2004. Gaudio campeón de Roland Garros.
El partido entre Gaudio y Coria fue la final más histórica del tenis argentino, fue la primera y única vez que dos compatriotas se disputaron un Grand Slam, la victoria fue para el Gato.
En muchos aspectos, el circuito profesional de tenis es comparable con la sociedad. Salvando las distancias, en escalas muy distintas se encuentran ricos y pobres, famosos y desconocidos, tipos que tienen que rebuscársela como pueden y que gastan más de lo que ganan y megaestrellas que son tratados como reyes y no paran de incrementar sus cuentas bancarias. Siguiendo con la comparación, la diferencia de clases en el circuito ATP estaría marcada por el ranking, que también tiene su línea de marginalidad. Esa frontera es el puesto cien. De un lado y del otro de ese número, hay dos mundos completamente distintos.
EL MURO DE BERLIN
“Meterte entre los cien primeros es la meta que te ponés cuando empezás a jugar profesionalmente. Porque sabés que si lográs eso empezás a vivir del tenis y a ganar plata para seguir jugando.” Gastón Gaudio, que hoy goza los privilegios de haber tocado la línea de los top ten gracias a su histórico triunfo en Roland Garros, no se olvida de lo importante que fue para su vida y su economía pasar esa cortina de hierro.
Los primeros cien jugadores del mundo tienen un lugar asegurado en quince torneos: los cuatro Grand Slam y once ATP. Eso les permite programar el año de otra manera, ya que con sólo participar cobran más que ganando partidos en los challenger. Simplemente con pisar el césped de Wimbledon, el polvo de ladrillo de Roland Garros, el rebound ace de Australia o el cemento del US Open cada jugador se lleva un cheque de más de 12 mil dólares. Ni hablar de un triunfo, que prácticamente duplica la cifra. En los ATP los premios son menores, pero para nada despreciables. Perder en primera ronda de un torneo como Stuttgart representa 3500 dólares más en la billetera.
En los torneos que juegan los que no integran el selecto grupo de los cien, los challenger, future y satélites, los premios disminuyen mucho. Los que otorgan más plata y puntaje son los challenger, que están divididos en cinco categorías, según lo que reparten en premios: entre 25 y 125 mil dólares. El que pierde en primera ronda se lleva el uno por ciento de la bolsa.
Juan Ignacio Chela revela otros beneficios que se consiguen en el club de los cien: “Te empezás a hacer más conocido, te pagan el hotel y la comida, te ponen transporte en todos los torneos y pasás a ser importante en los challengers”.
Y las diferencias, que son marcadas en el rubro ganancias, duelen más al bolsillo cuando se ponen bajo la lupa las pérdidas. Los pasajes de avión son un gasto común para los jugadores que están de un lado y del otro de la línea de los cien, pero el hotel sólo lo pagan los que están más abajo en el ranking. Por reglamento, los torneos ATP tienen que garantizarles a los jugadores cinco días de alojamiento gratuito y una comida por jornada.
“Los cambios entre jugar un challenger y un ATP son muchos. Es diferente el nivel, el torneo, la organización. Se nota la diferencia de ritmo y de calidad de los jugadores. En un challenger te pueden regalar hasta dos o tres games, y en un ATP no te regalan ni una pelota”, asegura Agustín Calleri.
Pero si bien la plata y los puntos son más en un ATP, los riesgos también son mayores cuando uno no ingresa directamente en el cuadro principal. “Vas sabiendo que podés perder en la qualy y gastarte en una semana 2000 dólares. Normalmente eso lo hacen los que tienen un sponsor o que ya se hicieron un capital para poder jugar. Ni loco lo va a hacer uno que recién empieza. Si gasta 2000 dólares por semana, se le va a acabar la plata para otros torneos. Además si jugás qualy no te pagan hotel, no te pagan comida y a eso le tenés que sumar el avión, que siempre se lo paga el jugador”, analiza Franco Squillari, uno que probó los lujos de los top.
Cuando el ranking no da para entrar directo y hay que decidirse entre un ATP o un challenger, se ponen en la balanza muchos aspectos: el desgaste que significa una qualy, los puntos y dólares en juego, la superficie sobre la que se juega, la época del año, la distancia en kilómetros y horas con el torneo anterior y con el posterior. La decisión es difícil y los riesgos que se toman son grandes. Diego Veronelli, que anda por el puesto 170 del ranking, muchas veces se ve ante esta disyuntiva. “Armo las giras de no más de cuatro o cinco semanas. A veces decido jugar algunos challengers, porque defiendo puntos y ahí entro directo, pero si no tengo que defender puntos, por ahí me mando a jugar la qualy de un ATP. Si ganás dos partidos de la qualy y perdés el último, no sumás nada; y en el challenger ganando dos partidos, estás en cuartos de final y sumás. Pero también es verdad que en un ATP, pasar la qualy y ganar dos partidos es como un título de un challenger”, explica.
INVERSIÓN A FUTURO
Sin un sponsor y con un puesto del ranking que no permite entrar a los torneos ATP, muchos encontraron la forma de seguir jugando y ganar plata: los Interclubes. En Francia y Alemania, el tenis no sólo es muy popular, sino que además se organizan torneos súper profesionales entre clubes de diferentes ciudades, con mucho dinero en juego, importantes marcas que los auspician, televisación y gran respuesta del público en las canchas. “Un manager, al que le doy el 20% de las ganancias, me consigue buenos contratos con clubes de la liga de segunda de Alemania. Cobro 3000 dólares por partido y más o menos juego siete u ocho por año. Como no pagás nada es casi todo ganancia. La contra es que no jugás torneos y esas semanas no sumás puntos. Pero la verdad es que hago una diferencia bárbara y con eso me mantengo el resto de la temporada”. La receta de Veronelli es repetida por la mayoría de los jugadores sudamericanos que no está entre los primeros cien del ranking. Y aunque esta tendencia creció a partir de la devaluación, ya hace unos años que se había hecho costumbre entre los argentinos. Casi todas las caras conocidas del tenis nacional jugaron interclubes en algún momento de sus carreras. “Salvo Coria y Nalbandian, que estaban bancados por la Asociación Argentina, el resto los jugó. Hay buena guita y es como el piso para empezar a viajar y a agarrar plata para pasar a jugar torneos importantes. Eso sí, es duro estar cuatro meses en Europa, porque no te alcanza para viajar más seguido a la Argentina”, dice Gaudio desde la experiencia de haber jugado tres años en Alemania.
Hay todo tipo de arreglos entre los clubes y los jugadores, pero los alemanes siempre dejan todo asentado en los contratos. La mayoría incluye pasajes aéreos y estadía paga. Las cifras que se manejan son muy variadas y dependen del ranking de los jugadores. Los que están más cerca del puesto 200, pueden recibir entre 1500 y 3000 euros. Cuanto más arriba en la clasificación mundial –no se permite la participación de los top 50–, mayor es la remuneración, que en el caso de un 60 del mundo puede llegar a los 10 mil euros por partido. Calleri, otro experimentado, agrega: “Jugué dos veces en Bundesliga; la última fue en el 2000. Estaba 75 del ranking y era muy bueno, porque te pagaban además por ganar y por los dobles. Gané guita que hasta ese momento no había ganado. Y el nivel es bueno. Tenés jugadores 60 o 70 del ranking. En Alemania les dan mucha bola y en algunos clubes había 4 mil personas mirando los partidos”.
Además hay bonus por ganar y no siempre se requiere exclusividad, ya que algunos tenistas, si pactan de antemano, pueden ser autorizados a viajar a jugar un ATP y volver. “Normalmente te piden que estés a full y no quieren que participes paralelamente en un torneo, pero por ahí te dejan jugar la primera ronda. En ese caso tenés que tirar el partido y volverte a jugar el interclubes. Es feo, pero cuando necesitás la plata lo hacés. Por ahí te vas a jugar una primera ronda, al otro día viajás a jugar interclubes y después te vas a otro torneo”, revela Squillari. Para terminar con esta maniobra, y porque eran muchos los partidos que se regalaban, la ATP decidió crear una nueva regla para multar a quienes participen de interclubes y de torneos del circuito al mismo tiempo.
Las jugadoras argentinas también aprovechan los beneficios de los interclubes, aunque para las mujeres no sean tan redituables como para los hombres. Natalia Gussoni, que ronda el puesto 130 del ranking de la WTA, consiguió un contrato por el que le pagan 1000 euros por partido. Y si bien las cifras en euros se triplican en la Argentina, hay que implementar economía de guerra y ahorrar en todo lo que se pueda del otro lado del Atlántico. “Cuando no me queda otra viajo en avión entre ciudad y ciudad. Pero siempre depende de la distancia y de los costos. Las jugadoras de mi ranking tenemos que estar cuidando nuestros gastos y por eso dentro de Europa la mayor parte de las veces nos movemos en tren”, explica Gussoni.
PRIMER MUNDO
Una vez acomodados entre los cien primeros del mundo, el objetivo pasa a ser meterse en el top 50. Ingresar en ese grupo de elite significa asegurarse un lugar en los Masters Series, los nueve torneos más importantes después de los Grand Slam.
Los rostros y los nombres de quienes lo integran son conocidos por todos aquellos que hayan visto, aunque sea de reojo, un par de partidos por la tele. Y precisamente eso es lo que atrae a las marcas. Crecen las ofertas de contratos con empresas de indumentaria, raquetas y también de otros rubros completamente ajenos al mundo del tenis.
Para los organizadores, en los torneos los jugadores no son todos iguales. “Cambia mucho el trato a medida que vas subiendo en el ranking –cuenta Calleri–. Te atienden cada vez mejor. Por ahí a los que están más arriba les dan dos habitaciones, un auto para manejarse solo y otras comodidades. A mí me parece bien, porque es como una manera de recompensar el sacrificio que uno hizo para llegar hasta ahí y también te sirve como motivación”.
Aunque muchos piensen lo contrario, llegar a los 50 es más difícil que mantenerse. Esto es debido a que el circuito está diseñado para hacerle todo más sencillo a quienes escalan hasta esos puestos de privilegio. En este sistema, los primeros entran directo a los torneos más importantes y eso permite preparar el año de otra manera. Incluso esto hizo que el circuito cambiara en los últimos años, ya que los jugadores de mayor ranking se preparan para los torneos más importantes y dejan de lado los de menor escala. Se aseguran participar de los Grand Slam, de los Master Series y de algún que otro torneo ATP. Salvo por una lesión o una larga sucesión de malos resultados, es difícil que un jugador que se metió entre los 50 o 60 mejores abandone rápidamente los primeros lugares. Los beneficios y los importantes ingresos económicos, en general, optimizan el rendimiento y hacen todo más fácil. Va el caso de Chela como ejemplo: “Cuando estaba cerca del 50 contraté a un manager alemán, que trabaja junto a un argentino. Ellos me consiguen todo. Se encargan de hacer las reservas de los vuelos y los hoteles, manejan mis contratos y reciben las ofertas. Además estar arriba en el ranking permite que te des algunos lujos. Como sabés que siempre un mínimo cobrás, podés llevar con vos a algún familiar o amigo y viajar con un equipo de trabajo completo, con entrenador y preparador físico”.
Otra fuente de ingresos para la mayoría de los top 50 son las “garantías”, que son contratos que se hacen con los jugadores para asegurar su presencia en torneos determinados. “Cuando tenía buen ranking –recuerda Squillari– me llamaban al celular y me invitaban. Te hacían un ofrecimiento y vos arreglabas las condiciones. Pero cuando estás arriba hay que ser inteligente para diagramar el calendario y no decirle a todo que sí. Hubo jugadores que por querer aprovechar el momento fueron a jugar a todos lados y en uno o dos años se fundieron físicamente.”
RICOS Y FAMOSOS
Son los reyes del circuito y así son tratados en todo momento y en todo lugar. Salvo en los Grand Slam y en los Super Nueve, donde tienen la obligación de jugar, en el resto de los torneos cobran garantías. Los ATP mueren por contar con la presencia de los top ten y por eso los organizadores hacen todo lo posible para que se sientan mucho mejor que en su casa. De la presencia o no de jugadores como Federer, Roddick, Hewitt, Coria y el resto de la troupe que ocupa los primeros diez escalones, depende el éxito de un torneo. “Te tratan espectacular. En los torneos me atienden bárbaro y en los hoteles siempre me dan habitaciones muy buenas. Se disfruta mucho, pero también es una responsabilidad, y por eso es que creo que hay que entrenarse más duro, para poder mantenerme”, remarca el Mago.
La ausencia de tenistas convocantes es lo peor que le puede pasar a un director de torneo y por eso mismo se busca asegurar hasta con un año de anticipación la presencia de los jugadores top. Así es que mientras se disputa un torneo ya se hacen irresistibles ofrecimientos de garantías para la edición del año siguiente. En esas ofertas, que varían mucho, depende el personaje –pero que en el caso de los top five puede llegar a los 50 mil dólares–, generalmente se incluye:
● Pasajes para el jugador, su grupo de trabajo y su contingente de amigos y familiares.
● Estadía para el jugador y sus acompañantes con todos los gastos pagos.
● Auto para manejarse con libertad durante los días que dura el torneo o un chofer disponible las 24 horas.
● Y todo aquello que se le antoje al jugador y a su entorno.
En los ATP importantes, no es necesario desembolsar tanto dinero por un top ten, porque, en general, son torneos que se quieren jugar. En cambio, los certámenes de menor prestigio son los que más tienen que invertir. Sobre todo porque hay varios en los que un top ten por más que llegue a la final y la gane, no modifica en absoluto su posición en el ranking. En esos casos, sí o sí, tiene que haber una motivación extra. André Agassi, por ejemplo, llegó a cobrar 200 mil dólares por jugar un ATP. Y en casos como ése, de jugadores tan grossos, no siempre lo único que cuenta es la garantía, sino que también hay otras cuestiones que inclinan la balanza, como si al jugador le gusta el país, si la participación no afecta alguna gira posterior o si el público lo va a tratar bien. Un ejemplo de eso puede ser Guga con el ATP de Buenos Aires. Más allá de que cobre garantía, el brasileño viene a jugarlo porque se siente cómodo y sabe que en el Lawn Tennis es local, incluso si del otro lado de la red hay un argentino.
El que repentinamente empezó a sentir lo gratificante y difícil que es ser una megaestrella fue Gastón Gaudio . Con el triunfo en París, el Gato se afirmó en el ranking de un circuito en el que cuanto más arriba estás, menos gastás y más ganás.
DOBLES O NADA
Los cuadros de dobles, de tan poca difusión, son una buena fuente de ingresos para algunos jugadores. En premios reparten la mitad o menos que los singles, pero según el torneo, eso puede ser mucho. Perder en la primera ronda de dobles de un Grand Slam representa 5000 dólares para la cartera de la dama o el bolsillo del caballero. El ingreso a los cuadros depende del ranking, sumando los puestos de los dos jugadores. “A veces es un sufrimiento –cuenta Veronelli–, cuando se abre la inscripción están todos haciendo cuentas para ver si entran. Algunos, por si no entran con uno, ya quedaron para entrar con el otro. Es una lucha y a veces terminan todos peleados”.
ASOMBRO PERMANENTE
Desde el momento en que despachó el revés que definió la final de Roland Garros, Gastón Gaudio no paró de sorprenderse con la repercusión de su triunfo: homenajes, pedidos oficiales y el apoyo de la gente en la calle.
Despues de ganar Roland Garros, Gastón Gaudio descubrió lo que sienten los top. Incluso antes de lograr el título en París ya empezaba a darse cuenta del cambio: “Cuando vas llegando a las instancias finales quedan pocos jugadores, y entonces la atención es para tres o cuatro. Tampoco sé cómo va a ser el trato a partir de ahora, porque todavía no jugué ningún torneo, pero tengo que jugar en Suecia, y ya me llamaron para decirme que me hacen una ceremonia. Nunca me hubiese imaginado que iba a jugar un torneo y me iban a hacer un homenaje. Esas son las cosas que tenés que empezás a asumir y aceptar y que antes ni te imaginabas que existían”.
–¿Qué otras cosas cambiaron en tu vida desde que ganaste Roland Garros?
–En la parte familiar sigue todo igual. Lo que cambia es el tema de las notas, de adquirir compromisos que ni querés hacer, pero que tenés que hacer. Por ejemplo, la Secretaría de Deportes que te llama para una cosa; la Presidencia que te llama para otra; la conferencia de prensa que tenés que dar cuando llegás; hay que contratar a un agente de prensa, porque si no te vuelven loco a tu teléfono; cambiar el número del celular... Tenés que ser más simpático todo el día, porque cada vez que te saluda un nenito no lo vas a mandar a la mierda porque ya estás cansado. Ya no podés irte y ponerte en pedo en cualquier lado ni a cualquier hora con tus amigos, porque la gente te conoce, te está mirando y queda para el culo. Que hablen de vos los que no saben de tenis y te empiecen a inventar cosas. Cambian un montón de cosas que te hubiese gustado no cambiar.
–¿Y también te llueven ofertas?
–Sí, ahora te ofrecen más guita por ejemplo para ir a jugar a un torneo, una exhibición. Me llamaron mucho estos días para jugar en varios torneos. Los contratos que ya tenía quedan igual, aunque seguramente van a cambiar las condiciones cuando terminen, pero de eso se encarga mi manager. Pero eso no es lo que más me impresionó. Te juro que todo eso lo cambiás por la felicidad que te puede dar ganar Roland Garros.
–¿Hubo algo que te superó, que ni imaginabas que fuera así?
–Lo que más me impactó fue cómo se dio el partido contra Coria, una final de Roland Garros entre dos argentinos. Me impactó el entusiasmo que había en la gente, parecía un River-Boca. Todo el mundo estaba pendiente del partido, y llegar acá y que la gente te diga: “No sabés lo que lloré”. Que te lo diga tu mamá está bien, pero que te lo diga gente que ni conocés es muy grosso. Me paran y me dicen que tuvieron cábalas por mí. Uno me dijo que terminó de ver el partido agarrado a una ventana, porque cuando la agarró empecé a ganar y entonces no la soltó más.
PALABRA AUTORIZADA
Eduardo Puppo, el tipo al que se le incendia el teléfono de tantos llamados que recibe de medios de todo el mundo para hacerle notas al campeón de París, es un buen referente a la hora de hacer un análisis sobre este momento que vive Gaudio: “Después de ganar en Roland Garros, Gastón sufrió un cambio muy profundo en su relación con la gente en general. Quizá familiarmente tuvo un vuelco que sólo perciben sus padres, hermanos y más cercanos, al darse cuenta de que el triunfo en París fue mucho más que ganar un Grand Slam. Fue ganarle la pulseada a su propia vida y sacarles el cuchillo de la herida a todos los que lo quieren de verdad”.
Un cambio grande, según Puppo, se dio en la calle: “Ahora le gritan ‘grande, Gaudio’, cuando quince días antes todavía perduraban los ‘pechito frío’ desde la otra vereda. Y no se cansa de decir que la vida le dio esta hermosa oportunidad y la supo tomar. Lo que es innegable es que Gaudio tomó su consagración con un gran profesionalismo.”.
PASO EL TREN Y SE SUBIO
Por Guillermo Salatino
El periodista que cubrió Roland Garros para América y La Red se emocionó con el triunfo de Gaudio, porque considera que fue capaz de aprovechar de la mejor manera una nueva oportunidad que le brindó el tenis.
El tren pasa una o dos veces en la vida. El tema pasa por saber aprovechar la oportunidad. La mayoría lo deja pasar y se da cuenta cuando ya no lo puede alcanzar. Gastón Gaudio dejó ir varias veces el tren. Puede considerarse un afortunado porque volvió. Era una de las últimas estaciones, ya no le quedaba espacio para fallar; era ahora o nunca, y fue.
A Gastón se le vino la noche en septiembre de 2003 cuando fue a Málaga a defender los colores patrios en la semifinal de Copa Davis. Fue con chapa de copero. Había ganado 14 de los 15 cotejos disputados. Nada hacía prever que los nervios le jugarían una mala pasada, sin embargo frente a Juan Carlos Ferrero y Carlos Moyà todo se derrumbó.
A partir de allí, surgió la prensa; no la de tenis, sino aquella que aparece en los grandes acontecimientos opinando como si supiera cuando, en realidad, no entiende un soto. Es como si uno se pusiera a opinar sobre economía o medicina...
Los resultados les daban la razón a los imprudentes; sin embargo, nunca consideraron que debajo de la “pilcha” de tenista había un ser humano. Se fue despiadado con él.
Todo transcurrió en medio de nubarrones hasta que este año en la Copa del Mundo, frente a Lleyton Hewitt, se le planteó una de las tantas oportunidades desperdiciadas, sólo que en esta ocasión no la dejó escapar. Fue el partido bisagra. Una semana antes de Roland Garros.
Después, en París, debió dar varias materias difíciles: química (Cañas), física (Novak), taquigrafía (Hewitt), latín (Nalbandian) y matemáticas (Coria). Y Gastón aprobó todas, algunas zafando, otras con 10. Por ejemplo, con Cañas, Novak, Enquist y Coria, con 7; Hewitt y Nalbandian, con 10. La cuestión es que el tipo se recibió de héroe. Fue como punto, su ranking era el 44, nadie lo consideraba y todos esperaban que flaqueara. Casi se produce en la final, pero reaccionó.
El tema ahora con Gastón es el día después.
¿Qué será de su futuro?
¿Esta victoria le cambiará la vida?
Muchos dicen: “Je, si ganó un palo verde”.
Es cierto, a esto habrá que descontarle el 30% de impuestos, no menos de 10% de su cuerpo técnico, un porcentaje de su agente (Patricio Apey h). Gastos varios. Le queda la mitad, que no es poco. La verdad, el premio es lo de menos. Gaudio ya hizo su trabajo, ahora su agente tiene la palabra. Aparecerán nuevos contratos, se lo tratará de manera diferente, como a un campeón. Sí, porque mal que les pese a los que lo llamaron “pecho frío”, Gaudio es el único después de Vilas y Sabatini que ganó un Grand Slam, y este privilegio le pertenece, ya no se lo podrá quitar nada ni nadie.
Cobrará garantías en los torneos, lo invitarán a exhibiciones, lo acosarán los “amigos del campeón”, que casualmente son los mismos que antes lo criticaban. Lo invitaron a los mismos programas de televisión que antes lo despedazaban sin piedad.
Eligió dos: CQC, es amigo de Pergolini, y se justifica, y a Susana Giménez, que lo tentó con un auto. Lo felicito, porque no deambuló por cuanto programa cholulo anda por ahí. Le critico que no haya ido a programas deportivos.
Espero que no se conforme con el título, que lo aproveche y que demuestre que no fue casualidad. Coria fue a ganar y se quedó con las ganas. Gaudio fue a jugar y se encontró, merecidamente, con el trofeo. Habrá que aprovecharlo.
Por último, espero que no le pase como a los demás, que copie a su ídolo, Gabriela Sabatini, y que no cambie. Que siga siendo el mismo tipo humilde que fue, pero con la autoestima alta.
Que la autoestima no lo cambie, porque cuando están en el puesto 30 son todos buenos; cuando crecen y suben en el ranking, cambian. Si ganaba Coria, ganaba una estrella; ganó Gaudio y ganó un tipo común, como vos y como yo. Es bueno, porque quiere decir que vos también podés ganar.
MOTIVACION ASEGURADA
Los arreglos entre jugadores y entrenadores no siempre son iguales. Hay contratos por un monto fijo de dinero, por porcentajes de ganancias de premios –en general entre el 10 y el 20%– o el sistema mixto: base más porcentaje. Esta última opción es las que más se elige en el circuito. Franco Squillari lo justifica: “Si sos entrenador y tenés un porcentaje alto, vas a estar diez veces más prendido para que tu jugador gane que si sólo tenés un fijo. Esa es una filosofía en la que los dos están motivados. Como jugador, uno quiere que si te va bien el entrenador también sea recompensado y, si te va mal, que también pague él. Es uno de los mejores arreglos”.
Por Maxi Goldschmidt.