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Ni el propio Del Potro se animó a decir que se retiró

El tandilense no se despidió , en el fondo, porque siempre tiene un disparo más. Ejemplo de superación, se negó a aseverar que no volverá a jugar al tenis. ¿Habrá otro milagro?

Por Pablo Amalfitano ·

09 de febrero de 2022

JUAN MARTÍN DEL POTRO tiene una cualidad que muy pocos deportistas podrían emular: nunca, ni en el momento más apremiante, parece que claudicará. La capacidad de superación que exhibió a lo largo de toda su brillante carrera, en la que otorgó demasiadas ventajas por un sinfín de lesiones de gravedad, impide que nadie pueda darlo por vencido. Ni siquiera cuando, en efecto, la realidad marca que lo está.

"Dejo la puerta abierta para un milagro. Si lo de hoy fue la última vez en la cancha me voy feliz. Hoy es un punto y aparte: el tenis queda a un costado. Si mejoro eso voy a poner las cartas sobre la mesa y ahí veremos. Me animaría a cualquier cosa", expresó el tandilense de 33 años, que atravesó cuatro cirugías de rodilla derecha desde que se resintiera de la fractura en junio de 2019.

Es cierto que la película que vivió en la jornada nocturna del martes en el Argentina Open, en un Court Central Guillermo Vilas colmado, destiló aroma a retiro por todas partes. También es cierto que, pese a su cualidad de jugador fuera de serie, sus movimientos no fueron los de un tenista de nivel ATP. Por eso perdió 6-1 y 6-3 ante su amigo Federico Delbonis, con quien conquistara la Copa Davis en 2016.

La realidad marcó, infinidad de veces, que Del Potro se retiró antes. Lo hizo cuando afrontó las tres cirugías de la muñeca izquierda, una lesión que lo hizo trastabillar y poner en riesgo su futuro. Estaba retirado. Estaba acabado. Largos meses de inactividad lo dejaban en claro.

Pero el tandilense, además de luchar de manera incansable contra los imponderables, se ocupó de enviar un mensaje que caló hondo en cada fanático a lo largo y a lo ancho del mundo: todo es posible. ¿Cómo es posible? ¿De qué manera? Si todo es oscuridad.

Pero Del Potro jamás se hundió: durante su enorme trayectoria profesional, cuyo inicio fue allá por el año 2005, otorgó una ventaja casi inédita en la historia del deporte: en total, entre las lesiones de ambas muñecas -en la derecha se operó en 2010- y la fractura de la rodilla, perdió nada menos que cinco años y medio, un número que asombra por sí mismo pero, sobre todo, asusta.

Del Potro ganó todo lo que ganó, se codeó con los mejores, coqueteó con el número uno del mundo, sin la continuidad de cualquier deportista estándar. Siempre que pudo dar incluso un zarpazo más una dolencia le puso un freno.

Le pasó en 2010 con la mano derecha, meses después de ganar el US Open; le sucedió con la muñeca izquierda, antes de volver de manera cinematográfica y ganar, entre otras cosas, la medalla olímpica de plata y la ansiada Copa Davis; y le pasó en 2018, cuando se fracturó la maldita rodilla y estaba muy cerca de pelear por la cima del ranking, pocas semanas después de haber llegado una vez más a la final del Abierto de Estados Unidos.

La realidad, esta vez, marca que todo es incluso más difícil. Del Potro volvió para jugar después de 965 dias de inactividad, cuatro cirugías y la enorme desazón de no poder superar una adversidad cuando siempre lo hizo. La rodilla le duele para la vida cotidiana. El tenis, ahora, quedó a un costado. Todo aquello es tan doloroso como cierto. Pero ni el propio Del Potro se animó a decir que se retira. No lo hizo porque, en el fondo de su deseo, sabe que siempre hay lugar para otro milagro en su vida.

Imagen de portada: Argentina Open