¡Habla memoria!

1940. Juventud, divino tesoro

Mario Fortunato, que supo ser campeón dirigiendo a Boca en cuatro oportunidades, habla sobre brindarle oportunidades a los jóvenes, pero sin dejar de lado a los experimentados.

Por Redacción EG ·

18 de marzo de 2020

"No lo vamos a poner porque es muy joven y se puede marear", es una expresión que escuché muchas veces y me pregunté a mí mismo: "¿Quién no se marea?" Seamos jovencitos o veteranos, la verdad es que cuando hacemos dos cosas buenas o tenemos un par de aciertos nos mareamos todos. Somos vanidosos sin confesarlo. El éxito nos subyuga y es preciso tener un gran criterio y carácter para que los triunfos no nos desvíen. Lo importante es que entreverados con los éxitos se susciten algunos fracasos para que ellos nos llamen a la razón y nos frenen imponiéndonos, a la vez, una guía de suma utilidad. Hay veces que un golpe a tiempo viene al pelo y nos hace más bien que un rosario de éxitos. Si un muchachito de 16 o 17 años revela verdadera calidad, su inclusión en primera puede encontrar el inconveniente de un físico no preparado para el esfuerzo. No hablo de dimensiones. Puede ser chico o grande e igualmente no estar habilitado para luchas más dinámicas, más vigorosas. El mismo jugador, sin variar en peso ni en medidas, a los 17 años es más tierno que a los 24, en que está plenamente formado. De ahí la importancia de preparar a un físico cuando se advierte en el muchachito calidad indiscutible. Hacia esa preparación debe tender el trabajo del club que posee en sus filas un valor que está en condiciones de brindarle grandes futuras actuaciones. Por lo general se tiene un hombre conocedor en la primera y que suele hacerse cargo también de otra división, pero se descuida a las inferiores que deben constituirse en los viveros de donde el club extraerá sus futuros ases. Ya El Gráfico señaló en más de una oportunidad esa necesidad y hasta hizo números para demostrar que el sueldo de un entrenador capaz dedicado a divisiones inferiores puede ser menos gravoso que el pagar un pase. Grandes capitales se movilizan en los pases y se observa que un porcentaje apreciable de los mismos significan malos negocios. El hombre no se adapta al nuevo medio, no rinde de inmediato, y como las exigencias del campeonato no permiten esperar, miles de pesos van y vienen sin que el que paga obtenga siempre el éxito esperado. A veces la falla reside en no considerar que ese hombre, que es crack en un cuadro determinado, posee características que no podrán modificarse en poco tiempo a otro equipo que las posee opuestas. Los criollos no sabemos o no queremos esperar. No tienen la culpa los dirigentes. Es la masa de parciales la que no se resigna a una espera. Se hace del triunfo una cuestión de vida o muerte. Existen hinchas que cuando su team pierde se amargan lo indecible. Parece mentira que en los años que llevan viendo fútbol no se hayan fogueado lo suficiente como para aceptar las derrotas. Al comienzo de cada temporada son varios los que tienen la "obligación" de salir campeones. Y el campeón será uno.

 

Imagen Roberto Cherro.
Roberto Cherro.
 

 

CUIDADO, NUTRICIÓN, ETC.

La mayoría de los altos valores que figuran en la historia del fútbol argentino comenzaron a actuar en primera siendo muchachitos. Pocos lo hicieron después de los 20 años. Es cierto que el juego de muchos años atrás era más lento y hasta menos mal intencionado; no existían tantas obligaciones de ganar; se estimaba mucho el despliegue, la belleza del juego, etc. Recordamos todos haber visto a mucha gente salir elogiando el rendimiento de su team favorito aun habiendo perdido. Por eso dije anteriormente que el ojo clínico del entrenador debe extraer de las divisiones inferiores aquellos a quienes juzga de porvenir para irlos preparando físicamente y también observar si ese joven ha sufrido una desnutrición en su infancia. Claro que para tal cosa se precisan amplios conocimientos, pero si el entrenador no los posee, nada le cuesta hacer ver a quien cree un futuro crack por el médico del club, entonces, se puede llegar al caso de concentrar a un muchachito y alimentarlo científicamente para obtener en un par de años una evolución física que salvará a ese jugador que recompensará al club de los esfuerzas que haya realizado por él. No quiero hacer nombres, pero han habido en el fútbol quienes no llegaron a más por haber  padecido una desnutrición en su niñez, de la cual el único culpable fue el medio económico en que se han criado. Ni padre, ni madre ni nadie tuvo la culpa, sino que la miseria.

 

Imagen Ernesto Lazzatti.
Ernesto Lazzatti.
 

 

DE LA CUARTA A LA PRIMERA

Como en la actualidad el fútbol es más exigente, esa preparación física y oportunos consejos son más necesarios que hace veinte años. Otra fórmula eficaz es la de vincular a esos futuros cracks a los ya consagrados incluyéndolos en matches de práctica, en hacerlos concentrar con ellos argumentando que pueden necesitarse sus servicios, a fin de que esas relaciones establezcan familiaridad entre el joven y los avezados para que, llegado el momento de jugar, no sufra una cohibición que le reste rendimiento. Un error es mandar un hombre a segunda o tercera para que "se haga". Si tiene clase hay que pasarlo directamente de cuarta a primera. Si se puede, es lo mejor. Si no se puede, es preferible que practique entre semana con los de la superior antes de jugar en esas otras divisiones en donde, por la manera de actuar en ellas, significan en muchos casos la tumba de valores en plena ascensión. Un muchachito de calidad que pasa de la cuarta a la segunda, por ejemplo, comienza a jugar bien. Los diez primeros minutos hace todo con clase… y se pasa después los 80 restantes saltando de un lado a otro para esquivar los golpes. En esas segundas se encuentran innumerables que no progresan ni progresarán, que son "hombres de segunda" en forma absoluta y sin la menor perspectiva de escalar. Se hacen a ese juego; ya tienen una edad en que saben que no irán más arriba y defienden el puesto "rompiendo". Frente a esos hombres ya anclados no podemos poner adolescentes que son verdaderas promesas. La gente dice que los jóvenes no tienen experiencia. No, es otra cosa. Esos futuros cracks penetran al field de segunda a demostrar toda la gama de sus recursos técnicos y no a devolver golpe por golpe frente a quienes nada tienen que perder. La experiencia, entonces, se adquiriría en primera, donde, en fin de cuentas el juego es más limpio y mejor controlado. La experiencia que recogerían en divisiones inferiores es perniciosa, casi podría decir que son más mañas que experiencia. Al comienzo, cuando se aparece en primera, se sufre un error que llamaré de óptica.

 

Imagen José Nasazzi.
José Nasazzi.
 

 

CUESTION DE MEDIDAS

La cancha parece chica. Siempre el contrario está muy cerca de uno. El tiempo va dando las medidas exactas y llega el momento en que aquel muchachito inexperto a la vuelta de un año o poco más se convierte en el guía de su línea. Recuerdo cuando llevé a Roberto Cherro a Boca Juniors. En los primeros partidos se gambeteaba hasta el poste. Para avanzar treinta metros tenía que pasarse a cuatro o cinco adversarios. Hoy, si Roberto pasara a cuatro hombres, haría goles en todas las jugadas. Un poco los consejos oportunos (que cuanto menos sean es mejor) y mucho su intuición y su inteligencia para analizar situaciones, lo llevaron a una modificación fundamental en su juego. Tan es así que en 1927, en un reportaje que le hizo Borocotó, Cherro declaraba en El Gráfico que había que jugar como Manuel Seoane, en quien se inspiraba. Todavía tengo presente el título de aquella nota. Decía: "Pasás a uno, a dos, a tres... pero viene el cuarto y te lustra". A propósito, debo decir que yo siempre aconsejé a los muchachitos por mí dirigidos que fueran a ver a los mejores en su puesto para tener una guía. Un back izquierdo de cuarta, por ejemplo, hoy tendría que irlo a ver a Alberti todas las veces que pudiera; así como Cherro miraba a Seoane.

 

Imagen Manuel Seoane.
Manuel Seoane.
 

 

LA "DECADENCIA"

Aconteció que en los muchos años en que Cherro actuó con singular eficacia, varias veces se le asignó una decadencia que no existía. Lo mismo escuché algunas veces con respecto a Moreno, el insider de River. Un hombre de esa calidad y en plena juventud no puede estar en decadencia. Son momentos que pasan. Hay rachas buenas y de las otras sin que, a veces, se pueda hallar la causa, que está muy escondida, que puede ser de carácter psíquico. Minella, Lazzatti, el mismo Seoane y otros más fueron "vistos" en decadencia varias veces... y después reeditaron sus mejores actuaciones. Los más trabajadores tienen momentos en que, sin saber por qué, se encuentran desganados. A todos les ocurre. Un día dijo Tesorieri refiriéndose a un celebrado arquero que pasaba por mala racha: "Hay momentos en que el arco resulta grande. Conviene entonces descansar para luego ir a la cancha y encontrarse en las verdaderas medidas". Así como en el comienzo la cancha resultó chica a los ojos y uno no encontraba espacio entre sí y el rival, llega un momento en que la pelota "quema" en los pies y la valla se amplía...

 

Imagen Juan Carlos Iribarren.
Juan Carlos Iribarren.
 

Ahora bien: pongamos por caso que un jugador ha llegado en realidad a un declive impuesto por los años. No es conveniente quitarlo de golpe y porrazo. En 1932 se sacó en forma definitiva de River a Juan Carlos Iribarren... y cinco años después jugaba el Sudamericano. Casos así hay muchos. Los jugadores de clase y ya veteranos pueden no ser muy convenientes en determinado partido, pero ser mucho más útiles que los nuevos en otros. Lo conveniente sería irlos rotando, buscando aquellos matches en donde el rendimiento de ellos, por serenidad de concepción, por lo que significan como guías para la producción del conjunto, son más que sus reemplazantes, pues pueden haber bajado en su rendimiento individual y no en el colectivo. Los uruguayos, en 1935, pusieron un veterano en cada línea y nos ganaron el Sudamericano disputado en Lima. Tenían en el triángulo a Nasazzi con 35 años; en la línea media a Lorenzo Fernández, de la misma edad, y adelante al manco Castro, más joven que éstos pero igualmente veterano. ¿Quién puede negar que en un cotejo de tanto compromiso la experiencia de esos hombres haya sido más fructífera que el ímpetu juvenil? ¿No habrán sido ellos los que hicieron rendir a los jóvenes?

Yo creo que sí. No solamente por lo que el jugador experimentado hace, sino por lo que influye en el rendimiento de los demás. El viejo sirve a los pibes como guía, cosa importantísima, pero por otra parte existe un factor psicológico: el de la admiración que los nuevos sienten hacia sus mayores, admiración que los lleva a imitarlos y a tratar de hacer las cosas bien para merecer su aprobación.

Claro que no todos los veteranos saben emplear ese ascendiente moral. Hay quienes gritan a los noveles, achicándolos. Debe hacerse todo lo contrario. Un elogio al pasar, durante el juego, es el mejor estimulante que se le puede dar al muchacho, quien escucha la voz del compañero mayor como si se tratara de un padre.

Mandar es más difícil de lo que parece. Cualquiera se siente capacitado para dar órdenes, pero son pocos los que saben impartirlas. Unas cuantas palabras y a tiempo son más beneficiosas que los largos sermones.

 

 

Por Mario Fortunato (1940).