Reportajes

Rattin, de profesión, caudillo

Indiscutido ídolo de la hinchada de Boca, dice que no puede estar sin trabajar. Es concejal de Vicente López, productor de seguros, pertenece a la Mutual de Boca y en los ratos libres es plomero, gasista y pintor. Y recuerda cuando se sentó en la alfombra de la reina.

Por Redacción EG ·

14 de enero de 2009
 -¿Y? ¿En que andás?
–Esperando...
–¿Esperando qué?
–Y... que alguna vez salga a ley que yo propuse, que ya está aprobada y que me parece, es muy buena, y no por que sea mía, sino porque es una solución para mucha gente de pocos recursos. La ley no está reglamentada todavía, por eso sigo esperando...
–Está bien, pero ¿por qué no me contás qué es?
–Está bien, arranquemos por el principio. La ley es la número 26.069 y fue aprobada por la Cámara de Diputados primero y por el Senado después, del tiempo en que yo era diputado. Solamente falta que la reglamente la Secretaría de Deportes. ¿Está bien?
–Bien, ahora decime que contiene.
–Es fácil: es para que el tipo humilde, el que no tiene recursos, el de la villa, pueda ir a un club de barrio y anotarse y practicar deportes gratis. ¿Qué te parece?
–Dicho así, está muy buena...
–Mirá, yo cuando era pibe, tenía que calentar la olla para bañarme y me bañaba dos veces por semana. A algo llegué. Entonces, la idea es que aquel que quiera hacer un deporte, pero que no tenga medios, pueda ir a un club, tener un entrenador, agua caliente para bañarse y un médico que lo revise. La ley se llama Deportivo Barriales. El chico o la chica van, se anotan y el municipio le pone un entrenador. De paso, los sábados y los domingos se pueden armar campeonatos –de lo que sea, claro, de fútbol o de vóley, según los anotados– y de esa manera sacás a los chicos de la calle, los ponés en las manos de un médico o un entrenador, le das una cosa que los entretenga... Mirá todo lo que se puede hacer. Ojo, yo no hablo de sacar campeones –que, de última, alguno va a salir– sino de rescatar a la gente, de darle una oportunidad para todo... Además, no es solamente para los jóvenes, sino para gente de cualquier edad. Yo digo que el que invierte cien mangos en el deporte ahorra doscientos en la salud.
–¿Y cuánto hace de esto?
–¿Qué se aprobó?
–Sí, claro.
–Y... ya van como dos años; tuvo mucho que ver el presidente de Defensores de Belgrano, Marcelo Achile. Cada seis meses voy y pregunto... Cuando esté reglamentada, faltará la firma del Poder Ejecutivo y de la Presidenta. Es algo que solamente persigue ayudar a los que no tienen. Así que sigo esperando...

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EL RATA RATTIN se vino de saco azul oscuro, pantalones grises y corbata al tono. Tiene una sonrisa contagiosa y una forma de saludar que desarma a cualquiera. Se nota que, tal cual es su imagen desde siempre, no tiene pelos en la lengua. Se sonríe mientras pide un café en jarrito y se sonríe cuando le hacemos las preguntas.
–¿Y ahora, además, en qué andás?
–Soy concejal del mejor distrito de Argentina y Sudamérica: Vicente López. Tengo dos años más de mandato.
–¿Así nomás, el mejor de todos?
–Sí, como te digo. Es el único que tiene el cien por ciento de cloacas y agua potable... No hay calles de tierra... Desde el 99 que no se aumenta el ABL... Sólo falta terminar la Costanera, que son unos cuatro kilómetros sobre el Río de la Plata entre la Ciudad Autónoma y el límite con San Isidro... El ex gobernador Felipe Solá firmó el decreto y se hará... El intendente, Enrique “Japonés” García lleva 20 años al frente más otros cuatro..., un fenómeno.
–¿Y vos qué hacés en este proceso?
–Yo tengo la presidencia del Comité de Deportes, así que voy casi todas las mañanas al Concejo Deliberante.
–¿Eso solo?
–No, qué va a ser lo único. ¿Si no cómo hago? Tengo mi cartera de seguros, soy productor de la Mercantil Andina, hace 26 años que cargo el portafolios. Cuando fui diputado de la Nación, en una cena, allá por 2001, se me acercó Daniel Scioli. ¿Sabés qué me dijo?
–No.
–“Rata, no dejés nada de lo que estás haciendo por la política”. Tenía razón. Bah, tiene razón: yo estuve 8 años en la política, 4 de diputado y 2 de concejal más los dos años que me faltan. Pero el laburo no lo dejo.
–¿Y qué otras cosas hacés?
–Ah... Los viernes me voy a una isla... Huyo de todo... Tengo una lancha y me voy al río Capitán, a unos treinta minutos de acá... Y me instalo todo el fin de semana, con mi señora (María Cristina Crespi, llevan 29 años juntos) y, cuando quieren, mis hijas...

TIENE TRES, dos que son gemelas, Mariel y Mirna (45 años) y Verónica (40). En total, cinco nietos, cuatro varones y una nena. El Rata admite que, en la isla, hace de todo...
–Yo soy plomero, gasista, pintor... Yo no sirvo para estar quieto, nunca. Soy muy curioso y me gusta trabajar con las manos, si yo veo un auto, le abro el motor y quiero ver todo. Si hace falta cambiarle las pastillas, se las cambio, hago de todo.
–Decime, ¿son todos tus laburos?
–No, porque tres veces por semana voy a la Mutual de Boca. Logramos a través de Macri que los jugadores aporten el 1% del sueldo y el club, a su vez, otro 1%. De los premios los jugadores no ponen nada. El asunto es que tenemos como a quince ex jugadores que no andan bien y los subsidiamos... el que más se lleva alcanza los 1400 mangos y, el que menos, recibe como 80... Es proporcional a la cantidad de partidos que jugaron para el club, se entiende, se trata de un prorrateo. Por supuesto, cuando viene uno lo visita un asistente social, para comprobar cómo vive y averiguamos si tiene auto y todo eso, para evitar que haya... en fin... ¿viste? Que venga a pedir alguno que no necesita pedir...
–Nunca te preguntaría nombres.
–Y nunca te los daría.
–Pero habrá alguno que a lo mejor fue famoso y...
–Y... la vida es así, ¿no? Nosotros somos de la época en que el fútbol todavía era un deporte. Mirá, cuando fuimos al Mundial, éramos 28 jugadores y entre Adidas y Puma pusieron 3200 dólares. Claro, las marcas querían que los titulares usaran seis Puma y seis Adidas... Y que el capitán vistiera Adidas. Y como yo era el capitán, me tuvieron que dar los botines. ¡Pero no había!
–¿Cómo no había?
–¡Y si yo calzo 45, nene! ¡No-ha-bí-a! ¿Entendiste?
–¿Y entonces?
–Agarraron los botines que usaba siempre, los Fulvence, y les pintaron las tres tiras, ¿qué iban a hacer! Hoy esas mismas firmas les ponen 500 mil dólares a un solo jugador. Yo llevaba tres años en la Primera de Boca cuando me compré el auto, nene, fue en el 60 y era un Pontiac del 47, todo negro... Cómo me voy a olvidar...

DA LA SENSACION de que, cuando entran a tallar esos recuerdos, El Rata está más cómodo que nunca. Seguro esas anécdotas las contó más de una vez y a lo mejor algunas están desteñidas por el uso del boca a boca –y no estamos jugando con las palabras– pero, ¿hay algo mejor, en esta tardecita de verano y tomando un café, que sea él mismo el que las cuente? Dale, a ver... contá la del auto, Rata...
–Lo del auto es que habíamos ido a un asado. Y viene Cayetano Bloise y me preguntó si no tenía auto... Entonces le compré el Pontiac, ojo un cochazo, ¿eh? Después tuve un Di Tella y un Falcon del 62, que me vendió una parte el propio Armando, te imaginarás... ¿Te cuento la del baño?
–Dale...
–Yo jugué un año para pagar el baño de casa... ¿Qué tal?
–A ver...
–Teníamos la casa, pero faltaba el baño. Estaba la habitación, pero no había nada, ¿entendés? Ni el inodoro. Entonces practicábamos en el Hindú Club, corría el año 57... Por ahí, un día viniendo del Hindú, con Miguel de Riglos, que era presidente de Boca, el hombre va y me pide pasar al baño... Yo le digo que sí, pero que el baño estaba al fondo, ¿viste? Porque baño no teníamos... Entonces el hombre va y ve el baño, pero sin nada adentro... Entonces me dice, “pasame el presupuesto”. Salió como 32 lucas, le pusimos azulejos de color rosa, calefón, bidet... quedó hecho una pinturita... Y jugué todo un año para pagarlo, eran otros tiempos...
–¿Y te gusta el fútbol de hoy?
–No es que no me guste, pero es un fútbol distinto... A los veinte años, ya se los llevan a otros países... Basile tiene razón, más que ser el técnico es el que los llama para jugar...  ¡Si la mayoría está en otros países! Se desmantela todo, cuando ven a uno que puede andar bien... ¡zas! Enseguida lo compran, se lo llevan...

ESTE HOMBRE, considerado como uno de los más grandes caudillos que dio Boca, fue cuestionado en algunos sectores por su actuación política, pero jamás por sus acciones en una cancha. 
–¿Cómo era antes, entonces?
–Antes los ingresos eran por la recaudación y por cuota social, sobre todo clubes como Boca, o River, con 60, 70 mil socios cada uno. Ahora, digo a partir de los 90, con la tele y la venta millonaria de jugadores, los ingresos son otros. Yo me acuerdo de que, cuando nos daban botines nuevos, se los pasábamos a los de las inferiores para que los ablandaran. Y el utilero con una tenaza sacaba los tapones, eran otros tiempos, ¿viste?
–La pelota pesaba más.
–No, no pesaba más, pesaba 400 gramos, como ahora, pero ahora están hechas de material que no absorbe, antes, la de cuero, cuando había barro, pesaba un kilo.
–¿Ves a Boca?
–Sí, y lo veo solo y cuando perdemos puteo, siento adentro el mismo fuego de siempre, la misma pasión. Yo... de noche no salgo, por la seguridad, ¿viste? Hace poco me pusieron un chumbo en la cabeza y me sacaron un anillo que me habían regalado, éste, ¿ves?
(Muestra un anillo con un número 5 enorme). Un amigo me regaló uno nuevo. Bueno, entonces... ¿En qué estaba? ¡Ah, sí! Veo los partidos y puteo y me alegro como siempre, con la misma pasión. Pero no es lo mismo, no ves toda la cancha, no hay panorama...

HAY HISTORIAS que se repiten, como cuando debutó, a los 18, enfrentando a River, nada menos, un 9 de septiembre de 1956. Ganaba 800 pesos por mes, pero igual seguía trabajando de electricista.
–Esa noche ni dormí, porque además iba a tener enfrente a Pipo Rossi. Una vez lo vi en el tren y ni me animé a saludarlo. Lo primero que hice fue pedirle a un fotógrafo de El Gráfico que nos sacara una foto. Lo marqué al Feo (así lo llama a Angel Labruna) y lo sacudí fuerte un par de veces. En una de ésas, él me miró y me dijo: “Pibe, jugá tranquilo, que no es el único partido que vas a jugar”. Y tenía razón, porque al final jugué 352 partidos. Una vez nos dieron 4000 mangos, fue en el 56, porque le habíamos ganado a River, dos mil fueron en efectivo y dos mil los pusieron en la Caja de Ahorro.
–Lo tuviste enfrente a Pelé.
–Sí, y me dijo: “Con pelota sí, si no no vale”. Y yo le dije, vas a ver si te agarro con la pelota lo que te pasa y el grone se borró... Igual, iba al frente, era guapo...
–Hablame del Toto Lorenzo...
–Y... era un tipo difícil. Estábamos en Torino, para el Mundial del 66 y varios le pedimos que se volviera a la Argentina... Estábamos Ermindo (Onega), Artime, Varacka... éramos siete u ocho de los más grandes... Quería ser la figura él... Una vez, en Copenhague, me dice que lo va a poner a Pastoriza, porque a mí me reservaba para jugar contra Italia... Pero cuando vino el partido contra Italia, no me puso ni a mí ni a Pastoriza y lo puso a Sívori... Entonces vino un asistente para que me fuera a cambiar. “No me cambio un carajo, si igual no juego”, le dije.
–¿Y?
–Y... que ya en el Mundial, la noche anterior al partido contra España, El Toto me manda a llamar a la pieza.  Salgo en piyama a la habitación de él. “Sientesé”, me dice. “¿Qué pasa?”, le pregunto. Y él va y me dice: “Mañana usted va a ser el capitán”. Y yo voy y le digo: “¿Y para eso me mandó llamar?”
–Vos eras bravo también...
–Y, algo...

ES IMPOSIBLE no dejar de preguntarle por aquella famosa expulsión en el partido contra Inglaterra. Es una de las anécdotas más difundidas del fútbol argentino. Seguramente con algún error por eso del boca a boca o de la copia de la copia. ¿Y cómo lo puede contar él, que fue el protagonista?
–Aquel fue el último Mundial sin satélite. Hasta entonces, como la recaudación era la que mandaba, siempre llegaban a la final los países organizadores. Entonces, claro, no podíamos ganarles a los ingleses. A los 23 minutos el referí, que era un sastre alemán, me echa. Me echa mal, porque yo no había hecho nada, tampoco existía la tarjeta roja, acordate, la inventaron después a raíz de esto, entre otras cosas. Así que pedí un intérprete para aclarar con el referí. El partido estuvo 25 minutos suspendido y cuando me voy, veo la alfombra roja de la reina, que medía como 6 metros por 4 y ahí me senté... La reina no estaba y no había ido a ningún partido.
–Pero te sentaste en la alfombra de la reina.
–Sí, unos 7, 8 minutos... Pero fue inconsciente, ¿eh? No lo hice a propósito, lo hice porque lo hice. Después me levanté y me empezaron a tirar chocolate. Era chocolate aireado, riquísimo, yo me los iba comiendo. Cuando pasé al lado del banderín, había una banderita inglesa. La retorcí... ¡Y entonces, en lugar de tirarme chocolatines, empezaron a tirarme con cerveza! Salí rajando. Fue la amargura más grande de mi vida.
–¿Y te sacaste los botines sentado en la alfombra?
–No, para nada.
–¿Y después?
–Me quedé mirando el partido solo en el vestuario, por una ventanita. El primer tiempo terminó cero a cero y en el segundo ganaron de chiripa. Ninguno de mis compañeros me dijo nada, porque en realidad, yo nada había hecho para que me echaran. Al otro día, tomé un taxi y el tipo no me cobró. Fui a varias tiendas, como Harrod’s o Gath & Chaves, y la gente me pedía autógrafos y me pedía disculpas.
–¿Te molesta contar siempre lo mismo?
–No. Es mi caballito de batalla.
–¿Y por qué sentís que la gente te quiere tanto?
–Nunca me agrandé, nunca me ofendí, yo, a lo mejor, era un mediocre, pero antes del partido, dormía la siesta y cuando salía a la cancha, todo me importaba un carajo. Yo transpiré siempre la camiseta, siempre fui de frente y siempre dejé todo en la cancha. Por eso debe ser que la gente me quiere, supongo.
Por Carlos Irusta / Fotos: Emiliano Lasalvia y Archivo El Gráfico.