La Selección

Argentina, entre señales alentadoras y deficiencias que le quitan brillo

Trazamos un balance del equipo en la primera ronda de la Copa América. Los perfiles que se afirman y las asignaturas pendientes para incrementar el rendimiento.

Por Elías Perugino ·

23 de junio de 2015
Imagen

LA SERENA, Chile (Enviado especial) “Ahora empieza otra Copa, no podemos cometer errores”, sentenció Leo Messi en la zona mixta del estadio Sausalito. Con simpleza y exactitud, el capitán argentino le bajaba la persiana a la etapa del torneo donde, como en las dietas, cabe la posibilidad de “un permitido”. Desde mañana, los ocho mejores seleccionados de América no tienen licencia para trastabillar. Un error puede significar el pasaje de regreso. El fin del sueño.

Estas 72 horas de vigilia hasta el cruce con Colombia constituyen un buen remanso para mensurar los matices que ha entregado la Selección en las tres primeras presentaciones. Un equipo que ha evidenciado rasgos bien definidos –protagonismo, tenencia de pelota- y algunas asignaturas pendientes –eficacia, disminución de la intensidad en los minutos finales-, que le esmerilaron las virtudes y lo estacionaron en un sitial de cuestionamiento que sus intenciones no merecen.

En los mejores momentos (el PT frente a Paraguay, 60 minutos iniciales ante Uruguay y 70 primeros contra Jamaica), la Selección no convirtió en relación con las situaciones que generó. Con una tenencia paciente, moviendo el balón hasta encontrar resquicios, elaboró llegadas que bien pudieron sentenciar los partidos antes de que aparecieran las turbulencias finales.

Cuando decayó la intensidad física, padeció el empate guaraní y los sofocones de los epílogos contra uruguayos y jamaiquinos. ¿A qué se debieron esas bajas de tensión, según la visión interna? A que los futbolistas están en el final de una extensa temporada, con más de 60 partidos acumulados. Es lo que evalúa Martino y lo que también calibra ese jugador con carnadura de técnico que ya es Mascherano. El sistema del Tata demanda tenencia permanente. Y para sostener la tenencia es indispensable la movilidad, primer cheque que se paga cuando las piernas acusan recibo de la seguidilla de partidos.

Imagen Leo y su tradicional remate de zurda al segundo palo.
Leo y su tradicional remate de zurda al segundo palo.
A nivel individual, la primera fase arrojó mayoría de señales positivas. Romero prolongó y hasta incrementó el aplomo y la solvencia que mostró en el arco durante el Mundial. La dupla Garay-Otamendi crece y se afirma. Biglia-Mascherano es un tándem consolidado. Kun Agüero cumplió con un gol en cada partido que disputó. Di María levantó vuelo luego de una temporada fantasma en el Manchester United. Pastore va asumiendo sin complejos el rol de la conducción. Banega recuperó su espacio con fútbol y templanza. Los laterales tienen aprendida su lección...

¿Y Messi? Todavía no jugó el partidazo, pero supo escaparse del enjaulado de marcas escalonadas que le tendieron los rivales y entregó destellos de su genialidad, sobre todo en momentos incandescentes de los dos primeros partidos.

Arrancan los “mata-mata”, como dicen los brasileños. Los cruces donde uno sigue y el otro arma las maletas. Argentina dio señales de su potencia pero aún no encendió los motores a pleno. Es más: tal vez no consiga hacerlo del todo por aquella cuestión de las piernas atosigadas de partidos. Pero si evaluamos esta Copa como el comienzo de un nuevo camino, habrá que convenir que la idea está, se palpa. Quizás le falte una pizca de vértigo y verticalidad en los últimos 18 metros, allí donde es preferible terminar la jugada que empalagarla con un toque de más. Allí donde las imperfecciones en la definición derivaron en ineficacia. Nada grave. Nada que no pueda enmendarse en la recta final que arranca el viernes.     

Fotos: Alejandro Del Bosco