1993. Los mellizos del Lobo
Guillermo y Gustavo Barros Schelotto son mellizos deslumbraron al dar sus primeros pasos en la Primera de Gimnasia y Esgrima La Plata. En esta nota se definen, cuentan sus orígenes y sus gustos.
Ocurrió una cálida mañana de noviembre de 1992... En uno de los entrenamientos de Gimnasia, los técnicos recién asumidos -Carlos Ramaciotti y Edgardo Sbrissase preparaban para comenzar la práctica de fútbol. De un lado, formando parte del equipo titular, apareció Gustavo -que había debutado en Primera la fecha anterior- y del otro, junto a los suplentes y ante las miradas extrañadas de todos, se paró Guillermo. Tras veinte minutos de partido, el capitán Sergio Dopazo se acercó a los técnicos y les advirtió: "Miren que el que está jugando de titular es Gustavo, ¿eh?". Pasaron sólo unos instantes... Ramaciotti cortó la práctica y, resignado, realizó los cambios.
Es apenas una más. La vida de los mellizos Barros Schelotto está regada de anécdotas, simples y divertidas historias que a ellos, los protagonistas, parecen ya no sorprenderlos. "Claro, desde chiquitos nos confunden -señala Guillermo-. Es más, hasta la abuela pregunta quién es quién cuando nos ve. Muchas veces, si estamos de espalda, ni mamá nos reconoce. Sólo se da cuenta por la ropa que tenemos o por la novia que está en casa". Y razones no le faltan, porque estos dos pibes de 20 años, sencillos e inocentes, que acercan en el recuerdo el caso de los hermanos holandeses René y Willy Van de Kerkhof, que se entusiasman y enciman en el diálogo, no sólo se asemejan por afuera. Parecen salidos de un carbónico que copió todo: los gestos, el andar, el ídolo ("el Beto Alonso, por su formar de jugar"), los gustos musicales ("rock extranjero, Rod Stewart, Bon Jovi"), el deseo máximo en el fútbol ("jugar en la Selección"), la vocación ("una trunca carrera de Derecho, que nunca empezamos por el fútbol"), los caminos... "Todo empezó cuando eran muy chiquitos, tenían 6 años y jugaban en el patio que da al consultorio -recuerda con orgullo el doctor Hugo Barros Schelotto, actual integrante del cuerpo médico de Primera División de Gimnasia y presidente interino de la institución en 1983-. Los pelotazos no paraban, y como no que-ría que ningún paciente se ligara un fulbazo, los llevé al club local For Ever".
Los chicos crecieron y las ambiciones también. Cuando tenían 12 años, el técnico de For Ever quería llevarlos a Estudiantes, donde atajaba el hermano mayor Pablo, pero ellos -hinchas del "Lobo" desde la cuna- no se decidían. Un día, Pablo se fue a la contra, y ahí nomás terminaron las dudas. Desde entonces siempre fue Guillermo "el mayor de los mellizos", el que llevó la posta, el que miró los partidos desde adentro. Así ocurrió en las divisiones inferiores y cuando llegó el turno del fútbol grande. Mientras tanto, al mismo ritmo que subían de categoría, cambiaban de escuela: "Empezamos en el Sagrado Corazón, pero al pasar a segundo año debían quedar afuera 10 personas porque unían dos clases. La elección fue por conducta y bueno... tuvimos que irnos los dos, ése no era nuestro fuerte. Entramos al Nacional 2, donde hicimos hasta cuarto año; ahí empezamos a entrenar a la mañana y el único colegio de la zona que tenía turno tarde era el Normal 3. Terminamos la secundaria, pero no fue fácil... Nunca nos gustó aprovecharnos de nuestro parecido, incluso una vez nos costó caro: teníamos que hacer dos trabajos cada uno, y como no teníamos ganas hicimos sólo uno. El profesor pensó que nos queríamos pasar de vivos y casi nos mata".
En la casa de Diagonal 78, el fútbol sale por la ventana. En la planta baja, el consultorio de Don Hugo abre el paso a decenas de cuadros, fotos y banderines. Un piso más arriba, en el cuarto de los futbolistas, las camas de los tres hermanos se alinean en perfecta simetría. ¿Habrán soñado allí alguna vez hacer un gol como el que Guillermo, tras una hermosa pared con Gustavo, le convirtió hace poco a Estudiantes y desató el delirio de sus hinchas? "Creo que mi mayor virtud es la definición -analiza Guillermo-, soy un delantero habilidoso que arranco de atrás, quizás me falte un poco de potencia y de marca". Y continúa Gustavo: "Yo juego más retrasado, de enganche, tengo habilidad, pero me falta dinámica", "Grande Melli", les gritan desde una moto apenas se asoman a la calle. "Los hinchas nos van conociendo y ya no se juegan. Antes por ahí se confundían, pero yo les seguía la corriente para no parecer antipático", comenta Guillermo.
Ocurrió una tarde de octubre de 1993, en Córdoba. El Torneo Apertura ya se perfilaba y ellos cambiaron las posiciones habituales y... las camisetas. El 10 quedó esta vez para Guillermo, el 11 y el primer gol en Primera para Gustavo. "Contanos tu gol, Guillermo", le propuso el periodista en el vestuario. Una sonrisa fue la respuesta.
Por DIEGO BORINSKY (1993).
Fotos: FABIAN MAURI y ARCHIVO EL GRÁFICO.