¡Habla memoria!

1932. Los que corajean y los que temen por sus canillas

Chantecler pone sobre la luz un tema que hasta hoy en día se discute, qué jugadores eran los que tenían más agallas y cuáles no dejaban todo en la cancha. Valientes y cobardes de las primeras décadas del siglo XX.

Por Redacción EG ·

12 de marzo de 2019

Los habitués al fútbol saben a qué atenerse acerca del menor o mayor instinto de conservación de los players populares, y los califican de corajudos o amargos. Rara vez se equivocan al hacer sus apreciaciones.

 

Como término medio para la observación está el futboler equilibrado, el normal, aquel que sin ser miedoso no se arriesga en acciones temerarias y que, síntesis de una condición humana generalizada, constituye el mayor número, el centre desde cuyo punto parten dos radios, uno hacia el extremo donde se encuentra el que no conoce el temor ni la prudencia y que se juega entero, sin vacilación alguna, mientras que en el punto diametralmente opuesto está el que se amilana ante los peligros reales e imaginarios, que nada hace sin la previa seguridad de que su intervención en el juego ha de producirle, siquiera por sor presa, una consecuencia desagradable. Juzgando en conjunto la idiosincrasia de nuestros players, existe un juicio perfectamente formado siquiera sea en su falta de previsión para evitar o aminorar los accidentes del juego que no debemos, sin incurrir en apreciación temeraria, atribuir a valentía, sino más bien a imprudencia o, mejor todavía, a una característica muy criolla de no exteriorizar un temor cuando es muy posible que la procesión ande por dentro... Me refiero a todos esos elementos que se fabrican para que los jugadores puedan cuidar su físico, como son las canilleras, tobilleras, rodilleras, doble media revestir las piernas de fajas elásticas o algodones, etcétera. Los europeos especialmente — los hemos visto en nuestros fields, — sin dejar de evidenciar particularmente todos los matices que van desde la valentía temeraria al miedo cerval, suelen, con muy pocas excepciones, abastecerse en un verdadero arsenal de precauciones y sus pantorrillas agrandadas al duplo de su tamaño normal, han contrastado con las cubiertas por simples medias y hasta desnudas de los nuestros.

LOS CORAJUDOS

Circunscribiéndonos a lo nuestro y juzgando individualidades en el aspecto objetivo, inmediatamente alcanzamos a de-terminar que los hombres de defensa son más decididos que los de ataque, lo cual, por otra parte, es perfectamente lógico, si tenemos presente las características esenciales del juego. Quien defiende está en absoluta ventaja sobre el que ataca, en la misma proporción que dos ejércitos en lucha. Por lo tanto, el mérito de valentía o la cualidad de corajudo se hace más valiosa y brillante en los forwards, de entre los cuales deberán hallarse los modelos hasta en su sentido antitético.

Imagen Ramón Mutis
Ramón Mutis

Tan es así, que los backs que despejan con energía en las situaciones difíciles, más que como corajudos se les califica de "rompedores", de los que abusan de su superioridad física, las más de las veces para anular la acción de un rival o inutilizar a éste. En este sentido, y aunque en cierto modo me repita sobre el tema de los "cascadores", el rey de los corajudos, es en la actualidad Ramón Mutis, tipo recio de jugador que jamás ha conocido el miedo ni temió ser superado por nadie en los encontrones. Se distingue de los otros defensores de su índole por la seriedad y falta de aspavientos en sus jugadas, a las que no imprime la exteriorización de un deseo de causar daño intencional. Lo contrario les ocurre, por ejemplo, a Nery, de Estudiantes de La Plata; a Chiarella, de Independiente, a Di Paola, de Argentinos Juniors y a Fossa, de San Lorenzo. Estos, en cuanto les molesta la forma en que se desenvuelve la contienda, van a demostrar intencionadamente su "coraje" sin disimular en manera alguna su intención de prevalecer como los más fuertes.

Los arqueros juegan un papel riesgoso en este sentido, y sin duda que en ellos está pintado el coraje con caracteres bien definidos. Enfocando una visual de conjunto, a poco de observarlos hallamos un saldo favorable. Hay en general indudable arrojo y valentía y si así podría parecer que resulta arduo hallar el modelo, no es realmente tan difícil encontrarlo. Lo tenemos en seguida a mano en el popular Pibona, que se inquieta, salta, se escabulle y arroja como perro de presa hacia la pelota, en medio a un temible concierto de patadas...

LOS DELANTEROS

Habíamos quedado en que hallaríamos los ejemplos más elocuentes de valentía o miedo en los forwards, y no debemos desdecirnos. Justifiquemos con la mención la verdad del aserto.

Imagen Juan Maglio
Juan Maglio

Imagen Guillermo Stabile
Guillermo Stabile

Aquel delantero que sin vacilaciones arrostra todas las contingencias y se lanza en procura del goal es, sin admitir dudas, un valiente que no teme por su integridad física ni conoce el miedo: ejemplos de este tipo, hay tres muy elocuentes, en players que hasta hace poco jugaban aquí y hoy lucen sus habilidades e ímpetu en Italia: me refiero a Renato Cesarini, Guillermo Stábile y Juan Maglio, en particular el primero, quien era de un temple a toda prueba así se le presentaran al frente todos los Mutis, Nery, Chiarella, etcétera, habidos y por haber Maglio también, pero éste era de los que madrugando el foul contrario, solían cometerlo primero, y Stábile, sin quejarse jamás, se perdía como luz en dirección al arco, esquivando o recibiendo golpes a granel.

Los quintetos más poderosos y populares de nuestros clubs, ofrecen modelos singulares como para irnos por las ramas: Boca Juniors, el campeón, tiene en Varallo un típico corajudo; el ex crack de los mens sana, es de ímpetu avasallador y acomete con igual serenidad ante defensas de quite limpio o recias; persigue su objetivo y es optimista de su contextura física; nada ni nadie le detiene. No es así Tarasconi; éste es de los que suelen anularse cuando el ambiente es de violencias, y Cherrito, prudente y egoísta, es de los que cuando las cosas pintan mal, trata de sacar tajada en su favor antes que el rival haga no para rehuir la lucha, sino para sacar de experiencia en su cuerpo; se esquiva, pero ella la mejor parte en un desparramo a codazos o en un puntapié oportuno. Kuko es más miedoso que Tarasconi, si bien su magro físico hace perdonar su timidez. Alberino y Nardine son discretos, pero más se parecen a Kuko que a Varallo.

 

En River Plate, Peucelle es el valiente, Y aún parece desafiar los puntapiés, ofreciendo el blanco de sus canillas desnudas con medias caídas. Marassi y Locasso, bailarines de profesión, esquivan más el golpe que lo que piensan en su habilidad para sortear contrarios.

Los de Estudiantes de La Plata tienen contrastes evidentes: Lauri y Ferreira se van anulando a medida que el ambiente se caldea en patadas promisoras, mientras que ante ellas, parecen hallarse más a gusto Zozaya y Guaita, que hacen verdadero culto de coraje y están entre los primeros artífices del mismo, si es que puedo permitir-me el lujo de llamarle arte al coraje... Scopelli tiene rasgos más ambiguos; no es timorato visible, pero ante los golpes suele ponerse prudentemente a un lado.

En San Lorenzo, las inyecciones de energía que vienen de Fossa y pasan por Corsetti, zahumadas con el recuerdo del indómito coraje de Maglio y Carricaberry, parecen haber anulado a los tímidos. Con todo, pese a su físico bien poco generoso, quien más se destaca cuando los golpes menudean es García, que llega en su temeridad a torear hasta a un Mutis o a un Nery.

En Racing ocurre algo similar con Del Giúdice, en lo que a no amilanarse respecta. Sólo que el diminuto y brillante insider de los albicelestes nunca toma la ofensiva. Devicenzi clama contra los fouls, mientras Fassora se ríe de ellos, Mellone no los rehuye, en tanto que Perinetti, sin anularse, es de los que prefieren llamarse a sosiego.

En Independiente, Seoane es, como Cherro, de los que tratan de sacar la mejor tajada en los entreveros; pero más aguantador que el boquense, no se mezquina cuando la suerte lo llama a recibir los golpes. Ravaschino es de los del término medio; Sastre, más flojón; Porta, bastante corajudo, y el pelirrojo Betinotti, verdadera antítesis del colega de Racing, González, lejos de guapear es de los que se hacen los distraídos cuando el juego fuerte arrecia.

Gainzaráin, de Oeste, es de los que se pierden de vista al primer amago, mientras Sponda no se aturrulla aunque la cosa pinte fea. Stochetti es el aguantador de Chacarita Y que da donde las toma, y Ferrarita, de Platense, resulta del mismo temple que Pichín Del Giúdice.

OTROS CASOS

Imagen Francisco Varallo
Francisco Varallo

Mario Evaristo, cuya timidez anuló muchas de sus virtudes, era un winger o eje de línea peligroso o impagable cuando confiaba en la acción del referee o los defensores contrarios no se mostraban dispuestos a pararlo de cualquier modo. Así, en partidos como el que jugó contra el Celta de Vigo hizo cosas maravillosas, y en otros, en que las papas quemaban, a poco de comenzar a repartirse los golpes, iba quedando en una figura decorativa, como lo fué en la final del Campeonato del Mundo, en Montevideo, a pesar de que una sola vez corajeó; pero sin ganas de reincidir, frente a Andrade y Nasazzi.

Ochoíta era otro de los que hacían muchas piruetas y cosas lindas mientras los defensores que tenía que burlar no montaban el picaso. Por eso, en los matches internacionales en que los players se jugaban enteros o frente a los escoceces no se vió nunca y resultaba un fracaso. Recuerdo que cuando jugaba contra Independiente, nadie lo paraba; pero en cuanto se le ponía, Ucar a tiro, adiós Ochoíta: le tenía un terror pánico.

Eso mismo le ocurrió antes al uruguayo Gradín, uno de los maestros de la gambeta más formidable que tuvo el Río de la Plata. Gradín hacía de la pelota y sus contrarios lo que quería; pero en cuanto Matozzi se le acercaba con su promesa de medirle los tobillos, ya el empezaba a perder la serenidad y la pelota como un corderito.

Con Orsi, el bravo winger rojo, acontecía algo extraño; no temía a nadie ni a nada, salvo a dos hombres: Manfrín, de Lanús, y Nasazzi. Ante ellos su personalidad se achicaba y resultaba un pato vulgar. Con los uruguayos solía dar el espectáculo de burlar como quería al negro Andrade, pero en cuando caía en el radio de acción de Nasazzi, era hombre al agua; como si estuviera embrujado le entregaba la redonda.

 

Por CHANTECLER