Las Entrevistas de El Gráfico

Modesto Tito Vázquez, el capitán

Es un personaje singular a quien se lo reconoce por sus antecedentes como entrenador de profesionales y juveniles, más allá de que no tuvo una carrera importante como tenista.

Por Redacción EG ·

22 de diciembre de 2009

Nota publicada en la edición noviembre 2009 de la revista El Gráfico.

Imagen En el Tenis Club Argentino de Palermo se siente como en casa.
En el Tenis Club Argentino de Palermo se siente como en casa.
“FUI MUY BOHEMIO, pero no me arrepiento de nada de lo que hice, más allá de que mi vida profesional como jugador de tenis se haya visto perjudicada por mi apego a la bohemia”, reconoce Modesto Vázquez a la hora de las confesiones. Manteniendo el mismo volumen que durante toda la entrevista, el capitán del equipo argentino de Copa Davis se acomoda en la silla y sigue repasando su vida en una mañana templada.

En el Tenis Club Argentino, Tito es local y recibe saludos en forma permanente, pero no se distrae. “Haber viajado joven a los Estados Unidos fue una experiencia muy importante y me marcó para el resto de mis días en el aspecto tenístico y en lo personal. Obviamente, en aquella época no teníamos entrenadores y el hecho de estar en un país tan abierto y sobre todo en California, de mayor apertura aún, me desvió un poco de lo que debió haber sido una carrera profesional”. Vázquez, que nació en Orense, España, el 1º de enero de 1949, es hoy uno de los hombres más respetados del tenis de nuestro país y ha brindado su experiencia en varias partes del mundo. A principios de este año asumió por seguna vez el cargo de capitán del equipo de Copa Davis (la primera fue entre 1986 y 1988), aunque hasta 2010 (si la AAT lo ratifica) no volvería a cumplir ese rol después del triunfo ante Holanda como local y la derrota frente a República Checa, en Ostrava.

Abstraído del ambiente que lo rodea en Palermo, Vázquez insiste con los recuerdos y regresa a sus años de universidad en los Estados Unidos, adonde llegó con antecedentes deportivos de sobra: había sido campeón argentino a los 12, 14, 15, 16, 17 y 18 años, y había integrado el equipo de Copa Davis antes de armar las valijas para instalarse en la Costa Oeste norteamericana. “Jimmy Connors fue compañero mío en la Universidad de California –relata– y jugábamos en el mismo equipo, una formación potente y con calidad. Para que te des una idea, el que fue campeón junior de Wimbledon en 1971, Bob Kreiss, ni siquiera era titular en nuestro equipo. Fuimos campeones universitarios durante tres años consecutivos y ese es un recuerdo muy grato”.

Imagen CHARLA en un partido de dobles contra Holanda, en Parque Roca. Vassallo Arguello y Arnold escuchan.
CHARLA en un partido de dobles contra Holanda, en Parque Roca. Vassallo Arguello y Arnold escuchan.
Con el correr de los años 70, el buen proyecto de tenista (llegó a ser cuarto del ranking argentino en 1971) lentamente le fue cediendo espacio al entrenador. En 1978 colaboró ad honórem con su amigo Víctor Pecci, pero al año siguiente lo hizo en forma profesional, con excelentes resultados: “Roland Garros 1979 fue el torneo más importante en mi carrera como coach, porque con Pecci logramos resultados muy destacados, derrotando en polvo de ladrillo a Corrado Barazutti, Harold Solomon, Guillermo Vilas e incluso Jimmy Connors. Justamente, Connors llevaba seis años sin participar en el Abierto de Francia porque estaba peleado con Phillippe Chatrier, que era el presidente de la Federación Francesa y todo el mundo esperaba ver la final entre él y Bjorn Borg. Por eso, todo el estadio estaba a favor de Connors en aquel partido, pero Víctor le ganó muy bien en cuatro sets y fue un orgullo muy grande. Incluso en la final, cuando perdió con Borg 6-4 en el cuarto set, toda la tribuna quedó coreando el nombre de Pecci durante 10 minutos, a pesar de que había perdido”.

Para Vázquez, la relación con Pecci resultó reveladora de un futuro como entrenador, además de dejarle una amistad duradera: “Pecci, en mi opinión, debe ser de lo más grande que ha sucedido en el deporte en Paraguay. Un jugador de enorme talento, que venía a nuestro país desde muy joven para intentar progresar y en su carrera se dio el gusto de ganarles a todos los mejores de su época. Su mayor virtud es que sigue siendo una persona simple y honesta como fue toda su vida”.

Imagen DIRIGIÓ a la legión en nueve series de Copa Davis.
DIRIGIÓ a la legión en nueve series de Copa Davis.
EL CAPITAN TITO
En octubre de 1985, el equipo argentino de Copa Davis caía como local en forma inesperada con Unión Soviética y por primera vez desde la implantación del Grupo Mundial cuatro años antes, descendía a la Zona Americana. Guillermo Vilas ya estaba fuera de las convocatorias por decisión propia y pocos meses después José Luis Clerc anunciaba su retiro.

Se debía empezar de cero, con el inicio de una nueva era, sin los dos mayores exponentes de aquella época. El elegido para encabezar el proyecto como capitán fue Tito Vázquez, que le dio la posibilidad de consolidarse a un grupo de jóvenes: “Martín Jaite y Horacio de la Peña fueron los primeros singlistas. Javier Frana era muy joven cuando debutó en Copa Davis y el hecho de jugar por la Argentina siempre fue una motivación muy grande para él. Aquella presentación en dupla con Christian Miniussi ante Chile, les dio un envión importante a sus carreras, ya que recién empezaban. Creo que ambos le pudieron sacar buen rédito a aquella dupla”.

Ese match ante Chile posibilitó un rápido regreso a la élite, donde se perdió en forma increíble en un recordado choque en Nueva Delhi. “De la serie con la India tengo dos recuerdos importantes. Uno fue cuando saludé al preparador físico que estaba trabajando con Vijay Amritraj. Lo sorprendí al darle la mano, se le cayeron como siete u ocho pastillas de diferentes colores que llevaba. Vijay, que tenía 33 años, fue jugador y capitán, con todo el desgaste que conllevan ambas funciones. El otro es cuando el mismo Amritraj le ganó el cuarto punto a Jaite para poner la serie empatada en dos, luego de levantar un match point en contra. El sacó, la devolución de Martín fue muy buena en pasto a los pies, pero el hindú hizo una especie de drop shot de sobrepique, jugándose la vida. Le salió bien, revirtió la historia y luego Ramesh Krishnan superó a Horacio de la Peña y caímos 3 a 2”.

Vázquez es palabra autorizada y puede hablar acerca de cómo era la visión de un capitán con los tenistas en aquellos tiempos y ahora, en esta nueva etapa que afronta desde este año: “Las diferencias más importantes que noto con respecto a mi etapa anterior como capitán de Copa Davis es que ahora hay una mayor cantidad de torneos. Son demasiados campeonatos, excesivas presiones para los tenistas que están obligados a actuar en 16 torneos como mínimo por año y hay mucha plata en juego. Eso lleva a que les cueste más a los jugadores sacrificar semanas de su calendario para disputar la Davis. Además ahora, cada uno de ellos está rodeado de gran cantidad de gente que ayuda a su desarrollo como profesional y esto también tiene su influencia, que puede ser positiva o no”.

Imagen TUVO cruces con Horacio de La Peña pero lo convenció de seguir en el equipo de Davis, en 1987.
TUVO cruces con Horacio de La Peña pero lo convenció de seguir en el equipo de Davis, en 1987.
–¿Qué sentiste cuando te llegó la designación?
–A esta altura de mi vida, volver a ser capitán de Copa Davis es un enorme orgullo. Tratar de dirigir este equipo es un gran desafío y obviamente creo que estoy capacitado, porque toda la vida me he dedicado a estudiar sobre el tenis. Porque desde mi punto de vista, he tenido una mejor carrera como entrenador que como jugador.

LA FACETA ARTISTICA
Más allá de sus actividades vinculadas al tenis, Tito ha desarrollado otras inquietudes fuera del deporte. Y en ello mucho tuvo que ver su relación con Luis Alberto Spinetta: “El es una de las personas más lúcidas y más fieles a sí mismo en el país. Es muy creativo, un verdadero artista en todo el sentido de la palabra y un poeta en el más alto contenido de la palabra. Un amigo a quien no tengo necesidad de ver para que siga siéndolo. Nos conocimos en 1979 en Nueva York, cuando él viajó a hacer un disco en inglés. Dada la buena relación y la afinidad a través de los años, en un momento me ofreció la oportunidad de ser productor de uno de sus discos llamado Madre en Años Luz y un tiempo más tarde tuvo la gentileza de pasarme un par de canciones para ver si les podía poner la letra. Como yo estaba viajando bastante, sólo lo hice con una titulada 2 de Enero, que casualmente la estrenó en esa fecha frente a la Facultad de Derecho. Para mí fue muy tocante ese gesto, porque es alguien que sabe tratar como nadie a las palabras y que le da una particular importancia a la lírica”.

Dentro de las muchas anécdotas de un verdadero trotamundos, vale rescatar una que vivió junto a Vilas hace 35 años: “Era una época muy agradable, con cierta inocencia y en la que recién se le permitía al tenis agregarle algún color. Jugamos en 1974 con Guillermo en pareja la final de dobles del torneo de Hilversum en Holanda y como él era tan hincha de River como yo, surgió la idea de ponernos ambos la camiseta del millonario. Y como el Ajax tiene colores similares, no desentonamos tanto con el paisaje. Uno de nuestros rivales era Julián Gonzábal, hincha de Boca, que sufrió en carne propia y por partida doble ese match, por la derrota y por la casaca de los vencedores”.

Se ríe Vázquez por el recuerdo y las imágenes pasan a toda velocidad por su cabeza. Mientras tanto, responde a un nuevo saludo y en su cara se adivina que es hora de ir redondeando la entrevista.
–¿Te sentís realmente reconocido por el ambiente tenístico argentino? Cuando se anunció tu nombre para conducir el equipo hubo incertidumbre, más allá de que los jugadores luego parecieron convencidos de que se hizo lo correcto.

–Sin duda que siento el reconocimiento. El nuestro es un país donde hay un interés muy grande por el tenis, especialmente en los últimos años. Hay muchos profesionales valiosos, pero me siento respetado y la prueba de haberme nombrado capitán de la Copa Davis significa mucho.

Por Eduardo Bolaños / Fotos: Maxi Didari y  Archivo El Gráfico