Las Entrevistas de El Gráfico
Kike Ferrari: “River es el equipo que dio los mejores jugadores”
Premiado escritor de policiales y fana millonario de la popular, Kike Ferrari habla de su amor no solo por el club, sino también por los grandes futbolistas que pasaron por él.
Junto a la mítica pelota naranja, indisoluble de uno de sus grandes ídolos: el Beto Alonso.
Pero hay algo que lo pone muy feliz en la noche en que nos juntamos poco antes de que entre a trabajar: que va a salir en El Gráfico, la revista por la que desesperaba cada lunes, después de la fecha, en los años 80 y 90, cuando no existía internet y el deporte pasaba exclusivamente por esas páginas. Recuerda especialmente, dice, dos tapas: una en la que Alonso se besa la camiseta y otra en la que, en Mar del Plata, se ve a Francescoli hacer una inolvidable chilena que terminará en gol.
-¿Por qué te genera tanta alegría que te entrevistemos para El Gráfico?
-Mirá: me pasaron cosas maravillosas con la literatura, como contactarme con Ricardo Piglia. Pero cuando me enteré de que iba a salir en El Gráfico… ¡El Beto Alonso salió en El Gráfico! Para los de mi generación, los que nacimos en los 70, esta revista es importantísima.
-¿Cómo te hiciste de River?
-No está muy claro. Hay algunos mitos familiares. Uno dice que se debe a que en la familia de mi vieja eran todos de River y entonces me influenciaron. Hay otro, que es muy lindo, según el cual me acerqué a un televisor cuando jugaban Boca y River y marqué los colores de River. Lo que sí se sabe es que a mis 4 años ya era gallina. Con el tiempo, el fútbol fue ganando importancia y se transformó en algo central en mi vida.
-Creciste viendo a grandes jugadores.
-Soy del 72. Cuando iba a la escuela primaria teníamos un equipo fatal: Alonso, Merlo, Passarella y el gran ídolo de mi niñez, que era Fillol. Cuando se fue al Flamengo lloré por primera vez por fútbol. Mi papá, Ricardo, que no era mi padre biológico pero yo le digo papá, y que era pareja de mi mamá, ya me llevaba a la cancha. A veces a ver a River, a veces a Racing, del que era hincha. Otras veces, cualquier partido que salía. Un día, a mis 15, me dijo “tenemos que ir a ver a un número 5 que está hecho para ustedes”. Era Redondo. Ricardo tenía mucho paladar para el fútbol. Ni hablar de aquella final que ganamos en cancha de Ferro (Nacional de 1981; Ferro 0-River 1): fue la primera vez que lo vi campeón. Estuve ahí. Después hice muchos amigos gallinas con los que iba a la cancha. También venía Juan, uno de mis hermanos. Me tocó crecer en una época de mucho brillo y en la que se podía ir a la cancha. Fueron tiempos de campeonatos locales, Libertadores…
-¿Qué sentiste aquella tarde en la que Fillol se retiraba como arquero de Vélez justo contra River (22 de diciembre de 1990, Vélez 2-River 1, estadio Monumental)?
-Orgullo, orgullo, orgullo. Una cosa rarísima de bronca porque perdíamos por él, pero merecía irse así. ¿Sabés cómo se fue Gatti?: hizo una trastada de las que hacía cuando las hacía bien. ¡Fillol se fue ovacionado por todos! Por los de River y por los de Vélez. Fue como una cosa de dolor y orgullo. River es eso. O debiera ser eso: la excelencia. ¿Cómo no se iba a retirar así el Pato si fue el más grande? Capaz que (Amadeo) Carrizo fue tanto como él. Pero después, el vacío. Adoro a Barovero, pero no le puede atar los botines a Fillol.
-¿Alonso?
-El Beto se retiró como nadie. Fue tan grande para River como Bochini para Independiente. No se agarraban a piñas entre ellos para ver quién era el 10 de la Selección porque jugaba Maradona. Una cosa increíble. En cualquier caso, magia en los pies. Más acá, Francescoli, por supuesto. Después, cuando te vas haciendo más grande, empezás a tener menos ídolos y sentís más cariño por determinados jugadores. Es raro tener ídolos de la mitad de tu edad. Adoro a Gallardo. Representa todo lo que tiene que ser River.
-También mencionaste a Merlo.
-Cuando fue técnico junto a Alonso dejé de ir a la cancha. River jugaba mal. Se dedicaba a defender. Me puedo permitir que no me guste Merlo como técnico de River y me permito, también, no ir a la cancha porque su equipo juega tan feo. Lo que no me puedo permitir es putear a un tipo que decidió retirarse antes que ir a jugar a otro lado. Porque a Merlo, River lo retira después de comprar a Gallego. Lo echa. Y lo fueron a buscar San Lorenzo y Boca, nada menos. ¡Dos grandes como San Lorenzo y Boca y no un equipo del ascenso! Sin embargo, decidió retirarse del fútbol antes que ponerse otra camiseta. A ese tipo no lo podemos putear nunca.
-¿Passarella?
-Como jugador, está entre los que más quiero. El solo bancaba la parada: no hacía falta nadie más. Pese a las boludeces que se dicen de que es de Boca, Passarella es de River. En cuanto a técnico, viene después de Merlo y con él recuperamos el fútbol. Nos devolvió la identidad. Era más ofensivo que después, cuando estuvo al frente de la Selección. Además apostó por las inferiores: el Burrito Ortega, Gallardo. Cuando hizo la campaña por la presidencia era mi ídolo. Pero tengo un problemón con él. Porque no hay codo que pueda borrar lo que hizo con la mano. Al margen de que creo que en su presidencia no fueron todas malas. Pero se mandó un moco enorme al pelearse con Grondona. Y la sobró faltando seis meses para jugar el honor del club. No trajo jugadores para el último semestre, antes de irse al descenso, cuando tenía que llamar a todos. Hasta a Crespo. “Ganamos el campeonato económico”, decía. Pensaba que con eso nos sobraba. Todos pensamos lo mismo: nadie en la Argentina creía que River se iría a la B. Nosotros tampoco. Solo que él era el presidente y nos fuimos con él al mando. Nunca en la vida me pasó algo tan doloroso en lo futbolístico. Mirá si Labruna, que quería a Passarella como a un hijo, veía eso. Es una relación compleja la que me queda con él. Soy como un peronista con Passarella: no lo puedo odiar. Lo quiero mucho.
En el museo del club, rodeado de Copas. "Yo soy más hincha de River que del fútbol. La Selección no me importa", define Kike Ferrari.
-¿Quiénes te gustan de los de ahora?
-Como te decía, ídolos son los que te mencionaba más Ortega, Salas, Pedrito González. Después hay otros a los que se quiere mucho. A Almeyda lo quiero mucho: juega como me hubiese gustado jugar. No me hubiera gustado jugar como Alonso, sino como Almeyda, porque para mí el de 5 es el puesto más lindo de la cancha. Por supuesto que en esa posición eran mejores Redondo o Marangoni. O Astrada, al que también adoro. Pero Almeyda está más allá de toda explicación. No firmaba contrato, cobró dos lucas antes de retirarse: yo no cobraba eso, que tuve siempre unos laburos horribles. Cuando se va de la cancha de Boca besándose el escudo no vendía humo: es que se le soltó la cadena. La única mancha que tiene es la salida del Chori Domínguez y Cavenaghi: no merecían irse así. Apostó a que River estaba por encima de todo y tuvo que resignarlos y fue un error. Es la única mancha que tiene Almeyda. En el póster mío están abrazados los tres. E incluso más que Cavenaghi, por alguna razón, el Chori, que me da la sensación de que es uno de nosotros, pero con pantalones cortos. Me molestaba cuando la gente le reclamaba porque tenía actitudes infantiles, que no eran de profesionales. Pero él, cuando estaba en el Valencia y tenía que jugar nada menos que por los octavos de final de la Copa del Rey contra el Barcelona de Messi e Iniesta, dejó todo y se vino a River en la B a que Satanás Páez lo cagara a patadas. En cambio, un profesional hace lo que hizo Crespo: “Me retiro en Italia”, “tengo camisa Armani” y digo que “Passarella no me llamó”. Eso es lo que hace un profesional. Pero el Chori es hincha.
-¿A qué jugador te hubiese gustado ver en vez de que te lo cuenten?
-A Labruna. Que hizo firmar una cláusula, igual que Ramón Díaz, en la que se establecía que si lo llamaba River se iba en ese mismo momento. Labruna en los entretiempos escuchaba la radio a ver cómo iba River. Nos sacó de los 18 años sin títulos. Labruna es River. El día del hincha de River es el de su cumpleaños. Labruna no es más grande que River, pero es la esencia del club.
-¿Se te consolidaron amistades por ir a ver a River?
-Sí. Llegamos a formar un grupo heterogéneo en el que lo único que nos unía era ir a la cancha juntos. Después nos fuimos perdiendo, pero con el paso de los años nos volvimos a juntar. Hay vínculos que River ayudó a sostener a través de compartir tribuna.
-¿Jugabas bien?
-Nunca jugué bien a la pelota. Me gusta, me divierto; juego abajo, por supuesto, porque soy malo. Parece que no me vinieron los pies. En la Argentina es claro si sos buen jugador: todos te lo hacen notar.
-¿Qué es ser “hincha de”?
-Los futboleros somos hinchas de un cuadro más que del fútbol en sí. Yo soy más de River que del fútbol. No me despertaría a las 2 de la mañana para ver al Barcelona. Prefiero mirar artes marciales mixtas: hago taekwon do. La Selección no me importa. Prefiero que gane, pero soy de River. El Mundial le importa a la minas y a los periodistas y a los que no miran fútbol en los otros cuatro años. Para mí es un mes y medio que no puedo ver a River. Lo miro, igual, sobre todo si Argentina juega bien. Pero no viene pasando. ¡Era Sabella el técnico! ¿Qué placer podía sentir por un equipo que le pide a Messi que baje marcando y no le da la pelota al 9?
-¿Te marca el fútbol?
-Sí, claro. Por River recuerdo momentos o cosas que me pasaron. River es cuando lo veía con mi papá. Ahora también es Franco, mi sobrinito, que va a la cancha, tiene 19 años y casi que me lleva él a mí. Ya dice “tal año pasó esto porque me acuerdo de que Ortega metió el gol de emboquillada”. Una cosa delirante que nos pasa a los hinchas. Está buenísimo eso. Se lo vi a mi viejo, me pasa a mí y ahora se lo veo a Franco con partidos que ya no registro. Ahora estoy medio perdido, se me mezclan los partidos.
TIEMPOS IMBORRABLES
-¿Cuál fue tu mejor momento con River?
-Es difícil responder eso. Sería más fácil si fuese hincha de Boca, porque ellos tienen solo seis años para elegir. Tal vez el del 97, con Ramón Díaz. O posiblemente aquel superclásico en el que Boca ganaba 2 a 0, se lo dimos vuelta y sobre la hora Comas erró un penal (1987). O el del día en el que le ganamos 2 a 1 a Boca en cancha de Vélez y Passarella, que se retiraba, se va expulsado y vuelve para tirar la camiseta. Llovía. Esa secuencia me hizo muy feliz. Acabábamos de ganarle a Boca, se iba el ídolo y seis meses después asumiría la dirección técnica. Si tengo que elegir un momento, es ese, a mis 17 años, cantando bajo la lluvia. Y, sí, la lluvia aguanta un montón.
-¿Cómo fue tu celebración cuando River vuelve a Primera, tras jugar en el ascenso?
-Me caí al piso cuando le hicimos el segundo gol a Almirante Brown. Estaba en la San Martín alta. Me puse a llorar como un nene chiquito al que le pegaron una trompada en la nariz. Me daba el sol de frente, recuerdo. Un señor me dice “ya está, flaco, ya pasó”. ¡No pasó nada!: el fútbol argentino no será igual. Se podía ir hasta el equipo de Bochini porque se había ido River. “Van a festejar todos y yo mariconeando”, pensé. Alrededor, todos lloraban. Esa vuelta fue como la liberación del 83, cuando se fueron los milicos. Las cosas no volvían a ser como habían sido, pero estábamos en camino al equipo de Gallardo, algo de lo que nunca tendríamos que habernos ido. Fue un momento de desahogo, de mucha rabia contenida. Fue rabia contenida, sobre todo. La sensación de que las cosas no deberían haber sido así.
-¿Cómo viviste el momento del descenso?
-Cuando nos fuimos estaba en la cancha. No recuerdo mucho del partido. Me fui antes de que se pudriera todo. Cuando uno va muchos años a la cancha adquiere olfato: ya sabe qué va a pasar. Estaba todo abierto porque, supongo, querían que la gente se fuera rápido. A la mitad del partido ya se sabía lo que iba a pasar. Fue muy doloroso.
-Dado que, como contás, el fútbol te marca tanto, ¿qué aprendiste de esa experiencia?
-Que si perdés la identidad, te pasan esas cosas. Si se piensa como un equipo chico, se juega como un equipo chico. ¿Qué aprendí? Que hay que ser de River en las buenas y en las malas. Que uno es algo y a lo que uno tiene que ser leal es a aquello que sos. Se aplica para todo.
-¿Qué es River?
-No se sabe bien qué es un club de fútbol. Claro que quiero a mi club. Pero ¿qué es River? Es una parte de lo que soy. Una decisión que tomé mucho tiempo atrás. Algo que me construye. Una parte mía. Y para que uno siga a su club a todos lados, lo único que tiene que pasar es que ese club sea fiel a sí mismo. Que no quiere decir en todos los casos lo mismo. En el caso de Boca, que se embarren, que no den ninguna pelota por perdida. Riquelme es una anomalía en su fútbol. Como Almeyda es una anomalía para nosotros. Y lo amo. Hablo de una identidad propia. Hay que ser respetuoso de esa idea.
El amor por River atraviesa cada día de la vida de Kike.
-Angel David Comizzo dijo la mejor frase en una entrevista: “los veo y, pobrecitos, no admite discusión”. River es más grande todos los días de la semana. Como Brasil es más grande que la Argentina. Podemos creer que no, pero sí. Son los más grandes del mundo. Los hinchas de Boca pueden pensar lo que quieran, pobrecitos. De algo hay que vivir. Hasta en el descenso somos más grandes: todos estaban pendientes de nosotros. Lo único que importaba era si River había ganado el sábado porque somos los más grandes. El argumento de que nos fuimos a la B no tiene sentido. El fútbol no empezó cuando llegó Bianchi. El argumento de que tienen más copas internacionales es como decir que Patronato es más grande porque nos ganó más partidos. River es el equipo que mejores jugadores dio. Además, ganamos más campeonatos, porque los que valen son los que jugamos entre nosotros. Y es insostenible pensar que el equipo que dio a Riquelme es más que el que tuvo a Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustaou. ¡Decilo de memoria, papu!
-Los de Boca pueden jactarse de que tuvieron a Maradona.
-Pero Maradona no es de ellos. Es hincha de Independiente. Y además es hincha de todos los clubes en los que jugó. Riquelme es el único jugador jugador que dio Boca. Eso sí: los muy hinchas de Boca fueron los más respetuosos cuando nos fuimos a la B: ninguno me dijo nada durante el primer mes. Después me mataron. Pero me respetaron ese primer mes. Guardé mucho agradecimiento por los que me respetaron y mucho rencor por los que no.
Sus textos futboleros
Kike Ferrari despunta el vicio con textos cortos en los que hay fútbol. Lo hace en su blog Que de lejos (www.quedelejos.blogspot.com.ar). Le escribió a su sobrino, Franco, en duros tiempos para River: “El problema no es jugar la Promoción. Quiero decir no es el único problema, que no es el problema principal. El problema es pensar que un empate con Gimnasia (un Lobo casi descendido) es un buen resultado y hay que cuidarlo. Que un empate con San Lorenzo (un equipo al que le llevamos 21 partidos) está bien. O que está bien cuidar el 1-0 contra Racing, el equipo sobre el que tenemos la paternidad más amplia del fútbol argentino. O que de local, contra Newell’s, con un jugador más y faltando 7 minutos para que termine el partido, en un córner a favor no haya ningún jugador de River en el área grande. Porque lo importante, nos decían, es sumar. Y ese es el problema: eso no es jugar como River, eso no es pensar como River, eso no es actuar como River. Eso es jugar, pensar y actuar como un equipo chico. Y los equipos chicos juegan la Promoción”.
El día del regreso a Primera, escribió: “Empezó con lágrimas en el Monumental, contra Belgrano, y terminó con muchas más lágrimas hoy, también en Casa, contra La Fragata. Pero terminó”.
Sobre su amor a River deslizó en La Granada: “Ser hincha de un equipo de fútbol es lo más parecido a la fe religiosa que yo pueda concebir. Una suerte de sentimiento pre-racional y que va más allá de la razón. Un amor que no admite dudas, condicionamientos y que no está sujeto a nada. Ya se sabe: yo te quiero. No hay otra cosa igual. Uno se pelea con amigos, novias, familiares; nadie se pelea con su cuadro”.
Y, por último, dedicó un texto a sus amigos de Independiente cuando también pasó por el infierno del descenso: “Les viene un año de mierda. Pero, créanme, lo peor es hoy, esta semana. Después, cuando la pelota vuelve a rodar, no es tan jodido. Ojalá recuperen la memoria y sepan qué equipo son y por qué. Porque el problema fue, para ustedes como para nosotros, ese: la pérdida de la identidad. El club de Bochini y Marangoni no puede pensar que un puntito sirve, ni puede depender de milagros. Nunca. De milagros viven equipitos. (...) Lo dije cuando nos tocó a nosotros y lo repito ahora, porque aplica también para ustedes: hay ‘que jugarla corta, redonda y al compañero, hay que tener coraje para marcar pero también para atacar, de esta se sale jugando, pensando y actuando’ como un Grande”.
Por Alejandro Duchini / Fotos: Emiliano Lasalvia
Nota publicada en la edición de febrero de 2017 de El Gráfico