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Mourinho, el monstruo

Por Martín Mazur ·

26 de agosto de 2011
“Siempre me asombró que a tío Julio no lo hubieran cagado a trompadas muchas más veces”.

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Releo el primer párrafo de Un Hombre de Carácter, el magnífico cuento del Negro Fontanarrosa, y pienso en Mourinho. Ahí está, en el banco del Real Madrid, dando indicaciones, con su gestito socarrón, sus provocaciones y sus lamentos. Puede caminar. Se mueve. No tiene ni una costilla rota. Aparentemente está en condiciones de masticar y hasta le funciona bien la mandíbula. ¿Dientes? Los tiene todos. La nariz se mantiene respingada. Y puede mirar los partidos usando los dos ojos, una rareza para alguien que debería tener o haber tenido, como mínimo, un párpado morado y un magullón digno de Rocky.

El técnico portugués fue devorado por el propio personaje que creó. Hay suficientes registros de que ese Mourinho de características de monstruo es un personaje armado. Por empezar, la palabra de muchos de sus ex dirigidos, quienes se atreven a jurar, como si atestiguaran la existencia de vida extraterrestre, que el portugués es una persona normal. Pero cada vez es más difícil creerles.

En cada mudanza de país, logró transformar a la liga local en Mordor. Cuando llega Mourinho, es tiempo de guerrear. Hace falta buscar alianzas, pero todos confluirán en un punto: es él contra todos y todos contra él. Y que vengan de a uno o en fila; no le importa nada. 

El año pasado peleó en dos frentes: el interno, contra Valdano, y el externo, contra Guardiola. Ganó en casa, perdió fuera. Pero llegó a fin de temporada con más poder del que la empezó. Y a Valdano, Florentino Pérez le tuvo que mostrar la salida. En el medio, le han dado suspensiones por papelones (las dos rojas que mandó sacar contra el Ajax), reacciones impropias y exabruptos que manchan al club. No han logrado cerrarle la boca. Sigue desafiante, ante todo y ante todos, como un dictador.

Logra hacer caja de las polémicas y, también, minimizar las presiones a sus jugadores. En realidad, también minimiza a sus jugadores, pero eso quedará para otra columna. Victimizarse pasó a ser uno de sus pasatiempos mediáticos favoritos. Llora, llora, alguna lágrima quedará.

Imagen UNA PANCARTA, una visión miope.
UNA PANCARTA, una visión miope.
Y en ese llanto y frases como "me da asco vivir en este mundo", recibe el abrazo y la solidaridad de todo el mundo del Real Madrid. Un mundo que está confundido y necesita llamarse a la reflexión. “Mourinho, tu dedo nos marca el camino”, fue la pancarta gigante que se instaló en el Bernabéu en el amistoso contra Galatasaray. ¡Qué equivocados! Incluso si no la hubiera colgado la dirigencia del Real Madrid, el hecho de que no la hayan retirado implica una connivencia peligrosa. Con su riquísima historia, el Real Madrid es una institución monstruosa a la que se está devorando un monstruo. Ficticio o real, ya da lo mismo.

Las acciones de Mourinho contra el Barcelona (y contra el fútbol) en la última Supercopa de España, habrían merecido tarjeta roja directa en cualquier otro club. Lo de Mourinho no distó demasiado del escupitazo del Chino Benítez al Bofo Bautista en aquel duelo de Libertadores, salvo, quizás, porque al ex técnico de Boca -despedido por esa acción- podría otorgársele el beneficio de la insania, de haber perdido momentáneamente el control de sus actos. Lo de Mourinho, si hubiera que darle una figura jurídica, roza a todas luces la premeditación y alevosía.

Entró a protestar en la gresca pero mientras tanto pateó la cabeza de Cesc. Un crimen perfecto, salvo porque las cámaras, incluidas las de los aficionados, toman muchos más ángulos que los de las transmisiones oficiales. Y entonces, terminó siendo un Crimen Ferpecto. Luego, y por detrás, le metió el dedo en el ojo al ayudante de Guardiola, Tito Vilanova. ¿Es ese dedo el que guía el camino del Real Madrid? Eso sí, en esta distorsión permanente de la realidad que les toca vivir, muchos de sus seguidores han intentado justificarlo, pero la burla se instaló en frases como “Muy mal Vilanova, le metió el ojo en el dedo a Mourinho”.  

La crispación que transmite repercute activamente en el comportamiento de sus jugadores. Lejos de mejorarles el rendimiento, lo empeora. El dedo de Mourinho no marca el camino, sino que más bien tapa el sol. Negar la realidad parece ser hoy la única alternativa para encarar la pelea desigual contra el Barcelona. Vaya paradoja, al que probablemente sea (o pueda ser) el mejor entrenador de la historia a nivel de clubes, se le topa el que probablemente sea el mejor equipo de la historia. Y el duelo, como no puede ser parejo, se transforma en desigual.

Imagen LA CRIPTONITA DE MOU se llama Lionel Messi.
LA CRIPTONITA DE MOU se llama Lionel Messi.
El límite es bastante filoso y, también, delgado. El Mourinho que logra enloquecer a sus rivales y ganar antes de jugar sería objeto de análisis si, en definitiva, luego mirara para otro lado con cara de yo no fui, en vez de agredir burdamente a jugadores rivales y hacer piquetes de ojos. Así no saca ventaja, sino que la pierde. El día que echen a Messi por reaccionar, y que Mourinho esté en el banco silbando bajito, entonces el portugués habrá ganado un partido –con malas artes–, pero ganado al fin, que es lo que a él le interesa. En la Supercopa de España, Messi estuvo cerca de perder la cabeza. Pero repasamos uno por uno a los que estuvieron en la cancha y decimos: ¿quién no?

Así queda el Real Madrid, con el riesgo de quedar reducido a un “equipo pandillero”, como lo definió Santiago Segurola. Para ubicarse con el Estudiantes de los 60 o la Crazy Gang del Wimbledon. Un equipo que vive al borde de la batalla campal.

Imagen PEPE, uno de los jugadores que más perdió el control.
PEPE, uno de los jugadores que más perdió el control.
“Todos con Pepe”, fue uno de los hashtags que los más radicalizados madridistas intentaron masificar en twitter. Lo defendían del ataque injusto, de lo que se decía de él. Pero al central portugués no lo han pintado como un matón los medios, sino sus propias actitudes. Si yo fuera hincha del Madrid, a Pepe le recriminaría la roja en el primer tiempo contra el Barcelona que, probablemente, le haya hecho perder la eliminatoria. No se lo reclamaría a los medios. En la Supercopa de España, también debieron haberlo expulsado. Pepe oficia de matón y no hay nadie que le pare el carro. Al contrario. Hasta Marcelo se anima a hacer patadas de kung-fu, como antes fueron Ramos o Carvalho. Todos los jugadores están crispados. Por el Barcelona, sí, pero más por Mourinho. Todos se detienen en apoyar a Pepe, hablar de los árbitros y objetar si Alves o Messi exageran las caídas. Pregunto: ¿Y Cristiano Ronaldo? Tienen al Pichichi récord de la historia olvidado; en lugar de construir a partir de él, pierden tiempo en diseñar una realidad paralela con ladrillos de aserrín y Pepe como estandarte de vaya a saber qué.

Mourinho siempre ha embelesado a sus jugadores al punto de la hipnosis táctica y de espíritu. Lo que no pudo hacer como futbolista, lo logró hacer traspolando su actitud ganadora a sus dirigidos. El Porto la tenía. El Chelsea comenzó a morder con él. Su Inter logró resucitar la leyenda de Helenio Herrera. Pero ningún club era tan grande como el Real Madrid. Le bastó ganar un título europeo en el Porto y en el Inter, y una liga en Inglaterra, para pasar a ser parte de la historia mítica y el salón de honor de esas instituciones. En el Madrid todo es distinto. A la Champions League hasta la ganó Heynckes. Si la ganara, Mourinho sería uno más de una larga lista. Quizás eso le haga perder la paciencia. Lo que le falta para pasar a ser el puto amo, como lo definió Guardiola, en lo que pareció, más que una conferencia de prensa, un ataque de caspa propio de los tiempos que corren. Tiempos de odio.

Si Mourinho hubiera sido uno de los técnicos que desfilaron por el banco del Madrid en los últimos años, hoy estaría sin trabajo. Y el Bernabeú no habría estado embanderado con panfletos de apoyo para un técnico que lo único que ha logrado hacer es transformar al fútbol en la guerra.

Al ritmo que vamos, ni que hablar si encima tuvierámos cinco clásicos más este año, La selección española corre peligro de desmembrarse. Mourinho polariza y obliga a formar parte. Con él o contra él. En realidad, obliga a formar una sola parte: contra él. Justificarlo se hace imposible.

La UEFA está preocupada. Es Mourinho o el Fair Play, no hay lugar para ambos. Y eso que el portugués ni siquiera pasó una temporada sin lograr un título. ¿Qué pasaría entonces? ¿Llegarían al Madrid los bidones de Bilardo?

Mientras tanto, continúan sus bravuconerías y desafíos a que todos pierdan la cabeza. Hay que protegerlo antes de que pase una catástrofe. ¿Aquella escena de inicio de El Ultimo Boy Scout? No hace falta imaginar tanto. En marzo, intentaron acuchillarlo en el aeropuerto de La Coruña. "Mourinho muérete", fue el hit más escuchado en los estadios españoles desde su llegada.

Es tan inevitable que terminen dándole una golpiza, que lo único por lo que se nos permitiría apostar sería el cuándo y el dónde.

Ahora que la noticia se transmite de forma instantánea, cada minuto que pasa alguien debería avisarnos: “A Mourinho no lo cagaron a golpes”. Vaya si es novedad.

Martín Mazur
Twitter: @martinmazur

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