Las Entrevistas de El Gráfico

Frank Kudelka, el Señor de los Anillos

En un año y medio hizo subir dos categorías a Talleres de Córdoba, como antes lo había conseguido con otros tres equipos. Vida y obra de un hombre que hizo de todo para llegar al fútbol profesional sin haberlo jugado.

Por Diego Borinsky ·

11 de agosto de 2016
Imagen La serenidad en los festejos del Kempes tras devolver a Talleres a la A luego de 12 años.
La serenidad en los festejos del Kempes tras devolver a Talleres a la A luego de 12 años.
“Yo jugaba bastante bien; era delantero y metía muchos goles, aunque no me gustaban las patadas. La verdad: era un delantero saltarín. Si algún jugador de los que dirigí me hubiera visto, estaría diciendo: ‘Un momento, ¿cómo es esto? ¿nos pide una cosa y hace lo contrario?’. Debo reconocer que me faltaba un poco de sacrificio”.

Frank Darío Kudelka le pone pausa a su habitual sobriedad con una sonora sonrisa. Mofarse de los propios defectos es un síntoma de madurez y bienestar espiritual interior. La referencia a su estilo como futbolista nació promediando la charla, en la búsqueda de saber cómo había ingresado al fútbol este entrenador que devolvió a Talleres de Córdoba a la Primera División tras 12 años, ganando en forma invicta el Nacional B (hecho inédito en la divisional) y perdiendo apenas 2 partidos de 55 en todo su ciclo.

“Jugaba bien al fútbol –continúa este cordobés de Freyre, ciudad de 7000 habitantes ubicada en el noreste de la provincia– pero justo cuando me llegó el telegrama para probarme en Rosario Central tuve que hacer el servicio militar, y al regreso ya todo se complicó y se me truncó ese sueño que tenía. Pero era tal mi voracidad por querer estar en una cancha de fútbol profesional, que a partir de entonces me propuse hacer algo para conseguirlo”.

Y lo consiguió. Primero estudiando el profesorado de educación física, luego haciendo el curso de entrenador, más tarde dando clases en colegios, formando equipos en esos colegios, coordinando el fútbol amateur en clubes de renombre, entrenando a diversas categorías de inferiores, reemplazando en interinatos al DT renunciante, siendo manager, y al final del camino, como entrenador principal de equipos profesionales. La tuvo que remar, le demandó mucho tiempo, pero lo consiguió. Y con nota alta. Logrando 5 ascensos. Conozcamos su historia.

Un largo camino
-¿Frank o Darío?
-Frank Darío es mi nombre. En mi casa me dicen Darío, los jugadores, por lo general, también, o Profe, y en mi pueblo sigo siendo Darío. O Negro. El Frank viene de mi abuelo, que era checoslovaco, y se llamaba Frankisek, y cuando le quiso poner ese nombre a su hijo, o sea, a mi padre, no lo dejaron, así que debió conformarse con la abreviatura. Zafó él y zafé yo (risas). Pero la mayoría me llama Darío; Frank es para los medios.

El niño Frank Darío heredó la pasión futbolera de su padre y se destacaba en los campeonatos barriales. También era fanático de los deportes en general a tal punto que, aprovechando que sus padres eran directivos del Club Atlético 9 de Julio Olímpico de Freyre (complicado para el cantito), practicó, en forma federada, básquet y tenis, y también le daba a la natación y al vóley.

Al terminar el servicio militar, frustrada su vocación primaria, se puso a estudiar Ciencias Económicas, pero el gen deportista terminó siendo dominante y por recomendación de un profe amigo de Freyre, se fue a Santa Fe a aprender educación física. Mientras estudiaba, para poder mantenerse, dio clases en colegios. “Esa experiencia me nutrió mucho en lo pedagógico, me dio respaldo después para la conducción de grupos, también para las áreas organizativas y psicológicas”, analiza el señor Triple K.

Tras recibirse de profe, hizo el curso de entrenador. Mientras estudiaba, viajaba a Freyre para jugar de polifuncional fuera del campo (PF, DT, coordinador) en el club de toda la vida, que competía en la liga regional de San Francisco. Un amigo lo llevó como profe al colegio La Salle Jobson de Santa Fe. Allí arrancó como DT de inferiores y llegó al primer equipo del colegio en la liga santafesina. Fue campeón, su primer gran logro.

De chico simpatizaba por River y recuerda de aquellos años 70 ir a ver a Talleres de Córdoba a San Francisco, por caso, cerca de su pueblo, en partidos de la Liga local. Lo maravillaba José Daniel Valencia.

Tras una experiencia con buenas campañas en Gimnasia de Ciudadela, en Santa Fe, el salto alto lo dio al ingresar, en 1996, a las divisiones menores de Unión. Fue el primer año en que el Tatengue entró a competir a AFA. En 2002, con la salida del coordinador general, Rubén Rossi (ex campeón mundial juvenil 79), a River, Kudelka pasó a ocupar su lugar. Pero ocurrió lo que pasa muchas veces en el fútbol: un imprevisto. Luego de un muy mal comienzo de torneo, tras una caída 2-0 de local ante Chicago el miércoles 3 de abril, fue despedido Timoteo Griguol y para zafar del compromiso del fin de semana, designaron al coordinador como interino. La tenía facilonga: Boca en la Bombonera.

-Se comieron 3…
-Sí, fue un 0-3 profundo –vuelve a reírse Frank Darío–. No hubo tiempo de preparar nada, en realidad. Era un equipo casi descendido, con la moral por el piso. El presidente Malvicino me pidió que lo dirigiera por ese partido, porque iba a venir otro técnico. De hecho, el Chulo Rivoira fue a la Bombonera a ver al equipo. Recuerdo que en el entretiempo, ya perdiendo 2-0, les dije: “Muchachos, yo no vengo acá a tener miedo, yo vengo acá a poner el alma, si no, me quedo con mi familia a comer un asado”.

Pese al resultado de aquel domingo 7 de abril (goles de Delgado, Bracamonte y Riquelme), los referentes le pidieron al presidente de Unión que mantuviera al interino. “Se ve que les caí bien. Yo los conocía de los entrenamientos, porque iba con mi división a hacerles de sparring a la Primera. De esa época quedó una gran relación con varios muchachos, en especial con el Mago Capria, con quien mantengo un gran afecto”, relata. La decisión dio sus frutos: tras el 0-3 con Boca, Unión perdió 2-0 con Banfield de local y luego se sucedieron tres empates y tres victorias para zafar del descenso directo y jugar la promoción ante Gimnasia de Concepción del Uruguay. Perdió 3-1 en Entre Ríos, ganó 3-0 de local y objetivo cumplido en el primer desafío en la elite.

Tras dirigir a Unión en la A, fue despedido sin poder completar un campeonato. Le siguió una experiencia negativa con Patronato en el Argentino B. Y tras esos dos mazazos, comenzó a repiquetear en su cabeza la idea de largar esa profesión ingrata. “Con Patronato íbamos segundos, pero me echaron –repasa–. Desde el punto de vista humano, fue de las peores experiencias que viví, un destrato tremendo. Estaba amargado, desahuciado, sentía que mi carrera se había detenido, pensé en dedicarme a otra cosa, mientras seguía dando clases en colegios, hasta que a fines de 2004 me llamaron de Libertad de Sunchales, un club tradicionalmente de básquet, para que agarrara el equipo, que estaba en el Argentino B, igual que Patronato. Me tenían visto de ahí. Me llamaron varias veces, y yo les decía que no. Mi mujer, Bibiana (con be larga las dos veces,  ojo), me decía: ‘¿Por qué no vas a escucharlos? Si es gente que insiste tanto, a lo mejor sale bien’. Le hice caso, fui hasta allá y les pedí como si fuera Marcelo Bielsa. Y me dijeron a todo que sí. Cuando tenía que arrancar, otra vez me vinieron las dudas. Mi mujer volvió a insistir. Me subieron al micro y hasta me siguieron con el auto, porque tenían miedo de que me bajara a los 2 kilómetros. Y así arrancó todo. Fue una estrella que pasó por el camino”.

En Sunchales relanzó su carrera con una dirigencia seria que lo apoyó en momentos difíciles. Salvaron la categoría el primer año y ascendieron al Argentino A el siguiente. La parada posterior marcó Corrientes, con Boca Unidos, donde arrancó como manager y terminó como DT principal ascendiendo al equipo al Nacional B.

Volviendo en auto desde Corrientes, donde había ido a ponerle punto final a su vínculo con Boca Unidos, junto a Raúl Armando, su ayudante de campo, comenzaron a tomar temperatura mientras escuchaban la radio. Unión de Santa Fe, el club donde uno había jugado y el otro había dirigido en inferiores y en Primera, buscaba técnico tras volver a frustrarse en el intento de subir.

-Ibamos por la ruta entre Resistencia y Reconquista, y nombraban varios candidatos para dirigir a Unión y nos empezamos a dar manija. “¿Cómo puede ser que no nos llamen a nosotros, con la cantidad de nombres que tiran, si algo hicimos por el club?”. A la noche me llamó Fabián Brasca, un amigo de la Comisión Directiva, y le dije: “¿Cómo puede ser que ustedes ni siquiera nos tengan en cuenta, con la cantidad de técnicos que pasaron sin poder ascenderlo? Tengo la firme convicción de que si creen en nosotros, lo vamos a ascender”. A los dos días me hicieron una nota en El Litoral y expresé lo mismo. Y el 25 de mayo de 2010, lo recuerdo bien porque estábamos festejando el cumpleaños de mi vieja en Freyre, me llamó Fabián. “A las 7 de la tarde te espera mañana la Comisión Directiva para ver si vas a ser el técnico de Unión”, me dijo.

Imagen En Huracán, rodeado de Raúl Armando y Mauro Ceruti, sus colaboradores. Con El Globo hizo una gran campaña, forzó un desempate con Independiente por el tercer ascenso y perdió en un partido polémico.
En Huracán, rodeado de Raúl Armando y Mauro Ceruti, sus colaboradores. Con El Globo hizo una gran campaña, forzó un desempate con Independiente por el tercer ascenso y perdió en un partido polémico.
-Le salió redondo…
-Fui a la reunión y repetí el discurso: “Muchachos, ustedes me conocen. Si confían en mí, contrátenme que los voy a ascender. Y si no confían, no hay problemas, busquen a otro”. Al día siguiente me contrataron. Lo ascendimos en 2011 y en la temporada siguiente no tuvimos problemas en mantener la categoría.

-Después vinieron Instituto y Huracán…
-Con Instituto sufrimos terribles problemas económicos, un plantel que estuvo 10 días de paro y no se entrenaba. Era muy difícil. Me tuve que ir. Y a las dos semanas nos llamaron de Huracán, tras la salida de Mohamed, con el equipo a dos puntos del descenso. Siempre las fáciles agarramos (risas). Le descontamos como 20 puntos a Independiente, forzamos un desempate por el tercer ascenso y lo perdimos.

-Un partido raro…
-Sí, sí, dejalo ahí mejor.

-De Huracán lo echaron en semifinal de Copa Argentina, ¿los éxitos que consiguió después lo pusieron contento o le dieron bronca?
-No, no, me pusieron contento. No siempre se puede completar, como me pasó en Talleres, o en Boca Unidos, a veces te toca ser solo una parte. Había mucha ebullición social en el club y me tuve que ir. No me gustó, me dio bronca interior no haber podido terminar lo empezado, pero es parte de la vida, y no tengo rencor contra nadie de Huracán. Al contrario, soy un agradecido. Con el tiempo, creo que la gente lo entendió. Es impresionante cómo muchos hinchas de Huracán me apoyaron en redes sociales y se pusieron contentos por los logros de Talleres. Fue muy reconfortante, algo bueno habremos hecho. Soy un tipo que no solo valora el final, sino también el recorrido.

El pie del elefante
Tuvo suerte Kudelka. O digamos que lo planeó, que el dato estaba incluido en el proyecto: dirigir a Talleres, en Córdoba, le permitió estar cerca de Freyre (240 km), donde viven sus padres y amigos de la infancia, y también de Santa Fe (170 km), donde residen su mujer y sus tres hijos, ya adolescentes. La vida del entrenador, a diferencia de cuando uno es futbolista y no tiene hijos, o son muy pequeños y van con uno, no es sencilla. La apuesta de Frank Darío fue muy fuerte: no cualquiera se anima a tomar a un equipo en la tercera categoría, sobre todo después de haberse ganado el derecho a dirigir en Primera.

-Tenía ofertas del exterior, y también de Primera de Argentina, pero me llamaron para decirme que Fassi me quería conocer. “¿Podrás mañana reunirte con él?”, me preguntaron sus allegados. “¿Voy a Córdoba o viene para Freyre?”, les dije. “No, tenés que ir a Miami, Andrés está ahí”, siguieron. Me mandaron los pasajes y fui. Yo ya sabía lo que había hecho en el Pachuca. En la primera reunión, me atrapó y aunque nos juntamos un par de veces más, ya el primer día supe que sería el técnico de Talleres.

-Fassi también empezó como PF, estudió en el La Salle…
-Sí, sí, hemos atravesado instancias muy parecidas de vida. Andrés es un verdadero dirigente deportivo: sabe de organización, sabe de fútbol, sabe de estructuras, tiene una visión que va más allá.

-Diferente a los que había tratado aquí…
-Por supuesto, aquí la gran mayoría no es dirigente deportivo. Andrés no es un improvisado, es un profesional. No hay de esos en el fútbol argentino, le guste a quien le guste. Habrá más o menos capacitados que otros pero no profesionales como él. Viene a todas las prácticas, tiene una impronta, una creatividad y una autoexigencia que te lleva para adelante.

Imagen En Instituto no le fue bien.
En Instituto no le fue bien.
-¿Hay una receta para ascender equipos?
-En el aspecto futbolístico, no, yo los preparo igual, así juegue el Federal B o la Champions League. Después, hay que ver los jugadores con los que uno cuenta, porque a medida que uno asciende en las categorías va teniendo futbolistas más ricos técnicamente. En cuanto al aspecto emocional y psicológico, en Talleres no había otro objetivo que no fuera ascender, otra cosa no servía. En otros equipos se puede trabajar sin esa presión extra. Lo que sí, creo, es que hay muchos técnicos con grandes performances en Primera o en el exterior pero que no sé si rendirían como técnicos del ascenso.

-¿Por qué?
-Por los aspectos externos. En el Federal A por ahí vas a estadios con vestuarios en los que no entran todos tus jugadores, y si uno no está preparado mentalmente para lo que se va a encontrar, la podés pasar mal. Al asumir en Talleres, me informé y tuve que hacer un gran trabajo con psicólogos, con yoga, mentalizarme yo mismo para que no fuese un choque cuando a la tercera fecha fuéramos a jugar a un estadio donde no entrásemos todos en el vestuario.

-¿Qué hacía?
-En la semana previa a cada partido, por intermedio de conocidos de la zona, averiguaba bien cómo eran los vestuarios y el estadio en general. Y armaba una logística. Lo tomábamos como un desafío. Decíamos: “Hay que pasar estos obstáculos para ser los mejores, hay que jugar ahí y bancársela”. Porque si no lo hablás antes y de golpe te encontrás con cosas así, es realmente un shock.

-¿Imaginaba que en un año y medio llegarían a la A?
-Ascenderlo del Federal A, sí, porque no había otra opción. Si lo otro lo programé, no, pero también te digo que cada campeonato que inicio, lo encaro para ser el mejor y salir primero. No es fácil saltar dos categorías en un año y medio y con la mochila tan pesada por los años de frustraciones, pero tampoco me sorprende haberlo logrado, porque estábamos convencidos.

-¿El invicto lo vivió de un modo especial?
-Está buenísimo, porque tampoco es fácil de alcanzar. A lo mejor uno no dimensiona lo que logró. Por mi forma de ser, no disfruto tanto de los éxitos. Uno o dos días y después ya estoy pensando en el nuevo proyecto, ese es mi disfrute. Entre tener que irme de vacaciones y armar un equipo, disfruto más armando un equipo (esperemos que su mujer no lea esta nota). Si me alcanza para las dos cosas, genial.

-Lo que está claro es que tantas pálidas de Talleres en estos 12 años merecían un final épico como el de la cancha de All Boys…
-Fue una novela hermosa, algo maravilloso, apoteótico, indescriptible…

-¿Lo sorprendió la popularidad de Talleres?
-Yo soy cordobés, y sabía lo que era Talleres, pero estando adentro se ve más grande, sinceramente. En ese sentido sí me sorprendió, son muchísimos los que viven por y para Talleres. Son admirables.

Imagen Dando indicaciones. De perfil bajo, quizás por eso le costó meterse en el corazón del hincha.
Dando indicaciones. De perfil bajo, quizás por eso le costó meterse en el corazón del hincha.
-¿Siente que le costó entrar en el corazón del hincha?
-Siento que hoy la gente me conoce. Algunos podrán estar más de acuerdo que otros, porque existe el debate y está bueno que así sea, pero creo que han conocido al profesional que se dedica ciento por ciento y deja el alma por el club. No soy mediático, no me gusta aparecer demasiado, así que no sé si entré en el corazón de la gente de Talleres o no, pero sí estoy convencido de que entre todos aportamos algo en la historia del club. Ascender dos categorías quedará marcado por siempre.

-La última, Frank, ¿siente que le hicieron pagar derecho de piso en la profesión por no haber sido futbolista profesional?
-Cuando me inicié en esto, se dirigía porque habías sido jugador de fútbol reconocido, no importaba si sabías o no. Hoy cambió, no alcanza con haber sido un futbolista importante. Por momentos, sí sentí ese pie de elefante encima que no me dejaba crecer. Yo llegué a dirigir en Primera por una cuestión fortuita, porque los jugadores me pidieron. Pero el pie de elefante me aplastaba. Es un simbolismo que uso, sobre todo en la época de las inferiores de Unión, cuando conseguimos resultados buenísimos, peleando contra clubes históricos y poderosos en inferiores, como Boca con Griffa, River, Vélez, cuando nosotros recién arrancábamos en AFA. Lo cierto es que amo mi profesión. Más allá de los logros, disfruto entrenando, estando al aire libre. Es mi pasión y tengo el orgullo de haber dirigido desde una escuelita de fútbol pasando por todas las categorías posibles, desde la A hasta ligas regionales.

Club por club

9 de Julio Olímpico de Freyre
Campeón en el club de su ciudad como DT de la Cuarta División en dos ocasiones.

La Salle Jobson
Campeón de la Liga Santafesina como DT de la Primera del prestigioso colegio, por primera vez en la historia.

Gimnasia de Ciudadela
(Santa Fe)
Subcampeón de Liga, clasificación al Argentino B y campeón provincial.

Unión de Santa Fe
Interinato en Primera División en 2002: logra mantener la categoría tras superar a Gimnasia de Entre Ríos en la Promoción (1-3 y 3-0).

Patronato (Paraná)
Dirige al equipo en el Argentino B y es despedido antes de la finalización del contrato.

Libertad de Sunchales
Lo toma en el Argentino B, lo salva del descenso, y luego consigue el ascenso al Argentino A.

Boca Unidos (Corrientes)
Asume como coordinador general, luego toma el primer equipo y logra el ascenso del Argentino A al Nacional B.

Unión de Santa Fe
Logra el ascenso a Primera División (2010/11) tras 8 temporadas. Y en la siguiente campaña lo mantiene en la A sin necesidad de Promoción.

Instituto de Córdoba
Sucede a Darío Franco, no consigue resultados con un plantel con problemas económicos y se va por cortocircuitos con la dirigencia.

Huracán
Sucede a Mohamed, fuerza un desempate con Independiente por el tercer ascenso y pierde en final polémica. Lo clasifica a semifinales de Copa Argentina. Lo despiden.

Talleres de Córdoba
Toma al equipo en el Argentino A y lo asciende dos categorías en un año y medio, ganando invicto el Nacional B (hecho inédito).

Por Diego Borinsky / Fotos: Prensa Talleres

Nota publicada en la edición de julio de 2016 de El Gráfico