Memoria emotiva

A 41 años de la muerte de Osvaldo Zubledía

Fue un hombre que revolucionó el fútbol argentino a mediados de los sesenta con su Estudiantes, que le ganó la Copa Intercontinenal al Manchester United, en Old Trafford.

Por Redacción EG ·

16 de enero de 2017

En estos tiempos de singular ligereza, intoxicado de un cóctel de presente puro, memoria inmediata y trasnochados que suponen que el fútbol nació con Messi o con Maradona, más urgente se vuelve evocar a Osvaldo Juan Zubeldía, de cuya muerte mañana se cumplirán 35 años.

Para que sea dicho de una vez: Zubeldía fue un director técnico revolucionario, su nombre es indispensable en cualquier análisis serio del fútbol argentino de cincuenta años a estos días.

Bastaría con reponer que sin un plantel de estrellas diseñó, armó y pulió el equipo que en 1968 consumó la mayor epopeya de la historia del fútbol argentino en lo que atañe a la competición entre clubes, tal fue la conquista de la Copa Intercontinental a expensas del Manchester United en Old Trafford, el mismísimo Teatro de los Sueños.

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Aquel Estudiantes integrado por mayoría de juveniles y un puñado de maduros terrenales dio cuenta del campeón europeo del país campeón del mundo que reunía al mejor jugador inglés de todos los tiempos (Bobby Charlton), el mejor jugador irlandés de todos los tiempos (George Best) y el mejor jugador escocés de todos los tiempos (Denis Law).

Pero en todo caso el Estudiantes primer equipo chico campeón argentino, triple campeón de América, campeón interamericano y campeón intercontinental fue el producto más acabado de una trayectoria de 21 años en la dirección técnica y de una larga preparación que Zubeldía cultivó incluso desde su años mozos dentro de la cancha, en Vélez, Boca, Atlanta y Banfield.

De hecho, hacia el final de su carrera jugaba para Banfield los sábados en el Ascenso y dirigía el equipo de Atlanta los domingos en Primera División.

Originario de Junín, fervoroso hincha de River en su niñez, Zubeldía resultó un pionero en advertir la importancia de una buena preparación física, del estudio de los rivales, de romper con la inercia de las posiciones fijas y de abrir el abanico de la táctica y la estrategia con el propósito de compensar las desventajas de materia prima.

Así llevó a Estudiantes a lo más alto y así se le pagó con una etiqueta, la del antifútbol, que rechazó de plano por considerarla parcial, injusta o la coartada fácil de “los vagos que creen que preparar un equipo es entrenar un rato cuatro veces por semana y cuando los jugadores están por salir a la cancha limitarse a decirles que hagan lo que saben”.

En la Argentina, queda dicho, fue seis veces campeón con Estudiantes y una con San Lorenzo, amén de dirigir a Atlanta, Huracán, Vélez, Racing y a la Selección Nacional en vísperas del Mundial 66.

¿Por qué razón Zubeldía no fue el DT argentino en Inglaterra?

Durante más de un mes había llevado a cabo metodologías sin precedentes para el fútbol argentino (entre otras, planes de alimentación desconocidos hasta entonces), hasta que un buen día la AFA desaprobó el rango de un colaborador de confianza, Antonio Faldutti, gestionó que revieran la medida y al registrar que ya no había nada que hacer presentó la renuncia.

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A los 54 años, el 17 de enero de 1982, el Zorro Zubeldía se aprestaba a cultivar otra de sus devociones, el turf, y a punto de sellar una apuesta su corazón dejó de latir en el pasaje La Bastilla, de Medellín.

En esa ciudad, la que dan en llamar la de La Eterna Primavera, había conducido dos veces al título a Atlético Nacional y por extensión sus modos germinaron un rotundo cambio en el fútbol profesional de Colombia: “Acabé con los desayunos fuertes, los almuerzos prolongados y la siesta”.

Qué grande habrá sido Zubeldía que uno de sus dirigidos, Francisco Pacho Maturana, que al cabo de los años expresó una corriente opuesta, jamás dejó de reconocer la dimensión del maestro de Junín: “nos enseñó que el trabajo es fundamental para el éxito”.

Por curioso que parezca, hoy mismo en la Argentina muchos presuntos entendedores de fútbol se obstinan en reducir a Zubeldía a la categoría de obsesivo, rebuscado o mero difusor del mal gusto.
Más curioso es, por cierto, que hasta el entrenador más romántico se ufane del trabajo de la semana, de sus jugadas de córner y de tiro libre y de haber estudiado las virtudes y los defectos del adversario Equis.

Zubeldía lo hizo.