¡Habla memoria!

La primera nota de Messi en un medio nacional: "Barça muere por este pibe"

El Gráfico lo presentó en público, en agosto de 2003, como un volante ofensivo, zurdo y talentoso que jugaba en las inferiores de Barcelona, de apellido Messi. Una nota histórica, sin desperdicio.

Por Redacción EG ·

17 de agosto de 2023

Se­gu­ra­men­te sin­tió un cos­qui­lleo que le eri­zó la piel y lo re­gre­só dos dé­ca­das en el tiempo. Pro­ba­ble­men­te ex­pe­ri­men­tó en el pe­cho aque­lla sen­sa­ción que creía ol­vi­da­da, esa que el más gran­de de to­dos le ha­bía pro­vo­ca­do en­fun­da­do en la diez blau­gra­na.

Car­les Re­xach, fi­gu­ra em­ble­má­ti­ca del Bar­ce­lo­na y co­no­ce­dor del pa­la­dar cu­lé, su­po de mo­vi­da que ese cha­va­li­to de 13 años al que pro­ba­ba traía con­si­go la mar­ca del ele­gi­do. “Só­lo me hi­zo fal­ta ver­lo an­dar por el cam­po y to­car un par de ba­lo­nes y en me­dio mi­nu­to lo ha­bía fi­cha­do. La pri­me­ra im­pre­sión fue de­fi­ni­ti­va. En mis 40 años en el fút­bol no ha­bía vis­to a un chi­co con tan­tas con­di­cio­nes”. Fue tal la con­mo­ción, que el ex se­cre­ta­rio téc­ni­co del Bar­ça sin­tió la ne­ce­si­dad de ase­gu­rar­se en ese mis­mo ins­tan­te se­me­jan­te ta­len­to. “El pri­mer con­tra­to se lo fir­mé, sim­bó­li­ca­men­te, en una ser­vi­lle­ta. Des­pués arre­gla­mos to­do”, re­cuer­da.

Quién sa­be cuán­tos ac­tos de su fút­bol de fi­na es­tam­pa ha­brá po­di­do po­ner en es­ce­na Lio­nel Mes­si en só­lo 30 se­gun­dos. Lo con­cre­to es que Re­xach aplau­dió de pie al ins­tan­te. Zur­do, vo­lan­te ofen­si­vo, ve­loz, ver­ti­cal, un som­bre­ro por aquí, ha­bi­li­do­so, un ca­ño por allá, ta­len­to­so, ar­gen­ti­no… No ha­cía fal­ta ver más. Ese ro­sa­ri­no me­nu­di­to te­nía que ju­gar en el Bar­ce­lo­na.

Imagen Messi en familia. Su hermano Rodrigo, su hermana María Sol, papá Jorge, mamá Celia, el sobrinito Tomás y el otro hermano, Matías.
Messi en familia. Su hermano Rodrigo, su hermana María Sol, papá Jorge, mamá Celia, el sobrinito Tomás y el otro hermano, Matías.

Pa­sa­ron po­co más de dos años de aquel amor a pri­me­ra vis­ta y el tiem­po no ha he­cho más que agi­gan­tar el sen­ti­mien­to del ca­ta­lán. Con 16 años re­cién cum­pli­dos, Leo Mes­si es la gran es­pe­ran­za de la can­te­ra del Bar­ce­lo­na y por el mo­men­to na­die se ani­ma a aven­tu­rar su te­cho. “Ten­go unas ex­pec­ta­ti­vas enor­mes con es­te ju­ga­dor. Sal­van­do las dis­tan­cias y sin la in­ten­ción de me­ter­le pre­sión, es com­pa­ra­ble con Ma­ra­do­na. Tie­ne una ca­li­dad es­pe­cial, es di­fe­ren­te a los de­más”, ana­li­za Rexach y re­sul­ta di­fí­cil no de­jar­se lle­var, no fan­ta­sear de nue­vo con otra zur­da va­ri­ta que he­chi­ce de­fen­so­res y con­ju­re go­la­zos. “Es un en­gan­che con mu­cho gol. De cin­co si­tua­cio­nes, con­vier­te cua­tro. En to­do mo­men­to sa­be cuán­do hay que ha­cer la ju­ga­da in­di­vi­dual y cuán­do pa­sar el ba­lón. Es muy ha­bi­li­do­so… es es­pe­cial”, le afir­ma Re­xach a El Grá­fi­co des­de Es­pa­ña.

Lio­nel no na­ció en una vi­lla, pe­ro al igual que el Die­go, su úni­co ju­gue­te fue una pe­lo­ta. “Em­pe­cé a ju­gar en el club Gran­do­li a los cua­tro o cin­co años. Era baby fút­bol, y el téc­ni­co era mi vie­jo. A los sie­te, a instancias de mi her­ma­no Ro­dri­go me fui a Ne­well’s y es­tu­ve ahí has­ta los tre­ce”, cuen­ta el pe­que­ño crack.

Sin ser bió­lo­go ni cien­tí­fi­co, pa­pá Jor­ge de­mues­tra que el ta­len­to pa­ra el fút­bol su hi­jo lo lle­va en los ge­nes. “A los cua­tro años no­ta­mos que era dis­tin­to. Ha­cía jue­gui­tos y dor­mía la pe­lo­ta en la pun­ta del bo­tín, no lo po­día­mos creer. Un po­qui­to más gran­de, ju­ga­ba con los her­ma­nos, que le lle­van siete y cinco años, y los bai­la­ba. Es un don, es al­go que na­ció con él.”

En­ri­que Do­mín­guez, ex téc­ni­co de las in­fe­rio­res le­pro­sas y pa­dre de Se­bas­tián, vo­lan­te del equi­po del Bam­bi­no Vei­ra, con­fir­ma que la ba­se es­tá des­de que Leo era un chi­co y que nun­ca le fal­tó be­lle­za a su jue­go. “Lo di­ri­gí en 1999, pe­ro lo co­no­cía des­de la es­cue­li­ta de fút­bol, cuan­do él te­nía siete u ocho años. Y con la pe­lo­ta el pi­be ha­cía co­sas en con­tra de la fí­si­ca. Al úni­co que le vi rea­li­zar ju­ga­das así fue al Die­go. Yo no te­nía que gri­tar­le na­da por­que él sa­bía to­do. Si si­guie­ra en Ne­well’s ya es­ta­ría en Pri­me­ra, co­mo Gus­ta­vo Ro­das, que tie­ne diecisiete.”

 

Imagen Lionel Messi recién llegado a La Masia en Barcelona.
Lionel Messi recién llegado a La Masia en Barcelona.
 

Al re­pa­sar la in­fan­cia del “Pi­bi­to de Oro”, co­mo lo apo­dan en Es­pa­ña, donde también lo bautizaron “Leonel”, las anéc­do­tas de sus ha­za­ñas se su­ce­den sin ce­sar. “Me acuer­do de que un día ama­gó a pa­tear, le to­ca­ron la pe­lo­ta, és­ta le re­bo­tó en el cuer­po y le que­dó atrás. En­ton­ces, se dio vuel­ta, se de­jó caer, le pe­gó de chi­le­na y la cla­vó en el án­gu­lo. Te­nía on­ce o do­ce años. So­bre la mar­cha co­rre­gía e in­ven­ta­ba otra co­sa, igual que ha­cía Ma­ra­do­na. Te­nía un sen­ti­do co­lec­ti­vo que, pa­ra mí, es­tá el Die­go y des­pués él. Leo es­tá pa­ra co­sas se­rias. Era  di­mi­nu­to fí­si­ca­men­te, pe­ro gi­gan­te co­mo per­so­na. Te lle­na­ba la vis­ta y el co­ra­zón”.

Va­ya pa­ra­do­ja del des­ti­no, Lionel fue siem­pre más ba­ji­to que los de­más. Y co­mo si su­pie­ra que el ta­len­to del más gran­de lle­gó en fras­co chi­co, su cuer­po se ne­ga­ba a pe­gar el es­ti­rón. “A los on­ce años se le de­tec­tó un pro­ble­ma con las hor­mo­nas de cre­ci­mien­to: te­nía po­cas y por eso es­ta­ba re­tra­sa­do su de­sa­rro­llo óseo. Y el tra­ta­mien­to era ca­rí­si­mo, cos­ta­ba 1800 dó­la­res ca­da dos me­ses. Por un año y me­dio, la obra so­cial y la Fun­da­ción Acin­dar, em­pre­sa en la que yo tra­ba­ja­ba, nos ayu­da­ron, sin embargo des­pués el pa­no­ra­ma se com­pli­có. Po­dría­mos ha­ber­lo de­ja­do, pe­ro me di­je­ron que no era muy con­ve­nien­te”, re­la­ta Jor­ge.

Po­de­ro­so el chi­qui­tín, Lio­nel re­cuer­da que “por dos años me tu­ve que po­ner in­yec­cio­nes to­das las no­ches. Es­ta­ba un po­co más chi­co que los de­más, pe­ro aden­tro de la can­cha no se no­ta­ba”.

Co­mo en to­do lo ma­lo hay al­go bue­no, a par­tir de allí la his­to­ria de quien po­dría ser el pró­xi­mo em­pe­ra­dor de la pe­lo­ta y la de su fa­mi­lia co­men­zó a co­nec­tar­se con Es­pa­ña. “No­so­tros so­mos de cla­se me­dia, y en Acin­dar siem­pre estuve bien. Sin em­bar­go, yo veía que el pa­no­ra­ma que ve­nía era ne­gro. En­ton­ces ha­blé con los pri­mos de mi ma­má que vi­ven en Lé­ri­da, una co­mu­ni­dad cer­ca­na a Bar­ce­lo­na, y al tiem­po pe­dí li­cen­cia en el la­bu­ro y via­jé pa­ra pro­bar suer­te”, ha­ce me­mo­ria el pa­dre.

An­tes de de­ci­dir­se a cru­zar el Atlán­ti­co, Jor­ge in­ten­tó ha­cer­se Mi­llo­na­rio pa­ra cos­tear el tra­ta­mien­to. “Co­mo Ne­well’s no me ayu­da­ba, lle­vé a Leo a pro­bar a Ri­ver y aun­que que­dó nos vol­vi­mos por­que que­rían que no­so­tros pe­leá­ra­mos pa­ra con­se­guir los pa­pe­les. Me lla­ma­ban to­dos los días, pe­ro yo no que­ría sa­ber na­da. Así que lo de­jé en Ro­sa­rio. Cuan­do se en­te­ra­ron de que lo que­rían en Nú­ñez, en Ne­well’s me di­je­ron que ellos iban a pa­gar las in­yec­cio­nes, pe­ro co­mo tu­ve que ir co­mo 40 ve­ces pa­ra que me die­ran 200 pe­sos, me can­sé.”

–¿Y có­mo sur­ge el in­te­rés del Bar­ce­lo­na, Jor­ge?

–Ya lo co­no­cían, lo ve­nía si­guien­do un ojea­dor. Un ami­go me con­tó que ha­bía un in­te­rés del Bar­ça por Leo y coin­ci­dió con el mo­men­to en que de­ci­dí cam­biar de tra­ba­jo. Al sa­ber es­to tu­ve un ali­cien­te más pa­ra via­jar. Así que lo lle­vé al club y cuan­do lo pro­ba­ron la rom­pió, a pe­sar de ju­gar con chi­cos dos años más gran­des. Que­da­ron im­pac­ta­dos, y Re­xach di­jo “ni pen­sar­lo”. Y co­mo yo ya te­nía to­do ar­ma­do pa­ra tra­ba­jar en Es­pa­ña y en el club se ha­cían car­go del tra­ta­mien­to, les di­je “no hay pro­ble­ma”.

Co­mo si es­tu­vie­ra ace­le­ra­do por la emo­ción, Re­xach lan­za una pa­la­bra tras otra a un rit­mo com­pli­ca­do de se­guir y con­ti­núa con la his­to­ria. “Su­pe de Mes­si por in­ter­me­dio de Ho­ra­cio, un ami­go ar­gen­ti­no. El me di­jo que ha­bía un ju­ga­dor de muy bue­nas cua­li­da­des al cual te­nía que ver. Yo le di­je que sí, y el cha­val vi­no al club”.

Imagen El rosarino Messi copó Barcelona. Tacos, sombreros, caños, asistencias y golazos fueron su carta de presentación.
El rosarino Messi copó Barcelona. Tacos, sombreros, caños, asistencias y golazos fueron su carta de presentación.

Si bien el Pi­bi­to se en­con­tró de pron­to ro­dea­do con la mag­ni­fi­cen­cia del club ca­ta­lán, la acli­ma­ta­ción no fue fá­cil. “Cuan­do me fui llo­ré mu­cho. De­jar a mis pa­rien­tes y ami­gos en la Ar­gen­ti­na fue du­ro. Pe­ro yo sa­bía que era pa­ra me­jor. Por suer­te, co­mo es­ta­ba con mi fa­mi­lia el pe­río­do de adap­ta­ción pa­só bas­tan­te rá­pi­do”, ad­mi­te Lio­nel.

Cla­ro que esa eta­pa de asi­mi­la­ción a una nue­va vi­da ha­bría si­do más pla­cen­te­ra si la Le­pra no le hu­bie­ra “cor­ta­do las pier­nas”.

“Nos ra­di­ca­mos en Es­pa­ña en mar­zo de 2001. Ahí el club pi­dió el trans­fer a tra­vés de la Fe­de­ra­ción y Ne­well’s no lo man­dó, por lo que mi hi­jo es­tu­vo un tiem­po sin po­der ju­gar. A par­tir de ahí me­dió la FI­FA, que al po­co tiem­po lo ha­bi­li­tó. La de­ci­sión se ba­só en que un chi­co de ca­tor­ce años te­nía que es­tar con el pa­dre. Y yo me fui a vi­vir a Es­pa­ña”, re­me­mo­ra Jor­ge.

Una vez den­tro del cam­po, las pa­ño­la­das cu­lés se hi­cie­ron ha­bi­tua­les. Ob­via­men­te, no pa­ra re­pro­bar al Pi­bi­to, si­no pa­ra se­car­se las lá­gri­mas de emo­ción an­te su ca­li­dad. En su pri­mer año su­frió fi­su­ra de pe­ro­né iz­quier­do, por lo que su gran ex­plo­sión se pro­du­jo du­ran­te la úl­ti­ma cam­pa­ña. Su téc­ni­co du­ran­te la pa­sa­da tem­po­ra­da, Alex Gar­cía, un ex ju­ga­dor del Bar­ça que for­mó par­te del Dream Team de Jo­han Cruyff, ac­ce­de al diá­lo­go gus­to­so y ha­ce un aná­li­sis del ar­gen­ti­no. “Es­ta tem­po­ra­da me­tió 32 o 33 go­les (N. de R.: Se­gún Jor­ge, fue­ron 37) en 30 par­ti­dos. Es un ju­ga­dor fan­tás­ti­co que co­ge el ba­lón y dri­bblea mu­chos ri­va­les sin pro­ble­mas. En la fi­nal del Cam­peo­na­to de Ca­ta­lun­ya hi­zo dos go­les en diez mi­nu­tos, a pe­sar de ju­gar con una frac­tu­ra en el pó­mu­lo de­re­cho. Pien­so que po­dría ser un nue­vo Ma­ra­do­na, pe­ro hay que ir con cui­da­do. Al co­mien­zo de la Li­ga se ha­bló mu­cho de él. La gen­te co­men­zó a ir a ver­lo y se me­tió mu­cha pre­sión, por eso hay que ha­blar con mu­cha cau­te­la”.

Com­pro­me­ti­do con su equi­po pa­ra po­der es­tar en aque­lla fi­nal, Leo sa­lió a la can­cha con la mis­ma más­ca­ra que Car­les Pu­yol lu­ció en la Li­ga a raíz de una frac­tu­ra do­ble en el pó­mu­lo de­re­cho. Y a pe­sar del do­lor, a Mes­si le du­ró só­lo cin­co mi­nu­tos, de­bi­do a que la trans­pi­ra­ción le mo­les­ta­ba bas­tan­te y el ac­ce­so­rio le que­da­ba gran­de. Aquel prés­ta­mo de Tar­zán de­mues­tra que el en­gan­che, que tie­ne co­mo re­fe­ren­te a Pa­blo Ai­mar, ya es­tá en con­tac­to con el plan­tel su­pe­rior. “Ten­go bue­na re­la­ción con Thia­go Mot­ta y Fa­bio Ro­chem­back. Con Ro­mán fui­mos a co­mer un asa­do y Sa­vio­la me re­ga­ló una ca­mi­se­ta”, afir­ma Mes­si, que hoy mi­de 1,69 me­tro y ya no re­ci­be in­yec­cio­nes. Su pa­dre acla­ra que “en Bar­ce­lo­na con­ti­nuó con el tra­ta­mien­to el año que le fal­ta­ba y tu­vo un de­sa­rro­llo que no se pue­de creer. Aho­ra es­tá ha­cien­do un tra­ba­jo es­pe­cí­fi­co y ya es­tá más ar­ma­di­to”.

Tan bien pin­ta Lio­nel que, se­gún sos­tie­ne su pa­pá, “un ayu­dan­te de Ar­se­ne Wen­ger, el téc­ni­co del Ar­se­nal, me di­jo ‘el día que su­fras pro­ble­mas te­né en cuen­ta que nuestro club lo quie­re’. Igual, es muy di­fí­cil to­mar una de­ci­sión así. Por eso, no­so­tros nos que­da­mos en el Bar­ça”.

La gran pro­duc­ción del equipo del ro­sa­ri­no –su­pe­ró am­plia­men­te la ba­rre­ra de los 100 go­les a fa­vor, se con­sa­gró cam­peón de la Di­vi­sión de Ho­nor, y es apo­da­do co­mo el nue­vo Dream Team– pro­vo­có que has­ta el par­co Louis van Gaal acudiera a verlo. “El ho­lan­dés di­jo que si el Real Ma­drid tie­ne a Por­ti­llo, Bar­ce­lo­na tie­ne a Mes­si”, cuen­ta Jor­ge.

 

Messi a los 15 años
 

En cuan­to al fu­tu­ro in­me­dia­to de Lio­nel, Alex Gar­cía sos­tie­ne que “aho­ra po­dría pa­sar al Ju­ve­nil A, que es­tá com­pues­to por chi­cos de 18 años”. A lo que Re­xach agre­ga que “den­tro de una tem­po­ra­da de­be­rá co­men­zar a ju­gar amis­to­sos con el plan­tel su­pe­rior”. El nue­vo Pi­bi­to, por su par­te, con­fía en pe­gar el sal­to pron­to. “An­tes de las elec­cio­nes se ha­bla­ba de que ten­dría que pa­sar por el Bar­ce­lo­na B (la fi­lial), y des­pués en­tre­narse con la Pri­me­ra”. En tan­to, el pa­dre con­fie­sa que su hi­jo “se mar­ca me­tas. Su idea es lle­gar cuan­to an­tes a Pri­me­ra. El quie­re en­trar en el Camp Nou y es­cu­char el him­no del club. Y tam­bién se mue­re por es­tar en la Se­lec­ción Ar­gen­ti­na”.

Si de ser ele­gi­do en­tre los me­jo­res se tra­ta, en Es­pa­ña ya le echa­ron el ojo. “Ha­ce po­co es­tá­ba­mos en la de­fi­ni­ción de un tor­neo, y yo no po­día ju­gar por­que era só­lo pa­ra es­pa­ño­les. Ahí un téc­ni­co que no re­cuer­do có­mo se lla­ma me pre­gun­tó si me gus­ta­ría ju­gar pa­ra Es­pa­ña y le con­tes­té que pre­fe­ría es­pe­rar un lla­ma­do de mi país, aun­que me pu­so muy con­ten­to”, re­cuer­da Mes­si, quien es­tá tra­mi­tan­do la na­cio­na­li­dad ita­lia­na y es­pa­ño­la.

Gi­nés Me­nén­dez, el en­tre­na­dor del Sub-16 de Es­pa­ña, asu­me ha­ber si­do quien ha­bló con el ro­sa­ri­no. “Messi nos hu­bie­ra ve­ni­do bien, es un ju­ga­dor fan­tás­ti­co. Igual­men­te, no le plan­tea­mos la po­si­bi­li­dad de que pue­da ju­gar con no­so­tros. Yo só­lo le di­je: ‘Oja­lá fue­ras es­pa­ñol pa­ra po­der con­vo­car­te’. Fue una pa­la­bra ca­ri­ño­sa, por­que su equi­po aca­ba­ba de con­sa­grar­se cam­peón y él ha­bía te­ni­do que ver­lo des­de afue­ra por la re­gla­men­ta­ción. In­du­da­ble­men­te, si fue­ra es­pa­ñol es­ta­ría en la se­lec­ción co­mo mu­chos de sus com­pa­ñe­ros. Creo que com­pa­rar­lo con Ma­ra­do­na es una aven­tu­ra arries­ga­da pa­ra un chi­co. Leo tie­ne co­sas muy bue­nas, fran­ca­men­te ex­cep­cio­na­les, pa­ra sus 16 años. De su edad, es de lo me­jor que he vis­to en mi vi­da”.

Con la lle­ga­da a la di­rec­ción téc­ni­ca del pri­mer equi­po del ho­lan­dés Frank Rij­kaard, pro­duc­to ge­nui­no de la aca­de­mia del Ajax, to­do pa­re­ce in­di­car que la can­te­ra to­ma­rá pro­ta­go­nis­mo. “Má­xi­mo, má­xi­mo, en dos años Leo ya es­ta­rá en la Pri­me­ra y se­rá una sú­per es­tre­lla mun­dial. Tie­ne al­go que se lle­va den­tro. Es­toy se­gu­ro de que es­ta­rá un par de años dan­do es­pec­tá­cu­lo en el Bar­ce­lo­na”, afir­ma, con­fia­do, Re­xach.

Se­rá cues­tión, en­ton­ces, de ar­mar­se de pa­cien­cia y es­pe­rar an­sio­sos el día en que la zur­da del ele­gi­do pon­ga de pie al Camp Nou y vuel­va a di­bu­jar son­ri­sas en los cu­lés y en los hin­chas de la ce­les­te y blan­ca, co­mo al­gu­na vez hi­zo un mu­cha­cho de Vi­lla Fio­ri­to.

Por Marcelo Orlandini  (2003)

Fotos: Marcelo Boeri