¡Habla memoria!

La final de 1966 y el apodo de Gallina, otra derrota difícil de digerir para River

La caída ante Lanús trajo el recuerdo de la final perdida ante Peñarol en la Libertadores de 1966, en la que River ganaba 2-0 y terminó perdiendo 4-2 y ganándose el eterno apodo de Gallina.

Por Redacción EG ·

01 de noviembre de 2017
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No será fácil para River superar la derrota de esta noche ante Lanús, y menos teniendo en cuenta los antecedentes: en 1966, en la final de la Libertadores, el Millonario ganaba 2-0 frente a Peñarol, pero se durmió, el Carbonero lo dio vuelta y con el 4-2 se quedó con la Copa. Además, River se llevó algo más doloroso de esa noche, el apodo de Gallina. 

El repaso de esa increíble remontada empieza con la explicación del curioso formato. Se definía como serie por puntos y no por diferencia de goles. Peñarol había ganado el primer encuentro 2-0 en Montevideo, River el segundo 3-2 en Buenos Aires y todo debió definirse en terreno neutral, en Santiago de Chile el 20 de mayo de 1966. 

River tenía un equipo de gala, con Amadeo Carrizo, Jorge Solari, Pinino Más y Ermindo Onega, entre otros, aunque Peñarol, en medio de su primer quinquenio glorioso, no se quedaba atrás y contaba con el ecuatoriano Alberto Spencer, goleador histórico de la Libertadores. 

El Millonario arrancó ganando 2-0 con los goles de Onega y Solari, pero en el segundo tiempo el Carbonero lo empató con una ráfaga de Spencer y Abbadie y forzó el tiempo suplementario. Rver era el gran favorito, y uno de los primeros equipos que privilegió la Libertadores por encima del torneo local, en el que solía alinear suplentes, sin embargo en el tiempo extra Peñarol pisó fuerte y convirtió los dos goles que le permitieron redondear la hazaña a través de Spencer, nuevamente, y de Pedro Rocha. El 4-2 le dio a los uruguayos su tercera Copa y le infligió al Millonario una derrota que tendría otras consecuencias eternas. 

El siguiente partido luego de esa caída River lo tuvo ante Banfield y los hinchas del Taladro se mofaron de su rival arrojando al terreno de juego una gallina pintada con una franja roja. Lo que nadie sabía es que los fotógrafos inmortalizarían esa imagen y que el apodo de Gallina quedaría de por vida en la historia de River. Un apodo que, invariablemente, trascendió aquella derrota, pero que tuvo su origen en ese doloroso tropiezo. 

Por Matías Rodríguez 

@mmatiasr