(sin categoría)

ESOS MALDITOS PENALES

Leo Franco y el estigma de Alemania.

Por Redacción EG ·

27 de marzo de 2008

-¿Te considerás un especialista en atajar penales?
-No, para nada. No soy especialista por un solo y simple hecho: el día que me tocó atajar los penales más importantes de mi vida, no pude agarrarlos. Y eso siempre lo voy a tener acá, acá, acá...
 
La entrevista con Leonardo Neorén Franco ya había consumido unos treinta minutos de charla recorriendo los temas habituales de precalentamiento para estos casos, temas como su estado físico tras la operación por una fibrosis en el cuadriceps de su pierna derecha a la que había sido sometido en diciembre, los plazos para su retorno al arco, la actualidad del Atlético de Madrid, el valor del Kun Agüero en este momento del equipo, su alto rendimiento frente a los doce pasos (5 penales atajados de 12 en las dos últimas temporadas, 42 % de eficacia), cuando la conversación se introdujo, interesada e inexorablemente, en uno de los grandes asuntos del que tan poco ha hablado nuestro protagonista en estos últimos 20 meses.
Leo Franco es bien argentino, nació en San Nicolás -cuna futbolera bendecida por un prócer de la talla del Cabezón Sívori-, se formó como futbolista en el semillero de su patria, ganó un Mundial Sub 20 en Malasia con Riquelme, Aimar y Cambiasso entre otros, pero sus escasos dos partidos en la primera de Independiente sumados a las once temporadas que acumula en el fútbol español lo han convertido en una figura alejada del sentimiento popular criollo.
Tal vez por esa escasa conexión con el público argentino o por su habitual gesto adusto, o quizás por aquella fama de hombre con pocas pulgas que sacó a relucir en una conferencia de prensa del último Mundial, o acaso porque para esa misma Copa le tocó reemplazar en la lista de 23 a un chico muy querido en el ambiente como Poroto Lux, lo cierto es que para enfrentar a Leo Franco en una entrevista da la sensación de que son imprescindibles un par de rounds de reconocimiento. Y también resultará evidente, tras un breve diálogo, que el hombre, seguramente consciente de todos estos condimentos, esperará las preguntas siempre con la guardia alta.
Leo Franco piensa bien todas las respuestas, mide cada una de sus palabras, protege sus silencios, por eso la determinación con que descarga su angustia por los cuatro penales que no pudo atajar, el “acá, acá, acá” que acompaña su sentencia mientras se señala la garganta, el corazón, el alma o vaya uno a saber qué, son como una salida de libreto inesperada, espontánea, nacida de las entrañas.
Pero empecemos por el principio.
-¿Debe ser duro perderse el momento culminante de tu equipo en la temporada, no?
-Sí, claro, tristemente uno no se da cuenta nunca cuando está adentro lo lindo que es jugar, por eso siempre viene bien mirar de afuera para arrancar con más ganas. Esperemos que esas ganas siempre se queden. Yo me operé el 12 de diciembre porque tenía seis roturas en el recto anterior del muslo derecho. Todo empezó en el 2001 con una rotura fibrilar grande, rara, al lado del tendón. Podía jugar igual pero me daba muchas molestias; entonces, cuando tuve la última lesión, me plantearon la opción de seguir o de curarme definitivamente con una operación. Como tengo ganas de jugar muchos años más, opté por una cura definitiva, no quería seguir poniendo parches sin poder entrenar al máximo el golpeo, por ejemplo.
-¿El Aleti es un poco el Racing de España, gente que acompaña, sufrida?
-Sí, se podría comparar con Racing. Un equipo grande, con gente que está siempre, es un ejemplo válido.
-Vas por tu cuarta temporada en el Aleti, ¿qué significó la llegada del Kun?
-Una apuesta importante, un jugador en el que se depositan muchísimas esperanzas... Es el referente de la gente. Aquí se fue el Niño Torres, quedó un lugar vacío y el Kun lo ocupó. La gente del Atlético tiende a dar muchísimo cariño y hoy está dirigido fundamentalmente al Kun.
-¿Lo cargan con Gianinna?
-Eh... (risas), mirá, intento respetar y bueno (duda, da algunas vueltas)... Lo que pasa es que el Kun es un chico... es un crack, un crack en todo sentido, a nivel jugador y a nivel persona.
-¿Por qué fracasó Bianchi en el Atlético?
-Es muy difícil saberlo, una pregunta complicada. Sigo manteniendo que es uno de los mejores entrenadores del mundo y que en Argentina marcó una época. Para mí ha sido un placer y algo inimaginable haber sido dirigido por un hombre que fue elegido dos veces el mejor entrenador del mundo, que ganó tres Intercontinentales, cuatro Libertadores...
-¿Los jugadores fueron leales con él, dieron todo?
-Eso hay que preguntárselo a cada uno.
-¿Con Burgos mantenés el contacto?
-Con el Mono compartí plantel en el Mallorca y tomé esa actitud que tiene de ir para adelante en todas. Es una filosofía muy válida. Ser positivo, tener en su boca siempre una carcajada, la broma, son cosas muy importantes para un plantel. Y ahora a veces nos vemos, frecuentamos los mismos... bueno, hay una panadería acá (risas) y nos encontramos siempre en la panadería. El viene a jugar con los veteranos y a veces nos cruzamos. Un personaje.
 
Neroén es un nombre de origen italiano que el arquero del Aleti no sabe bien qué significa. De lo que está seguro es que se ha transmitido como un signo distintivo de la familia y que así seguirá ocurriendo. La historia, o al menos la historia que Leo conoce, arranca con su bisabuelo Neorén Pedro Franco, se prolonga con su padre, Neorén Pedro también, continúa con su dos hermanos mayores de nombre Neorén Germán y Neorén Federico, y aún no encontró herederos en su familia porque hasta aquí Leo sólo tuvo una hija mujer, pero para el varón –claro- ya hay un nombre de cajón. “A mí me lo pusieron como segundo nombre porque no rimaba bien Neorén Leonardo, sino también iba de entrada”, reconoce el uno.
En San Nicolás, sin embargo, el Neorén más famoso no es Leo, sino su padre. El Ingeniero Neorén Pedro Franco fue durante 20 años decano de la Facultad de Ingeniería de su ciudad, “una de las personalidades nicoleñas de la educación más ricas en prestigio y consideración”, como destacaron los diarios en su momento. El papá de Leo falleció tras un accidente automovilístico en enero del 2006, un drama que obligó al arquero a volar de urgencia desde Madrid. “En San Nicolás mi padre era, y sigue siendo, claro, muchísimo más conocido que yo, y mucha gente le ponía Neorén a sus hijos por él”, destaca Leo, y por primera vez en la nota bajará los aguantes, aflojará los gestos, levantará las barreras y dejará escapar sus sentimientos sin frenos.
No resultó sencillo que en una familia con papá ingeniero y hermanos ingeniero y abogado, le permitieran a la oveja negra, así como así, ganarse la vida corriendo detrás de una pelota. “Mi padre quería que estudie –recuerda-. Al principio me venían a buscar mucho de Rosario para ir a jugar pero él no quería saber nada y recién cuando cumplí 15 años, su regalo fue darme el apoyo para que hiciera lo que quería. Eso sí: me dijo que si dejaba el colegio me volvía para San Nicolás. Ahí me fui a Independiente”.
Curiosidades de la vida, Leo tiene el privilegio de llevar a su ciudad estampada en la espalda: “Cuando llegué el primer año a Mérida, me dijeron que los porteros elegían el 1, el 13 o el 25 y como el 25 es el día de la Virgen de San Nicolás, y estaban ocupados los otros, me quedé con ese número para siempre. Un año, cuando firmé la renovación con el Mallorca, el presidente me dijo: ‘Leo, tenés que usar la 1, sos el titular’. Yo le expliqué qué significaba para mí el 25, me entendió y me dijo que, en ese caso, siguiera con el 25. Me parece una manera de dar un homenaje”.
 
Veinte minutos. Toda una carrera que de repente pasa a ser un curso preparatorio para rendir el gran examen de su vida en veinte minutos. Veinte minutos y cuatro penales. El destino lo puso en el lugar cumbre en el momento cumbre, un instante con el que seguramente soñó toda su vida, pero que le cayó del cielo en forma absolutamente inesperada.
-¿Cuál fue tu primera sensación apenas se lesiona el Pato?
-Pensé que seguía, que estaba haciendo tiempo, pero hubo una imagen, la de Juampi y el Ratón pidiendo el cambio, que me hicieron cambiar de opinión.
-¿Qué te pasó en ese segundo por adentro?
-No te da tiempo a nada, el técnico de dice “dale que tenés que jugar” y chau, adentro.
-¿No te agarra escalofrío?
-No, fue algo tan rápido... Lo hablaba con los chicos, es diferente si preparás un partido sabiendo que lo tenés que jugar. Acá no te da tiempo a nada, ni a ponerte nervioso.
-¿Imaginabas que podía haber penales?
-No, si íbamos ganando 1-0, pensé que lo aguantábamos, si lo teníamos controlado.
-¿Un arquero suplente se puede mentalizar de lleno en un Mundial, sabiendo que es muy difícil que le toque entrar?
-Una vez que arranca el campeonato uno sabe y quiere que a la selección le vaya bien, eso significa que tenemos que ganar y lo mejor es que no le pase nada a nadie. En ese momento decís para adentro: “ahora, mi lugar es apoyar, estar preparado pero apoyar”.
-Pasaron casi dos años, ¿te vuelven las imágenes de la eliminación?
-Las imágenes no, pero la amargura y el dolor, sí, y esas ganas... Nadie más que yo quería atajarlos, en ese momento te sentís que tenés que hacerlo, que no hay otra.
-¿Qué pensabas antes de la definición?
-Nada, no pensás nada, muchos me preguntan si me puse nervioso, nada, se vive con una intensidad que sobrepasa la emoción o el nerviosismo. Estás concentrado, esperando, viene uno y te dice: “ojo esto, ojo lo otro”, después viene otro y así.
-Esa noche estaba Lehman por un lado, solo, concentrado, y por el otro vos, con todos hablándote alrededor.
-Eso pasa por la personalidad. Si viene un compañero y te dice “fijate esto o lo otro, que lo conozco”, todo bien, muchos te alientan, qué te van a decir, dale Flaco, que los vas a agarrar.
-¿Tenías machete como Lehman?
-Yo no vi ese famoso papelito ni me di cuenta de que lo tenía ni nada, pero él puede tener anotado todo y después el que patea decide cambiar y no te sirve para nada. Hoy en día, un jugador profesional cambia el tobillo en una décima de segundo y listo.
-Si tenés la información, tenés más probabilidad de acertar...
-Qué sé yo, no lo sé, no lo sé.
-Si de 20 penales, un tipo pateó 15 a la derecha, es más probable que patee a la derecha, una cuestión matemática de probabilidades...
-Sí, pero no podés manejar al tipo que patea.
-¿Vos preferís no saber nada?
-No, a mí me gusta saberlo, pero al fin y al cabo es lo que te digo, puede influir pero no es definitivo. Yo no vi el papelito de Lehman, la pregunta es si él iba para el lado que decía el papelito o no, porque por ahí el papelito decía a la derecha y él se tiraba a la izquierda.
-¿Vos sabías para dónde pateaba cada uno?
-Sí, sí, cuando llegué muchos me decían “este patea para acá, éste para allá, fijate este y el otro”... La información la tenía en la mente.
-Lehman gritaba “errar, errar” para asustar a los pateadores...
-No sé, yo no lo escuché.
-¿Vos hacías algo?
-No, no me parece que un jugador de 250 partidos se pueda poner nervioso porque el arquero le grite algo.
-¿Estabas preparado para entrar en el momento en que entraste?
-Sí.
-¿No tenés dudas?
-Seguro.
-¿Te reprochas algo de ese día?
-No.
 
No se reprocha nada Leonardo Neorén Franco, pero la cicatriz se ve clarita en su rostro, tristemente abierta, aún en carne viva.