¡Habla memoria!

1949. Bordados, encajes, ñandutí y otras labores

A mediados del siglo pasado, Borocotó le dedica unas líneas a aquellos jugadores que brindaban espectáculo, los gambeteadores, los que no la largaban nunca. Cherro, Zito y Gandulla entre ellos.

Por Redacción EG ·

30 de julio de 2019

El pintoresco "gallego" De Saa me contaba:

—Le tiré dos o tres trancanazos y se me escurrió. Después me paré a minarlo. ¡Las cosas que hacía con la pelota! Se refería al uruguayo Anselmo, quien a su vez decía:

—El fútbol sería una cosa maravillosa si no tuviera gol.

Eran días que, en el decir de mi compañero Frascara, "se divertían más". Existía, lógico es admitirlo, el utilitarismo, el deseo de ganar, pero no había llegado al imperativo que impuso el profesionalismo. Dos puntas que encierran el proceso les constituyen las expresiones de adictos a Racing. Por tiempos de Pedrito Ochoa decían después de alguna derrota: "Ganamos a puntos". Hace poco expresaban: "Nos faltan goles". Con la nueva línea de 1948 tuvieron goles, Ya saben los lectores lo que ello significó: la posibilidad de conquistar el título tan ambicionado por los racinguistas.

 

Imagen Vicente Zito.
Vicente Zito.
 

Es posible que ningún club de estos pagos haya tenido el desfile de habilidosos que ofreció Racing. Todo artista en el manejo de la pelota pareció destinado a vestir sus colores antes y después de Ochoíta pasaron por el viejo club los más eximios tejedores de ñandutí, los más depurados virtuosos que ratificaron las palabras de Anselmo, pero, en mi concepto, ninguno llegó a la expresión que significó Vicente Zito, "La Bordadora" fue lo imposible, fue el Toscanini de la redonda, el que le puso música a la gambeta, el que comenzaba a moverla y la gastaba tanto que la seguía con la cámara. Y dribleaba con la pelota, con el cuerpo cimbreante, con le cabeza, con los rulitos, con el alma. Era como para decir: "¿Cuánto vale?" Adquirirlo y hacerlo jugar solito en la azotea. ¿Se acuerdan cuando iba bailando rumbas, zambas, raspas y toda la gama mundial de danzas, y ya frente al adversario le decía a le pelota "¡upa!" y se la pasaba al otro por arribe del jopo después de hacérsela oler? Desde atrás la traía para adelante despeinándolo todo y otra vez de frente para hacerle una nueva pasadita a favor de pelo. Era para gastar adjetivos y después de los encomiásticos llegar a los superelogiosos, a esos que empiezan con bestial y terminan con bruto, animal y ya se va a los insultos cuando el insulto adquiere la máxima jerarquía en la expresión encomiástica.

Claro que con eso no se ganaba, pero la culpe fue de quien le puso gol al fútbol. Entre colocarle arcos y música hay diferencia... ¡Y Alberto Lalín, el también insider derecho pero del rival de barriada, de Independiente! En aquellos sus días, no se habían popularizado los bailables radiotelefónicos domingueros. Es que no hacía falta. Los bailes los daba Lalín...

—Cortámela que yo entro y hacemos gol — le decía el negro Seoane en un intervalo. Lalín cumplió. El negro se mandó un golazo de esos que cantaban flor en el aire y corrió a abrazarlo a Lalín.

—¿Viste?

—Sí..., pero yo no me divierto — le contestó el insider derecho. Ya la conté otra vez, pero, perdonen la repetición, hoy venía al pelo.

 

Imagen Lalín y Ravaschino.
Lalín y Ravaschino.
 

Muchos malabaristas pasaron por nuestras canchas y se van acabando ente el grito utilitario de "¡Iargala!". No va a ser posible aquí enumerarlos a todos. La lista sería muy larga. Vamos acordándonos de algunos, y ye que consignamos lo de "¡largala!" puedo decir que eso mismo le gritaba Cherrito a Kuko cuando ya El Apilador había evolucionado después de manifestarme en el lejano 1927: "Pasas a uno, a dos, a tres, pero viene el cuarto y te lustra. En sus comienzos en primera Cherrito la gestaba sobre el verde. Algo similar le ocurrió a Antonio Sastre cuando apareció en la división superior de Independiente trayéndose el potrero a la rastra. Tanto lo instaron al fútbol productivo que después de jugar en los estadios se iba a los baldíos a divertirse. No obstante, llegó a formar con Roberto Porta un ala que jugaba tanto, tanto, que por eso no sirvió. Se pasó de juego... Dicho en términos automovilísticos, se fueron de vueltas...

 

Imagen Roberto Cherro.
Roberto Cherro.
 

—¡Pasala!...; ¡largela!  ¡termina!... — chillaba el pelado Dandi en el centro del ataque de Lanús.

—¡Chiches pa´los muchachos!... ¡Muchos chiches pa'los muchachos!... — respondía Lamas y continuaba con le ablandada.

—¡Pasalal...

—No te hagas mala sangre... Si nos empatan le hacemos otro gol... ¡Chiches pa´los muchachos!... — Y Lamas le iba dejando chiquita.

¿Y aquellas asambleas que hacia Nolo Ferreira en un costado de la cancha? Los amontonaba e todos para hablar bajito y, de pronto, el pase a los productivos. Con las medias caídas, con las piernas delgadas, allí donde la plancha está caliente y hay que andar saltando porque quema, Nolo iba al vals clásico a la rumba trepidante. Después, cuando los tatuajes se fueron sumando sobre las canillas y se produjo el equilibrio entre el placer de jugar y la necesidad de vencer, como muchos otros malabaristas Nolo también dejó de hacer las asambleas y comenzó a medir los pases y a pensar en los goles. El profesionalismo instó a las victorias.

 

Imagen Manuel ´Nolo´ Ferreria.
Manuel ´Nolo´ Ferreria.
 

Todavía, de vez en cuando, y como recuerdos un tanto espaciados, Vicente de la Mata vuelve a ser Capote. En especial modo cuando le vienen esos caprichitos tan suyos de jugarse un match mano a mano con algún adversario. Entonces, son inútiles los consejos. Capote va derecho al rival a marearlo sin importarle en absoluto el cotejo en conjunto para reducirlo a uno individual. Pero antes, también en su caso como en otros similares de dribleedores, cuando las piernas no tenían tantos rayones encimados como ahora, era de los que gustaba del chiche. Salía con as y tres de arrastro hasta merecer ese calificativo que lo dice todo: Capote.

Imagen Vicente de la Mata y el paraguayo Arsenio Erico, cracks de Independiente.
Vicente de la Mata y el paraguayo Arsenio Erico, cracks de Independiente.

El ovillo, el tirabuzón, el perro al que le habían pisado la cola, toda la coreografía del fútbol hacía aquel inquieto Baztarrica que le arrebató el posible campeonato de 1930 a Estudiantes de La Plata y por ello pasó a Boca. No le fue bien en el trasplante porque contrajo una responsabilidad reñida con su aptitud. Él jugaba para divertirse y apareció en un team que lo hacía para ser campeón. Ya a Kuko le habían parado los saltitos sobre le pelota Y ¿cómo iban a permitir que Baztarrica se mandara las vueltitas del perro que se buscaba la cola? En otros lares pudo Baztarrica lucir la gama de sus habilidades.

El espacio se va terminando, compañeros, y nuevos nombres se vienen en tropilla a la memoria. Me acuerdo de Ravaschino, de quien se dice que un día pasó con pelota y todo por entre las piernas de Luisito Monti: de aquel Sabio platense que la machucaba toda, que hacía el rompo sin piolín; de aquel Lauchita Ferrara que en la línea de Platense ponía el baldío con todos sus arabescos en los estadios; del tucumano Leoncio que no hacía .goles pero a quien había que sacarle la pelota con una escopeta o esperar que la perdiera, porque tanto gambeteaba con la redonda que, al final, la seguía con la sombra. Acaso de los últimos grandes bordadores haya sido Gandulla uno de ellos, con la zurda remolineando y recostándose a Emeal para hacer "entre dos"; pero ya llegamos al final del espacio concedido y no es el caso apilar nombres. Quedan citados algunos de los más hábiles gambeteadores que hemos tenido por esos pagos. Ahora ya no se encuentran. El profesionalismo, con todas sus exigencias de sobriedad y efectividad, ha determinado que hasta en las probadas para las quintas divisiones los delegados digan:

—Che, pibe..., que aquí no estás en el potrero — y es preciso largada pronta. Después de haber aprendido a leer y escribir en los baldíos hay que entrar a hacer cuentas. ¡Y qué cosa fría la aritmética!

 

Imagen Bernardo Gandulla.
Bernardo Gandulla.
 

 

Por Borocotó

Fotos: Archivo El Gráfico.