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"Era venir acá o retirarme"

Agobiado por sus 10 años en Boca, el Pato encontró la paz interior en Getafe y así le dio cuerda por tres años más a una carrera que ya tenía certificado de defunción. Sostén de un equipo revelación, dice que si lo buscara el Real Madrid, lo pensaría

Por Redacción EG ·

18 de diciembre de 2008
Nota publicada en la edición Abril de 2008 de la revista El Gráfico.
“Era esto o retirarme”.

El Pato no necesita subir la voz, golpear la mesa ni dramatizar con gestos para destilar sinceridad y convicción en lo que afirma. Lo asegura mientras señala con sus manos el ámbito que lo rodea, que de algún modo simboliza el “esto” que le dio cuerda para prolongar por tres años que podrían ser cuatro su carrera como futbolista.

El “esto”, concretamente, es la confitería del Getafe, un club de fútbol que desanda su cuarta temporada en primera división, y cuyo estadio de 17.000 localidades casi nunca se completa. De hecho, en el choque de vuelta ante el AEK de Atenas, por los 16vos. de final de la primera Copa UEFA que disputaba en su historia, con El Gráfico de testigo, apenas si estaba cubierta la mitad de su capacidad.

La confitería del Azulón, o del Geta, como se conoce a esta modesta institución situada a 20 minutos de Madrid, es un ámbito de 8 mesas con sus respectivas sillas, otros 8 banquitos largos acomodados ante la barra, un par de recortes periodísticos enmarcados que dan cuenta del día en que el Getafe de Schuster llegó a la punta de la Liga el año pasado, un afiche que rememora la histórica levantada ante el Barcelona en la última semifinal de la Copa del Rey (perdió 5-2 con el gol maradoniano de Messi y en la revancha se impuso 4-0), una colección de bufandas de los equipos rivales a los que ha enfrentado el club en estos tiempos y unas cuantas delicias típicamente españolas como patas de jamón, salamines y demás embutidos. Todo bien apretado en un recinto celeste y amarillo como para que al Pato los afectos se le mantengan presentes a la hora del desayuno, porque ahí toman el café con leche cada mañana los integrantes del plantel sin que ni un solo individuo se les acerque para pedirle un autógrafo o para palmearles la espalda.

Por las dudas, y para mantener el hábito que no falta ni en Marte, colada entre las bufandas, una de Boca Juniors (que nunca enfrentó al Getafe, pero que, como el sol, siempre está).

“El Pato es un cabrón, más que ordenar, desordena, me pone los escuditos en cualquier lugar, lo hace para joderme”, se queja Juan, el bufetero que todas las mañanas despacha desde la barra los pedidos de los futbolistas, y que ya ha sido víctima de espíritu bromista de Roberto Carlos.

Los escuditos a los que alude el hombre son 20 y se ubican en un pared lateral del salón. Forman en hilera horizontal la tabla de posiciones y funcionan, del mismo modo que los abecedarios en las habitaciones de los chicos que están por comenzar a escribir, como guardián permanente de la pretensión azulona: el gran objetivo es mantenerse en primera todo lo posible.

“Buen dííííía, buen díííííía”. La voz sonora del Pato retumba por el pasillo y se mete en el buffet.
Antes de leer el diario As y el Marca, como todas las mañanas, antes de prestarse a la entrevista pautada, la primera misión de cada lunes del arquero es subirse a una silla y actualizar la posición del Getafe, aunque por el testimonio de Juan, no queda del todo claro si el incorregible burlón de Bouquet actualiza o desactualiza...
-¿Acomodás o desacomodás, Pato?
-Lo que desacomodo, en realidad, son las cosas del bar. Es una forma de pasarla bien. Esto es muy pequeño, por el ambiente parece un club de barrio, aunque con obligaciones de primera. La verdad es que uno la pasa bien aquí, son todos conocidos, ves siempre las mismas caras.
-Es como volver a las fuentes, al pago chico...
-Exacto, es como volver a tu pueblo, a tu primer club. Acá, en la cafetería, sólo falta que jueguen a las cartas. Y bueno, venimos con los chicos (no se refiere a sus hijos sino a sus compañeros, evidencia de que el Pato es el “nono” del grupo) a desayunar todas las mañanas, pagamos una vez cada uno, traen los diarios para estar informados.
-Debe ser un cambio brusco pasar de la locura de Boca a esta paz del Getafe.
-Sí, es un cambio muy fuerte. Y necesario. Yo, por lo menos, lo hice porque lo necesitaba y me pareció que éste era uno de los clubes indicados para estar tranquilo, vivir de lo que uno quiere, que es el fútbol, y tener la posibilidad de disfrutar un poco más del resto de las cosas.
-Igual, juegan bastante seguido: de España, sólo ustedes y el Barcelona se mantuvieron hasta el final en las tres competiciones.
-La verdad es que vine pensando en jugar sólo los domingos, y poder estar con la familia en la semana. Pero fuimos creciendo y aquí estamos, jugando siempre. Jamás imaginé que después de un año íbamos a jugar una UEFA, por ejemplo. Es algo nuevo para el club y que debemos aprovechar, aunque el objetivo principal sea siempre no descender. Igual, no se puede comparar con Argentina, porque aquí no concentrás.
-¿Se juntan el día del partido?
-Claro. De local, en general jugamos a las cinco de la tarde, entonces nos juntamos al mediodía, almorzamos, descansamos un rato y salimos a jugar. Y, si querés, te vas después del partido caminando por la puerta, y no pasa nada. Si jugamos en La Coruña, por ejemplo, también nos juntamos a la mañana, vamos en charter, jugamos y volvemos la misma noche y podemos dormir en casa. Es lo que quería. Todos me preguntan por qué vine al Getafe, y yo les contesto que esto es, justamente, lo que quería. No vine por el dinero.
-¿Por qué decías que necesitabas esto?
-El mundo del fútbol es agobiante y diez años en un club como Boca, con presiones constantes, con tantos días concentrados y casi nada de vacaciones, me tenía mal, saturado. Ya lo habíamos decidido con mi familia: después del Mundial era dejar el fútbol o venirse a Europa, a un club como éste, con esta tranquilidad.
-¿Tan cansado estabas para dejar el fútbol con el gran Mundial que hiciste?
-Después del Mundial, a mí me quedaba un año más de contrato con Boca. Y creo que lo hubiera cumplido. Entonces sí, con 35 años, decía adiós a mediados del 2007 y me volví al campo, ésa era una fecha que nos habíamos puesto con mi familia. Pero surgió esta chance, y si no venía a España en ese momento, no venía más.
-Retirarse en un buen momento de la carrera sueña extraño.
-Si éramos campeones en Alemania, cerraba las puertas ahí nomás, dentro del fútbol no tenía más nada que hacer. Pero no se dio.
-¿Qué te agobiaba más: la presión por ganar, no poder salir a la calle, qué?
-Muchas veces querés salir con tu familia, y reconozco que es lindo firmar autógrafos y todo eso, pero me parece que acá se respeta un poco más a la persona. En Argentina ves a un jugador, y más en Boca, y no podía hacer nada, comía un bocado en un restaurante y ya tenía que firmar. Era un poco complejo el tema, ya mis hijos son grandes, y el momento que queríamos compartir, que era muy poco, no se podía.
-¿Acá no hay presión por ganar?
-De local, es no perder y si vas de visitante y empatás, es un triunfo. Lo toman de otra manera, no es que están arriba tuyo, que tenés que jugar bien sí o sí. Existe la presión lógica de los resultados, nada más.
-¿Te hacías mucha mala sangre en Boca?
-Y, el hecho de ganar sí o sí, tampoco es fácil. Deportivo ganar siempre, eso es Boca. Y después de diez años te termina agobiando y empezás a decir: ¿hasta cuándo? Claro que están los sentimientos y uno extraña, ves a Boca con los jugadores que tiene, y te dan ganas de estar. Pero bueno, todo no se puede.
Esta claro: la tranquilidad del Getafe no tiene ni punto de comparación con la locura de Boca. Pero tampoco vive en el paraíso. A la mesa de café se suma Evangelina, la mujer del Pato: tras la entrevista deberán hacer unos trámites porque hace unos días les robaron el auto en una estación de servicio. Como para no olvidar las pequeñas delicias del tercer mundo. En España también se consigue.
Los Abbondanzieri viven en la localidad de Boadilla del Monte, a 15 kilómetros de Madrid y a 20 minutos en auto del club. Ernesto y Felipe, los dos hijos varones de 11 y 6 años, van al colegio enfrente de la casa y Camila, la mayor, de 15, estudia en la misma escuela italiana a la que concurría en Buenos Aires, pero en Madrid. Se maneja sola utilizando el tren.

“El primer año nos costó muchísimo, sobre todo a mi hija, que es grande y tenía todos los amigos en Argentina y quería terminar el colegio ahí. Tardamos un año en aclimatarnos y ahora estamos bien, aunque en invierno muy bien no la pasás, pero la vamos piloteando”, admite el Pato.

El que no necesitó demasiado tiempo de adaptación fue justamente él, que en su primera temporada conquistó el Zamora, premio a la valla menos vencida de la temporada, que en España tiene tanto valor como el Pichichi, el trofeo al máximo artillero.

-¿Imaginabas un primer año con premio Zamora incluido?
-No. Fue muy complicado, recién ahora me doy cuenta el valor de lo que logré. Apenas llegué, traté de hacer lo mío. Me sentía muy bien, muy relajado, me divertía y lo de Zamora se empezó a hablar, hablar, y terminé consiguiéndolo. Aquí le dan mucha importancia a ese premio y hacerlo con el Getafe es un esfuerzo doble...
-La estatuilla debe tener un lugar destacado en tus vitrinas.
-En principio, el premio era un coche y se hubiera complicado ponerlo en la repisa (risas), pero quedó en una estatuilla, con una presentación a la que no pude ir porque estaba en la Copa América. Fue mi familia a retirarlo, también hubo un reloj... pero el coche no apareció nunca.
-¿Qué sería el Getafe? Comparalo con un club argentino.
-Y... puede ser como un Arsenal en este momento. Un equipo revelación, de esos clubes humildes que están en regla y cumplen con todo lo que prometen.
-¿Aspirás a un club más grande de España?
-No, no, éste es el lugar ideal, estaba la posibilidad de ir al Real Madrid y volver otra vez a la locura de Boca, lo que hablábamos antes...
-¡¿Te buscó el Real Madrid?!
-Hubo rumores, no sé si eran tan verdaderos, pero también era para pensarlo.
-¿Decís que si viene el Real Madrid a buscarte les contestás que lo vas a pensar? No te creo...
-Es que también vas para no jugar, a ser suplente de Casillas. Y está otra vez la locura de los resultados, de concentrar, de viajar.
-¿Si ahora te ofrecen ser suplente de Casillas no agarrás?
-No sé, cuando se habló de Inglaterra y otros equipos le dije al presidente que se quedara tranquilo, que mi idea era cumplir los tres años que quedan con el Getafe y después, sí, colgar los guantes.
-Hace unos años dijiste que te retirabas en 2006, ahora decís en el 2010. Te agarra TVR y se hace un festín...
-Es lo que te decía antes, nunca pensé que a esta altura de mi carrera podía venir a Europa. Si seguía allá, ya no tenía más cuerda, no aguantaba más. Después, vine con la idea de jugar dos años pero el presidente quería tres sí o sí, y se hizo por tres. Pero esto es otra cosa, es un respiro, y puedo estirar un poco más. Tampoco aseguré que me retiraba en el 2010. Yo termino mi contrato con Getafe en junio del 2009 y si sigo de la misma manera, con las mismas fuerzas que ahora, en un nivel bueno, y con la posibilidad de estar en la Selección, sí, la verdad que me animaría a estirar un año más.
-Que Basile sea el técnico y te conozca bien de Boca, ¿te abre la ilusión de otro Mundial?
-Que el Coco esté me dio la ilusión de que me volvieran a llamar después del Mundial. Era algo que necesitaba. Me había quedado muy mal por lo que pasó en Alemania, por cómo terminó la historia. Igual, al Coco lo conozco como persona, y sé que si me quiere cambiar, me lo va a decir de frente, no me va a esconder nada.
-¿Por qué te quedaste mal con lo del Mundial?
-Por la forma injusta en que nos eliminaron. Habíamos hecho un esfuerzo enorme, íbamos de menor a mayor con el grupo y en lo futbolístico. Y, después, con la lesión mía, que también fue algo que con el tiempo no sabés si fue buscada o pasó algo raro. Uno se queda mal. Ese partido estaba para 1-0, terminaba así.
-En el cuerpo técnico, algunos creen que te fueron a dar el rodillazo a propósito, para sacarte del partido...
-Sí, a mí también me lo dijeron. Es raro. En los 70 minutos que jugué, en ningún momento vi esa intención de sacarme y te preguntás por qué no lo hicieron antes. Pero... la duda me queda.
-Unos días después de la eliminación, Maradona te liquidó. “En mi equipo, el arquero sale muerto”, dijo. ¿Te cayó mal?
-(Piensa, mide sus palabras) Primero, no le di mucha importancia. Después, creo que Diego no habrá sabido, nunca habló conmigo, porque acá tenés que ver cómo sucedió, qué tenía. Yo creo que hice lo mejor, por eso me voy a quedar tranquilo toda mi vida. Fue lo mejor para el equipo, eh. En el momento en que me golpearon, miré el reloj y vi que faltaban 20 minutos. Era una eternidad. Ahí me di cuenta de que me había quedado afuera del Mundial. Si Argentina pasaba, yo tampoco iba a poder jugar el siguiente partido ni la final. Sentía que me había roto todo, que me había desgarrado algo. No podía hablar, era un dolor que no se podía aguantar. ¿Qué pasaba si me quedaba y en esos 20 minutos me pateaban al arco? Hubiera sido una inconsciencia quedarme. Aparte sabía que iba a entrar alguien que estaba pasando un buen momento.
-¿Qué fue la lesión?
-Desgarro de un músculo intercostal. De hecho, cuando llegué al Getafe tampoco me entrené ni hice la pretemporada, recién reaparecí cuando empezó la liga, dos meses después.
-¿Dónde viste los penales?
-En el vestuario, tirado en la camilla, mientras me hacían estudios. Nada, los penales son para no creer, estaba Leo que venía de atajar cinco seguidos en España y cuando llegó no tuvo la suerte de taparlos, son cosas que pasan.
-Hace poco salió en Clarín una crítica, después desmentida, de Pekerman hacia vos. ¿Hablaste con él?
-Sí, y lo primero que le dije es que no hacía falta que me llamara, porque conociéndolo como lo conocía era muy difícil que dijera algo así. Yo le creo a José. El se sentía mal, y por nada, por una estupidez. Con José yo había hablado a solas un día después del partido con Alemania y me dijo que no me tenía que pedir ninguna explicación. El estuvo muy bien, en ningún otro lugar estuve cuatro meses, como había estado en Ezeiza preparándome para el Mundial, tres veces por semana, con Fillol y Tocalli, matándome. Eso para mí fue importantísimo. Como también el trabajo con Marcelo Roffé, el psicólogo, que me aportó su granito, me dio seguridad, son cosas que siempre te suman y te pueden dar una diferencia.
-Pato, la verdad: ¿tenías estudiado los penales como Lehman?
-Habíamos visto con Fillol cómo los pateaban en las definiciones, pero no los anotamos.
-¿No hubiera servido tener el papelito? Era un elemento más.
-Vimos algunos.
-¿Cómo era en Boca con Bianchi?
-Con Bianchi, nuestra única tarea era hacerle caso: venía y te decía para qué lado había que tirarse. Contra Milan, en 2003, me lo dijo directamente él y el único que cambió el palo fue Seedorf, que lo tiró afuera. En la Copa del 2004 contra Sao Caetano, acertamos todos.
-¿Vos sabías o no sabías donde pateaba cada uno de los alemanes?
-Yo sabía, pero en ese momento de definición por ahí te lo cambian. En Sudamérica se conoce más, y son otras definiciones. En un Mundial se juegan muchas cosas más.
-¿Vos tenías claro para dónde pateaba cada uno o más o menos?
-Más o menos lo teníamos, pero no lo íbamos a llevar escrito como Lehman.
-Termino con Boca. Vos sos amigo de Guillermo, ¿estaba muy caliente porque lo bajaron como DT de Boca?
-El todavía tiene la ilusión de seguir jugando. Claro que a su vez dirigir a Boca es un sueño. Ahora hizo lo correcto, terminar su contrato en Estados Unidos, y bueno, en cualquier momento va a dirigir a Boca, más allá de que esté un poco caliente o de que tenía la chance.
-Si a vos te ofrecieran dirigir a tus ex compañeros, ¿lo harías?
-Yo no tengo pensado seguir en el fútbol, pero hablando de un caso hipotético, pienso que una situación así es bastante complicada. Vos podés saber cómo llevar un grupo pero tener que manejar a ex compañeros que compartieron con vos un vestuario hace tan poquito, es difícil, te tiene que salir perfecto.
“Perfecto”. Así le salió el dilema (“esto o retirarme”) al Pato, que por estos días se siente como en cualquier esquina de Bouquet, en viaje cálido al universo de su infancia, mientras deja su sello en la alta sociedad del fútbol europeo.

Por Diego Borinsky