¡Habla memoria!

1931. Impresiones de Gilberto

Varios temas que el reportero trajo de sus vacaciones: el "Sierrismo", Un rayo de sol nocturno, campeones cordobeses, el berretín de las sierras y el hit “¡Yo quiero ser torero!”

Por Redacción EG ·

03 de octubre de 2019

No temas, lector amigo, que esta semana gaste pólvora en chimangos, ni tinta en dirigentes, hablándote de los líos de nuestro fútbol o de la interminable serie de paquetes que con el rótulo de boxeadores ofrecen al público pagano los managers de Buenos Aires.

Estoy aburrido de esas cosas, cansado, seco, estufo, como decimos los técnicos del idioma.

 

Imagen -
-
 

Por eso decidí tomarme unos días de descanso, y ya que no pude ir a veranear, salí a invernar, dispuesto a practicar uno de los deportes más lindos: el sierrismo. Lo he bautizado así porque no me gusta dar nombres gringos a las cosas criollas. Está bueno que al deporte de atorrar por los Alpes lo llamen alpinismo, y alpinistas a los que lo practican; pero es lógico que al deporte de andar por nuestras sierras lo llamemos sierrismo, y sierristas a los vagos que andan por ellas.

Aclarado ese punto, adelante con los faroles. Tomada tan importante resolución, salí de Buenos Aires en el "Rayo de Sol".

No vayan a creer que eso de "Rayo de Sol" es el nombre de algún auto de carreras, como el "Flecha de Oro", o el "Pájaro Azul".

Nada de eso.

"Rayo de Sol" es el nombre que le han puesto al tren que va de Buenos Aires a Córdoba, aunque si me preguntan por qué lo llaman así me ponen en un compromiso. A lo mejor le han dado ese nombre por tratarse de un tren nocturno. Vaya uno a saber.

Llegué a la tierra de los alfajores y me convencí una vez más de que tiene razón El Gráfico cuando dice que Córdoba es cuna de campeones. Abundan más que los alfajores y que la tonadita. Los vigilantes que dirigen el tráfico son, indiscutiblemente, campeones mundiales del pito. Tocan más pitadas en media hora que referee de fútbol en diez partidos de esos que acaban a piñas. Luego, tienen una manera tan compadrona de cuadrarse y estirar los brazos, que ya la quisieran los chafes porteños para las fiestas patrias.

El día de mi llegada ganó Córdoba el campeonato nacional de choques de tranvías, con uno del que resultaron doce niños heridos. Después tuve el gusto de conocer al indiscutible campeón mundial de la amabilidad, quien tuvo tantas atenciones y bondades conmigo, que llegó a superarse a sí mismo, mejorando sus performances anteriores y estableciendo un record que difícilmente podrá mejorárselo nadie. ¡Hay que embromarse con el amigo Lerchundi!

Me sacó en su automóvil de Córdoba y me trajo a las sierras, dejándome de invernada en Los Cocos, donde estoy nada menos que a 1.380 metros de altura. Jamás me ha llevado ningún hombre a una posición tan elevada. ¡Como para no agradecérselo!

Por estas sierras se ve que hay mucha afición al toreo, pues todo el mundo dice a gritos que quiere ser torero. Hasta la serranita Filomena, mientras escribo esto, está diciendo a gritos, en la cocina: "Yo quiero ser torero"... Y ayer, en una excursión que hice, un ratito a pie y otro caminando, me encontró un burrito blanco que, al verme, se puso a rebuznar.

Al principio me alarmé, porque creí que me saludaba tomándome por algún miembro de su familia, pero luego me di cuenta de que estaba cantando y también quería ser torero. ¡Qué berretín!

Me anunciaron que el domingo o el lunes últimos iba a haber un partido de fútbol entre un team local y otro de no sé dónde; pero no se realizó. Por lo visto, los presuntos visitantes tuvieron miedo de que los cocos de Los Cocos les dieran en el coco. Lo sentí mucho, porque me habría gustado ver jugar al fútbol con tonadita.

Por hacer algo, me metí a compadrear y tomé parte en un campeonato casero de ajedrez — ¡qué hacés, Tartakower, qué hacés! — y en otro de dominó. En el primero me eliminaron en la primera vuelta — ¡salute, Cacho!; — en el de dominó empecé ganando; pero resulta que don Eduardo, el campeón, me daba changüí y ahora, hasta Oscarcito, un pibe muy lindo, me pega cada paliza que me deja tambaleando. Menos mal que cuando venga Borocotó por estos pagos sabrá vengar a su desdichado compañero.

Basta por hoy, que está haciendo un fresquete de regular para arriba y los dedos se me ponen más duros que las patas de algunos cracks futboleros.

Mándenme algún disco para hacerlo circular por estos pagos, a ver si cambian el que tienen y pierden su afición al toreo. Mándemenlo aunque sea el disco con el cual el chileno Benaprés ganó el campeonato latinoamericano de atletismo. Y ténganlo ya por seguro que si él lo arrojó a 44 metros 38, yo al disco del torero lo lanzaré hasta más allá de lo imaginable, hasta 1.380 metros de distancia, desde arriba hacia abajo, se entiende, porque, como dije, yo ronco en una altura donde sólo respiran los aviadores.

Si llega a nevar les mandaré un poquito de nieve para que la guarden para el verano. Por los diarios me entero de que en Buenos Aires siguen los líos, pero estoy tan alto (1.380 metros) que no quiero descender a ocuparme de tales pequeñeces.

Yo quiero ser torero...

¡Zas! ¡Ya me contagié!

¡Y con tonadita y todo!