¡Habla memoria!

Las grandes sorpresas de comienzos del siglo XX

Por Frascara. Cuando la sorpresa le gana a la lógica. Triunfos y derrotas que conmovieron al público. Hazañas, batacazos y otros fenómenos del deporte. Recuerdos de hechos sobresalientes.

Por Redacción EG ·

11 de octubre de 2019

 

Como que el deporte no es, en resumen, sino un prolongado match, cabe admitir que dentro de él se hayan enfrentado, también en lucha sin cuartel, dos fuerzas que no por ser abstractas dejan de gozar una amplia popularidad: la lógica y la sorpresa.

 

Imagen …Parecía que también los argentinos de la tribuna habían corrido la maratón... Por Zabalita, el héroe, se alzó la bandera en el mástil olímpico. Por Zabalita, el Campeón, se tocó el himno argentino, malísimamente, pero nunca pareció más lindo. Y por Zabalita, el muchacho del pueblo, se puso de pie el estadio entero… (crónica de Frascara. Enviado especial)
…Parecía que también los argentinos de la tribuna habían corrido la maratón... Por Zabalita, el héroe, se alzó la bandera en el mástil olímpico. Por Zabalita, el Campeón, se tocó el himno argentino, malísimamente, pero nunca pareció más lindo. Y por Zabalita, el muchacho del pueblo, se puso de pie el estadio entero… (crónica de Frascara. Enviado especial)
 

Estos dos elementos vienen midiéndose desde las épocas más remotas, pudiendo afirmarse que no existe el juez capaz de dictaminar cuál de ellos lleva, hasta ahora, alguna superioridad. Ha conseguido hacerse más simpática la sorpresa, acaso porque en todo lo imprevisto se adivina algo así como una gambeta ágil, una broma juvenil, una sonrisa cachadora; mientras que la lógica, así de recta, así de formal, tiene ese aire antipático de las cosas demasiado serias, sedentarias, estiradas... Puesto a encarnar la lógica, yo la ubicaría en el cuerpo de una de esas señoras que usan impertinentes y haría que le diera el brazo a uno de esos caballeros que tienen psicología de horario de ferrocarril. Como ustedes ven, no es posible que congenien la lógica y el deporte. Es necesario, imprescindible, que de vez en cuando se sacuda la modorra de la regularidad con el brusco empujón del batacazo. Que el día menos pensado salga Atlanta ganándole a un Boca o a un Independiente, como le ganó aquel año de 1931 a Estudiantes de La Plata, haciéndole perder el Campeonato. Solamente por eso es concebible la figuración de un equipo muy flojo en el Campeonato de primera profesional: por designio travieso del azar, gustoso siempre de reírse a costa de alguien y de hacer reír... o llorar a los demás. El pueblo nuestro, el pueblo afecto al sport, ha sido sacudido muchas veces por grandes sucesos inesperados. Para bien o para mal. No hace al caso. Lo importante es que, en nuestros recuerdos, la sorpresa se ha ganado una cantidad de puntos de referencia. Aquí, un triunfo que nadie esperaba; allá, una derrota con proporciones de desastre; o una hazaña inverosímil que se cumple, o una esperanza grande que se derrumba. El cronista retrocede en el tiempo, busca en la memoria y comienza con un: "¿Se acuerdan ustedes...?"

Hace trece años

Ya trece años!... Sin embargo, vemos patente todavía aquel gran suceso inesperado. Se disputaba el Campeonato Sudamericano de Football de 1921 en el viejo field de Sportivo Barracas. Tenía que ser una fija para los argentinos y los uruguayos, puesto que el fútbol rioplatense evidenciaba una superioridad incuestionable sobre el de los restantes países. Cada cual por su lado iría sorteando adversarios para encontrarse al final y discutir ahí el título. Cierto que venían por primera vez los paraguayos, pero, ¿qué podrían hacer contra los maestros del Plata? Aprenderían, sin duda, y de paso volverían a sus pagos con una buena cosecha de goals. Para colmo de males, a los paraguayos les tocaba debutar enfrentándose con los uruguayos. Me acuerdo como si hubiera sido ayer: apenas salió al field el team de los guaraníes, se le aplaudió con aire de protección, como pidiéndoles a los celestes que no hicieran muchos goles. En seguida se corrió una voz que parecía ir pidiendo otro aplauso: "¡Llevan la camiseta de Alumni!" En efecto, los paraguayos lucían el colorado y blanco a rayas verticales. Ya tenían con ellos a los de casa, sentimentalmente hablando. Pero, a pesar de todo, no habría nada que hacer... Empezó el partido y los uruguayos, calmosamente, se dispusieron a desarrollar su juego de calidad. ¡Y ahí no más surgió el asombro! Los once recién llegados, con una falta de respeto única, se llevaban por delante la calidad, ponían pólvora en cada avance, corrían desenfrenadamente. Al verlos tan resueltos, el público vislumbró la posibilidad del suceso inesperado, advirtió que aquel equipo podría ayudar al team argentino derrotando de entrada al más temible rival. Desde ese momento, los once paraguayos fueron respaldados por los miles de argentinos que había en la tribuna. Se vio a los uruguayos desconcertarse, y se hizo lo que pareció imposible: por dos goals a uno ganaron los paraguayos, ganaron las camisetas de Alumni. Fleitas Solich y Rivas quedaron ya para siempre en el recuerdo del público y el final fue un desborde indescriptible de entusiasmo que premiaba la hazaña jamás presentida.

 

Imagen En Rafaela, Cayetano D´amico llegó primero a la meta imponiéndose a volantes capacitados y que no lo consideraban enemigo peligroso. Las deserciones lo favorecieron y se produjo el batacazo, por cierto que a un promedio bastante bajo.
En Rafaela, Cayetano D´amico llegó primero a la meta imponiéndose a volantes capacitados y que no lo consideraban enemigo peligroso. Las deserciones lo favorecieron y se produjo el batacazo, por cierto que a un promedio bastante bajo.
 

El team de "rejuntados"

Más grande, en sorpresa, que esa victoria de los futbolers paraguayos, más grande y pintoresco, en mi memoria, que todos los otros sucesos inesperados, fue aquel partido que un día de semana, con un calor más propio de una siesta que de un match, jugaron en la misma cancha de Sportivo Barracas los checoeslovacos contra los “rejuntados". Hay que llamarlos así, para dar idea " cómo se formó aquel conjunto argentino. Era un encuentro benéfico, y casi todos los titulares faltaron, Llegó la hora del match, pasó un cuarto de hora, y otro, sin que los cuadros aparecieran en la cancha. El autor de esta nota estaba con un grupo de muchachos amigos, entre los cuales se encontraba el arquero de la tercera de Sportivo Barracas, Ubaldo Ruiz, el mismo que ahora actúa de referee. Hablábamos precisamente del juego brillante de los checoeslovacos, que no habían perdido un solo encuentro, cuando se acercó a nosotros un señor que debía ser dirigente y le dijo a Ruiz:

—Pibe... Tenés que jugar de arquero.

Así por el estilo, reunieron a los demás, sacándolos de las tribunas, y se presentó en el field un equipo a quien el público recibió a gritos y hasta llegó a arrojarle una que otra piedra. Los espectadores protestaron cuando los fotógrafos se dispusieron a enfocar ese team. No querían que se gastara una placa. Y bien... ¿Se acuerdan ustedes? El partido se jugó, los "rejuntados" se agrandaron, lucharon de igual a igual con los checos, los dominaron, ¡y los vencieron por 3 goals a 1!

Ubaldo Ruiz — que usaba una gorra de mi propiedad, — realizó atajadas magistrales, como nunca más volvió a hacerlo. Cuando finalizó el match, el mismo público que había arrojado piedras y se había opuesto a que se sacaran fotografías del team, llevó en andas a los jugadores.

 

Imagen El extraordinario Vito Dumas. Sin energías es retirado del agua.
El extraordinario Vito Dumas. Sin energías es retirado del agua.
 

Los Campeones Olímpicos

Con qué perspectivas, con qué antecedentes se largaron a Colombes los futbolers uruguayos, el año 1924? Fue una aventura, un lindo desafío a la lógica, frente al que costaba mucho sentirse optimistas. Aquí, en Sud América, eran junto con los argentinos los mejores, pero tenían que jugar en Europa, contra los mejores del mundo, sin un grito amigo que los animara. Tan extraño pareció aquello, que cuando los uruguayos llegaron a París, la gente de allá se preguntaban:

—¿Qué vendrán a buscar éstos, desde tan lejos?

No imaginaban los franceses, ni el resto de los europeos, que "esos", desde tan lejos, iban a buscar nada menos que el Campeonato Olímpico. Bastó el primer match para que la admiración hacia los sudamericanos fuese unánime. Llevaban otro juego, mucho más hermoso, mucho más artístico que el que en Europa conocían. Y se animaban a jugarlo ahí, casi en la misma cuna del fútbol.

 

Imagen Su metro y medio no tenía, no podía tener chance en el Campeonato Ciclista de Resistencia. ¿Adónde iba a ir, con esas piernas y ese cuerpo, perdido entre los manubrios?... y sin embargo…
Su metro y medio no tenía, no podía tener chance en el Campeonato Ciclista de Resistencia. ¿Adónde iba a ir, con esas piernas y ese cuerpo, perdido entre los manubrios?... y sin embargo…
 

Uno tras otro fueron cayendo todos los rivales, y, al final, flameó una bandera nueva, joven, en el mástil de añeja tradición. El suceso inesperado, el gran acontecimiento, se había producido. Una gambeta netamente criolla era esa que, ante los ojos atónitos de Europa, le hacía a la Lógica, la Sorpresa.

La consagración de un crack

Si una desgracia no se hubiese producido, acaso habría seguido siendo ignorado el más grande de los backs que tuvo la Argentina. Un estremecimiento de dolor y de tristeza sacudió a todo el público cuando Adolfo Celli se fracturó la pierna en el memorable match contra aquellos mismos campeones olímpicos de 1924. Era doble el pesar del público: se perdía una figura sobresaliente de los combinados argentinos..., y se perdía un partido que aparecía ganado. ¿Qué iba a hacer la defensa, sin el "Alemán"? No se creyó que hubiera un zaguero capaz de reemplazarlo. Bajo el peso de ese pesimismo y de la responsabilidad que significaba reemplazar a semejante futboler en un match de tanta importancia, el suplente de Celli fue casi inadvertido a ocupar su puesto. Muchos espectadores llegaron a preguntar quién era "ese", dónde jugaba... A los cinco minutos, los signos de interrogación se cambiaban por los de admiración:

—¡Quién es ese!!

Una y otra vez, matemáticamente, con elegancia insuperada, con arte de jugador excepcional, "el suplente de Celli" interceptaba combinaciones, velozmente, se adelantaba con la pelota y hacía el pase justo. Al día siguiente, todos los diarios, todos los aficionados, hablaban — ya para siempre — de Ludovico Bidoglio.

 

Imagen Adolfo Celli fue uno de los backs de más alto valor que dio Rosario. Formó la pareja internacional de Argentina.
Adolfo Celli fue uno de los backs de más alto valor que dio Rosario. Formó la pareja internacional de Argentina.
 

El goal de la Lipton 1927

Aquella tarde, la sorpresa nos mandó un tiro contra nuestro propio arco. No lo merecíamos. Debió haber sido al revés. El cuadro argentino dominaba, más aún, ametrallaba. Se jugaba en la mitad de la cancha. De todos lados salían shots hacia el arco de capuccini. Y en cada shot surgía la cabeza estupenda de Nazassi. La Copa Lipton, aquella del año 1927, iba a quedar en casa, tenía que ser, forzosamente, porque el goal era cuestión de segundos. ¡Pero el Terrible no se rendía! Por el contrario, cada vez iba más lejos el rechazo de su cabeza. Un tiro al arco le pegó en la frente al goalkeeper, le volteó la gorra, pero no entró... Seguía desesperadamente el ataque. Todas las gargantas estaban listas para el grito de goal. Y en una de esas... Un rechazo corto de Recanatini, que va a los pies de Scarone, el tiro inmediato del gran insider que pasa bajo el cuerpo de Díaz, y la victoria uruguaya que queda así, imprevistamente sancionada por ese goal, por esa denota de la lógica.

Los catedráticos

Los argentinos habíamos mandado los mejores jugadores a la Olimpiada de Ámsterdam — en la que flamearon juntas las dos banderas del Río de la Plata, — cuando llegaron a Buenos Aires los catedráticos del Motherwell. Se les llamó así porque ellos mismos lo quisieron. Venían a enseñar el juego de fútbol. Y nos encontraban indefensos, expuestos a recibir la lección. Muchachos nuevos, apocados por la fama del rival, se alinearon frente a los fornidos escoceses, en el estadio de River Plate. Media docena de goals tendrían que hacerle a ese débil equipo de Capital. Desde el palco de cronistas, asistimos mudos a los primeros minutos. A la colocación y técnica de los europeos, los nuestros sólo podían oponer entusiasmo. No duraría mucho la defensa eficaz del combinado. Cuestión de cinco minutos, o de diez... Pero llegó el cuarto de hora, y se cumplió la media hora sin que el score fuese abierto. Como reponiéndose de un engaño, el equipo porteño, apoyado ya por todo el público, fue agrandándose, desenvolviéndose con soltura, accionando con calma y picardía. En el segundo tiempo, esperado con nerviosa expectativa, se tendieron ya resueltas las líneas, se opuso a la flema británica la habilidad del potrero, y Spósito señaló el goal que dio el triunfo al equipo que todos habíamos ido a ver perder. Todos, sí, los que terminamos poniéndonos en pie sobre los bancos y aplaudiendo, jubilosos, la victoria de la muchachada. El discípulo, ingenioso, acababa de gastarle una broma al maestro.  

Imagen Vito dumas, el traje de agua revela la lucha, sus facciones no. Fotografía sacada al llegar a Valparaíso (1943).
Vito dumas, el traje de agua revela la lucha, sus facciones no. Fotografía sacada al llegar a Valparaíso (1943).
 

Los 400 metros de Ámsterdam

Para ver si conseguía aprender algo,  fue Alberto Zorrilla a los Juegos Olímpicos de Ámsterdam, en 1928, y se inscribió en la prueba de 400 metros libre. Anticipar un juicio optimista habría sido insultar a la lógica. Bueno entre nosotros, Zorrilla no podía aspirar más que a recibir una mirada de los fenómenos extranjeros... Charlton y Arne Borg eran dos nombres demasiado famosos para que el del muchacho argentino pudiera ser tenido en cuenta. Charlton y Arne Borg, en efecto, concentraron todas las miradas, hasta las de ellos mismos. Se cuidaron mutuamente, seguros de que entre los dos estaba el triunfo. No hubo un solo pensamiento para ese nadador que corría por un andarivel del costado. Estaba perdido ahí, olvidado... ¡Y lo vieron recién cuando su mano, la mano de Alberto Zorrilla, fue la primera en llegar a la meta, después de haber batido al australiano Charlton y al sueco Arne Borg! Inolvidable suceso inesperado, que ungió de celebridad a un nadador nuestro y puso un nombre nuevo junto a los más grandes adjetivos de los peritos mundiales.

En un ring de Nueva York

En un ring de Nueva York peleaba la esperanza del boxeo argentino, y las calles de Buenos Aires se habían llenado esa noche de gente optimista, despreocupada casi, segura de que el Torito de Mataderos seguiría su marcha triunfal. Estaba todo dispuesto para la fiesta. La noche de junio, templada, benigna, permitía los grupos en las esquinas, el amontonamiento frente a los diarios ... Camiones con estandartes y bocinas esperaban solamente por fórmula el anuncio del triunfo, para recorrer los barrios con el grito de siempre. Billy Petrolle ahora..., Mac Larnin después... ¡Y Canzoneri! En un ring de Nueva York, bruscamente, inesperadamente, cayó guapeando la esperanza argentina. Cayó cuando nadie lo esperaba. No podía creerse. Pero los altoparlantes seguían repitiéndolo... En las calles de Buenos Aires, miles de hombres hicieron al mismo tiempo, el mismo ademán: se alzaron el cuello del saco y agacharon la cabeza. Fría, aquella noche de junio...

 

Imagen En estilo espalda también fue Campeón y recordman. El año 1929 en los campeonatos nacionales, Zorrilla ganó todo: 100, 200, 400, 800 y 1500mts libre; 100mts espalda, carrera de postas y torneo de Water Polo.
En estilo espalda también fue Campeón y recordman. El año 1929 en los campeonatos nacionales, Zorrilla ganó todo: 100, 200, 400, 800 y 1500mts libre; 100mts espalda, carrera de postas y torneo de Water Polo.
 

La hazaña increíble

Un razonamiento sereno, desapasionado, encontraba que aquella era una hazaña irrealizable. El hombre puede estar dotado de las mayores virtudes — inteligencia, fuerza, salud, voluntad, audacia, — pero se encontrará siempre can un límite infranqueable: es aquel en el que manda, de modo absoluto, omnipotente, la naturaleza. Y contra ella, desatada por sus más agresivos elementos, a lo largo de una ruta sin horizontes casi, pretendía arrojarse Vito Dumas. Nadie imaginó que aquel compatriota nuestro nos sorprendiera con semejante noticia. Había partido, según sus propias declaraciones, para tomar parte en la travesía de París a nado. Aquella era la excusa tras de la cual quería esconder su propósito magnífico. Excusa inverosímilmente pequeña para un propósito tan grande. Y la hazaña increíble se llevó a cabo. Meses de lucha indescriptible, de sufrimiento y de heroísmo, jornadas de angustia y de hambre, rudos azotes y dramáticos momentos de riesgo fueron jalonando de mérito la travesía estupenda del "Lehg", hasta que, contrariando todas las leyes normales, entró en Buenos Aires trayendo a su bordo un héroe.

En la pista de Palermo

Hace varios años se encontraron en el Hipódromo Argentino dos grandes caballos, dos cracks legítimos: Cocles y Congreve. La carrera iba a ser un match entre ellos, pero se anotó un tercero — Sipo, — nada más que para dar un galopito y llevarse el premio correspondiente a ese puesto. Algunos pichincheros, nada más que por molestar a los catedráticos, jugaron varios boletos al de afuera, a ese que era candidato para el último sitio. En la prueba se disputaba el premio Pueyrredón, sobre 4.000 metros. Los jockeys de ambos cracks, seguros de que entre ellos estaba el ganador, se trenzaron en una riña fantástica, buscando de quebrarse recíprocamente. Pero eran muchos 4.000 metros y excesivo el tren que llevaban, hasta tal punto que los dos grandes caballos entregaron todas sus energías y el público, confuso, desorientado, vio a Sipo que, con toda comodidad, se ubicaba en la delantera y llegaba primero al disco, sancionando la consagración de lo imposible. Desde esa tarde, los entendidos le han quitado el saludo a los que jugaron a Sipo...

De automovilismo

La sorpresa más grande en el automovilismo nuestro tuvo por  protagonista a un volante ya desaparecido: Cayetano D'Amico. Fue en las 500 millas de Rafaela, corridas en septiembre de 1930. Ninguna esperanza de ganar tenía puesto a la par del lote de los más populares corredores, que piloteaban máquinas hechas a las grandes velocidades. Pero la lógica se mandó mudar de Rafaela esa tarde y, en su lugar, lo inesperado hizo el lío: rodaron todos, quedaron fuera de acción los candidatos, y Cayetano D'Amico apareció primero en la clasificación, a un promedio que le hubiera servido para clasificarse quinto, quizás, en cualquier otra ocasión.

En Los Ángeles

Pibe Zabalita: te habrán mirado por encima del hombro los finlandeses grandotes y los norteamericanos. No te conocía nadie; solamente la confianza de tus compatriotas te colocaba, con optimismo, en el tercero o en el cuarto puesto. Todos tus antecedentes eran nuestros; hubiera sido una falta de respeto vaticinar tu triunfo. Pero tus piernas ágiles, tu cuerpo menudo y fuerte, tu figura humilde de muchacho de la Colonia, nos guardaban la más grande, la más hermosa de las sorpresas.

Americanos y europeos quedaron en el camino, detrás de tu gorro blanco; fuiste vos el ganador de la maratón olímpica. Tuviste a "los ángeles" bajo tus pies y por vos, muchachito humilde, se tocó el himno nuestro. Después, apenas dos años más tarde, un cordobesito, Roger Ceballos, daba en Brasil otro campanazo batiendo a ese mismo Zabala, vencedor de la olimpíada y a Iso Hello, as de los finlandeses, regresando con los laureles del triunfo, sí, pero acaso más modesto que nunca.

 

Imagen Bidoglio fue uno de los estandartes del fútbol argentino durante la década del veinte. Defensor con estilo, protagonizó el primer cambió en la historia de la Selección. Ganó dos Sudamericanos.
Bidoglio fue uno de los estandartes del fútbol argentino durante la década del veinte. Defensor con estilo, protagonizó el primer cambió en la historia de la Selección. Ganó dos Sudamericanos.
 

¡El Campeón de Resistencia!

Chiste lindo el del petiso Maturana... Por la fuerza, hizo que lo tornaran en serio. Su metro y medio no tenía, no podía tener chance en el Campeonato Ciclista de Resistencia. ¿Adónde iba a ir, con esas piernas y ese cuerpo, perdido entre los manubrios? ¿Adónde? Eso lo dijo él mismo cuando, faltando todavía 3.000 metros, pegó la escapada. Los punteros, los candidatos al triunfo, lo vieron irse y se miraron entre ellos. "¿Lo dejamos? ¿Lo seguimos?" Cuando se resolvieron, Maturana y su bicicleta eran un punto corrido 200 metros más allá. Y los mantuvo hasta la meta. Al conocerse el resultado, hubo quienes se rieron. Sólo Maturana estaba serio, muy serio, y más grande que nunca con su título de campeón de resistencia.

La sorpresa de Lomas

En el campeonato de rugby, desde que ascendió a primera división, el equipo de Lomas tenía un puesto reservado en exclusividad: el último de la tabla. Hombres disciplinados, no querían que se les desalojara de ese sitio de honor. Todos los domingos recibían 20, 30 o 40 tantos en contra. ¡Y seguían con el mismo entusiasmo! Este año, las cosas empezaron igual. En el primer match, Buenos Aires les hizo 43 puntos.

Gimnasia y Esgrima, bye en la fecha inicial, empezaría su actuación del año midiéndose con Lomas. Gimnasia, conceptuado entre los mejores, fue hasta el pueblito del sur a hacer un poco de training, señalar varias docenas de tantos y regresar tranquilamente. Cuando empezó el match, estaban en la cancha los treinta jugadores, los linesmen, el referee y dos o tres espectadores. ¿No tiene hinchas Lomas? Sí, y muchos; todos los ingleses del lugar. Pero como Gimnasia iba a hacerles una montaña de tantos y aquello iba a ser muy aburrido, todo el mundo se fue a Escalada, donde Buenos Aires jugaba con Hindú. ¡Ese sería partido y no el de Lomas!

Cuando llegaron a Constitución los trenes del sur, un viajero traía la noticia. En cuanto la comunicó, se echaron todos a reír "¡Lomas le ganó a Gimnasia!". Como chiste podía pasar… pero "el" espectador insistió,  dio datos, citó a los scorers. Los gestos fueron cambiándose. ¿Habría que creer? Ahí, en la confitería de la estación, había un jugador de Lomas, que no había jugado por una lesión sufrida el domingo anterior. Y como no jugaba, él también se había ido al otro match... Corrió al teléfono, consultó con el club: ¡era cierto! Lomas le había ganado a Gimnasia. Suerte que después los ingleses del sur ganaron otros matches, porque si no, sus hinchas no se hubieran perdonado nunca haber estado ausentes la única vez que ganó su team...

Cerrando la marcha

A todo esto, la Sorpresa sigue empeñada en su lucha contra la Lógica. De vez en cuando le hace una zancadilla, después la deja descansar un poco, y vuelve a tomarle el pelo... A veces, cansada de hacer siempre lo mismo, se vuelve contra ella misma. Ejemplo: lo sucedido el domingo en Avellaneda. Contra todo lo que indicaba la lógica, Racing le ganaba a Boca Juniors cada vez que se encontraban, así anduvieran por los últimos puestos los de la Academia y al tope de la tabla los xeneises. Las victorias de Racing eran ya una anormalidad normalizada. El domingo iba a pasar lo mismo. ¿Para qué ir a sufrir? Muchos, muchísimos hinchas de Boca se quedaron en el barrio, o se fueron a otros partidos. Según la lógica, debía ganar Boca, pero no había nada que hacer. Eran hijos de los celestes y blancos. La Sorpresa, al despertarse el domingo, se acordó del partido. Pensó que ya era hora de hacer algo nuevo. E hizo que un partido donde debía ganar Racing, ganara Boca.

Con tantos y tantos embrollos como le hacen, ya está desorientada la Lógica. Yo la veo ahí, tirada sobre un sillón, los impertinentes por el suelo, cansada, abatida. Y a dos pasos de ella, la Sorpresa haciéndole muecas de burla...

 

 

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