Selección Argentina

Selección Argentina: el flechazo de un amor irrompible que no vio venir Brasil

Sin Messi, el equipo de Lionel Scaloni redujo al pentacampeón mundial como nunca antes en plena etapa de enamoramiento.

Por Pablo Amalfitano ·

25 de marzo de 2025

LA SELECCIÓN ARGENTINA ya acostumbró -y también invitó- a propios y a extraños, a locales y a foráneos, a vivenciar una suerte de ritual inquebrantable: todos quieren estar. Es cierto que el clásico contra Brasil suele configurar una atracción fuera de serie, porque no se trata de un partido corriente, pero este ciclo campeón de todo, de esta Selección que enamora, ilusiona y contagia, aporta un empuje más.

"Eh, amigo, ¿no te sobra una entrada?", escucha el cronista que le preguntan al tiempo que le palmean la espalda.en pleno transitar por la avenida Udaondo, camino al ingreso del estadio Monumental. Pasos más, metros más, aparecen más consultas. Es decir, hay personas, no pocas, que se acercan a las inmediaciones de la cancha de River para ver si consiguen un acceso en medio de un cardumen de enamorados.

La etapa de enamoramiento, al parecer, se estiró más que lo habitual. El amor es un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en el patio, pero con este equipo, se sabe, no hubo al inicio un flechazo. Más bien primaron las dudas. Esta Selección de Lionel Scaloni, no obstante, supo construir un sostenido vínculo a través de una filosofía, de una manera de jugar, del compromiso de un plantel que llegó a renovarse para acumular todas las conquistas posibles. El lazo con la gente avizora irrompible. Ya ni siquiera se trata de titulos. Tampoco se trata de Lionel Messi, ausente por una leve lesión en la doble fecha de eliminatorias que le dio el boleto directo al conjunto nacional para la Copa del Mundo 2026. La gente no viene a ver a Messi, sino a un equipo que la representa.

Porque hay otras piezas que ofician como artífices y constructores del enamoramiento. Dibu Martínez, por caso, presentado como el mejor arquero del mundo en los minutos previos al choque ante Brasil. También Julián Álvarez, el transiberiano que atropella lo que ve por delante para maridar, una y otra vez, con la red. El aplausómetro lo ubica, con mucha diferencia, como el preferido del público frente a la ausencia del gran capitán. Y no hay que esperar demasiado tiempo para entender las razones. Apenas cuatro minutos bastan para que la Araña pueda capturar un buen pase de Thiago Almada, atropellar con tintes de Kempes en el área chica y ya gritar su gol, en una veloz apertura del marcador ante el pentacampeón mundial. El delantero de Atlético de Madrid ya es el tercer goleador de la era Scaloni: con 12 goles sólo se ubica debajo de Lautaro Martínez (32) y el propio Messi (47).

Julián Álvarez celebró antes de los cinco minutos.
 

"Ole, ole, ole", grita el público cuando tiene la pelota Argentina, que al primer cuarto de hora consigue rozar el 70 por ciento de la posesión. Este deporte se juega con una sola pelota: si la tengo yo, entonces el rival no me puede dañar. Ensordecedores resultan los silbidos al momento de la posesión de Brasil, que no encuentra el rumbo ante un equipo sólido, inteligente y rápido para recuperar. Presión y juego.

Tampoco resulta extensa la espera para ver, con ojos que fusionan sorpresa y hasta una pizca de incredulidad, una pintura de antología, cuando transcurren sólo doce minutos de la primera parte: 96 segundos suman los 34 pases que encadena la Selección Argentina desde el despeje de Marquinhos hasta el pase de Molina y el golazo -si es que alcanza un vocablo tan frecuente- de Enzo Fernández. 

La pieza para el recuerdo que culminó Enzo Fernández.
 

La Canarinha no tiene a Neymar, es cierto, pero tampoco tiene el funcionamiento ni la magia de otros tiempos. No hay respuestas futbolísticas de un equipo aturdido ante el aluvión del bicampeón de América. Un viento que provoca tempestad, un amor que se funde en el fuego, una ilusión que ya piensa en la reconquista del mundo con la mira en el año próximo.

Aparece una pequeña laguna que no modifica la historia. Llamativo yerro de Cuti Romero, acaso el central más encumbrado del planeta, y una efizar definición al ras de Cunha que resulta inalcanzable para Martínez.

No llega a surgir un sentimiento similar a la zozobra. No es suficiente. Porque Brasil no es un equipo temerario: Brasil, sin la pelota, se encontró con un gol. Y porque, poco más de diez minutos después, regresa la normalidad a Núñez: el Enzo Fernández goleador le ofrece espacio al Enzo Fernández asistidor para servirle un golazo de primera a Alexis Mac Allister. El amor no tiene intención de ceder: "Brasilero, brasilero, qué amargado se te ve", retumba en cada esquina del recinto.

Alexis Mac Allister, tras el aporte del Enzo Fernández asistidor.
 

Tres cambios surgen tras el entretiempo en la caja de herramientas de Dorival Junior, mareado tras el atropello de un equipo apabullante. Surge, también, un espejismo de paridad durante los primeros 25 minutos del complemento. Pero apenas es un reflejo, porque Argentina jamás entregó el oligopolio de la pelota. Giuliano Simeone, que venía de sumar acción contra Uruguay, se llevó por delante toda lógica para sacar un derechazo en forma de misil y convertir casi sin ángulo, ante un incrédulo Bento.

Argentina no sufre. Argentina dicta los tiempos, se adueña del mediocampo con el todoterreno De Paul, ofrece despliegue como ningún otro equipo del mundo para desbodar a Brasil en todas las líneas. Argentina se desdobla. Argentina, minuto a minuto, profundiza el enamoramiento de la gente. El rival, que jamás había recibido cuatro goles en 141 partidos en eliminatorias, observa con extrema cercanía todos los atributos del campeón de todo. Brasil, el dueño histórico del deporte, el único ganador de cinco Mundiales, se siente reducido como nunca. Pierde 4-1. No ve venir el poder de un amor que, a través de la pelota, todo lo puede. Incluso con el recorrido de un ciclo que superará los siete años. ¿Quién dice que la etapa de enamoramiento se termina?

El golazo de Giuliano Simeone para el 4-1 definitivo.
 

¿Segunda renovación?

Argentina abrochó la clasificación a la Copa del Mundo de Estados Unidos, Canadá y México 2026 de manera anticipada. Lo hizo incluso un par de horas antes de salir al campo de juego contra Brasil: le garantizó el pasaje el empate de Uruguay ante Bolivia en la altura.

Quince meses antes de la cita en la que buscará el bicampeonato mundial, nada menos. Quince meses que tendrá por delante para pensar y repensar, para jugar partidos amistosos y también para actuar en cuatro oficiales -los restantes de las eliminatorias-, que representarán el espacio necesario para un ensayo que Scaloni ya había adelantado un año y medio atrás.

"La idea era que los más chicos jueguen y sumen minutos. Que puedan disfrutar y que se vayan acoplando al equipo. Hay que llevarlos de a poco", soltaba el entrenador en junio de 2023, luego de un triunfo ante Indonesia y apenas seis meses después de la conquista en Qatar, consciente del proceso que lo tiene como el gran conductor.

Con carretera ligera por delante ahora Scaloni podrá ensayar lo que no pudo ante las urgencias en choques por los puntos. Podrá probar, podrá entregar espacio para jugadores que bien pueden formar parte de su segunda renovación, luego del primer recambio que llegó con su advenimiento como técnico del seleccionado allá por 2018, poco después del cachetazo de Rusia.

Así como en aquel momento irrumpieron los De Paul, los Paredes, más tarde los Enzo Fernández, los Mac Allister, ahora acaso haya ruta para que tengan su oportunidad, en mayor o menor grado, piezas como Benja Domínguez, el propio Giuliano Simeone, Nicolás Paz, Santiago Castro, Facundo Medina, Julio Soler y hasta el mismo Almada, cada vez con una cuota más valiosa de protagonismo.

Imagen de portada: Fotobaires