¡Habla memoria!

Se mira y no se toca: la increíble derrota en la final de la Copa Davis 2008

La crónica de la gran decepción en la definición frente a España en Mar del Plata.

Por Redacción EG ·

21 de noviembre de 2023

UN LÍDER QUE BRILLA EN LA CANCHA Y SE OPACA AFUERA. Un capitán que resigna poder en busca de seguridad. Un grupo de jugadores que no conformó un equipo. Una frustración inmensa que se va a superar, pero que debería dejar enseñanzas para no repetir los errores si la Argentina quiere ganar la Davis alguna vez.

El sube y baja emocional empezó a funcionar mucho antes del viernes 21 al mediodía. En ese momento se puso en movimiento la pelotita, pero la serie final de la Copa Davis 2008 tuvo tantos vaivenes emocionales que dejó a todo el mundo desequilibrado. En realidad, fueron dos meses a pura furia que terminaron derrumbando un sueño frustrado.

En cuanto finalizó la serie por semifinales frente a Rusia, en Parque Roca, con Juan Martín Del Potro como estandarte, empezó una carrera alocada con altibajos increíbles. Estaba bueno que viniera España, porque la Argentina sería local. Era peligroso que llegara Rafael Nadal, el uno del mundo, pero se le pondría una cancha que lo complicara. David Nalbandian  gritaba que quería que la final se disputara en Córdoba como fuera y mandaba cartas públicas para protestar por la elección de Mar del Plata. Del Potro bramaba que el unquillense era el líder indiscutido del equipo, pero fuera de micrófono estaba lejos de aceptar las imposiciones del “capo”.

Los dirigentes y organizadores temblaban cada vez que Nalbandian los llamaba por teléfono porque no sabían cuál sería la nueva exigencia. Los gobernadores de las provincias de Buenos Aires, Daniel Scioli; y Córdoba, Juan Schiaretti, mandaban a hacer un lobby furioso con la ilusión de asegurarse una foto que les diera rédito politico. Luli Mancini hacía equilibrismo para no pelearse con nadie, pero terminaba con el casco puesto, porque las esquirlas rebotaban y le llegaban también a él. La cancha se ponía a punto, al menos para el gusto de Nalbandian, al tiempo que Nadal confirmaba que no estaría en La Feliz, por lesión. Sin Rafa, la Copa ya era casi argentina, pero no había que relajarse.

Arriba, abajo, arriba, abajo, no había forma de sostenerse en un ambiente tan cambiante. El sorteo del orden de juego marcó que Nalbandian abría la serie con Ferrer y que para Del Potro quedaba Feliciano López servido en bandeja. Entonces, llegó el viernes 21 y el sube y baja se empezó a mover mucho más rápido, como esas hamacas endemoniadas e indomables que se balancean por extrañas fuerzas antinaturales.

La crónica fría dice que la Argentina perdió 3 a 1. El análisis caliente dejó varios motivos que explican esa derrota y vale la pena repasarlos.

David, el patrón

Discutir a Nalbandian como jugador número uno de la Argentina en los últimos años, y más allá de los rankings, sería ridículo. Dentro de la cancha, cuando decide jugar, es indispensable. Fuera de los courts, es otra historia.

El cordobés tomó la final de la Davis como algo suyo. Es más, si lo hubieran dejado jugar todos los puntos solo, probablemente lo hubiera hecho. Hay una reacción que marca lo concentrado que estaba en cada detalle. En la apertura de la serie, antes de que se cantaran los himnos, David vio que Soledad Pastoruti, que se preparaba para entonar la canción patria, tenía puestas unas botas con tacos. Inmediatamente, la hizo frenar para que no pisara la cancha y consiguió que la cantante ingresara en puntas de pie y que se parara sobre unos cartones para su “show”. Una señal de líder positivo, que suma.

 

Imagen David Nalbandian, el líder indiscutido por jerarquía y personalidad.
David Nalbandian, el líder indiscutido por jerarquía y personalidad.
 

Un rato más tarde, después de tirarse toneladas de flores por su contundente triunfo frente a Ferrer, el mismo líder recibía a un Del Potro recién derrotado, en el vestuario, con un reproche desubicado que traía una larga cola. Es que el tandilense no había aceptado el consejo de Nalbandian para que no fuera a jugar el Masters de Shangai pocos días antes de la final de la Davis. Y después, por consejo de su papá, Del Potro se había negado a sumarse a un reclamo del cordobés para que hubiera más dinero (se hablaba de 600 mil dólares extra) para los jugadores, por enfrentar a España. Esos cruces previos rebotaron cuando Del Potro llegaba al vestuario rengueando y con los ojos llorosos, luego de caer frente a una versión casi perfecta de Feliciano López.

El capitán decapitado

Hace algunos años, cuando los jugadores argentinos se plantaron frente a la AAT para tener injerencia en la elección del capitán de equipo de Copa Davis, el nombre de Alberto Mancini no hizo ruidos negativos. Los tenistas lo querían con ellos. A los dirigentes no les disgustaba. Sin embargo, los hombres de saco y corbata fueron entendiendo que Luli prefería ponerse del lado de los jugadores cuando había disputas. Pero, como los triunfos empalagan y tapan cualquier crisis, hubo pocas explosiones con repercusión mediática.

 

Imagen Luli Mancini, el capitán de Argentina en la Copa Davis 2008.
Luli Mancini, el capitán de Argentina en la Copa Davis 2008.
 

Hoy es fácil caerle a Mancini. También es sencillo decir que no pudo imponerse a los pedidos/caprichos/exigencias de Nalbandian. En realidad, de algún modo, hizo lo que muchos técnicos de fútbol hacen con sus estrellas principales: lo cuidó, lo blindó y se sentó a mirar cómo el crack resolvía series.

Un ex jugador, con varias copas disputadas, se cruzó con Emilio Sánchez, el conductor del equipo español, que todavía tenía la ropa empapada por el champagne, y lo saludó: “Te felicito, sos un verdadero capitán”, sintetizó. Otra persona con acceso a los jugadores repitió un análisis que salta a la vista: “El punto de partida de la victoria española pasa por tener un equipo de Copa Davis. No son tenistas que se juntan para jugar. Son un equipo de verdad, y más allá de que a ninguno le gusta no jugar, terminan privilegiando lo que es mejor para todos. Y eso nace de una política deportiva de Estado, que los llevó a obtener excelentes resultados en los últimos años”.

La cara de Feliciano López en los entrenamientos de los días previos a la confirmación de los singlistas lo delataba. Se pateaba la pera de la bronca porque sospechaba que Ferrer y Verdasco iniciarían la lucha. Era la reacción de un tipo que quería jugar y, si bien no se puede saber qué hubiera pasado si no era designado para enfrentar a Del Potro, los periodistas españoles aseguraban que iba a estar alentando desde un costado como si nada.

El lunes posterior a la derrota en la final, Mancini anunció que dejaba su cargo, en una decisión que se había conocido –aunque no estaba confirmada– antes de que comenzara el duelo con los españoles.

 

Imagen El capitán dejó su cargo al día siguiente de consumada la derrota en la final contra España.
El capitán dejó su cargo al día siguiente de consumada la derrota en la final contra España.
 

El dolor del misionero es que la última imagen que quedó de su ciclo no fue buena. “Esto no es un fracaso”, advirtió para los desmemoriados. Es cierto, no fue un fracaso; fue una frustración deportiva inmensa. En lo que falló Mancini no fue en el resultado obtenido por el equipo sino en permitir que un montón de desprolijidades mancharan el ciclo más eficaz de un capitán de Copa Davis: dos finales disputadas en tres años no son para nada despreciables. El tiempo, seguramente, lo dejará mejor ubicado. Y el tiempo, también confirmará si será el nuevo entrenador de Nalbandian.

Doble o nada

Después del triunfo frente a Rusia, se propuso con ingenuidad desde estas páginas, que Mancini reuniera a dos tenistas y les pidiera un sacrificio gigante: que se convirtieran en mellizos por la fuerza durante sesenta días, para armar una pareja de dobles confiable. Era una exageración, pero no era una incoherencia. En el programa ante España todavía aparecía Nadal y el dobles tenía un valor enorme. Si bien la dupla Feliciano López-Fernando Verdasco no asomaba imbatible, traía el hándicap de un largo rodaje.

De cualquier forma, al destaparse los conflictos internos que aparecieron en el fin de semana marplatense, hubiera sido mucho más que una ingenuidad pretender que se formara un equipo de dobles por dos meses. Se sabe que los tenistas están acostumbrados a pensar solamente en ellos y que se ven obligados a reforzar esa mirada egoísta en un circuito caníbal. Pero apenas consumada la derrota en el tercer punto de la serie, el español López fue clarísimo:“Con Fernando (Verdasco) nos conocemos mucho, porque jugamos muchos partidos de dobles. De ese modo, sabemos cuándo uno debe levantar al otro, sabemos qué decirnos y cómo decirlo. En la cancha somos una pareja, y Calleri y Nalbandian no tuvieron eso”.

 

Imagen Nalbandián-Calleri: la dupla que jugó en la final pero que no era la pensada en un principio.
Nalbandián-Calleri: la dupla que jugó en la final pero que no era la pensada en un principio.
 

Obviamente, un dobles que se conoce mucho no es garantía de éxito pero es menos arriesgado que improvisar siempre. En realidad, Calleri y Acasuso habían practicado varias veces juntos en los días previos a la final, pero cuando se complicó la primera jornada, la decisión fue que jugara Nalbandian. Se notó mayor conexión entre los españoles que entre los cordobeses y terminó con una discusión (sin golpes, aunque sea una aclaración menor a esta altura) en el vestuario.   

Acá, Chucho

Dos golpazos en un año recibió Acasuso en la Copa Davis. En abril, se llevó una paliza de Robin Soderling, en Parque Roca. “Se terminó la temporada para él”, pronosticó un entrenador. Y el año tenístico del misionero fue flojo. Pero mantuvo su corazón a prueba de todo y cuando Mancini lo llamó para armar el dobles con Calleri, no dudó en aceptar. Aunque asumía que arriesgaba, no pensaba en bajarse. Con Nalbandian y Del Potro como singlistas indiscutidos, el equipo para la final no estuvo claro hasta que el capitán lo confirmó. Por el nivel mostrado en 2008 en singles, podrían haber estado Cañas o Mónaco, y hasta Eduardo Schwank, que tuvo un cierre de año mejor que los otros postulantes, pese a su menor experiencia.

 

Imagen José Acasuso pidió perdón al público por su derrota, pero puso la cara.
José Acasuso pidió perdón al público por su derrota, pero puso la cara.
 

Lo concreto es que Acasuso dio la cara, como lo había hecho en Rusia, en 2006. Terminó pidiéndole perdón al público, aunque la gente no le reprochó la derrota. Desde enero que no jugaba un partido a cinco sets, y hacía más de dos años que no ganaba un encuentro con esa cantidad de parciales. “Era el que estaba menos contaminado”, graficó alguien desde adentro del vestuario,cuando se consultó por qué lo habían elegido antes que a Calleri o antes que arriesgar a Del Potro para el cuarto punto de la serie. En un equipo que hervía, el misionero era el menos convulsionado.

Maldita presión

Seguramente un psicólogo podría desenmarañar los cerebros de los jugadores en forma profesional y mucho más precisa. Pero el miedo a perder y el miedo a ganar que mostraron los tenistas en el fin de semana fue clarísimo. Sólo Nalbandian apareció inmune, en el primer punto del duelo. El resto de los partidos se vivió con los altibajos emocionales que marcaron a la final desde su nacimiento.

 

Imagen La presión, el gran enemigo de Juan Martín del Potro en la final de 2008.
La presión, el gran enemigo de Juan Martín del Potro en la final de 2008.
 

"Juan Martín estaba un poco nervioso antes de mi partido", había comentado David en la conferencia de prensa que daba, mientras el tandilense empezaba a jugar. Y los nervios pesaron en el dobles, para los dos. Por algo, estando 5-1 arriba en el tercer set, los españoles tuvieron que esforzarse para ganar el tie break. Le pasó también a Verdasco cuando estaba arriba en el cuarto punto ante Acasuso. Lo sufrió el misionero cuando estuvo 2-1 en sets en ese partido. Nadie quería perder, a casi todos les costaba ganar. Así es la Copa Davis, un juego de mente, aseguró alguien con aire filosofal.

La Copa Rota

Andrés Calamaro lo canta desde hace tiempo:
Mozo / Sírvame en la copa rota / sírvame que  me destroza / esta fiebre de obsesión.  
Mozo / Sírvame en la copa rota / quiero sangrar gota a gota / el veneno de su amor.

 

Imagen La Copa: ese objeto de deseo que estuvo al alcance de la mano y no se concretó en 2008.
La Copa: ese objeto de deseo que estuvo al alcance de la mano y no se concretó en 2008.
 
 
*Por Juan Manuel Durruty, enviado especial a Mar del Plata, en la edición 4381 de El Gráfico, diciembre de 2008.