¡Habla memoria!

José María Minella, sabio y ganador

Está entre los grandes números 5 que dio el fútbol argentino. Pero su rica trayectoria lo ubica en la historia de River no solamente por sus condiciones como jugador, sino también como técnico. Don Pepe, como lo llamaban todos, también lució la celeste y blanca.

Por Redacción EG ·

18 de agosto de 2012
  Nota publicada en la edición de agosto del 2012 de El Gráfico 

Imagen TODA LA PINTA de un gran jugador. Minella, eterno centre-half de River.
TODA LA PINTA de un gran jugador. Minella, eterno centre-half de River.
 "EL DIA QUE se tenga que escribir la historia del fútbol argentino, cuando se llegue al puesto de centre half, habrá que dividirla en dos etapas: hasta Minella y después de Minella”. La frase fue escrita por Juvenal, una de las máximas plumas de El Gráfico. Y es tan redonda, tan clara y tan puntual, que es imposible resistir la tentación de reproducirla.

José María Minella nació en Mar del Plata. Fue, para todos los que lo conocieron y admiraron, simplemente, “Pepe”. Cuando arrancó, en Independiente de Mar del Plata, comenzó a brillar con luces propias, por lo que al poco tiempo (estamos hablando de 1929), llegó a Gimnasia y Esgrima de La Plata, destacándose como insider o centrodelantero, como se decía por entonces. Tenía, por entonces, apenas 21 años. Tras haber obtenido el campeonato, Gimnasia efectuó una gira por Europa. Desde principios de diciembre de 1930 hasta casi fines de abril del año siguiente, jugaron 27 partidos. Minella, con 11, fue el goleador de una gira que arrancó en Río de Janeiro y finalizó en San Pablo (eran tiempos en los que se viajaba en barco, se entiende: partieron un 30 de noviembre, a las diez de la mañana, en el vapor “Arlanza”). En Europa pasaron por ciudades como Madrid, Barcelona, Las Palmas, Berlín, Munich, Leipzig, Praga, Viena, Milán...

Como la casualidad no existe, un día debió cubrir el puesto de Pedro Chalú, quien sufrió una lesión. Y fue entonces cuando se puso la camiseta número 5, y pasó a formar parte, con el correr de los años, de una exquisita elite de aquellos que pueden ser considerados los mejores de todos los tiempos, tan bueno era. Fue entonces cuando pasó a integrar aquella famosa línea media de Las tres M, junto a Montañés y Miguens, produciendo una campaña extraordinaria, en ese equipo fue bautizado popularmente como El Expreso...

Fue por entonces cuando ese equipo vivió una circunstancia muy especial. Sucede que el popular autor Pancho Lomuto, compuso en homenaje a ese equipo La Canción del Deporte. Y se programó el estreno para el intervalo de un partido frente a San Lorenzo, que iba a jugarse en la vieja cancha del barrio de Boedo. Minella relató en El Gráfico lo que ocurrió esa tarde: “Nosotros veníamos muy castigados por los arbitrajes cuando jugábamos afuera de La Plata. Un par de fechas antes nos habían robado prácticamente un partido contra Boca. Tuvimos una reunión muy seria con todos los compañeros y decidimos que, si pasaba de nuevo algo similar, nos íbamos a declarar todos en huelga. En ese partido con San Lorenzo nos quedamos en la cancha para escuchar la canción de Lomuto, inspirada en nosotros, ya que nos llamaban Los caballeros del Deporte. Bueno... el asunto es que estaba todo muy bien y muy lindo hasta que el referí Rojo Miró, nos cobró un gol en contra cuando Herrera atajó arriba, con los pies detrás de la línea, pero con las manos fuera del arco. Con ese regalo, San Lorenzo se puso 2 a 1 y no aguantamos más. Nos sentamos en la cancha, negándonos a seguir jugando. San Lorenzo siguió metiendo goles ante un equipo que no se defendía, y cuando ya íbamos 7 a 1 en contra, el referí detuvo el juego... ¡Lindo momento para la canción de los Caballeros del Deporte! ¡Como lindos caballeros nos portamos!”, recordaba, riendo.

Imagen TAMBIEN pasó por Peñarol, en la última etapa de su carrera.
TAMBIEN pasó por Peñarol, en la última etapa de su carrera.
 GIMNASIA perdió ese título, que se llevó San Lorenzo. Y River, en 1935, ganó a Pepe, tras pagar nada más ni nada menos que 55 millones de pesos. Comenzaría así un romance prolongado a través de los tiempos, los roles y los recuerdos.

Fue, aquel año, el de la muerte de Carlitos Gardel. Jorge Luis Borges publicó su primer libro (Historia universal de la infamia) y Libertad Lamarque descolló en la película El alma del bandoneón). En 1935, Boca salió campeón. Mientras tanto... en River comenzaba un ciclo que se iba a redondear un año después, en 1936. No solamente fue el capitán en los títulos que vendrían, los de 1936 y 1937, al lado del gran Bernabé Ferreira, sino que, con los años, llegaría a formar parte de aquella famosa Máquina en el campeonato de 1941.

Nuevamente apelamos al maestro Juvenal para la descripción... “Era centrehalf, número cinco como le decimos hoy. Eje y motor de su cuadro, señorial, dueño de un excelente manejo (inicialmente había sido delantero con apetito para el gol), se lo respetaba tanto en su club y en todos lados que lo llamaban Don Pepe. Además de ser extraordinario jugador, nació para ser capitán y ganador, por su personalidad, su ascendiente natural sobre los compañeros y su caballerosidad...”.

Con River fue campeón en los años 1936, 1937 y 1941.

Sería bueno hacer un alto en el camino y en el relato, acomodarnos un poco y mirar alrededor. Como decía, justamente, Juvenal: “Muchachos, paremos un poco la pelota y miremos”.

En 1937, el técnico de River era un húngaro, Emerich Hirsch. River salió campeón con 111 goles y el 85% de los puntos ganables. Fue justamente don Emerich quien marcó el debut profesional de dos figuras que aún hoy, son inconmesurables: Adolfo Pedernera y José Manuel Moreno, dos bronces que exceden los adjetivos calificativos y anulan los comentarios. No olvidemos la figura de Renato Cesarini quien luego, continuando con esa línea de juego, le dio forma a la famosa Máquina, campeona en 1941, 1942 y 1945.
Justamente, Minella participó del primer campeonato de La Máquina, el del 41. El equipo fue bautizado así por Borocotó, otra leyenda del periodismo, otro hombre de El Gráfico. No estaría de más recordar, además, que en 1941 Minella fue el capitán de la Selección argentina que ganó el Sudamericano en Chile. O sea, una figura indiscutible.

Imagen TODA LA apostura del crack, rodeado de mascaritas, en pleno carnaval.
TODA LA apostura del crack, rodeado de mascaritas, en pleno carnaval.
 Minella pasó de River a Peñarol, a préstamo, en 1942 y de ahí fue al Green Cross de Chile, que más tarde se iba a llamar Deportes Temuco. Allí concluyó su carrera como jugador. Sin embargo, su relación con el fútbol, y especialmente con River, iba a seguir siendo altamente exitosa...

YA EN 1947, cuando Minella regresó a la Argentina para hacerse cargo de la dirección técnica de River, el mundo había cambiado. La Segunda Guerra Mundial había llegado a su fin, el General Perón estaba en pleno proceso de conducción, la calle Corrientes era un despliegue inusitado de grandes bares donde se podían escuchar las mejores orquestas y La Máquina de River era ya un clásico del fútbol argentino. Los ómnibus se llamaban micros y eran muy chiquitos, había tranvías en las calles y se juntaban los boletos capicúas (si no sabés qué son , preguntale a tu viejo, o a algún tío que peine canas). Las heladeras eran cajas de madera con chapa adentro, en las que se ponía el hielo para lograr el frío.

Comenzó, con don Pepe, otro brillante ciclo para River. Como técnico, lo llevó al campeonato en 6 ocasiones, en los años 1947, 1952, 1953, 1955, 1956 y 1957. Tuvieron que pasar muchos años para que Angel Labruna lograra la misma cantidad, cifra que luego quebró Ramón Díaz con 7 títulos.

“Nunca me gustó improvisar –aseguró una vez-, River tenía un planteo de juego y que ese planteo era bueno, lo prueba la cantidad de triunfos y campeonatos que logramos. ¿Por qué iba a cambiarlo? Que cambiaran los otros, si querían ganarnos... Hubo un momento en que los rivales cambiaron y nosotros nos quedamos un poco. Pero no en el planteo, sino en el ritmo. Mi objetivo no era ganar el partido solamente, sino sumar puntos para el campeonato. En el 53, recuerdo que Walter Gómez estaba jugando muy mal contra Banfield y lo mandé de wing derecho, buscando un mayor rendimiento en el ataque. Se sintió menoscabado, herido, entonces empecé a pensar si a veces valía la pena arriesgar la posibilidad de un debilitamiento psicológico que le durase al hombre varias fechas...”.

Decían que todo lo que hacía era decirles a sus dirigidos: “Vayan y jueguen bien”, para luego sentarse sobre una pelota y mirar. Por supuesto, su reflexión fue que con eso solo no se ganaba. Tenía principios claros, que alguna vez escribió para El Gráfico y que tal vez hoy, medio siglo después, no deje de ser atractivo releer y repasar aunque sea en forma condensada...

Sus principios eran: 1) Tener siempre la posesión de la pelota. 2) La desmarcación es una necesidad permanente. 3) La habilidad individual debe aplicarse al toque y a la gambeta. Si puedo, elijo el toque. 4) Entre un pase largo y dudoso, me quedo con tres pases cortos. 5) La defensa se hace con once y el ataque también. 6) Toda táctica es buena o mala según los jugadores que se tengan. 7) Con mayoría de buenos jugadores, cualquier plan táctico se hace más fácil. 8) Los planes defensivos no son difíciles de imaginar, por eso como técnico les doy preferencia a los planes ofensivos, cuya esencia es la creación del fútbol. 9) Un principio fundamental de un ataque es empezarlo por afuera y terminarlo por dentro y 10) Contar con buenos punteros sigue siendo una necesidad imprescindible.

En el 59 se fue de River a Newell's; en el 66 pasó al América de Cali; en el 63 regresó a River, fue campeón con la Selección en la Copa de Las Naciones del 63, cuando Argentina ganó con la valla invicta y en el 65, clasificó a la Argentina para el Mundial del año siguiente. Sin embargo, la AFA eligió como técnico primero a Osvaldo Zubeldía y luego a Juan Carlos Lorenzo. Minella se retiró entonces de la actividad. Dejó atrás el cálido recuerdo de un fino jugador, de un técnico de bajo perfil, de un tipo confiable, amable y querido por todos. Un tipo que honró a su profesión en todo sentido. Mario Trucco, histórico periodista de Mar del Plata, logró que el estadio mundialista de esa ciudad lleve su nombre.

Seguramente, desde el cielo, habrá sonreído don Pepe, el de la postura elegante, el de la sonrisa cálida, el de la mirada siempre atenta, siempre dispuesta, siempre diáfana.

Por Carlos Irusta. Fotos: Archivo El Gráfico