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23 Sub 23: #12 Carlos Carbonero

El técnico Gustavo Alfaro lo definió como “el Che Guevara” del Arsenal campeón, porque con su juego revolucionó al equipo. La historia de Caliche, como le dicen en Colombia.

Por Redacción EG ·

16 de marzo de 2013
 Nota publicada en la edición de marzo de 2013 de El Gráfico

Imagen El volante de Arsenal, de 22 años, debería emigrar al fútbol italiano.
El volante de Arsenal, de 22 años, debería emigrar al fútbol italiano.
En Arsenal, la revolución llegó desde Colombia. O comenzó en Colombia para pasar por La Plata e instalarse en Sarandí. Y romper el esquema. “Carbonero fue el que revolucionó el equipo. Con él cambiamos el estilo de juego. Es el Che Guevara que tiene Arsenal”, dijo Gustavo Alfaro después de que su equipo le ganara a Belgrano y se quedara con el primer título de campeón de Primera División de su historia. Carlos Carbonero no podía tener mejor carta de presentación: es un revolucionario.

Nacido en Bogotá hace 22 años, la carrera de Carbonero empezó de abajo. Arrancó en un club que se llama Juventud Capitalina, en su ciudad, y después pasó por el Academia, para desempeñarse en la Primera B. De ahí fue al Atlético Huila: con 19 años empezó a jugar en la A. Y el progreso fue hacia arriba: pasó al Once Caldas y luego a Estudiantes. Pero como no tenía muchas chances de sumar minutos fue cedido a préstamo a Arsenal. Y explotó.

Su primer gol lo anotó en la Copa Libertadores de la temporada anterior, ante el Zamora. Ese día fue la figura de la cancha y mostró cualidades que después sostendría. Ubicado como volante por derecha, aportó resolución en el ataque y a la vez se ofreció como un recuperador criterioso. Hoy, es el termómetro del equipo.

Cuando llegó a Arsenal, Alfaro le pidió que tuviera paciencia: que debía adaptarse al ritmo y a las patadas del fútbol argentino. Carbonero no necesitó mucha espera. En su primer campeonato jugó 15 de 19 partidos. Y seis meses después de su arribo, volvería a su país con el trofeo bajo el brazo.
A su madre, Nidia, le pidió que para festejar le hiciera un plato típico: aborrajados (plátanos rellenos de queso, tipo milanesa), arroz con pollo y jugo de curuba (una fruta típica) en leche. Así fue.

En su casa, Carbonero no es Carlos: le dicen Caliche. Y Caliche cumplió el sueño de su padre, Jair, que había intentado ser futbolista profesional, pero no pudo. Estuvo cerca: llegó a jugar en la reserva de Santa Fe. Ahora celebra los éxitos de Carlos.

En una entrevista, Jair se refirió a su hijo: dijo que era –es– muy callado, pero que, cuando toma confianza, es bastante alegre y espontáneo. Carbonero no sólo juega bien al fútbol: también tiene talento como bailarín de salsa.

En Arsenal, sus compañeros lo elogiaron. “Es uno de los pilares. Tiene mucho despliegue y siempre se muestra como opción de pase para descargar”, declaró Jorge Ortiz en el diario Olé. También recibió elogios por su toque corto, la pausa, el panorama, la dinámica, la pegada.

Y se sintió bien en Sarandí: tanto, que prefirió no volver a Estudiantes.

En marzo de 2010, cuando Carbonero daba sus primeros pasos en la primera A colombiana, le preguntaron cuáles eran sus aspiraciones. “Quisiera jugar en equipos grandes. Ir a la Argentina, aprender mucho. Dios quiera que yo pueda también llegar a jugar en Europa y, obviamente, volverme un jugador de selección”. Con 22 años, varios sueños ya están cumplidos.