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Justo Villar, una garantía

Arrancó como nueve goleador y terminó de arquero, igual que su padre. Capitán de Paraguay, fue el mejor en su puesto en la Copa América y llegó a Estudiantes en busca de más gloria. Aquí repasa su historia exitosa y habla de la pesada herencia de Chilavert, la banca de Martino y la agridulce experiencia en el fútbol español.

Por Redacción EG ·

14 de octubre de 2011
Nota publicada en la edición septiembre 2011 de la Revista El Gráfico

Imagen JUSTO VILLAR, 34 años, dos veces mundialista y  también finalista en la última Copa América.
JUSTO VILLAR, 34 años, dos veces mundialista y también finalista en la última Copa América.
SI TODAVIA no pusieron manos a la obra en Cerrito -su pueblo natal- para construir su estatua, es porque no se les ocurrió a los habitantes. O tal vez sí, pero él probablemente frenó la iniciativa de moda para conservar su impronta. Perfil bajo, sencillo, familiero, elige no creérsela, el camino que escoge desde chico, cuando aún no era el más conocido de allí.

“La gente siempre igual en Cerrito, no cambia nada. Cada vez que voy, siento que retrocedo muchos años y que nunca salí de ahí. Quizás para los chicos, con aquellos que no conviví, sea alguien famoso porque me vieron como arquero de la Selección de Paraguay, de clubes de otros países. Hay euforia en ellos. Pero soy uno más para la mayoría”, confiesa sin perder su esencia hasta en su declaración.

Justo Villar, hombre que cruzó la frontera del anonimato a causa de su oficio de futbolista, es tan sobrio en persona como en la cancha. Jamás se olvidará de mirar por el espejo retrovisor. Hermano mayor de tres mujeres, se pasa de rosca al resguardarlas. “Soy un cuida bastante experto”, dice entre risas.

Su amor por el fútbol nació de pequeño. “Mi viejo, mi abuelo, mis tíos siempre me regalaban pelotas. Toda mi familia es muy futbolera. Mirábamos más el fútbol argentino que el paraguayo, porque estábamos en la frontera con la Argentina. A Mandiyú de Corrientes lo seguía como hincha en Primera -adelanta-. La casa de mi papá se encuentra en la esquina de una cancha de once y jugaba con mis vecinos y mis amigos de la escuela. El fútbol era todo para mí. Vivía para eso. Encima, era uno de los pocos que tenía pelota en el pueblo y estaba la obligación de ponerme en los partidos. Jugaba en el campo, aunque siempre me tiró más ir al arco. Mi viejo fue arquero de manera amateur y seguro me inspiré en eso al verlo. De todos modos, noté que tenía cierta mejoría ahí”.

-¿Tu padre te insistió para que atajaras?
-No, nunca. No me metió presión, cuestión que hoy sí existe. La mayoría de los padres, cuando ponen a jugar a los piben, piensan que va a salir el nuevo Messi, el nuevo Neymar. Creen que ayudar a los chicos es estarles encima; o de última, presionarlos. Cuando uno es chico debe aprender las cosas por sí solo y se dará lo que tiene que ser. Antes era jugar por jugar; divertirse. Si había habilidades bien, si no, a revolearla (risas).

-¿Cómo era en tu caso?
-Había un poco de habilidad. Era goleador. Jugaba de nueve y de central. De chico, fui máximo anotador en un torneo de fútbol cinco. Igual, los otros equipos no tenían arquero (se deleita). Después, me vi cómodo en el arco. Me despertó el interés de quedarme en ese puesto a los nueve o diez años.

-¿Te iniciaste de una en Sol de América?
-Sí, pero antes me rebotaron en Guaraní. Fui a una prueba y no quedé porque tuve problemas para ir a una pensión. Entonces, me volví y me llamó un amigo de mi viejo para ir a Sol de América, donde había otro muchacho de mi pueblo, Federico Alegre, que hoy es el utilero del club. El, Don Aquino, más otra gente, me trataron muy bien y comencé a los 14, 15 años. A pesar de eso, a veces me quería ir. Estaba a 400 kilómetros de casa. Era la primera vez que salía del pueblo. Me la banqué bien los primeros tres meses, pero luego no aguantaba. No me fui porque no tenía plata para pagarme el pasaje y porque me encerraron en la pieza en alguna ocasión. Así que no había manera. Eso fue importante para forjar mi carácter.

SU PRESENTACION en Primera se produjo en 1996, pese a que los dirigentes se oponían porque era chico. Al año siguiente, Ever Hugo Almeida se hizo cargo del equipo de la línea de cal hacia afuera y Justo lo aprovechó a fondo. “Almeida me marcó la manera de desenvolverme, manejar el área, pararme, hablar. Fue un arquerazo, gran atajador de penales, y forjó todo lo bueno que se puede observar en mí”, afirma. Sin embargo, aquel 1997 fue emotivo a la vez, porque Villar defendió los colores de su país en el Sudamericano Sub 20 y en el Mundial de la categoría. “A partir de ahí, empecé a ver el fútbol de otro modo y a ser más profesional”, resume.

Libertad lo sumó a sus filas en enero de 2001, cuando ya integraba el plantel del seleccionado mayor. El arquero se calzó el buzo de uno de los grandes de Paraguay, equipo del cual su padre, también Justo de nombre de pila, es hincha. Al poco tiempo, se consagró por duplicado. “Fuimos campeones en 2002 y 2003 del torneo paraguayo (con Gerardo Martino como técnico) y me tocó muchísimo. La primera vez no paraba de llorar, porque mi viejo es de Libertad desde siempre. Además, rompimos una racha de 26 años sin títulos. Lo sentí un montón”, recuerda.

Imagen UNA GARANTIA. En el Mundial de Sudáfrica, se convirtió en el arquero paraguayo que logró conservar su valla invicta durante más tiempo en una Copa del Mundo, con 411 minutos sin recibir goles.
UNA GARANTIA. En el Mundial de Sudáfrica, se convirtió en el arquero paraguayo que logró conservar su valla invicta durante más tiempo en una Copa del Mundo, con 411 minutos sin recibir goles.
Arribó a la Argentina en 2004. Se plantó sin vueltas en el arco de Newell's, ganó el Apertura de ese año -certamen de estreno en el equipo rosarino-, y se transformó en un tipo adorado por el público leproso. Su buen rendimiento lo trasladó a España en 2008. Sin embargo, padeció su andar en Valladolid. “La verdad es que lo sufrí. Hubo un momento que disfruté: cuando al equipo le iba bien y era titular. Después, viví situaciones duras y pensaba cualquier cosa. La experiencia de estar con mi señora y los niños en un ambiente diferente a Sudamérica, en un fútbol competitivo como el español, no tiene precio. Pero no jugué lo que quería. Fue un cambio grande tener que ver los partidos desde afuera. No podía ayudar al equipo de la manera que pretendía, y estaba frustrado”, explica.

-Aunque conservaste tu lugar en el seleccionado.
-El Tata Martino, un fenómeno. Me bancó. Fue clave, un mérito grande. El se preocupaba, me preguntaba si me podían ceder a otro equipo y hubo posibilidades, pero no me querían dejar ir. Y el Tata me citaba a todos los amistosos para tener minutos. Eso me valió para mantenerme en ritmo.

-¿Rompiste con el estereotipo del arquero? No sos tan grandote, medís 1,80.
-No, no creo. Siempre hubo buenos arqueros de no tanta estatura. Quizás me cuesta un poco más por la idiosincrasia que tiene la gente. Se piensa que el arquero debe ser alto, y son distintas maneras de verlo. Nosotros tenemos más potencia de piernas, somos más rápidos, más ágiles. Tal vez complique el juego aéreo, pero se suple con esa potencia de piernas.

LA COPA AMERICA de Argentina 2011 le sirvió para reinventarse. Genio y figura, fue elástico para sostener a Paraguay en competencia hasta la final no solo en el desarrollo de los partidos, sino también en la serie de penales ante Brasil y Venezuela. “Es un poco de todo: analizar, ver, saber, intuición, y la suerte de elegir el sector en el que patee el tirador. Nosotros solo tenemos el 30 por ciento de posibilidades en ese sentido, y el resto es del ejecutante. Cuando acertamos el lugar, es casi una obligación atajarlo”, advierte.

Si bien terminó segundo y lo eligieron como el mejor arquero del certamen, el Pincha había abrochado su incorporación en plena Copa. “Tenía algunas opciones de afuera, pero pensé esperar un poquito para ver qué ocurriría en el torneo. Estudiantes se interesó en mí y me gustó desde el principio. Sé qué es Estudiantes en la Argentina y a nivel mundial, sé que se prepara para grandes cosas, sé la capacidad de los jugadores que hay, y los dirigentes se mostraron serios desde el comienzo. El contrato se firmó luego del segundo partido frente a Brasil, pero hubo un acuerdo previo después del primero. Todo dependía de si Orión iba o no a Boca”, apunta.

A diferencia de la mayoría de sus colegas, no le gusta pasearse por diversas instituciones en cada cambio de temporada. Al contrario. Villar prefiere hacer carrera en una y emigrar tras cumplir un ciclo. Su ficha avala el concepto: cinco años en la Primera de Sol de América, tres en Libertad, cuatro en Newell's, tres en Valladolid, y ahora tres en el equipo que dirige Miguel Angel Russo. “Mi familia estuvo cómoda en cada club donde jugué. Siempre la priorizo. Eso es clave”, acota.

Sus primeros encuentros debajo de los tres palos del León no resultaron agradables por la producción del conjunto. Derrotas ante San Lorenzo e Independiente. “Necesitamos más rodaje. Hubo jugadores, como yo, que se integraron a una semana de empezar el Apertura. Debemos acomodarnos para fortalecernos. Ojalá sea pronto, porque a medida que pasan las fechas, uno se impacienta”, revela.

-¿Cuál es la idea de juego?
-Miguel quiere un equipo protagonista, que juegue, que se mueva, con rotación de pelota. Tenemos gente rápida y con buena técnica para jugar. Son cuestiones que él sabrá aprovechar porque es un gran entrenador. Nosotros debemos seguir lo que pida y podremos lograr grandes resultados con trabajo y sacrificio.

-¿Qué compañero te impactó?
-Veo muy bien a todos. Pero me gusta la rapidez y la fuerza para saltar de Cellay. Después, el equipo juega diferente cuando Verón tiene la pelota en sus pies. Aporta otra visión, otro tipo de fútbol. Carbonero también me sorprende por cómo juega a su edad (21 años), más allá de acumular poca experiencia. Será una de las revelaciones, si continúa por ese camino.

-¿En qué deben ser más inteligentes?
-Tenemos que mejorar varias cuestiones. Cada uno hace su autocrítica y las trabajamos.

-¿Cuál es el objetivo?
-Habrá doble competencia: torneo local y Copa Sudamericana. Pero lo principal es afianzarnos bien y que el equipo mantenga una regularidad. Después, las metas del club son altas, porque la dirigencia se esforzó en las contrataciones, y debemos pelear aquello que juguemos.

Imagen Pese a la derrota en la final ante Uruguay por 3-0, fue elegido como el mejor arquero de la Copa América 2011, tras haber sido la figura en las definiciones por penales ante Brasil y Venezuela.
Pese a la derrota en la final ante Uruguay por 3-0, fue elegido como el mejor arquero de la Copa América 2011, tras haber sido la figura en las definiciones por penales ante Brasil y Venezuela.
PADRE EN tres ocasiones, disfruta de pescar y se entretiene con el tenis y el golf. Twittero reciente (@Justo_Villar1), ya lo siguen 6.489 personas. Su confesión en primera persona, fuera de la red social, brota desde lo más profundo y provoca el comienzo del fin. “Cuando me pongo la camiseta de Paraguay, corre algo distinto por mi cabeza porque es el seleccionado. Todos los que están afuera lo quieren vivir, y uno lo debe disfrutar desde adentro”, sentencia el capitán guaraní.

-Cubrir el hueco de José Luis Chilavert no debe haber sido sencillo.
-Chilavert marcó época. Transgredió la manera de ver el trabajo en el arco. Atajaba, hacía goles de penal y de tiro libre, intimidaba a los rivales. Estar después de él no fue una carga liviana de llevar. Me llena de orgullo mantenerme tanto tiempo. Lo mío, igual, es diferente. No compito con nadie y trato de ayudar a mis compañeros para lograr cosas importantes. No siento que esté marcando época.

-¿En qué momento pensaste que te quedabas con el puesto?
-Nunca. Nadie tiene su permanencia asegurada en el seleccionado. Cada entrenamiento, partido, incluso en los clubes, donde uno tiene que estar atento y ser responsable, es una prueba.

-¿La situación más dura la viviste en Alemania 2006, tras lesionarte en el debut ante Inglaterra?
-Sí. Eliminatorias duras, aguantar todo, clasificarnos, y estar afuera de lo que era un sueño a los cinco minutos fue terrible. Sabía que tendría una nueva oportunidad y no bajé los brazos.

-¿Qué te dejaron la Copa América y Martino?
-Desde el Mundial 2010 hasta ahora, el seleccionado causó efervescencia. Todos nos ilusionamos con lograr cosas importantes. No se dio, pero estuvimos cerquita en la Copa al perder la final con Uruguay. Y el Tata terminó su ciclo. Nosotros, los más grandes, lo veíamos venir, por cómo proyectaba sus cosas. Fue duro. Creamos una gran familia y él formaba parte. Una lástima.

NO PROYECTA su retiro. Justo Villar aún tiene cuerda a sus 34 años. Se cuida, se entrena y conserva limpia su cabeza para sobrevivir como futbolista. Vigente, no vuela para la foto. Sus tapadas bestiales causan sensación. Hace fácil lo difícil. Sin duda, es un arquero de Selección.


Por Darío Gurevich / Fotos: Emiliano Lasalvia