Todos estuvieron
“La trascendencia de algunos sucesos provocan el don de la ubicuidad” dice Borocotó en este divertido artículo sobre aquellos partidos y acontecimientos que contiene la historia a los que "todos" asistieron o participaron de los mismos.
El temporal arreciaba contra la casilla — y muchos le sostuvieron. Dícese que no fue así, que los jugadores se guarecieron bajo la misma, pero eso no interesa. Lo cierto es que entre los viejos adictos a Boca, cuando se plantea une discusión acerca del amor al club, no falta quien diga:
—Yo fui uno de los que aguantó la casilla...
Es el pergamino, el abolengo boquense. Todos los viejos aguantaron la casilla; y son ya tantos, tantos, que en la casilla no habría lugar para que cada uno pusiera apenas un dedo...
Matches y sucesos contiene la historia a los que "todos" asistieron o participaron de los mismos. Digámoslo así, con esa definición que encierra la palabra entre comillas.
¿Quién ya cuarentón para arriba no vio el partido de 1924 contra los olímpicos uruguayos? Quizá en su momento fueron treinta mil, porque les instalaciones de Sportivo Barracas, por más abarrotadas que estuvieran, no daban para más. Ahora son muchos millones.
Los hay más discretos o más medidos que dicen:
—Yo no pude entrar... Y tenía las entradas...
Esos millones que "fueron" destacan dos acontecimientos muy opuestos pero con un don de ubicuidad maravillosa, realmente mágica. Estuvieron en el lugar justo en que Onzari pateó el tiro de esquina que habría declarar el primer "gol olímpico" y escucharon el ruido dramático e impresionante de la pierna de Adolfo Celli al quebrarse. Porque se escuchó nítidamente y "yo estaba allí; fue delante de mis ojos". Así lo aseguran "todos".
¿Quién no vio y midió aquel golazo del negro Pratto a Zamora, también en la cancha de Sportivo? Lo vieron "todos" pero difieren en la medida. Se ha calculado que fue de cuarenta metros. Otros sostienen que de más lejos, y cuando tal concepto emiten, están los que, para demostrar que estuvieron, rebajan la distancia. Si la conversación se plantea e la inversa, la aumentan. Así, con el andar de los años aquel tiro lo ejecutó el ya desaparecido Pratto desde Lanús y marcó el gol en Barracas.
Es que ese golazo quedó en le historia y es el recuerdo más saliente que llega (teniéndose o no dicho recuerdo) cuando se menciona al negro. Otras cosas suyas, corno las grandes actuaciones que nos ofreciera en pareja con Nóbile, están un poco olvidadas. El gol, no. Ese crece y crece conquistando distancias.
De la actuación estupenda de Américo Tesoriere en la final del Sudamericano de 1924 en Montevideo se van tejiendo leyendas. Nadie tiene la culpa de ello. Las cosas, cuando pasan de narrador en narrador, adquieren esos ribetes legendarios. En fin de cuentas, no es otra cosa que la expresión de un agradecido homenaje. Con Américo nos solazamos mucho al evocar esa tarde porque ya está aceptado que contuvo un penal. Y Tesorieri dice:
—Ya uno no se discute, pero se va hablando de dos... Dentro de unos años se aceptarán dos... y comenzará a discutirse el tercero.
Y allí no hubo penales. Ata jadas impresionantes, maravillosas, ante cuales habría que inventar adjetivos, pero penales no. Sin embargo...
***
Es lógico que en muchos años de espectador queden como cumbres que se elevan por encima de la multitud de partidos presenciados aquellos que han tenido una especial significación o un proceso inesperado. ¿Y qué aficionado no se anima a deslizar lo de "yo estuve"? Así pasa con el partido de Huracán y Boca correspondiente al campeonato de 1928. Cerró Boca el primer tiempo con uno a cero a su favor, producto de un taponazo de Tarasconi. En la siguiente etapa Guillermo Stábile marcó tres tantos y los de Parque Patricios conquistaron la victoria más importante del certamen en el que obtuvieron el título de campeones.
"Todos" lo vieron. Y "todos" también asistieron a aquel match del campeonato de 1931 disputado en el estadio -de Boca entre San Lorenzo y Tigre, aquel en el cual los "santos" iban venciendo por dos a cero faltando quince minutos... y perdían tres a dos cuando apenas restaban siete. ¿Quién no vio los tres goles con los que Bernabé Ferreyra dio un salto impresionante hacia la popularidad? Si se fue espectador de la época, el no citar ese partido, el no haber estado, equivale a algo así como a no haber visto fútbol... Y no se puede decir "no pude entrar" porque éramos pocos...
¿Y el gol de Nolo Ferreira frente a los paraguayos por el sudamericano de 1929 en cancha de San Lorenzo? Fue contra el arco que da a la Avenida la Plata, ¿verdad? ¡Se acuerdan que la pasó de pie e pie varias veces? Ahora, a la distancia, la pasó tantas veces de pie a pie que la jugada debe haber durado, por lo menos, media hora...
"Todos" lo vieron. Y es más: "estuvieron allí, sobre el preciso lugar". Lo mismo no puede decirse del match que Independiente jugó para la historia contra el Barcelona, el del cuarteto de goles, porque fueron cuatro goles y no todos del mismo lugar, Pero, ¿quién no estuvo?
* * *
Otro suceso, muy curioso, se agrega a la serie. Para la final del campeonato mundial de 1930 un barco no llegó a tiempo por la niebla. Los aficionados que transportó llegaron a la vecina orilla cuando el partido terminaba.
No sé cuántos viajeros transportó la nave, pero lo cierto es que si sobre ella pusieran a quienes dicen haber viajado, se iría a pique de golpe,
* * *
Es posible seguir enumerando hechos de los cuales "todos" participaron, pero, claro está, han ocurrido hace mucho. También las cosas aquellas del "Créase o no" siempre se producían lejos. Aquí se publicaban las acontecidas en Egipto y allá las ocurridas por estos lares. ¿Y quién podía negarlas? El gol de Vicente de la Mata en cancha de River Plate en 1939, por ejemplo, tiene el inconveniente de ser un tanto reciente. Cierto que asistió mucho público porque se trataba de un clásico, pero dentro de unos años más la cantidad de espectadores que "tuvo" será tan impresionante que no cabrá, no solamente en el estadio de River, sino que en todas las canchas juntas.
No caigamos en el error de protestar acerca de eso. Sería ingenuo. Ni siquiera se hace tal cosa en la presente nota. Implicaría una falta de respeto a los mismos sucesos que, de paso, recordamos a manera de homenaje. Podríamos agregar muchos más que hacen de aristas en le historia de nuestro fútbol, pero hemos elegido unos pocos para esta amable charla que ha de permitir a los viejos aficionados evocar esos y otros sucesos, hayan o no sido espectadores de los mismos, pero que están incorporados el acervo popular en virtud de la trascendencia que tuvieron y la leyenda que van tejiendo los años.
Borocotó (1949)