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Fórmula 7: Angel Di María, a puro sprint

Desde su explosión en el Sudamericano de 2007, el rosarino siguió su escalada con la camiseta argentina a toda velocidad y sin interrupciones, en paralelo con su crecimiento en Europa. Sus características lo transforman en un hombre clave para cualquier esquema.

Por Redacción EG ·

13 de febrero de 2013
 Nota publicada en la edición de febrero de 2013 de El Gráfico

Imagen METEORICA carrera en la Selección desde el Sudamericano Sub 20 y el Mundial, ambos en el 2007.
METEORICA carrera en la Selección desde el Sudamericano Sub 20 y el Mundial, ambos en el 2007.
Corre, corre y corre. Es extraño cómo el superhéroe de Angel no es Flash. O el Correcaminos. O Speedy Gonzáles. Quizás sea porque de chico no lograba frenarse ni para ver una hora de dibujitos. “Era lo único que hacía todo el día”, responderá en una especie de entretiempo durante la entrevista desde Madrid. Hiperkinético como era, a su mamá le recomendaron que lo mandara a hacer alguna actividad recreativa para que descargara un poco de energía. Que diera una mano en la carbonería de su papá no era suficiente. Lo importante era que, con o sin una pelota, corriera. Por suerte, fue con. Nunca dejó de lado ese estilo, sólo que aprendió a dosificarlo en la cancha.

Angel Di María representa un tipo de jugador que no abunda. No necesariamente refleja una especie en extinción, sino más bien una nueva especie. Su posición y características tienen directamente que ver con la evolución táctica del fútbol. Si hubiera nacido unas décadas atrás se habría transformado en un wing izquierdo, después podría haber mutado en un puntero ventilador a lo Zagallo. Tiene todas las cualidades técnicas para haber sido 10 u 11 en los años 80 y cuarto volante o carrilero en los 90. Y también sería capaz de jugar como enganche o mediapunta: en la temporada pasada de la liga española hizo podio entre los mayores asistidores, con Özil y Messi.

Lo curioso es que con Di María nunca hubo una fijación para que desarrollara una sola función. Eso que para algunos jugadores termina siendo un motivo de confusión, para él significó una apertura de sus posibilidades. Todos los técnicos lo quieren y todos lo piensan en una función distinta. No es víctima de los esquemáticos. Y tampoco estampita de la polifuncionalidad mal entendida: la del futbolista que juega regular en todos lados.
Desde que empezó en el Sudamericano Sub 20 de 2007, no sorprende que haya entrado en la consideración de todos los entrenadores que pasaron por Ezeiza. Una progresión fantástica: se inició con Tocalli, siguió con Batista, dio el salto a la Mayor con Basile, se asentó en el equipo con Maradona y sacó chapa de indiscutido con Sabella. Un aprendizaje constante que igualmente no le quita esa sensación de cuando entró por primera vez al predio de Ezeiza. Aún no se siente parte del cuarteto de estrellas, aunque todos los indicadores le demuestren lo contrario.

En la Selección, como si se tratara de un modelo de expansión controlada, Angel se recibió en el Sub 20, tomó envión en el Sub 23 e hizo el upgrade a la Mayor con muy poca turbulencia; salió indemne de la dicotomía entre los de allá y los de acá de Maradona; sobrevivió al desguace de carrileros de Batista y supo encastrarse en esquemas que tuvieron a Riquelme, Verón o al Messi al que todavía le discutíamos una posición.

Y todo lo hizo en silencio, al punto tal de que no muchos reconoceríamos claramente su voz si la escucháramos en una nota radial.

Para Sabella hoy representa una carta fundamental. Le permite reacomodar el equipo en función de lo que necesite aprovechar. Y si está en su nivel, es el hombre capaz de darle el contraste dinámico para evitar que el equipo quede partido. Puede ser un virtual cuarto delantero, un volante por izquierda, tirarse al medio para enganchar o estar cerca del 5, arrancar por derecha y aprovechar su diagonal.

Al comodín se lo suele usar como figura vinculada a la polifuncionalidad defensiva, el tipo que cubre huecos de los cinco puestos del fondo, incluido el volante central. Di María es, en cambio, el comodín de ataque, que en lugar de cubrir huecos, los genera, deslizándose de un lugar a otro de la cancha de acuerdo a las necesidades del partido y a las indicaciones que reciba. Ningún otro titular hoy le permite a Sabella tener tantas variantes sin tocar absolutamente nada.

Imagen MERENGUE. Llegó al Real Madrid tras el Mundial 2010 y rápidamente se transformó en un destacado del equipo de Mourinho. Foto: AFP
MERENGUE. Llegó al Real Madrid tras el Mundial 2010 y rápidamente se transformó en un destacado del equipo de Mourinho. Foto: AFP
La conexión natural con Messi la descubrimos un poco tarde. Originalmente cada uno ocupaba una banda y necesitaban casi siempre de socios intermediarios. Pero luego apareció el insomnio de Guardiola en su búsqueda por hacerle más espacio a Leo (afuera Eto’o, afuera Ibra, a un costado Villa), y eso se trasladó, con cierto delay, a la Selección. Para entonces, Di María tampoco era más un jugador de raya.
En ese plan de explosión controlada, también 2007 fue su año clave a nivel de clubes, cuando deja Rosario Central y se va al Benfica.

Llegó para ser jugador de banda, pero a lo largo de sus tres temporadas en el fútbol portugués, meca de los wings, el rosarino prácticamente se transformó en un delantero más. Se alejó de la raya y comenzó a tener injerencia en más sectores del campo, para establecerse como un jugador neto de ataque, atado a una lógica responsabilidad defensiva: aprovechar su velocidad para ocupar espacios al replegarse. En ese aprendizaje, sin saberlo, dio un paso gigante. Mourinho ya lo tenía en carpeta para su futuro proyecto.
Para trazar un paralelismo, a Ryan Giggs le llevó más de 10 años de carrera despegarse de la raya. Es cierto, en el 4-4-2 bien brit de Alex Ferguson, no había ninguno que supiera usar la banda como él, ni ninguna necesidad de desplazarlo. Pero cuando la liga inglesa se alejó del modelo long-ball, con la llegada de Arsène Wenger y la apertura clara hacia otro estilo de juego, Ferguson debió readecuarse a una Premier League multicultural, con jugadores jóvenes llegados desde todo el mundo. Fue allí cuando advirtió que tendría necesidad de cambiar, volcarse más al fútbol de pase y a los jugadores entre líneas que empezaban a llegar al Arsenal y al Chelsea. Cambió la forma de jugar, pero nunca se perdió la velocidad. Y Ferguson aprendió rápido. Terminó ganando la Champions League con un esquema invertebrado en ataque, con Tevez, Rooney y Ronaldo (otro ex wing que dio el salto de calidad hacia jugador total en el fútbol inglés). Y sentó las bases de dominación actual a través de ese nuevo paradigma.

Uno de los nombres que aparece permanentemente en la agenda del Manchester United es el de Di María. El diario A Bola aseguró que es Di María el hombre que quiere Ferguson para la próxima temporada. Ante una mínima turbulencia, como la que Angel vivió en enero en el Madrid, Sir Alex se desvive por llevárselo y aún se lamenta por haberlo perdido a manos del Madrid, luego de esas tres temporadas en Portugal, desde donde había rescatado a Cristiano Ronaldo y a Nani. Es el tipo de jugadores que adora.

Imagen EN EL REAL MADRID, el técnico lo ubicó por la derecha para dejar a Ronaldo por la izquierda. Foto: AFP.
EN EL REAL MADRID, el técnico lo ubicó por la derecha para dejar a Ronaldo por la izquierda. Foto: AFP.
Con un cierto rigor táctico, el crecimiento de Di María en España fue exponencial. Revelación en La Liga, votado como mejor compra del Madrid en su primera temporada; jugador destacadísimo en la campaña de los 100 puntos, salvo alguna inoportuna lesión. Extensión de contrato hasta 2018, o sea, el hombre con más futuro del plantel. Angel es partícipe necesario en el estilo blitz que le imprimió Mourinho a su equipo: la contundencia parte, primero que nada, de resolver rápido. De transformar cualquier pelota recuperada en una ocasión de gol, a 80 o a 30 metros del arco rival. Cazadores en carrera, en oposición al estilo de mira telescópica y paciencia de su archirrival catalán.

En el medio, aparece una temporada que empieza bien (victoria contra el Barcelona en la Supercopa), pero que rápidamente toma panorama de catástrofe: nunca antes había habido tanta diferencia (llegó a ser 18 puntos) entre los dos grandes. Sumido en la desesperación, Mourinho se aferró a su manual de guerra: no contento con los misiles a árbitros y rivales, sacó a Casillas, se peleó con Ramos, recriminó a Ronaldo y también rezongó contra Di María. Pirotecnia pura, aunque la goleada al Valencia (dos goles de Di María) sirvió para retomar la cordura.

Mientras tanto, el estilo Di María también comienza a imponerse como tal. Es natural que haya jugadores jóvenes que intenten verse reflejados en su juego. Y es natural, a la hora de definir a algunos jugadores de ciertas características, hablar de “un jugador tipo Di María”. Debe ser zurdo, enganchar hacia adentro, sobrevivir a un esquema con tres o con cuatro defensores; y coexistir con tres, con dos o con un solo delantero. Debe tener técnica en velocidad, o mejor dicho, velocidad con técnica: el objetivo primario es llegar lo antes posible a posición de gol. No tiene un desborde característico, sino que más bien desborda por el desdoble: descarga y pica, descarga y pica.

Hay que saber acostumbrar el ojo al juego de Di María. El poco traslado omite algunas de sus virtudes técnicas, que en todo caso se manifiestan en su velocidad de respuesta. Picarla en una final olímpica, por cierto, no es para cualquiera. Pero difícilmente veamos un slalom en el que se gambetea a cinco jugadores: después de la primera gambeta, seguramente intentará dejar atrás a los otros cuatro con un pase y un pique al vacío esperando la descarga. Porque de esa forma es todavía más rápido. Así, con ese poder de sorpresa, es capaz de hacer que jugadas de ataque en realidad parezcan de contraataque.

Su aceleración le permite tener la facilidad para volver siempre, lo importante era marcarle exactamente volver a dónde y para hacer qué.

Para un técnico, hablar del potencial de Di María es como para un economista referirse a China. Sus números impresionan, juega en la Selección y en el Real Madrid, pero su potencial es todavía mucho mayor al que marca su actualidad.

¿Qué queda por delante? Entre otras cosas, un Mundial. Y Angel viene acelerando.

Por Martín Mazur