La jornada está aquí

PODOROSKA, LAS PRESIONES Y LA REPENTINA CATAPULTA A LA ELITE

La rosarina atraviesa un momento irregular en el circuito tras su irrupción en el primer nivel por aquel mágico Roland Garros. El proceso de asimilación y el aporte de sumar nuevas experiencias.

Por Pablo Amalfitano ·

17 de marzo de 2021

EN EL TENIS profesional existen dos maneras de meterse. Entiéndase "meterse" como atravesar la última gran rompiente: el límite que separa a los cien mejores del mundo del resto del pelotón. Entrar en ese lote asegura una vida diferente, no sólo por la base monetaria que permite planificar un calendario acorde a las grandes aspiraciones -jugar los cuatro Grand Slams genera un colchón económico para todo el año-, sino por la posibilidad de elevar la vara deportiva y derribar barreras tenísticas y emocionales. Aunque rondar el puesto 225, números más números menos, otorga el acceso casi garantizado a las qualies de los cuatro grandes, una vez adentro de los cien se puede pensar en vivir del tenis. Y, una vez más, léase "vivir del tenis" como jugar sin la preocupación latente por el dinero y viajar con un entrenador y un equipo de trabajo establecidos.

La primera forma de meterse es apostar a los procesos, como hace la mayoría de los jugadores del circuito, porque en el tenis no hay magia ni nadie que tenga la fórmula para llegar sin planificar. Diego Schwartzman, por caso, es un genuino "hijo del proceso": trabajó todos los años con la meta de mejorar siempre un poco más, terminó cada temporada más arriba que la anterior y, cuando necesitó invertir para dar un salto de calidad o superar determinado limite, decidió ir por más y lo consiguió. La segunda manera se alimenta de algún batacazo o cierto resultado inesperado, tanto para propios o extraños, aunque no deja de lado la primera, porque para estar en el momento justo y en el lugar indicado antes hay que seguir un plan de trabajo y constancia.

 

Imagen Nadia Podoroska
Nadia Podoroska
 

En este último rubro podría aparecer Nadia Podoroska, la mujer que sorprendió al mundo en octubre pasado cuando apiló rivales desde la clasificación y se metió en las semifinales de Roland Garros, nada menos. Llegó a París con un gran presente, con varios trunfos acumulados y un ascenso fenomenal en el ranking desde principio de año -había iniciado 255ª y antes de jugar en el Bois de Boulogne figuraba 130ª-. La Revolución Francesa que despertó durante aquellas tres semanas, sin embargo, ofició como una catapulta a la elite sin ningún tipo de escala.

Como casi todas las tenistas surgidas en territorio sudamericano, Podoroska atravesó momentos de apremio económico y hasta debió sortear un puñado de lesiones que le generó, en determinados pasajes de su carrera, cierto estancamiento. Recién se abrió puertas desde hace dos años, cuando encontró estabilidad en términos de salud y decidió radicarse en Alicante, con base deportiva en la academia Tennis Positivo, con sus entrenadores Juan Pablo Guzmán y Emiliano Redondi. Roland Garros, no obstante, significó un impulso repentino en pleno cierre de una temporada atípica que la tuvo en cuarentena en Rosario, donde se entrenaba contra un colchón en el patio de su casa en el barrio de Fisherton.

"En los últimos tres torneos no pude poner en la cancha el nivel en el que venía jugando antes. Mi nivel bajó y puede ser por todas estas experiencias nuevas que vivo; siento un poco más de presión por ser preclasificada y estoy pensando de más en la cancha. Lo importante es que tengo claro lo que me pasa. Es cuestión de tiempo que pueda jugar más suelta", analizó Podoroska, de 24 años, después de caer en su debut en el WTA de Monterrey a manos de la rusa Anna Kalinskaya, entrenada por la argentina Patricia Tarabini. La número 47ª del mundo surgía como la segunda favorita y la semana previa venía de perder en octavos de final en Guadalajara, el primer torneo WTA en el que partió como la máxima candidata.

 

Imagen Nadia Podoroska
Nadia Podoroska
 

La irregularidad que presenta desde el inicio de la temporada, con siete victorias -incluida una ante la checa Petra Kvitova, 9ª del mundo- y seis derrotas, no exige ningún análisis fuera de lo común. Si bien la rosarina tiene tenis de sobra para hilvanar éxito tras éxito en el nivel WTA, todavía necesita asimilar los cambios bruscos que vivió de Roland Garros a esta parte. El circuito es una vorágine, no perdona y tampoco tiene freno. Y, en ese sentido, no resulta nada sencillo incorporar y absorber los cambios de manera veloz: en cuestión de semanas Podoroska pasó de jugar Challengers y aspirar a instalarse en las qualies de los Grand Slams a meterse de lleno en el primer pelotón y hasta aparecer sembrada bien arriba en eventos WTA en los que todas las de abajo quieren ganarle y juegan liberadas.

La rosarina ya identificó dónde radica la falencia y ahora encarará el proceso emocional que necesita para digerir y asumir el lugar que ocupa hoy en el circuito, con el puntal general de su equipo de trabajo y la labor particular de su coach mental Pedro Merani, el entrenador de bowling que la ayuda con su método basado en la neurociencia y el bompu zen. El primer paso ya está dado y, por fortuna, tiempo y tenis le sobran.