¡Habla memoria!

1972. ¿Qué tiene Bianchi de los grandes goleadores de la historia?

Surgido de la cantera de Vélez, Carlos Bianchi no paraba de hacer goles. El Gráfico desglosó las cualidades de este goleador comparándolo con los grandes referentes históricos del puesto.

Por Redacción EG ·

26 de abril de 2023

LA GUAPEZA DE MASANTONIO

Posiblemente Herminio Masantonio haya sido el goleador de antes que más comunidad de caracteres tuvo con el estilo que hoy define a Carlos Bianchi. El gran centro delantero de Huracán no era hombre de pique corto ni de sutilezas ni de remate especialmente poderoso, aunque sabía pegarle bien, seco y justo, desde la media distancia. Pero no era torpe. No era el chocador que embiste y tira abajo paredes por una simple razón de potencia física. Sabía ubicarse, sabía distribuir el juego, sabía usar la gambeta en el momento oportuno, sabía fabricar y explotar el claro. Pero sus grandes virtudes fueron dos: una futbolística y otra temperamental.

• La futbolística: su combinación de habilidad - fuerza - aguante - defensa de la pelota para arrancar frente a rivales que lo estaban esperando y arreárselos por espacio de varios metros, con resto para definir esos arranques en gol.

• La temperamental: su hombría para afrontar cualquier situación hasta las últimas consecuencias. Guapo sin alardes. Guapo respetuoso. Guapo sin ventajas. Guapo en cualquier terreno, GUAPO DE VERDAD.

Carlitos Bianchi exhibe esos dos atributos que hicieron inolvidable la legendaria figura de aquel arquetipo de Parque Patricios que recuerdan los tangos del negro De la Cruz. Por eso, si tuviéramos que compararlo especialmente con algún crack del pasado, la elección no nos ofrece dudas. Es lo más parecido que hemos visto, en más de tres décadas de fútbol, a Herminio Masantonio.

 

Imagen Herminio Masantonio.
Herminio Masantonio.
 

 

LA VERSATILIDAD DE ERICO

Si comparamos características físicas y técnicas, entre el malabarista Arsenio Erico y el contundente goleador de Vélez no existe ningún tipo de identidad. El fútbol alado, casi de ballet, del inolvidable paraguayo está en las antípodas respecto del fútbol sólido y sin adornos de Carlitos. Erico era un fenómeno en el juego aéreo. Cuando iba a buscarla arriba hacía la de Pelé: saltaba, parecía quedar suspendido en el aire y seguía subiendo. Por eso, EL GRAFICO de Borocotó y Frascara lo bautizó EL TRAMPOLIN INVISIBLE, Abajo era todo repentización y sutileza. Tenía un hamaque tan engañador frente al rival que le salía al encuentro que ese mismo rival le abría el camino al moverse siguiendo el amague. La iba llevando como si se la dejara olvidada. Pero la pellizcaba siempre y seguía. No era el cañonero que rompe redes ni el oportunista que espera el error adversario ni el fantasma que brota de la nada. Tenía un poco de cada uno. Podía estar adentro, esperándola, o podía venir desde atrás. Podía hacer goles de palomita o dejar el tendal tras su deslizamiento desconcertante, muy parecido al de Juan Ramón Verón. Estaba en el rebote, en el tejido fino y en la cortada larga. Y es justamente esa versatilidad del paraguayo que tiene el record de goles oficiales en el fútbol argentino lo que posibilita su comparación con Bianchi, más allá de estilos y de conformación físico-técnica. Lo importan-te de este joven goleador de hoy es que no podemos encasillarlo en el rubro "fantasma" como a Luis Artime o en el rubro "oportunismo" como a Sanfilippo o en el rubro "sagacidad usada con la mayor simplicidad" como a Labruna o en el rubro "pujanza para llevarse la gente a la rastra" como Bernabé, Varallo o Masantonio. Porque Bianchi tiene un poco de cada uno de esos atributos y los va mostrando a medida que las circunstancias se lo exigen. Puede estar arriba o arrancar de atrás. Puede jugar para el gol propio y también está para servirle el gol al compañero mejor colocado. Especialmente bajándole pelotas que vienen de aire y que otros, menos inteligentes, intentarían cabecear al arco.

 

Imagen Arsenio Erico
Arsenio Erico
 

 

LA FRIALDAD DE SANFILIPPO

Las grandes virtudes del José Sanfilippo que redondeó la hazaña de ser goleador absoluto del fútbol argentino en cuatro temporadas consecutivas fueron;

• su oportunismo para estar ahí, en el sitio y el momento justo de la pelota que queda boyando sin dueño en el área;

• su pique corto y su hermosa pegada con la pelota encima, sin necesitar de un extenso recorrido de pierna para sacar el remate infalible;

• su astucia para agrandar al contrario dejándose marcar, como entregándose a la marca, para sorprender de golpe con la aparición fulminante e inesperada. En todas esas virtudes, Bianchi está por debajo del Nene de San Lorenzo. Carlitos es más franco, denuncia más claramente sus intenciones. No se entrega a la marca. Lucha siempre. No muestra la inapelable certeza de Sanfilippo para definir en espacios mínimos. Pero tiene la frialdad del goleador nacido para resolver siempre de la manera más favorable. Con el contrario encima, con el arquero saliendo, con el marcador que se cruza, en medio de la mayor congestión del área o cuando entra solo, cortado, limpito. En estos casos, cuando existe casi la obligación de que el delantero culmine su jugada en gol, Bianchi exhibe la sangre fría de Sanfilippo. La sangre fría de los que no dudan nunca y aciertan siempre. Frente al arquero que sale a atorarlo sabe cuándo debe tocarla por arriba, cuándo debe ponerla en los rincones y cuándo debe apelar a la gambeta larga para quedar solo frente a los tres palos.

 

Imagen José Sanfilippo
José Sanfilippo
 

 

LA GENEROSIDAD DE BERNABE

Bernabé Ferreyra fue el hombre que con sus goles revolucionó al fútbol argentino. Su leyenda se forjó en base a dos atributos en los que muy pocos han podido equipararlo o superarlo: pique y remate. Un pique arrasador, que obligaba a Mario Fortunato (uno de los primeros entrenadores argentinos que estudió las características de los adversarios) a gritarles a sus defensores: "No le salgan de costado. ¡Sálganle de frente!" Y un remate que rompía la red. Lo sacaba en breve espacio, sin acomodarse, en plena carrera, sin necesidad de rectificar el perfil cuando entraba muy sesgado respecto del arco y tenía que patear cruzado. Así asomó en Tigre y así triunfó en River. Así llenó tribunas, destrozó marcaciones, emocionó multitudes, encendió polémicas y marcó cualquier cantidad de goles. Es el único goleador de nuestras canchas que tiene un promedio scorístico superior a uno. O sea que tiene más coles convertidos que partidos jugados. Con el tiempo, a medida que los golpes se iban sintiendo más y más en esas piernas famosas, tan finitas que parecía imposible que pudieran encerrar tanta potencia, La Fiera se echó atrás, se hizo más jugador y siguió metiendo goles desde fuera del área. Pero al margen de esas condiciones que forjaron su fama y su leyenda, lo admirable de Bernabé fue su entrega generosa y sin reservas de cada minuto y de cada partido. Sabía que la gente iba a ver al Mortero de Rufino, a La Fiera, al gran goleador, al ídolo y nunca quiso defraudar al público. Aunque lo marcaran entre tres. Aunque la tarde viniera totalmente en contra. Aunque lo golpearan despiadadamente. Aun-que el público lo abucheara por el remate que iba a los carteles de lo alto de la tribuna. Bernabé se brindó siempre, hasta la última gota de su sangre, por el espectáculo que el público le exigía. Esa fue su grandeza. Y ésa es también la grandeza de Carlos Bianchi. Sin el pique ni el remate fabulosos de Bernabé. Pero tallado en su misma madera de entereza, vergüenza y generosidad.

 

Imagen Bernabé Ferreyra
Bernabé Ferreyra
 

 

LA PUJANZA DE VARALLO

Pancho Varallo fue uno de los más grandes goleadores de la década del 30. De baja estatura (poco más alto que Sanfilippo), era morrudo y fuerte (tipo Oscar Mas). Físicamente parecido a Uwe Seeler, era la cuota de practicidad, de eficacia para el gol, de fuerza y empuje, dentro del terceto boquense que completaban dos eximios jugadores de fútbol como Cherro y Benítez Cáceres. Se destacaba especialmente por tres condiciones que lo situaron en la historia como un definidor de excepción:

• Su rush buscando el arco. Cuando arrancaba hacia adelante, llevando la pelota, Panchito era capaz de traerse a la rastra a media defensa adversaria. Y al terminar el rush era capaz de sacar un tiro que rompía el palo.

• Sus goles de agonía. Muchas veces Boca estaba perdiendo o empatando, y cuando nada podía cambiar ese resultado, porque ya el minuto noventa estaba carreteando en el último aterrizaje sobre la cancha, Varallo inventaba el gol increíble, llevándose a la gente por delante, metiéndola desde un ángulo imposible o cayendo dentro de la red junto con la pelota.

• Su rara virtud de patear saltando. Cuando le llegaba una pelota de aíre y dejarla caer era exponerse a la trabada del defensor que venía cruzándose, Panchito saltaba y le daba de aire. No es lo ortodoxo, lo que enseñan los tratados de técnica, pero suele ser muy útil. Es muy difícil levantar un remate de esa forma. Lógicamente, el empalme neto es más fácil con el pie de apoyo bien asentado en tierra, a corta distancia y en la misma línea de pelota. Pero Varallo le pegaba fuerte y justo en el aire, sorprendiendo con su contraanticipo ofensivo al anticipo que intentaba el defensor. Bianchi tiene algunas de esas virtudes. Patea saltando y así resuelve situaciones difíciles para cualquier delantero, con sorpresa y eficacia. Y es pujante, arrollador, incontenible, cuando encara hacia el arco.

 

Imagen Francisco Varallo
Francisco Varallo
 

 

EL OPTIMISMO DE ARTIME

Bianchi no tiene el repentismo de Luís Artime. El goleador de Vélez puede sorprender por muchos motivos pero no con la dosis de sorpresa que puede provocar Artime, auténtico fantasma que surge de la nada y resuelve sin que nadie se dé cuenta hasta que la pelota está adentro. A Bianchi le falta la velocidad de reacción que tiene Luis dentro del área penal. Pero tiene en común con Artime la admirable tenacidad para buscarlas todas, sin des-moralizarse porque la pelota no llega, sin amargarse por el gol perdido, seguro de que siempre habrá una chance para meterla en la red. Es, como Luisito Artime, el gran optimista del fútbol. El que no le teme a las marcaciones cerradas. El que no se borra porque pasan largos minutos sin tocarla. El que no baja los brazos ni aun cuando la lógica esté señalando que ya no hay nada que hacer. El que no teme pasar vergüenza yendo a la pelota imposible. El que no desperdicia la menor oportunidad. El que no afloja ni arruga cuando la marca se hace dura, áspera, artera y pretendidamente intimidatoria. Bianchi necesita estar más en contacto con la pelota. Sentirse más partícipe del juego. No limitarse a la exclusiva (y difícil) función del que está para meterla en la red. Por eso no se resigna a quedar fuera de la conversación por largos pasajes del partido, como Artime, para aparecer de pronto en la definición que levanta siempre la misma frase en las tribunas: "Es la primera pelota que toca y la mandó a centro...''. Cuando la pelota no llega, Bianchi baja a buscarla. Intenta armar. Y lo consigue, porque es jugador de cabeza levantada y de ojos abiertos, aunque no tenga riqueza de manejo y de toque corto. Aunque son distintos —más luz, más veloz en el área Luis, más jugador de toda la cancha Carlitos—, los identifica la tenacidad, la tozudez con que van a buscarla siempre, el optimismo de sentirse siempre seguros de que, al final, ganan. Es por eso, justamente, que terminan ganando.

 

Imagen Luis Artime
Luis Artime
 

 

Por JUVENAL (1972).