1934. Las hinchas. Por Borocotó.
Conozca a las mujeres obsesionadas por sus equipos, las que se enferman en la derrota, las que revolean carterazos ante la crítica, las que van a todos lados. Entre ellas está la inolvidable Tita Matiussi cuando tenía 16 años.
No; no empiecen a decir: "¿Y ésta es la hincha más calificada?" No protesten. He querido hacer, simplemente, una referencia a las más grandes simpatizantes de los primeros equipos, y cuando fuí a averiguar quiénes eran, encontré que muchas merecían igual consideración. Para quedar bien, para abarcar la mayoría, tendría que escribir un grueso volumen... y siempre quedaría una chillando: "¿Y a mí? ¿A mí que he ido hasta La Plata más de una vez y que me quedé bajo la lluvia firme en mi puesto? A éste le han pago..." ¡Ah!, a mal pensadas no les gana nadie. Es remotamente probable hacerle entender a un hincha algo contrario al criterio que se ha formado, pero tratándose de una mujer no cabe ni la posibilidad de ese remoto. Es definitivo. Figúrense ustedes que en la recorrida para hacer la nota, cuando ya estaba entrando en confianza, todas se despacharon en contra mía. Y no vayan a creer que dando rodeos. No; derecho viejo, con punta, filo y contrafilo. Por lo menos, cuando se cae en una barra de reos y se piden unas cañitas a manera de encendedor para la cháchara, hay siempre aquel que dice: "Che, muchacho; vos estuviste mal... Fajaste demasiado... No es pa tanto; no es pa tanto..." Pero las damas no adornan las biabas. Las pegan sin consideración. "Usted nos tiene rabia". Tal es la manera, la frase usual. Y no caben explicaciones ni preguntándoles por el novio o haciéndole el elogio al marido. Con razón saben agarrar a los pibes, mirarles los zapatos y, al descubrir huellas del potrero, sacudirles bien fuerte pasada la columna vertebral. Y todo sin palabras; con esa seriedad de quien tiene conciencia de sus actos; con la autoridad de quien se cree que está reformando al mundo. Y ocurre después que el pibe se rasca un poco y torna para el baldío.
Yo sé que se van a enojar muchas. Lo siento. Hasta se me creará un problema con la elección de la Primera. Por eso, coloco cinco bolillas en un sombrero. Che, Frascarita: sacá una. Ya está: le tocó a la de Racing. ¿Qué ?... ¿Usted protesta? ¿Quería haber salido primero ?... El azar, él azar, mi amiga. En este sorteo no hubo mula y les puedo asegurar que si existen algunas simpatizantes comparables en méritos con las que aquí aparecen, no me negarán que éstas son de primera agua.
TITA MATTIUSSI, DE RACING
Es hija de don César, el viejo canchero de Racing que desde hace veinte años anda enredado entre los colores de la bandera. No sabía nada de fútbol; su oficio de quintero y lo comprueba esa inscripón de "Racing Club" hecha con plantitas en el jardincito que rodea su casa. Por los tiempos del presidente don Luis Carbone ingresó a "La Academia" y desde aquel entonces toda su vida está encerrada en ese predio en el que su casilla ha cambiado ya tres veces de lugar. En la casilla abrió los ojos y emitió su primer llanto la piba Elena, llamada Tita y que está por llegar a los 16 años.
Nació en Racing y ese es su mérito, el que acompaña con su condición de socia y de hincha que sigue al equipo a través de todos los fields y bajo las distintas temperaturas. Se le suele ver con su inseparable amiguita Coca Gatti. Son las dos pequeñitas, risueñas, simpáticas, y, en "homenaje" a la estatura, el Ruso González les llama "El Ala Izquierda" haciendo una referencia a Leoncio y Del Giudice que en algunas oportunidades jugaron juntos y fueron los puntos más "altos" del team.
Tita fue campeona de natación en la categoría menores. Es otra performance que se agrega a las ya mencionadas. Pero tiene más. Me contaron que cuando ayuda a su mamá y plancha las camisas de los jugadores, canta con más alegría llegando a una, la que plancha con más afecto. Lo que no saben quiénes me informaron, es si el afecto es un reconocimiento al jugador de sus preferencias o que hay allí una simpatía no expresada. Vaya a saber... Yo no quiero hablar más para que no me consideren tan chismoso como quienes me contaron esto.
Tita no recuerda al Racing de antes. Ella nació por aquellos años y cuando pudo apreciar fútbol ya había dejado de ser la pebeta que fue llevada en brazos por los viejos tracks del team siempre evocado.
—A veces me decían algunos jugadores: "Yo te cargué de chica". Y eran de los más famosos, pero a quienes no pude ver jugar en pleno apogeo — me dice Tita. Y en cuanto le pregunto por el jugador que ahora más aprecia futbolísticamente, me responde: Mi padre es canchero... y yo no puedo hablar mejor de uno que de otro.
Allí, en la casilla en que nació; entre pantalones, camisas y botines de fútbol, está su vida. Tiene siluetas de cracks, dibujos, estatuitas. Están sus ídolos, sus amigos, los muchachos que ella sigue domingo a domingo en compañía de Coca Gatti. La semana transcurre siempre igual. Hasta el jueves los comentarios relativos al domingo último; a partir de aquel día, los ojos puestos en la fecha próxima. Y cuando se ha perdido le protesta al padre:
—¿ Viste ?... ¿ Viste cómo erramos aquel gol en la puerta del arco ? El viejo se encoge de hombros. Él quiere a Racing, pero no ha llegado a hincha fanático. Vino de grande al club, y de grande no se arraigan tanto los afectos. Pero la Tita fue amamantada con ese cariño que Bugueyro le reconoció en una foto que le dedicó así: "A Tita, que quiere a Racing de corazón".
DOÑA CATALINA CALAMITA. DE RIVER PLATE
Cuénteme, señora, cómo le dió por ese lado.
—Io sono calabresa, sai?, da la provincia de Catanzaro, ¿capito? E vivía inta Buca. Un giorno sa salime a paseare coN una amica e vimo un montone di quente acunto a la cancha vechia. L'entremo a vedere, le gay dicho a la irra amica., E vimo ftirbbl, Me giusta rono lu colore da Rivere e d'antunce seno hincha. Hácenno yente anni, Fue coando River le guadañó in partido a Racing per uno a cero y dopo Racing le protestó. Intonce, a la revancha River le fajó sétte gole a uno. Pa que se esténo chito. Veinte años hace que doña Catalina sia River Plate. Que lo sigue y lo degue Tiende con todas sus fuerzas.
—Cuénteme aquel lío de los carterazos.
—Independiente guadañaba per do a cero y entoavía ina mochacha se estábano burlando de no altri. ¡Perca miserial... Propio, propio en la mía facha... ¡Y en la riostra canchal... Chapé la cartera e le sonno dato inda la testa, per esquifusa. Fu coando semo perdido per do a cero cueli partito que mereciamo ganare. Ma pero Rivere piérdeno mucho partido que merecen guanar. ¿Oste sa ricorda d'aqueye de La Plata coando lo diputado le son poesto il revólvero al petto dal referee e que nos dieron el gol de la casilla? ¿E coando contra Gimnasia Rojo Miró intregó lu partito? E, io contra lo referee la protesto. A la cancha de San Lorenzo ina vese que estábamo jugando, River empataba y dopo, de seguida, San Lorenzo no hacía otro gole perque el referee le cobraba lo ofsay a tutti le avance que llevábamono. ¡Porto squifuso! Al terminare lo incoentro una chica lo foé a felicitare. ¡Antunce io lo casqué!
—¿Así nomás, doña Catalina?
—Eco: per cochino. Ese referee non jugó nunca piú. Propio contra San Lorenzo, se portó mal y en el partito que noi altri perdemo sempre. Osté sabe que a la primera fecha le hacime sete, seie e que nunca baja la coenta. Ma, en la segonda roeda nos róbanno esos hipócrita del catolicismo.
—¿Usted no es católica?
—Perque no lo soy me son buscado un club que no se llaman santo ni va a la igresa tutti lo giorno como cuelos de Buca.
En cuanto nombró a Boca hizo un mal gesto. Y allí, en esa casa en la que todos los vecinos la quieren bien aunque domine la hinchada boquense, me contaron que siempre va a las canchas llevándose a un Pibe de una vecina y que ella hizo hincha de River. Un hermanito del citado es de Boca y doña Catalina lo llevó en cierta oportunidad con el propósito de convencerlo. Jugaban River y Boca. Resulta que éste último marcó un goal y el purrete pegó el grito jubiloso. "No te traigo piú", le gritó doña Catalina enojada. Y no lo llevó más. Por eso, cuando le pedí que se dejara fotografiar con ese chico que tenía una camiseta de Boca, me dijo:
—Que se asaque la camiseta.
Hace veinte años que doña Catalina entró a la vieja cancha de la Dársena a ver una cosa que nunca había visto. Allí se enamoró de los colores y desde aquel entonces sigue a su cuadro favorito. Su temperamento calabrés la lleva a enojarse con frecuencia. Es tan nerviosa que, cuando habla, tiembla. Pero de todo ello la salva una explicación a su afecto. Doña Catalina es sola. No tiene a nadie. Sus cariños de familia son unos pocos recuerdos entre los cuales los hay amargos. River Plate es su único amor. Ha volcado sobre él todo su caudal efectivo. Con su cuadro sufre y goza; con su cuadro experimenta las emociones que constituyen su motivo de existencia Si River muriera de golpe, doña Catalina no podría subsistir. Acompañaría a su club a la tumba.
Tolérenle ese temperamento nervioso. Piensen que tiene cincuenta años y un único amor. En su piecita de la calle Méjico, cuando come solita los domingos por la mañana, siente la inefable alegría de esa adolescente que espera al novio o que irá en su busca. Doña Catalina marcha alegre, feliz, esperanzada al encuentro de ese novio que se llama River Plate, que la ha hecho sufrir mucho y que le ha dado, en compensación, las escenas amables que tiene para evocar en presencia de las fotografías de sus tracks preferidos. Esos fetos y ese puñadito de recuerdos constituyen su vida. Y ahora, un chiste para broche
—¿Cuál es el jugador que le gusta más, doña Catalina?
—Lago, porque tira la pedrita.
LA PAREJA DE LOS ROJOS
La hincha de Independiente son dos: Francisquita Pérez, socia número 1, y Cleo Roche, sobrina del conocido dirigente que hasta hace pocos días presidió la entidad mencionada. Al crearse la sección socias ingresaron un montón en el mismo día. Fue preciso proceder a un sorteo para asignar los números y a Francisquita le correspondió iniciar la lista. Son dos chicas amables, simpáticas y con algunos interesantes conceptos deportivos. Me han dicho:
—Cuando un jugador se coloca la camiseta del club, aunque sea malo, es necesario aplaudido y estimularlo. Con agraviar al que actúa mal sólo se consigue empeorar su performance. Los comentarios deben hacerse fuera de la cancha y si el futboler nos parece mediocre, pensar si la entidad tiene uno mejor para reemplazante y no decir: "¿Por qué lo pusieron?"
Y hay que oír el tono de voz. Hasta arrugaban el entrecejo a riesgo de afearse. Criadas alimentando el afecto al club, han podido quitarse de arriba esa influencia perjudicial que hace del hincha un elemento terco, incapaz de admitir razones que sean contrarias a sus opiniones.
—Nosotras vimos a Independiente perder contra Estudiantes su puesto de puntero en la tabla de posiciones. Nos amargó esa caída, pero aplaudimos a nuestro equipo y a la noche paseamos igual por Mitre.
He aquí una cosa bien pueblerina. Se pasea por la Avenida Mitre. Están por allí los parciales y los adversarios. Si se ha ganado, las muchachas reparten sonrisas a los hinchas de Racing que ya conocen; si han perdido, aceptan sonrientes (por fuera) las señas que les hacen con los dedos indicando scores y esas palabras tan familiares como pepino, pesto, baile, etc.
—Este año nos tocó a nosotros sonreír más, pero hemos soportado malas campañas antes de tener esa columna vertebral que es Bello, Corazzo y Sastre.
—¿No vieron el team del 26?
—Llegamos a verlo, pero éramos muy chicas. Es en recuerdo a ese equipo que defendemos a Ravaschino, acaso hasta cuando no juega bien.
—¿ Y cuál es el jugador cuya presencia en la cancha les infunde confianza ?
—Si nos asegura que no lo va a decir, se lo decimos.
—Soy una tumba.
—Corazzo.
La tumba estaba abierta.
—En mi casa hemos tenido una desgracia — me cuenta Francisquita. — Todos sanos y un enfermo. Y grave. ¿Se da cuenta?
—¿De qué enfermedad padece ese
—Tengo un hermanito enfermo de Racing, ¡pobre!
Imagino que cuando Francisquita llegue a la casa, cobra.
—¿El partido que más les gustó?
—Son dos: aquel contra el Barcelona cuando le quitamos a River Plate el título de invicto por cinco goles.
—¿El más triste?
—Cuando perdemos con Racing. Por eso no le dijimos de aquella victoria de siete a cuatro, para que usted no nos recordara la derrota por el mismo score.
Desde niñas que siguen a los rojos. Van a La Plata, a la cancha de Argentinos Juniors, a donde sea. Y son de las primer que decidieron ir a presenciar los partid de segunda, por lo que en un principio el abría la platea casi exclusivamente paz, ellas. Y se lo merecen. No sólo por el entusiasmo que poseen, sino también porque son dos pebetas que dejan pestañeando. Y llegué a mi casa creyendo que tenía u tierrita en el ojo.
BALDOMERA O'GORMAN, PARA SERVIR A SAN LORENZO Y A USTEDES
Simpática la morocha. Con un andar lleva en el temblor reminiscencias de candombes. Con dos ojos que chisporrotean, una boca que grita "¡Arriba San Lorenzo!"; un vestido azul y rojo para no ocultar la divisa y una cartera en la que apretadito un pañuelo de seda con el campeón de 1933.
—Cuénteme cómo fue que dió ese paso.
—Le voy a decir. Yo soy muy religiosa y un día en que estaba por hacerme hincha de un club me enteré de que a San Lorenzo lo había fundado el padre Lorenzo Maza. Bastó eso para decidirme. Después, influyó también su origen humilde, la simpatía que me inspiro don Pedro Bidegain, a quien recuerdo siempre, y ese coraje de San Lorenzo cuando se le grita: "¡Arriba! ¡No está muerto quien pelea!"
Sacó el pañuelo y lo agitó.
— ¿y qué le pareció la campaña de San Lorenzo?
—Si consideramos que jugó sin centre half, es muy buena. Pudo haber sido mejor, pero nosotros tenemos una yeta fantástica. A Boca le ganamos con las camisetas Y después perdemos contra Talleres-Lanús. De River no le digo porque siempre nos pasa igual. Vamos a la casa de ellos y nos golean. Los esperamos en casa y los derrotamos.
—¿Cuál es el jugador que más le agrada?
—En fin...; es difícil... Usted comprenderá... No es por cuestión de parecidos, pero... yo creo que si el año pasado salimos campeones se debió a la inteligencia de Petronilho. Es un poco miedoso, pero tiene técnica y hace cosas maravillosas. Sólo que es necesario entenderlo y, a veces, no lo entienden. Además, ¿no le parece que García es un poco egoísta con él? No lo vaya a decir. A mí me parece.
—Sin embargo, en más de una oportunidad ha tenido que aplaudirlo. El año pasado, en el match final contra Chacarita...
—¡No me hable, lo que sufrí esa tarde! Los minutos pasaban y el gol no venía. De pronto, por arriba de muchas casas, vi una cruz. Era de una iglesia lejana. Estaba contra el cielo, casi borrosa. Junté las manos y rogué: "Virgen santísima, hacé que ganemos..." Oí un griterío de ¡gol!, ¡goooolll! García había hecho el milagro. Es decir: la cruz se lo encargó a García después que yo se lo encargué a la cruz. Creo que el señor me entiende...
—Así que es bien católica.
—Mucho. Y a propósito le voy a contar otra cosa: en un negocio al que voy con frecuencia, la gente es de Racing. Allí poseen la costumbre de tomarme el pelo. Aquel día tenían una gran fotografía de Bugueyro, la que había salido en El Gráfico. Al pasar me dijeron. "Esta tarde pierden los santos... No va a ver santos que valgan..." A mí me da por levantar la fotografía y, ¡quiere saber lo que había detrás! Pues una Virgen de Luján. ¿Se da cuenta qué picardía? Hablar mal de los santos y pedirle a la virgen...
—Tengo entendido que en una oportunidad a usted la suspendió el Club.
—Sí, señor, y no lo niego. Fue en un partido contra Independiente en el cual Lecea lo estaba matando al chico Arrieta, a esa criatura que ya ha tenido bastantes desgracias encima sin que venga ningún back a aumentárselas. Imagínese que yo estaba furiosa. Eso no se hace, y menos cuando se ya ganando. Delante mío estaba el entrenador de Independiente. Se paraba, se sentaba, volvía a pararse y así. "¡Hágase a un lao!", le decía yo. Y nada. Me miraba riéndose. Entonces, le, dije a un chico. "Alcanzame una piedra". Y se la tiré. Por eso me suspendieron. Lástima que no le pegué.
—Cuénteme su más grande performance como hincha.
—Una vez en que jugaba la segunda división en Campana, allá me fuí yo. Cuando llegué al field, me decía: "Baldomera, sosegate que hoy cobrás". De pronto oí que un grupito aplaudía a San Lorenzo. Me acerqué tapando bien los colores de mi vestido con un saquito. "¿Si no es indiscreción, se puede saber quiénes juegan?", pregunté, Y me dijeron lo que yo ya sabía. "¿Los señores son de San Lorenzo?", volví a preguntar. "Mire", me respondió uno al tiempo que me mostraba la insignia. Entonces yo me saqué el saquito, abrí la cartera y levanté el pañuelo. "¡Arriba, San Lorenzo!"
Ganamos aquel partido y al regreso me vine en el mismo tren que los jugadores. Yo tenía pasaje de segunda, pero los muchachos me hicieron viajar en primera para que no me juntara con un team de Boca que venía en segunda desde Zárate.
ANA P. DE BOCA JUNIORS Y DE RAGNI
Primero el club y después el apellido del marido.
—Doña Anita, ¿qué le parece?
—Vamos a ver...
No precisa que le digan del match. Ella ya sabe, cuando le preguntan por la calle que la referencia va a Boca Juniors. Puede estar un hijo enfermo, el marido loco, qua la pregunta irá siempre para Boca.
Posee dos hijas: Rosita y Angela. La primera es más reflexiva. Acepta una derrota y hasta es capaz de hallarle explicación sin negarle méritos al adversario; pero Angela, a quien le llaman Yola, no acepta ni la derrota ni las explicaciones. Ella sale de la cancha derechito para la cama. No quiere oír hablar de nada. Si pudiera picar en un trampolín y caer en el lecho de un solo salto, lo haría. Es la que en aquellos tiempos en que Cherro se había ido a tomar el té a Sportivo Barracas, cuando veía a su equipo en derrota gritaba llorando, nerviosa, arañando a las que estaban a su lado, haciendo cola de barrilete con un pañuelo: "Pongan a Cherro... Vayan a buscar a Cheeeeeerrrrrrooooo..." Y aunque le picara el rimmel, igual lloraba.
Doña Anita llegó del Uruguay antes que Benincasa y fue a vivir a la Boca. Entre las casitas de madera transcurrió su niñez y supo querer al club pobre de su barrio, club al que viene siguiendo desde hace veinte años. Pero sin gritar... nada más que a los referees. Más bien pone un gesto de resignada tristeza, que es probable sea una consecuencia de los matches con San Lorenzo...
—Los tiene mal a ustedes...
—No me hable. Aquel partido en que nos hizo cinco goles me dejó enferma una semana... Veía cinco por todos lados... Estaba como mareada... Venía el lechero y me decía: "¿Cuánto le dejo hoy?" "Cinco", le respondía yo. Y aquí nunca se tornaron cinco litros de leche... Y se mordió el dedo índice de la mano derecha, igualito que en la cancha.
—¿Ve este comedor y aquel dormitorio?; pues se lo ganamos a River hace unos tres años. Mi marido se jugó quinientos pesos a mano de Boca en un match contra River, a quien le ganamos por tres a uno.
—Así que Boca le ha dado muchas alegrías, doña Anita.
—Y penas también. Ese San Lorenzo es de lo peor... Menos mal que le hemos ganado a River este año, pero en el pasado, cuando nos hizo perder el campeonato...
En esa casa Boca es más que un afecto: es una religión. En un aparte en que le pregunté a la madre si los novios de las hijas no eran de River, me contestó:
—Son de Boca, pero si llegara a caer uno de River, ya le hubiera dado mate con hojas de ombú...
En ese comedor se ven láminas y tapas de El Gráfico pegadas sobre madera. Hay cuadros de muchos jugadores con sus correspondientes dedicatorias. Las cortinas, los almohadones, todo tiene los colores boquenses, y el camión que posee el jefe de la familia está pintado de azul y amarillo.
—Cuando íbamos tres a cero con Platense vino mi esposo corriendo a arreglar el balcón. ¡Qué lindo quedó con las banderas y la guirnalda de luces! De noche tenía un efecto precioso y nosotros pensábamos dejarlo hasta Navidad, pero vino el partido contra Huracán...
Por Borocotó (1934).