Rugby

Guido Petti, de proyecto a realidad

Pasado y presente del joven segunda línea que es una buena noticia para el rugby argentino. Cómo superó la frustración de no haber sido tenista, la herencia de la pelota ovalada gracias a su padre, Los Pumas, el valioso cuarto puesto en el Mundial 2015, los Jaguares, y lo próximo: el Championship.

Por Darío Gurevich ·

12 de septiembre de 2016
Imagen Tiene 21 años, jugó 15 partidos y metió dos tries en Los Pumas. Disputó un Mundial en Menores de 20 y otro en la Mayor.
Tiene 21 años, jugó 15 partidos y metió dos tries en Los Pumas. Disputó un Mundial en Menores de 20 y otro en la Mayor.
Aquella locura quizá le sacó el miedo para tirarse de cabeza sin medir consecuencias, tacklear con vehemencia, y, en definitiva, poner el pecho sin preguntar. Aquella decisión repentina de zambullirse por la ventana, al quedar encerrado en una habitación de su casa, lo curtió. “Tenía nueve años, no podía abrir la puerta y se me ocurrió salir por la ventana, que estaba un poco alta. Como no hice un salto larguísimo, caí encima de las bicicletas, me corté y me abrí la rodilla; me hice pelota. Entonces, me llevaron al hospital y me dieron puntos en la rodilla. Esa fue mi primera cicatriz. Igual, aquello no es nada al lado del rugby profesional”, sentencia Guido.

Guido es Petti, el protagonista de la historia, el porteño de 1,94 metros que aún no era el “ropero” que conocemos. Sin embargo, ya tenía el espíritu y la templanza de un segunda línea en los genes. A los cinco años, empezó a jugar al rugby en el San Isidro Club. Su padre, Roberto, una gloria del SIC, que también anduvo bien en los seleccionados de Buenos Aires, jamás lo forzó. Solo lo acompañó. Todo corría de manera lineal, sin sobresaltos, hasta que surgió un revés inesperado. “Quiero jugar al tenis”, esbozó Guido, cuando pisaba los 12 años. “Abandoné el rugby porque mis dos mejores amigos del colegio jugaban al tenis y yo me enganché –cuenta–. Estaba tan copado con la actividad que, como ellos habían ido a la academia de Nick Bollettieri (el hombre que supo moldear a tenistas que resultaron estrellas), pedí ir y me mandaron a entrenarme durante dos semanas en la academia, que está en Estados Unidos. Estaba muy ilusionado con ser profesional”. 

-¿Eras bueno?
-Jugué algún que otro G2, muchos G3. Estuve Top 100 de la Argentina en Menores de 16. Creo que lo más alto que llegué fue a ser número 80.

-¿Qué tenista era tu espejo?
-Me identificaba con Marat Safin (el ruso que ganó 15 títulos, que alcanzó la gloria al convertirse en número 1 del mundo el 20 de noviembre de 2000). Yo tenía buenos y malos partidos, y, cuando me calentaba, era como él. Me veía similitudes por su altura y por su juego.

-¿Y de los argentinos?
-Observaba mucho a Juan Martín Del Potro, porque tenemos casi la misma altura. Trataba de mirar a jugadores a los que me pareciera físicamente. A diferencia de Juan Martín, yo me sentía más cómodo sobre polvo de ladrillo.

-¿Rompiste muchas raquetas?
-No, solo una. Igual, no lo hice más porque mi mamá casi me mata.

-¿Por qué dejaste el tenis?
-Desde el club, me aconsejaron dedicarle más tiempo. “Para ser profesional, tenés que hacer más”, me repetían. Entonces, debía sumar más horas de entrenamiento, por ejemplo una o dos tardes más. Si lo hacía, debía cambiarme a escolaridad simple en el colegio; es decir, ir en un solo turno. Todo se empezó a volver demasiado demandante, como es el tenis, y no me gustó. Encima, no me iba bien; era un deporte en el que mentalmente no estaba preparado por lo individual que es. Tenía 15 años, era un pibe, y lo sufrí. Por eso, lo dejé de manera drástica. Venía de entrenarme cuatro veces por semana, de veranos en los que corté las vacaciones con mi familia para encarar una pretemporada de seis horas por día… Le había metido mucho corazón. Por eso, cuando largué, me frustré. Significó un cambio muy grande para mí y para mi familia, que me bancó siempre. De todas maneras, desde el momento que dejé, solo toqué una raqueta dos días. Mirá qué loco: cuando era chico, jugaba seis horas por días; en los últimos seis años, agarré dos veces una raqueta.  

-¿Cuándo te cayó la ficha de que no era para vos?
-Fui a jugar un G2 a Mendoza y, como siempre, viajaba solo con el entrenador. Perdí en la primera ronda, y la vuelta se me hizo insoportable. El viaje en micro era larguísimo, y, encima, había faltado un montón al colegio. Estaba frustrado y solo. No tenía con quien compartir esa decepción. Ahí entendí que funciono mejor en grupo.

-¿Cómo y a quién se lo expresaste?
-La encaré a mi mamá y se lo dije claro: “No aguanto más”. El tenis me consumió. Quería volver a intentarlo con el rugby porque necesitaba de un deporte en equipo, de compartir con un grupo, de viajar con muchos compañeros y no con un entrenador. De hecho, no me gustaba viajar solo con un coach. Me cuesta horrores estar en soledad. Soy muy familiero y también me encanta tener cerca a mis amigos. 

-Hablaste de frustración. ¿Cómo te recompusiste tras una deserción tan traumática?
-Como decía: me frustró no ser tenista. Pero me olvidé rápido. A las dos semanas, dije: “Chau, pasó y ya fue”. No es que el tema me quedó en la cabeza. Fue una etapa de mi vida e hice rápido borrón y cuenta nueva. Creo que esa es una virtud, un buen punto a mi favor, porque puedo desligarme rápido de las cosas, no me cuesta tanto. 

Imagen El número 4, que mide 1,94 metros y pesa 108 kilos, experimentó el Super Rugby por primera vez. Se destacó en los Jaguares.
El número 4, que mide 1,94 metros y pesa 108 kilos, experimentó el Super Rugby por primera vez. Se destacó en los Jaguares.
-¿Hoy, a la distancia, no te quedó ni una pizca de nostalgia?
-No, la verdad es que no. Al final, me saqué un peso de encima. Me encantaba, pero le dediqué tanto tiempo que me sofoqué, me harté. Era lo único que hacía a fin de cuentas.

La vuelta al rugby se produjo en su segunda casa: el San Isidro Club. Se sumó a la categoría Menores de 15, incorporó valores –como el respeto y el compañerismo–, recuperó esa atracción por la pelota ovalada y hasta jugó siete u ocho partidos en la Primera antes de pegar el salto al rugby profesional. En 2012, arrancó en el Pladar, compitió para la Selección de Menores de 18 y luego continuó en la órbita de los seleccionados; jamás se quitó la camiseta argentina. De hecho, su recorrido hasta llegar a Los Pumas resulta tan ágil como veloz, y está suscripto a un hombre, a un nombre propio puntual: Daniel Hourcade. Porque el head coach de Los Pumas se la jugó y apostó: lo llevó a competir con un seleccionado mayor por primera vez (los Jaguares, que no es la franquicia que disputó el Super Rugby), con los Pampas XV; lo utilizó de sparring en la Mayor, y lo hizo debutar y le dio continuidad en la Mayor. “Les estoy agradecidos al Huevo y al staff de los seleccionados argentinos. Confiaron en mí y, por suerte, lo siguen haciendo. Fue un camino largo, pero bastante rápido. La confianza que me dieron me ayudó mucho”, afirma Guido, que, en su DNI, acredita un apellido compuesto: Petti Pagadizábal, como le gustaría que lo llamen en los medios de comunicación.

-¿Qué recordás del 14 de noviembre de 2014?
-¡Ja! Debuté en Los Pumas, frente a Italia, y cumplí uno de mis sueños. Encima, mis padres viajaron hasta Italia… Siempre voy a acordarme del abrazo que nos dimos los tres después del partido. Respecto a lo deportivo, recuerdo que era chico, que había ido a los entrenamientos previos con paperas. No estaba bien, pesaba 102 kilos (hoy, está en 108), me sentía débil y me recuperaba a fuerza de voluntad porque tenía unas ganas… De las prácticas, me iba todo dolorido, cagado a palos. Me forcé para jugar. Cuando se terminó el test, dije: “Uh, qué duro es el rugby”. A la semana, nos enfrentamos ante Francia y pensé lo mismo. Esa ventana de noviembre fue tremenda y me pareció espectacular jugar en Los Pumas. Hoy, ya termino mejor los partidos, más entero (vuelve a sonreír).

-¿Cómo encaja el Mundial 2015 en el rompecabezas de tu vida?
-Es la máxima expresión. Ser tan chico y jugar con rugbiers tan grandes, disputar mi primera Copa del Mundo y vivir el triunfo ante Irlanda en cuartos de final, las semifinales y el cuarto puesto… Nunca lo voy a olvidar. Ojalá vengan más Mundiales. Pero este fue mi primer torneo grande y me marcó mucho.

-Imagino que el try a los All Blacks tampoco lo olvidarás…
-Creo que no lo recuerdo por el golpe (se ríe a carcajadas). Dan Carter, el mejor apertura del mundo, me pateó la cabeza después de apoyar. No se debe haber dado cuenta o no le pareció importante. Para mí sí lo fue porque me perdí el siguiente partido. Más allá de la broma, ¡cómo me lo voy a olvidar! Fue mi primer try en Los Pumas, frente a los All Blacks, y en mi debut en un Mundial.

-¿Qué te dejó ese valioso cuarto puesto mundialista en Inglaterra?
-Primero, el resultado. Segundo, la ayuda de los más experimentados. Un tipo grande puede hacer muy bien o muy mal en un chico, y ellos siempre obraron para bien. Soy de escuchar mucho a los experimentados, más si los tengo como compañeros, más si los miraba y los admiraba cuando era chico. Yo aprendí de ellos, y me ayudaron para seguir formándome como jugador y persona.

-¿Qué otro momento rescatás de ese Mundial?
-Las semifinales ante Australia. Mis amigos se tomaron un avión para ir a verme y fue un placer haberlos tenido cerca. No sé si volveré a jugar las semifinales de un Mundial; por eso, me pareció único haberlo vivido con ellos.

-Escuchá tus datos: 21 años, 15 partidos y 2 tries en Los Pumas, más un Mundial en el que terminaron entre los cuatro mejores. ¿Lo creés?
-No me lo creo ahora; no me doy cuenta realmente dónde estoy parado, aunque trato de hacerlo. Sé que represento al seleccionado argentino, que es el sueño de muchos, y lo intento aprovechar. Cada vez que entro a la cancha, siento orgullo.

-¿Qué te genera que te señalen como la promesa que es realidad?
-Es una responsabilidad y un halago. Se trata de un voto de confianza, y no debo arrugar ni tirarme abajo. Tengo que intentar rendir de la mejor manera, y aprender y mejorar todavía más.

Imagen No tiene un ídolo. Sí seguía a dos segunda línea: Rimas Álvarez y Patricio Albacete.
No tiene un ídolo. Sí seguía a dos segunda línea: Rimas Álvarez y Patricio Albacete.
El primer semestre de la temporada lo afrontó con hidalguía tras experimentar el Super Rugby por primera vez. Aquí y ahora, el segunda línea reflexiona, en primera persona, sobre la participación de los Jaguares en el torneo más exigente del mundo a nivel clubes, léase franquicias.

- “No tuvimos un gran comienzo de año, pero terminamos con un triunfo (frente a Lions). Siempre dejamos todo y, en ese sentido, no hay nada para reprocharse”.

- “Los resultados fueron un poco engañosos (cuatro victorias en 15 partidos). El equipo mereció un poco más y pagó caro varios errores. El Super Rugby se nos hizo difícil. Es muy dinámico, se juega mucho más la pelota que un test match, se corre demasiado y nos tenemos que seguir acostumbrando. Recién fue el primer año; debemos conocer más a los referís, el reglamento, cómo se juega… Hay mucho para aprender y mejorar, como la concentración y la mentalidad en un juego rápido que demanda tanto”.

- “La competencia me ayudó para crecer físicamente. Somos un equipo que movemos más las piernas, que estamos más atentos. En lo personal, aprendí dos cosas: 1) un error en este nivel, se paga fuerte; 2) por dos tonterías, por dos malas decisiones, podés tirar abajo todo el esfuerzo y perder un partido”.

El desafío para este segundo semestre es el Rugby Championship. Los Pumas harán su estreno el sábado 20 de este mes ante Sudáfrica, como visitante, en Nelspruit, y la seguirán el sábado 27 frente al mismo rival, como local, en Salta. Guido Petti, sin dudas, se entusiasma de cara al torneo. “Tenemos que seguir creciendo en las destrezas. Nuestra idea no cambia: arriesgamos siempre, sin hacer pavadas, sin tirar cualquier cosa –apunta–. Si nos equivocamos por intentar, bienvenido sea. Porque eso servirá para mejorar. Si no nos animamos, no sabremos si saldrá bien o mal. Por eso, intentamos y jugamos”.

Imagen
Aquella foto preciada
La imagen de la izquierda nos lleva a observar desde el espejo retrovisor, a retroceder hasta el Mundial de Francia 2007, torneo en el que Los Pumas lograron la histórica tercera posición. Guido era apenas un pibe de 12 años que ni siquiera se planteaba vivir del rugby, que empezaba a fantasear con pegarle cada vez mejor a una pelota de tenis, que solo deseaba conocer en persona a aquellos rugbiers que lo movilizaban. “Después del triunfo ante Francia, compartí un momento junto a Los Pumas. De hecho, tuve enfrente a algunos, como a Rimas Alvarez, y me saqué varias fotos con ellos. La que más recuerdo es la que estoy con Agustín Pichot y Juan Martín Hernández. Hace un tiempo, le mostré aquella foto a Juan, que hoy lo tengo de compañero y me enorgullece, y se mataba de la risa. Es un lindo recuerdo. Fue tremendo haber vivido desde cerca aquel Mundial 2007”, sostiene Petti.

Por Darío Gurevich / Fotos: Emiliano Lasalvia

Nota publicada en la edición de agosto de 2016 de El Gráfico