¡Habla memoria!

1968. El genio rebelde

Daniel Willington, entrañable cordobés que la rompió en Vélez es descripto a la perfección por el gran Osvaldo Ardizzone, quien lo describe como el más amateur de todos los profesionales.

Por Redacción EG ·

29 de octubre de 2019

¡Cordobés! ¡Cordobés!" Y es el grito que llega desde allá arriba, es la admiración que encuentra el eco allá abajo, que se prolonga por todos los rincones del estadio. Y entonces no hay control. Entonces nadie puede sustraerse al fenómeno. Nadie puede permanecer insensible al extraño sortilegio de ese mago en la gran tarde de su gran domingo... Porque en esa gran tarde Daniel no corporiza una casaca partidaria, ni es el jugador exclusivo del club... Cuando su genio aflora, cuando todos los resortes de su talento funcionan, Daniel es de todos, pasa a ser patrimonio de todo el estadio, de todos los que estamos sometidos a su arte. Es cuando Daniel juega pensando en su obra, como si buscara su propio deleite, como si provocara su propio placer... Es como el actor que metido en su papel, transportado por la dimensión del personaje, se olvida de su platea y sólo vuelve a la realidad cuando estallan los aplausos... Y como el gran actor necesita "su gran noche", Willington necesita el mismo estímulo. "Hoy no está el «Cordobés.", dicen sus mismos admiradores cuando Daniel malogra la primera pelota que llega a sus pies. Porque intuyen que detrás del primer error llegarán los otros, y luego llegarán su inercia, sus expresiones de desgano, sus reacciones de contrariedad... Y ante los silbidos de descontento llegarán sus gestos insólitos, hasta sus insultos y sus violencias... Daniel es el gran amateur. El más amateur de todos los profesionales de nuestro fútbol, al margen de los millones que se le adjudican... Daniel juega porque le gusta sólo el fútbol que él quiere, porque sólo puede admitirlo tal como él lo entiende y lo interpreta. Por eso no tolera la marca a presión, por eso "desprecia" a todos los perseguidores que le asignan muchos domingos... Por eso no simpatiza a los que le pegan para arriba, ni a los que forcejean, ni a los que le buscan el choque, ni a los que no tratan bien a la pelota... Es allí cuando nace su rebeldía. La rebeldía del genio que no puede asistir a la obra imperfecta. La rebeldía del músico que lastima su sensibilidad ante el acorde desafinado... Por eso nacen sus domingos brillantes y sus domingos oscuros. Los domingos del "¡Cordobés! ¡Cordobés!" y los domingos de los silbidos... Son las dos contrafiguras que van de su placer a su contrariedad... Las dos contrafiguras de este extraño personaje que no conoce el equilibrio del término medio, que desprecia la monótona regularidad de lo correcto y rechaza la austera sencillez de lo útil... Para Daniel no hay alternativas: o el bis triunfal que pide el frenesí de los aplausos o el mutis amargo que exigen la crueldad de los silbidos...

Imagen Una postal de la década del ’60, como diría Pinky en sus programas. Las torres del viejo Fortín, demolidas cuando se hizo la remodelación para el Mundial ’78. Y la ropa que vestía Vélez por aquel entonces. La estampa de Daniel con la camiseta alterna.
Una postal de la década del ’60, como diría Pinky en sus programas. Las torres del viejo Fortín, demolidas cuando se hizo la remodelación para el Mundial ’78. Y la ropa que vestía Vélez por aquel entonces. La estampa de Daniel con la camiseta alterna.

Daniel es la gran contradicción. La misma contradicción que desconcierta a los entendidos, que obliga a los críticos a cambiar de opinión en apenas siete días, que provoca la gran confusión de opiniones... "River lo quiere". "Boca lo compra". Ese es el comentario de cada año, el rumoreo que circula en las transferencias de cada pretemporada. "El «Cordobés» es un fenómeno". "Al «Cordobés no lo quiero en mi equipo". Y la historia sigue. La historia seguirá prolongándose en el mismo tono... Y el "Cordobés" sigue en Vélez, y tal vez seguirá en Vélez, perpetuando la irregularidad de sus domingos brillantes y sus domingos oscuros.

Mientras que Daniel se encogerá de hombros y lanzará su explicación preferida... "¡Y éstos quieren que corra! ¡Si cuando ido» corro me pierdo y no puedo jugar..."

 

EL PESO DE LA LEYENDA...

Y ese mismo Willington del fútbol es el mismo Willington de la vida... El mismo amateurismo, la misma incoherencia, el mismo desequilibrio emotivo. Así, como en la cancha, para Daniel no hay esquemas, ni existen los ordenamientos... Como en la cancha, es generosamente cordial cuando no encuentra obstáculos, cuando no choca con la adversidad... En la conformación espiritual de Daniel necesita ser "comprendido", porque no admite el reproche ni el menoscabo ni la subestimación... Descuidado con el dinero, amplio en la hospitalidad, pero arisco en la disciplina y reacio a todos los sistemas que pretenden someterlo... Daniel es el mismo para vivir que para jugar... Libre albedrío. Absoluta libertad. Y por eso concluye por ser absolutista. Individualista. ¿Acaso no es el gran individualista en su equipo? ¿Acaso es Daniel el que se subordina a sus diez restantes compañeros? No. Son los demás que están obligados a tributarle su colaboración. Porque Daniel es cabeza de compañía, es "patrón", es primera figura. Vamos a admitirle ese derecho a favor de su genio, pero ¿qué ocurriría si un equipo se integrara con once Willington? Nunca llegaría a ser equipo, sino una reunión de grandes genios donde cada cual representaría su gran papel, como una orquesta con grandes solistas, que interpretan sus partituras por separado... Sólo que Daniel necesita aparecer con su instrumento en primer plano y que los demás lo acompañen...

Imagen Sonrisa pícara y serena, a punto de salir a la cancha para jugar con Vélez. Nunca sintió presión ni lo abrumó la responsabilidad.
Sonrisa pícara y serena, a punto de salir a la cancha para jugar con Vélez. Nunca sintió presión ni lo abrumó la responsabilidad.

Cuántas veces escuchamos por allí la misma frase admirativa... "Y... si Willington estuviera en Boca sería ídolo en tres o cuatro partidos... Es posible, pero allí está nuestra duda. La misma duda que nos preocupa en la relación con Daniel Seleccionado... Y volvemos a reiterar que somos los más declarados admiradores de su genio, de su talento, de su habilidad, de su elegancia... Pero, ¿qué puede ocurrir con Daniel igualado en jerarquía, uniformado al prestigio y a la fama del resto? ¿Qué puede ocurrir con Daniel postergado en su pedestal de estrella, menoscabado en su jerarquía de patrón dentro del campo? Pensamos que Daniel no podría resistirlo, porque no dispone de los atributos espirituales de Rulli, ni de Rattin, ni de Pachamé, por citar un tipo de jugadores que van a buscar el partido cuando éste no los encuentra a ellos... Y al genio indiscutible de Daniel, a despecho de su superioridad, le falta lucha, le falta sacrificio, le falta espíritu colectivo... Esa leyenda de su temperamento, de su rebeldía, sólo alcanza realidad cuando reacciona en la cuestión personal, pero no está vinculada a una condición de conductor ni a una personalidad que asume posiciones o que transita en la esfera del caudillo legítimo... Daniel es valiente, atrevido, audaz, pero esos valores no pesan en la relación de equipo, tal vez porque esa hegemonía que ejerce con la pelota dentro de la cancha no se prolonga en la intimidad del vestuario... Daniel no "pelea" en la adversidad. Daniel no se sobrepone a "su tarde oscura". Daniel es genio, y la única reacción de su genio, es la rebeldía. Una rebeldía que muchas veces le hace bajarlos brazos, que lo "paraliza" contra un lateral, lejano, indiferente, abrumado por la impotencia de no jugar lo que él quiere, lo único que admite "su amateurismo" vocacional... De no poder plasmar esa gran tarde de ese gran domingo cuando el "¡Cordobés! ¡Cordobés!" arranca desde allá arriba para prolongarse en la admiración de todo el estadio...

 

¿CUAL ES LA CONCLUSIÓN?

Ahora que Vélez está de actualidad Daniel vuelve al comentario... Otra vez aparecen los títulos admirativos referidos a su calidad, a su talento, a su genio... Otra vez se reiteran las discusiones. Daniel acostumbra a este tipo de reapariciones estruendosas como si su genio se deleitara burlándose de las opiniones críticas... Y no hay salida: hay que volver al gran elogio, hay que volver a opinar que ¡es un fenómeno!, que es el jugador más dotado y más genial de los últimos tiempos... ¿Quién lo puede negar en esa gran tarde? Nadie. ¿Quién puede esgrimir aquello de "los brazos caídos", del jugador "al cincuenta por ciento", del individualista negativo? Y es entonces cuando aflora la revancha de su rebeldía... "Ahora va a ver cómo vienen a saludar todos", comenta irónicamente cuando llega a los vestuarios... "Y... ¿sabe quiénes son éstos? Los mismos que me silbaron el domingo pasado... Los que dicen que no corro, que no lucho, porque las cosas no me salen..." Y en medio de todas esas reflexiones que busca como justificación siempre asoma el mismo dudoso argumento... "Si yo digo siempre... Que no me miren como a un crack... Todo el mundo se equivoca y no pasa nada... Lo que ocurre es que la gente quiere que yo haga todo y más de lo que puedo... Quiero que me traten como a los demás, que me miren como a uno más del equipo... Así se termina con todos estos problemas..."

Imagen Vélez dio la primera vuelta olímpica de su historia en Boedo, tras un triangular con Racing y River. En esa tabla final terminó igualado con el Millonario; se coronó por mejor diferencia de gol.
Vélez dio la primera vuelta olímpica de su historia en Boedo, tras un triangular con Racing y River. En esa tabla final terminó igualado con el Millonario; se coronó por mejor diferencia de gol.

Pero los problemas no se terminarán nunca, Daniel... Porque usted no es como los otros. Y no le hablo del "mal tipo", ni de todas esas leyendas que le fabricaron... En eso me quedo con la opinión de su paisano Viberti cada vez que lo recuerda afectuosamente... "¿Sabe qué persona es Daniel? Un chico, el tipo más generoso que conocí, y si usted va por las buenas le saca cualquier cosa..." Le hablo de su fútbol, de su jerarquía de jugador, de su condición de genio... La gente que se trastorna con ese "¡Cordobés! ¡Cordobés!", que revienta el estadio de Vélez en sus grandes tardes, no puede ocultar su desconsuelo cuando usted la defrauda can su domingo oscuro... En la escala del rendimiento Daniel es diez o cero... No hay alternativas porque sólo es Daniel con el número tope. Daniel no tolera la mediocridad, no admite lo discreto. En Daniel no importa la transpiración, ni la lucha, ni la fatiga... Porque ya Daniel acostumbró a la gente a verlo genio, a experimentar el gran deleite de saborear todo lo que crea, todo lo que realiza, todo lo que ofrece... "Yo quiero que me miren como a uno cualquiera..." Pero ese deseo de Daniel no encontrará nunca eco favorable... O diez o cero. O primera figura o nada. La historia del genio seguirá junto a su extraña rebeldía. Cuarenta y cinco minutos delirantes frente a Huracán y otros cuarenta cinco para el anonimato... No hay término medio. No hay medio tono... Y ya pasaron muchos años para que Daniel se transforme y nos transforme a todos nosotros... Seguiremos transitando desde el diez al cero. Borrando el elogio con un reproche en apenas siete días, en apenas noventa minutos. Vayamos a admirar al genio con todas sus rarezas... No hay contradicción en la crítica... el genio de Daniel es quien juega con ella... "¡Cordobés! ¡Cordobés!", se escuchará en el delirio de allá arriba... "Es mejor que lo vendan", se escuchará también en el reproche de allá arriba...

 

 

Por Osvaldo Ardizzone (1968).

Fotos: Archivo El Gráfico.