Horacio Zeballos, en profundidad: "La ficha no me cae, pero no quiero parar un segundo"
Flamante campeón de Roland Garros, el zurdo de 40 años volvió a la Argentina un puñado de días para celebrar la conquista de su primer Grand Slam.
Horacio Zeballos confiesa, en un espontáneo viaje a la Argentina para celebrar su histórica conquista en Roland Garros, su primer Grand Slam, con el corazón en la mano y la sinceridad de siempre: "La ficha no me está cayendo, todavía no me cayó. Pero no quiero parar un segundo. Quiero seguir festejando como lo merece un logro personal tan importante".
No es para menos: el zurdo de 40 años se consagró en el torneo más relevante del mundo sobre polvo de ladrillo y anotó su nombre en la historia grande del tenis argentino.
"Ni bien me senté en el banco, apenas ganamos Roland Garros... Teníamos organizada toda una gira, seguir de viaje, pero ni bien me senté le mandé un audio a mi entrenador (Alejandro Lombardo), que estaba ahí en el banco, y le dije: 'Tenemos que cambiar todo: tengo que ir a Argentina'", le dijo Zeballos a El Gráfico, días después de su gran logro, con la sensación todavía viva.
Y añadió, sobre el regreso en tiempo récord para festejar en casa: "Es un objetivo por el que trabajamos muchos años y cómo no festejarlo con toda la gente que forma parte de este sueño cumplido. Fue lo primero que pensé apenas me senté: quiero ir a Argentina a abrazar a cada una de las personas que estuvieron conmigo desde el primer día, cuando las cosas eran duras".
Respecto del instante inmediato luego de la consagración en la mítica Philippe Chatrier, la central del Stade Roland Garros, se sinceró: "La palabra exacta es plenitud. Hoy en día me siento pleno, porque luchamos por un objetivo que pudimos cumplir. Ser número uno del mundo, ganar un Grand Slam, pasarla bien, disfrutar de la competencia. Pero ahora estoy lejos de relajarme, sigo plantando ilusiones y peleando por mantener la vocación por el deporte que amo".
El hombre nacido 40 años atrás en Mar del Plata y surgido del Edison Lawn Tenis, el club de su padre también llamado Horacio, aún mantiene caliente la sensación inigualable que invadió su cuerpo tras el triunfo, junto con su compañero español Marcel Granollers, ante la dupla británica de Neal Skupski y Joe Salisbury por 6-0, 6-7 (5) y 7-5, en una victoria que llegó después de tres finales perdidas en Grand Slams: US Open 2019, Wimbledon 2021 y Wimbledon 2023.
"Lo primero que sentí fue una mezcla de alegría, de satisfacción y también de alivio, porque se nos había hecho muy dificil ganar un Grand Slam, ganar el primero", soltó, con franqueza, un Zeballos que ahora se siente pleno.
En el aeropuerto lo recibieron como si fuera un héroe: su familia, su gente, sus hijos Emma y Fausto, su mujer Sofía: "Fausto y Emma fueron las primeras dos personas que vi aparecer recién llegado, cuando crucé las puertas me vinieron a tirar de todo. Fue un momento único... Me contó mi mujer que mi hija, que usualmente no miraba mucho los partidos ni les daba bola, lo vio entero de la mano con ella. Es una satisfacción que no tiene comparación: saber que mi hija estaba pendiente del resultado".
Los nervios
Zeballos admitió que sintió nervios antes de las instancias decisivas. Claro, no es para menos: habían estado tan cerca varias veces que no querían pecar de confiados o festejar de antemano. La entereza emocional y la tranquilidad los ayudó a concretar el sueño.
"Con Marcel hablábamos y decíamos: 'Che, estamos nerviosos'. Y sí, estábamos nerviosos, queríamos pasar la semifinal, queríamos jugar bien la final, estábamos nerviosos. Y por otro lado pensábamos... qué bueno que estemos nerviosos; no lo estaríamos si realmente no nos importara. Es parte del deporte y de la competencia: estar nervioso significa que todavía disfruto de jugar, es lo que me hace sentir vivo", expresó.
Secreto de campeón
Zeballos confesó haber pedido consejos a grandes leyendas antes de la final: quería saber cómo encarar en el aspecto mental una situación tan pesada en lo deportivo. Por eso habló con gigantes como el sueco Mats Wilander, el británico Tim Henman, el estadounidense John McEnroe y hasta el propio Carlos Alcaraz.
Al respecto, profundizó: "Se me ocurrió volcarme en la experiencia de los campeones: qué mejor manera que pedirles consejos. Todos estuvieron realmente muy sencillos, humildes. Ninguno me dijo algo nuevo, porque no creo que haya una fórmula secreta, todos tenemos nuestras fórmulas, pero que es lindo escucharlas de los campeones. La mayoría de ellos coincidía en que lo importante no era enfocarme en el resultado sino en la táctica, en lo que podía hacer yo y en lo que tenía al alcance de mi mano, más que pensar en algo externo que no pudiera controlar, porque eso iba a agregar presión a la presión que ya había. La charla más importante fue la que tuve con Carlitos Alcaraz, que me dijo: "Salí a ganar la final, dejá todo, andate al vestuario con la tranquilidad, más allá del resultado, de que no dejaste nada en tu cuerpo".