­tó mal. En ese mo­men­to, si le po­día pe­gar, le pe­ga­ba, lo ahor­ca­ba. Que­da­rá en su con­cien­cia.

84 ¿Qué hi­cis­te en­tre que de­jas­te Ar­gen­ti­nos (1991) y fuis­te a Chi­ca­go (92)? Fue el peor mo­men­to de mi vi­da. Es­tu­ve un año sin ha­cer na­da.

 

Imagen En Nueva Chicago tuvo un paso efímero.
En Nueva Chicago tuvo un paso efímero.
 

85 ¿Por qué tar­das­te tan­to en anun­ciar tu re­ti­ro? Al vol­ver de Ja­pón no ju­ga­ba más, pe­ro vi­no la gen­te de All Boys y me ofre­ció su­mar­me. Yo ju­ga­ba al fút­bol de sa­lón en Par­que y es­ta­ba bien, por­que en­tre­na­ba y to­do. Me ani­mé por­que All Boys era el club de mi in­fan­cia. Y me fue bien.

86 ¿Có­mo es com­par­tir la ha­bi­ta­ción con Die­go? Te to­có en el 90. A Die­go hay que en­ten­der­lo. Pa­ra mí, es me­jor ti­po que ju­ga­dor. Se que­da en bo­las, pe­ro te da to­do. Y cuan­do lo ne­ce­si­té, él es­tu­vo. Siem­pre.

87 ¿Nun­ca te di­jo “es­toy po­dri­do de ser Ma­ra­do­na”? El quie­re vi­vir una vi­da sen­ci­lla y no pue­de. La car­ga de no po­der ha­cer lo que quie­re le ter­mi­nó cos­tan­do. Por ahí es­tá­ba­mos en ca­sa y le de­cía “va­mos a co­mer”. Y Die­go me de­cía que no po­día por­que no íba­mos a po­der ni ha­blar.

88 ¿Lo vis­te úl­ti­ma­men­te? Es­tu­ve con la fa­mi­lia. Die­go ne­ce­si­ta co­sas que lo en­tu­sias­men, ne­ce­si­ta ser pro­ta­go­nis­ta de al­go pa­ra sa­lir de es­to. De­cir: ma­ña­na me ten­go que le­van­tar tem­pra­no por­que ten­go es­ta res­pon­sa­bi­li­dad. El te­ma es que él se tie­ne que de­ci­dir a de­jar­se ayu­dar.

89 ¿Cuán­do fue la úl­ti­ma vez que lo vis­te? Ha­ce tres años, se com­pli­có cuan­do se fue a Cu­ba.

90 ¿Sir­ve la in­ter­na­ción? Sir­ve, por­que a la an­sie­dad y to­do eso se lo ba­ja con los me­di­ca­men­tos. Pe­ro pa­ra sa­lir Die­go de­be es­tar con­ven­ci­do de que se quie­re cu­rar, de­be asu­mir la en­fer­me­dad.

91 El la asu­mió pú­bli­ca­men­te. La tie­ne que asu­mir pa­ra él. De­cir­se: “Es­toy en­fer­mo y no me sir­ve pa­ra na­da es­to”. Die­go tie­ne unos hue­vos enor­mes y va a sa­lir, aun­que no sea na­da fá­cil.

92 ¿Có­mo hi­cis­te vos pa­ra za­far? Yo me fui a 10 mil mi­llo­nes de ki­ló­me­tros, pe­ro Ma­ra­do­na no pue­de ir a nin­gún la­do que no ten­ga 300 per­so­nas al la­do. Ni a la Lu­na pue­de ir. Pe­ro an­tes que na­da hay que asu­mir­lo y de­jar­se ayu­dar. Y la par­te afec­ti­va es fun­da­men­tal.

93 Des­de afue­ra, uno ve que Clau­dia y las hi­jas quie­ren ayu­dar­lo. Hay que te­ner aguan­te. Pe­ro aguan­te de que te va a can­sar y can­sar. Y tu mu­jer te tie­ne que de­cir: “A mí no me can­sás por más que me quie­ras can­sar”. El te­ma es de­cir: ten­go que es­tar seis me­ses dur­mien­do al la­do tu­yo, y no me mo­vés. Así tie­ne que ser. Es muy di­fí­cil.

94 ¿En qué mo­men­to uno ha­ce el click? Ca­da uno tie­ne su click. De­pen­de. Por ahí el click de Die­go es és­te. El mío fue­ron mis hi­jos. Es­cu­ché a mi hi­ja di­cien­do “des­per­tá”.

95 Tam­bién hay gen­te que no ha­ce el click nun­ca. Es que vos que­rés sa­lir, pe­ro no po­dés, por­que el cuer­po te pi­de.

Imagen El Checho, hoy, frente a su caricatura, en el nuevo estadio de Argentinos Juniors. BuscaBA ascender con su equipo de siempre. Foto: Alejandro Del Bosco
El Checho, hoy, frente a su caricatura, en el nuevo estadio de Argentinos Juniors. BuscaBA ascender con su equipo de siempre. Foto: Alejandro Del Bosco

96 En tu ca­so, ¿có­mo reac­cio­na­ba tu se­ño­ra? ¿Ella sa­bía? Mi se­ño­ra fue lo má­xi­mo, lo má­xi­mo. El 90 por cien­to de mi re­cu­pe­ra­ción fue gra­cias a ella. Siem­pre es­tu­vo al la­do. Mi­rá que te tie­nen que aguan­tar. Y a ella no la mo­vías con na­da.

97 ¿Ella te de­cía “te­ne­mos que ter­mi­nar con es­to”? No, ¿que va­mos a ter­mi­nar con es­to? Me rom­pía la ca­be­za. Yo la que­ría es­qui­var y no po­día.

98 ¿Có­mo tra­tas­te el te­ma con tus hi­jos? Les ha­blé de fren­te, an­tes de que lo es­cu­cha­ran por otro la­do. No fue fá­cil.

99 ¿Nun­ca tu­vie­ron pro­ble­mas en el co­le­gio? Sí. A un pi­bi­to que le di­jo al­go, mi ne­na, con 10 años, le con­tes­tó: “¿Sa­bés lo que pa­sa? Si le pa­sa­ba a tu pa­pá, él no iba a te­ner los hue­vos que tie­ne el mío pa­ra sa­lir de es­to”. A mí no me gus­ta ha­blar de es­te te­ma. Lo ha­blo por si le sir­ve a al­gu­no, pe­ro no quie­ro re­vol­ver mier­da por re­vol­ver.

100 ¿Te de­cep­cio­nó mu­cha gen­te en esos años ne­gros, que no se te acer­có? Hu­bo de to­do. Re­cuer­do con emo­ción un pe­que­ño he­cho que me mar­có. Fue cuan­do vol­ví al fút­bol, con Chi­ca­go, en 1992. En el pri­mer par­ti­do se acer­có Fi­llol y me lle­vó una es­tam­pi­ta pa­ra de­sear­me suer­te. Al Pa­to ape­nas lo co­no­cía, no te­nía una gran re­la­ción, por eso fue un ges­to que no me lo ol­vi­do más. Era co­mo de­cir­me que es­ta­ba al la­do mío en ese mo­men­to. Yo fui cam­peón con Ar­gen­ti­nos, con Ri­ver, ga­né un Mun­dial, pe­ro re­ga­la­ría to­do eso si no fue­ra un ti­po res­pe­ta­do y que­ri­do por la gen­te del fút­bol. Y me sien­to un ti­po que­ri­do y res­pe­ta­do.

 

Por Diego Borinsky y Maxi Goldschmidt