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Bologna: "Estaba desesperado por jugar"

Al filo de los 29 años, y luego de digerir con estoicismo el ciclo de Lucchetti, dejó el banco, se ganó la titularidad en el arco de Banfield e instaló su carrera en una nueva dimensión. Admirador de Nacho González, Orión y Julio César, confía en que el equipo llegará lejos en el torneo.

Por Redacción EG ·

03 de noviembre de 2010
Nota publicada en la edición octubre 2010 de la revista El Gráfico.

Imagen BANFIELD nunca quiso prestarlo a un equipo del Ascenso, sólo lo cedió a un grande de Perú, Alianza Lima, donde brilló en 2008.
BANFIELD nunca quiso prestarlo a un equipo del Ascenso, sólo lo cedió a un grande de Perú, Alianza Lima, donde brilló en 2008.
A ENRIQUE Bologna, el guardián de un Banfield que juega con armadura de acero y cinturón de castidad en el Apertura y la Copa Nissan Sudamericana, le llegó su oportunidad de ser titular en el momento en que los futbolistas ya suelen iniciar la curva descendente de sus carreras: los estudios biológicos realizados en el Mundial 2010 concluyeron que los arqueros que participaron en Sudáfrica tenían un promedio de 28,64 años. Es un número bastante más alto que el de los jugadores de campo -los volantes totalizaron una media de 26,5, por ejemplo-, pero aun así Bologna entró en la órbita de Primera División en el filo del estereotipo del deportista no veterano, pero sí curtido: el 13 de febrero de 2011 cumplirá 29 años. Es, en cierta forma, un novato maduro.

Y además, se trata de un arquero con la paciencia de Buda: hasta que Cristian Lucchetti fue vendido a Boca en julio, Bologna sólo había jugado 12 partidos en la Primera de Banfield, a la vez que había permanecido 130 veces en el banco de suplentes en torneos locales, más otras 14 esperas en vano durante competencias internacionales. El promedio es un atentado contra la libido futbolística: cada 12 encuentros sentado, apenas atajaba uno. Era imposible sentir adrenalina mientras se competía a la sombra de un Lucchetti imperecedero, que defendió a Banfield durante 232 partidos entre los ciclos de 1996/97, 2001/02 y 2005/10.
 
Bologna había llegado a Banfield en 1999, cuando tenía 17 años. Venía de jugar en las calles de Claypole, su barrio. Eran tiempos en que sólo se entretenía con una pelota: si papá Carlos, mamá Silvina o su hermano Cristian le preguntaban qué quería ser además de futbolista, Enrique respondía: futbolista. “Me despertaba con la pelota, vivía con la pelota”, recuerda. En el medio, en 1996, había tenido un paso fugaz por las infantiles de San Lorenzo, pero la cancha de Savio 80, donde tenía que entrenarse, quedaba demasiado lejos. Tres años después José Luis Machuca lo llevó a Banfield, al equipo de la Liga del Sur, en el que tuvo otro paso relámpago hasta que en el 2000, Miguel Jerez lo subió a Quinta División y al fin Bologna empezó a atajar en las divisiones Inferiores de la AFA. Aquellos eran tiempos en que Enrique fantaseaba con convertirse en la reencarnación de Nacho González, el inventor de la excentricidad de arqueros con pantalones largos y camisetas de mangas cortas. “Me gustaba su personalidad, iba al frente como loco”, admira al ex Racing.

-Pero vos tenés un estilo más tradicional. Nacho era más arriesgado.
-Sí, puede ser, pero me encantaba su estilo, súper personal.

La primera vez de Bologna entre los suplentes fue el 21 de junio de 2003. El Beto (apodo reciclado a partir de su segundo nombre, Alberto) ya había cumplido 21 años y era más grande de lo que habitualmente suelen ser los debutantes en Primera. Fue un sábado de alegría, potenciado por el triunfo 1-0 del equipo que entonces dirigía Luis Garisto contra el Independiente de Oscar Ruggeri; pero desde entonces se sentó en el banco otros 45 partidos hasta que tres años, ocho meses y tres días después al fin jugó en Primera División: fue otro sábado, el 24 de febrero de 2007, ante Rosario Central (el mismo día del gol desde 55 metros de Martín Palermo contra Independiente). El comienzo de Bologna fue terrible: ya a los 10 minutos, el boliviano Ronald Raldes le hizo un gol en Arroyito, pero al final aquel Banfield de un Patricio Hernández en el precipicio de su continuidad rescató un empate 1-1 y el regreso por la ruta 9 fue entre sonrisas. Once días antes, el arquero relegado al olvido detrás de Lucchetti, Enzo Noce, Mariano Barbosa y Bernardo Leyenda había cumplido 25 años.

-¿Y nunca te quisiste ir de Banfield?
-Sí, un montón de veces. Estaba desesperado por jugar, pero en el club nunca me permitieron bajar de categoría. Yo escuchaba que había ofertas de clubes de la B Nacional, y quería agarrar. Pedí el cambio, pero nunca me dejaron ir. Entonces no me gustaba, pero hoy se lo agradezco.

-¿Y no ibas perdiendo la motivación en el banco de suplentes?
-Sí, claro. Al final ya casi ni te motivás, es siempre lo mismo.

Bologna no se fue a préstamo a ningún equipo del Ascenso, pero sí a uno del exterior: Alianza Lima, el equipo más popular de Perú junto a Universitario. Al llegar a Lima, en 2008, no tenía muchas formas de presentar sus cualidades futbolísticas. Su currículum era un desierto: “No jugué muchos partidos en Primera, pero sí en Reserva, y confío en mis condiciones”, dijo. La prensa amarilla le jugó feo, pero el torneo peruano le permitió reconciliarse con las pulsaciones del fútbol grande y con estadios repletos: en siete meses jugó 26 partidos, una cifra maravillosa en comparación con las miserables cinco presencias que había acumulado en Banfield. Bologna fue el único de sus compañeros de Alianza con asistencia perfecta en el Apertura peruano 2008, una revancha ideal contra tanto tiempo mustiando en el banco de Banfield. Y además, en Lima, Bologna no sólo recibió goles, sino que también los convirtió (ver recuadro). Alianza quiso comprar su pase, pero Banfield se negó; y a Bologna, al regresar a la Argentina, lo esperaba una vuelta olímpica.

Fue en el Apertura 2009 y, es cierto, el eterno suplente otra vez volvió a mirar cómo Lucchetti no se sacaba los guantes ni un minuto del campeonato en que Banfield salió campeón. Pero ya en el Clausura 2010 se perfiló la reconciliación profesional de Bologna: atajó siete partidos, en los que apenas recibió cuatro goles. Y al fin, en el receso, Lucchetti dio un salto lunar hacia Boca: a Bologna le había llegado la oportunidad de ser el dueño del arco para el Clausura 2010, con 28 años y sólo 12 encuentros en la Primera de Argentina, más otros 26 en Perú. En realidad, todavía faltaba otra prueba: el técnico Julio César Falcioni reunió a los tres arqueros en la pretemporada, Bologna más Sebastián López y Pablo Santillo, y los motivó: “El que esté mejor va a atajar. Yo no voy a pedir ningún refuerzo para el puesto”.

-¿Y cómo te sentiste?
-Bien, era lo que quería escuchar. Lucchetti siempre me decía que tuviera paciencia, que ya llegaría mi momento. Pero era un caradura: nunca se iba, jaja. Fue difícil pelear el puesto contra él: es ídolo del club, referente, uno de los futbolistas que más jugaron en la historia de Banfield (el tercero, detrás de los defensores Javier Sanguinetti y Silvio Sotelo, pero incluso por delante de Luis Bagnato, el histórico arquero que atajó entre 1946 y 1956).

-¿Y no se te cruzó por la cabeza que igual trajeran a otro arquero para este torneo?
-Al principio, sí; pero después me tranquilizó Falcioni. En el Clausura yo venía de atajar un partido sí y otro no, y así se hace muy difícil. Nunca terminás de tener confianza. Nosotros entrenamos 10 mil pelotas en la semana para que a veces sólo te pateen una vez. Y si no tenés continuidad en la semana, es jodido.

-Falcioni tiene pinta de serio: debe ser feo equivocarte delante de él.
-Ja, él mismo dice que parece serio por su cara, pero no es tan así. Lo conozco mucho, desde 2003, y no es necesario que me hable demasiado: con una mirada nos entendemos. El campeonato pasado, durante la rotación por la Copa Libertadores, tuve un error en una práctica, vino al vestuario y no me dijo una palabra: me miró y se fue. ‘Ya sé, ya sé'”, le dije. El tema es que ya me había marcado eso y cometí la misma macana dos veces en una semana. Él pide que el arquero sea lo más sobrio posible.

Imagen DESDE QUE se adueñó del arco de Banfield, recibió la mayor ovación en el clásico contra Lanús, cuando protagonizó una atajada triple.
DESDE QUE se adueñó del arco de Banfield, recibió la mayor ovación en el clásico contra Lanús, cuando protagonizó una atajada triple.
Cuando terminaron los días en que Bologna se fijaba en Nacho González, pasó a prestar atención a Agustín Orión -“Para mí es el mejor de Argentina, tendría que haber sido el arquero en el Mundial”- y en Julio César, el brasileño del Inter de Italia. “Te voy a decir la verdad, me dolió un poco que no le fuera bien en el Mundial: para mí es un arquerazo, tiene todo, todo, todo”, asegura.

-¿Y qué es todo en un arquero?
-Seguridad, buena salida, da los rebotes para los costados, es volador y tapa bien.

El Apertura 2010 empezó para Bologna con la misma fatalidad precoz que aquel debut en Primera en 2003, pero aún peor. Si en su estreno en Rosario le habían hecho un gol a los 10 minutos, un cabezazo de Alejandro Delorte, el rascacielo de Olimpo, tardó 19 segundos en martirizarlo. Pero desde entonces, Bologna entró en racha positiva y pasaron Colón, Estudiantes y Lanús sin que le pudieran marcar. En el clásico del Sur tuvo su atajada consagratoria ante los feligreses de la causa verde: tres veces en la misma jugada le ahogó el gol a Silvio Romero. Hasta el tótem Ubaldo Matildo Fillol, poco habitué a elogiar acciones aisladas, lo felicitó en su web. “Pareció una jugada de entrenamiento, de esas que volás de un lado para el otro”, desdramatizó Bologna, a quien si le preguntan cuál fue la reacción más felina de su carrera, elegirá una contra Juan Román Riquelme, en la temporada 2008/09: “Fue una pelota contra mi izquierda, y la vi recién cuando pasó a Cristian Nasuti. Ni yo me creía que la había agarrado”. Su tarde mala fue en Perú, contra la Universidad San Martín de Porres: “No atajé ninguna: me patearon cinco veces y me hicieron cinco goles, y cuatro en el primer tiempo. Un desastre: en el entretiempo nos queríamos quedar en el vestuario”. Y los 441 minutos invictos en el comienzo del Clausura tras aquella puñalada de Delorte terminaron con otra chambonada, ante Tigre: el Beto fue con suficiencia a una pelota que parecía fácil y terminó en gol de Ramiro Leone.

Pero la habitual solidez de Bologna no se explica sin su guardia pretoriana: “Tengo la mejor defensa de la Argentina, en cada pelota dejan todo y son muy solidarios entre ellos: Víctor López, Marcelo Bustamente, Gustavo Toledo, Julio Barraza, Santiago Ladino, Favio Segovia o quien juegue son unas fieras. Entre los cinco que entramos nos ayudamos a la perfección”.

-Pasaron a Vélez en la Copa y los hinchas piden la Sudamericana.
-Sí, para el club sería bárbaro, y es el objetivo de todos, porque todavía no se ganó ningún título internacional. Pero nosotros, por ahora, apuntamos a los dos torneos. En el Apertura también arrancamos bien y, mientras podamos, seguiremos luchando.

-¿Ya pasaron los nervios de tener que demostrar que hay vida después de Lucchetti?
-Yo no estoy nervioso en los partidos, pero sí los vivo con mucha tensión. A Independiente le ganamos por cuatro goles, no me llegaron mucho, y sin embargo volví a mi casa y no podía cerrar un ojo: recién a las 4 me dormí. La presión es grande.

-¿Y tu futuro?
-No sé. Ahora que por fin soy titular, lo quiero disfrutar. ¿No te parece?

ARQUERO GOLEADOR
Como Cristian Lucchetti, que ya convirtió 17 goles en el fútbol argentino, y también inspirado en su ídolo de la infancia, Ignacio Nacho González, Enrique Bologna quiere ser otro de los arqueros que patea penales: en la Reserva de Banfield y en la Primera de Alianza Lima tuvo una efectividad notable. “En Perú también hay arqueros que tiran penales: Jonhy Vegas está entre los mejores del mundo, así que es algo normal. Y cuando estuve en Alianza, en 2008, pateé cinco y metí cuatro. Hasta hubo un partido –en Trujillo– en el que hice dos. El que me atajaron fue un voladón increíble del arquero. En la Reserva de Banfield también metí más de diez, perdí la cuenta. Y hasta hice un gol de tiro libre, contra Quilmes, en 2003. Fue al borde del área, y me salió bárbaro”, recuerda.

-¿Y no querés probar en la Primera de Banfield? Sí, en la primera fecha de este torneo tuvimos un penal a favor contra Olimpo, y le hice señas a Falcioni. Tengo mucha confianza con él, pero me dijo que no: prefiere que patee un jugador de campo (el encargado, ese día, fue Walter Erviti).

Por Andrés Burgo / Foto: Maxi Dirari