¡Habla memoria!

RUBÉN LUIS DI PALMA: NACIDO PARA CORRER

El 30 de septiembre del año 2000 a causa de un accidente con el helicóptero que pilotaba, fallecía Rubén Luis Di Palma. Recordamos una nota con El Gráfico en 1999, a corazón abierto como nunca antes, hablo de sus dos mujeres, de las peleas con sus hijos y de su nueva paternidad. Recuerdo y respeto para un "Loco" que vivió para la velocidad.

Por Redacción EG ·

30 de septiembre de 2021

El sol baña Arrecifes y lo cubre con un manto dorado. Alrededor de la casa de Rubén Luis Di Palma sólo hay árboles y más árboles. Un pequeño paraíso. El único ruido que se escucha es el de un motor que prueba el Loco en su taller. Parece un estallido. Es la explosión de una camioneta que participará el próximo año en la categoría Super Power junto a los autos que corren en la Super Cart.

Cerca de él está también su avión ultraliviano, ese mismo con el que cruzó los Andes y realizó mil diabluras. Ese con el que se anima a pasar por abajo del puente de Arrecifes como si fuera un juego para niños. Pero hay un espacio vacío. “El helicóptero está en el service, si no te llevaba a dar una vueltita”, me dijo el Loco con su típico espíritu aventurero.

En el taller hay fotos que muestran sus máximos logros deportivos. Una bien grande que lo encuentra piloteando el Berta LR con el tan famoso motor Tornado. El infaltable calendario con la pulposa chica que muestra el producto que, en definitiva, a nadie le importa. Mientras nos preparamos para la entrevista termina de darle forma a unas piezas para la camioneta y una radio diseñada por él mismo canta la hora. “Esta radio la inventé yo. ¿Sabés por qué? Porque las buenas siempre se las llevan a las carreras y nunca las devuelven. Hice esta porquería porque así quién se la va a llevar”, cuenta Luis mientras señala el invento con las manos sucias de grasa. De pronto mira el reloj. “Antes de hacer la nota tengo que ir a buscar a Valentina. Está por entrar al jardín de infantes y quiero que se venga a almorzar con nosotros así la conocen. Además ya le dije a Tana (N. de la R.: La Tana Lovalvo, su mujer) que se quedan a comer y no acepto una negativa”.

–Cómo no, nos quedamos pero, ¿quién es Valentina?

–Mi hijita. Tiene tres años y está en la casa de la mamá.

–¿?...

–Esperame, no tardo, voy volando.

Y así fue. Volando. Literalmente volando. Tiró de la cuerda del motor de su avioncito ultraliviano, se subió a la pequeña nave y partió con rumbo desconocido. Claro que no es común que un padre vaya a buscar a su hija en avión. Pero qué le vamos a hacer, es el Loco.

A los pocos minutos llegó Valentina. Una verdadera muñeca. Su cabello rubio, enredado por el viento del viaje, acariciaba su sonrisa que parecía dibujada. Enseguida preguntó por la Tana, la mujer que acompaña a Luis de toda la vida. La mamá de Patricio, Marcos, Andrea y José Luis.

–Loco, es difícil entender esta historia, ¿me la podés contar?

–Mirá, yo soy un tipo muy franco y voy siempre de frente. Cuando Tana me preguntó si era verdad que estaba saliendo con la mamá de Valentina, le dije que sí.

–Me imagino que no lo debe haber tomado bien. Una traición siempre es dolorosa.

–Soy traidor depende desde el punto de vista en que lo mires. Es verdad que engañé pero también es cierto que, cuando me preguntaron, no lo negué. Ahora si no me preguntás no te digo nada. Yo no pregunto y por eso prefiero que no me pregunten.

–¿Usted no le exige nada a Tana?

–Para nada. Ella se autoexige. Ella se desvive por sus hijos, por Valentina y esa fue su elección. Yo no la obligo.

–¿Pero cuando las cosas no andan bien no es mejor separarse?

–Mirá, cuando conocí a María Fernanda las cosas con Tana andaban mal. Entonces ella me ayudó a salir del mal momento. Después vino Valentina. Las cosas se fueron dando y hay que aceptarlas.

Imagen El Loco Di Palma rodeado de afectos fuertes: su ultraliviano y Valentina, la última hija, algo más que una aventura amorosa.
El Loco Di Palma rodeado de afectos fuertes: su ultraliviano y Valentina, la última hija, algo más que una aventura amorosa.

–Pero Loco, me imagino que la llegada de Valentina tiene que haberle traído problemas.

–No, para nada. No permito que me traigan problemas. Yo soy así. O me aceptás o no me aceptás. Yo no tengo problemas si me tengo que separar. Por más que llore yo, ella o los chicos, me separo.

–Pero por algo no lo hace. Algo lo debe seguir uniendo.

–Es que estoy bien. En casa hay una buena convivencia, Valentina se lleva bien con todos. Es un trato de familia normal.

–Lo único que es normal es el trato porque no se escuchan historias como ésta todos los días.

–No te creas, ¿eh? Pero si no hay, esta es mi historia.

–¿Hace cuánto tiempo de esto?

– Y... seis años más o menos.

–Pero evidentemente los problemas con Tana los solucionó porque yo vi una buena relación. Incluso es una persona muy agradable con Valentina. La cuida como si fuera suya. ¿Cómo hizo para llegar a esta armonía?

–Con la verdad. Esta situación con el tiempo se ha ido asumiendo y por eso convivimos perfectamente. Yo a la madre de la nena la sigo viendo. La veo todos los días porque Valentina viene siempre a mi casa. Eso acá lo saben. Además, fijate como es Valentina con Tana. (Señala la ventana.)

La Tana o Tana, una mujer formidable, lleva a upa a Valentina que no deja de hablarle. A su alrededor Eros, el dálmata preferido de Andrea, la hija mayor de los Di Palma, y otros perros que se instalaron en la casa corretean y ladran porque quieren jugar. Tana no deja de darle besos a Valentina con quien está fundida en un abrazo. Se quieren y eso se nota.

–¿Qué papel cumple María Fernanda?

–Es una compañera, una buena compañera.

–¿Qué edad tiene?

–Veintiséis. Es la hija de un amigo.

–Me imagino que se quedó sin amigo...

–No, para nada. Ella vive con sus padres y yo voy siempre a la casa. Está todo muy bien.

–¿Cómo se inició esta relación?

–Como te dije recién es la hija de un amigo y un día me pidió que la llevara a una carrera. Después se hizo copiloto mía y bueno. Viaje va, viaje viene, se inició la relación. Graficate esto. Vos vivís en el campo y de golpe comenzás a conocer provincias, vas a los mejores hoteles, el periodismo te hace notas. Yo creo que ella se deslumbró por todo eso y por mí, que la llevé a conocer eso. Nosotros corríamos en la categoría Super Cart. Incluso salimos campeones en el ’94.

–¿A María Fernanda le molesta la relación que Valentina logró con su esposa?

–No. Tampoco le va a hacer una fiesta. Pero Valentina es chiquita y cuando llega le dice: “Mirá lo que me compró Tana”. Y ella no le dice nada. Tiene que entender que esta es mi familia y lo acepta.

–Sus hijos mayores, ¿cómo tomaron esta noticia?

– A la que más le costó fue a Andrea. Al principio no quería ni verla a Valentina. Incluso le decía “ésa”. Pero Valen es una muñeca, le empezó a hacer caritas, a saludarla y se la fue comprando. Marcos y el resto de los chicos no se pusieron locos de la alegría, pero entendieron. Valentina está viviendo esa edad en la que hace caritas, es simpática y los compra. Es imposible que no te compre. A Andrea creo que todavía le cuesta.

–Es que a veces es difícil entender que la culpa no es de los chicos, sino de los grandes.

–Puede ser. Yo creo que hemos logrado una buena convivencia. No nos llevamos a los tiros. Tenemos las discusiones típicas de una familia pero eso existió siempre.

–¿En qué momento de su vida llegó Valentina?

–Valentina es hermosa, igual que Andrea. Ella también es hermosa. Pero cuando mis hijos eran chicos no pude disfrutarlos porque yo viajaba mucho y estaba de acá para allá. En aquella época vivíamos separados con mi familia. Cuando yo estaba en un lugar ellos estaban en otro. El que estuvo más cerca de mí fue Marcos. El resto siempre con Tana. Después los chicos crecieron sin tenerme al lado. Ahora está Valentina, que puede disfrutarme como papá. Ella se queda a dormir en casa y pasa varios días conmigo. Vive una etapa distinta.

–¿Se lo reprochan sus hijos?

–Mira, yo creo que las cosas por algo pasan y siempre hay que aprender de eso. Aunque ahora que me lo decís te digo que aprendieron cosas que yo no hubiera querido que aprendan. Ellos no me reprochan nada porque las cosas se dieron de esa manera, ése era mi trabajo... Pero aprendieron algunas cosas...

–¿Cómo qué?

–Patricio tiene dos hijos y no es casado. La mujer vive en Arrecifes y él en otro lado. Marcos tiene un nene. La mujer vive en Chivilcoy y él vive acá.

–Entonces, hay autocrítica, ¿o no?

–Ojo que yo no estoy conforme con todo lo que hice. Pero ya lo hice. A la larga, prefiero que estén así y no que se hayan casado y después separado.

–Le digo que mucha diferencia no hay.

–No, pero es otra cosa.

–Marcos dice que aprendió de vos el buen manejo y la facilidad para encararle la mujer a todos.

–(Risas.) Es una forma de decir. Yo no le enseñé eso.

–¿No? Me parece que algo de razón tiene.

–El dice lo que a la gente le gusta que le diga. Igual le dije que es un pelotudo por decir eso. Yo entendí por qué lo dijo. Pero, ¿quién más lo entiende? El tiene tres amigos y dijo que se acuesta con la mujer de un amigo. Yo conozco esa relación y no es la mujer de ninguno de esos tres que están cerca de él. Lo dijo para darle con un palo al tipo que sale con la que él se acuesta.

 –Parece una novela de Migré. De tal palo, tal astilla.

–El es más impulsivo y habla. Yo prefiero callarme la boca y tratar de hacerlo. Sabés lo que pasa, en este ambiente es muy difícil no tentarse. El piloto está solo y rodeado de veinticinco promotoras. Alguna siempre te gusta. ¿Qué querés? Uno tiene problemas de dentadura y le ponen carne tan tierna. (Carcajadas.)

Imagen El Berta Tornado utilizado como un juguete. Valentina le arranca ternura al Loco en el taller.
El Berta Tornado utilizado como un juguete. Valentina le arranca ternura al Loco en el taller.

–¿Qué esperás para Valentina?

–Es chiquita y quiero que sea feliz. La imagino más grande, hermosa. Ya traerla al mundo e intentar que viva normal es suficiente porque no puede esperar mucho para su futuro.

–¿Por qué?

–Qué puedo esperar del futuro de Valentina con el país que le dejamos. Hemos hecho tantos quilombos con este país que no puedo esperar nada para el futuro de mi hija.

–¿Ella es muy compañera y te sigue en tus locuras?

–Sí, le encanta. Ella se sube al ultraliviano re contenta. Pero los chicos míos más grandes también lo hacían. Valentina a veces me pide que la suba a la camioneta que estoy preparando, ¿querés probar una vueltita?

–No, muchas gracias. Quizás más tarde.

–Dale, no lo vas a poder creer. Te llevo ahora en esta camioneta que anda a 315 kilómetros por hora. Es maravillosa.

–Ni loca. Me muero de un ataque cardíaco si me subo a eso.

–Dale, te va a gustar. ¿No vas a tener miedo conmigo al volante?

–Y... la verdad que no. Está bien, voy.

Y así fue. El Loco encendió la Super Power que tiene 560 caballos fuerza y un embrague de cuatro discos para 1.100 caballos y explotó el silencio de Arrecifes. Las hierbas frescas de su jardín sintieron el paso caliente de las ruedas que parecía que iban en el aire. Después de dar un par de vueltas por la ruta, en las que quedé petrificada en el asiento del copiloto, continuamos la nota.

–¿Te gustó?

–La verdad, es una sensación increíble. Cuesta recuperarse de un viajecito así. Pero bueno parece que sabés convencer a la gente. Por eso tu intento en la política.

–La gente me pidió en las encuestas. De entrada dije que no, pero soy muy amigo de Duhalde y de Ortega y como son buena gente y honesta, acepté. Palito fue copiloto mío en el ’70 y lo conozco bien. Duhalde venía siempre cuando una de sus hijas estudiaba para ser monja y aterrizaba su helicóptero en mi casa. El problema más grande era la deuda que tiene Arrecifes, de aproximadamente 7 millones de dólares.

–¿Su vocación de servicio es espontánea?

–Mira, vos antes me hablabas de que era un loco por pasar con el helicóptero por debajo del puente de Arrecifes. Un día hubo una inundación terrible en Pergamino y los helicópteros oficiales estaban parados porque era muy peligroso mandarse. Había gente que podía morir. Yo subí al mío y salvé muchas vidas. La gente sabe cómo quiero a Arrecifes y sabe que voy a dar todo por mi lugar. Además, el pueblo sabe que no era por lograr popularidad porque acá yo soy más conocido que el actual intendente. Soy más que cualquiera.

–¿Siente que la gente lo premió por su carrera deportiva?

–Arrecifes salió a apoyarme masivamente. Era una posta que ganaba las elecciones.

–Pero las perdió. Ajustadamente, pero las perdió.

–Acá las elecciones internas son de cuatro mil personas, más o menos. ¡Y qué casualidad! En esa  votación hubo ocho mil sufragios. Se tuvieron que unir todos para poder ganarme.

–¿Usted insinúa que hubo algo raro?

–Sin lugar a dudas, los radicales compraban los votos. Eso lo vi yo con mis propios ojos, no me lo contó nadie. Compraban votos en cadena. Y esa fue la manera de bajarme. Me dolió mucho porque lo que yo conocí de la política era bueno. Yo no tuve necesidad de hacer campaña. Pero los radicales me robaron. No me olvido más. Ese día jugaban River y Boca y en Arrecifes eso es importante. En el supermercado habían preparado todo. Llevaban a la gente ahí en una Trafic, la hacían votar, le daban la bolsa con la comida o 50 pesos y lo mandaban para su casa. Preguntaban quién había votado y quién no. Al que no lo había hecho lo llevaban. Así se manejaron.

–¿Se alejó definitivamente de la política?

–Nunca digas nunca. No me gustó lo que me pasó, pero si viene Duhalde y me ofrece un cargo lo pensaría. Vería de qué se trata y lo analizaría. Si me doy cuenta que es para usarme digo no, si es por la gente diría que sí. Ya tengo una edad en la que me gustaría pensar otra cosa, además de correr.

–¿Tiene su casa hipotecada?

–Sí. Por suerte no tengo un peso.

–Pero Rubén, sus emprendimientos implican dinero y no poco, sino mucho.

–Puse esta casa como aval para sacar un crédito en la empresa Zanella para el tema de los aviones. Se muere Zanella, que era mi amigo, y dejé la casa como aval pero no saqué el crédito. No lo usé. Pero a Zanella con el tiempo le van mal las cosas y se presenta en convocatoria y ahí aparece: Luis Di Palma debe cien mil dólares. Pero como no debo cien mil dólares no pasó nada.

–Pero mantener un helicóptero no es nada barato.          

–El helicóptero no es mío.  
–¿De quién es?       
–¡Ah! Yo qué sé. El más rico no es el que más tiene, sino el que menos necesita. Y yo estoy bien así. Para encarar proyectos yo no necesito la plata. Tengo todos los proveedores que me conocen y apuestan por mí. Me conocen. Saben cómo soy.

–¿Cómo es?

–Loco pero honesto.

Por DEBORA D’AMATO (1999).

Fotos: LUIS MICOU.