2004. Copa América: el alma partida
El seleccionado de Bielsa se impone ante Perú en Cuartos, golea a Colombia en Semifinal y a pocos segundos de consagrarse Campeón ante Brasil, llega el gol de Adriano y la derrota en los penales. VIDEO
Parte el alma ver llorar al Kily González, ahora que la Copa América se fue para Brasil. Parte el alma porque no actúa, porque es auténtico, por simboliza el fuego interior del futbolista argentino. Marcelo Bielsa camina de acá para allá sin ver, se acerca y lo abraza con fuerza, le dice algo al oído. Del mismo modo, Saviola se acerca para consolar a Mascherano y luego a D’Alessandro, el Pato se tira al piso y se queda apuntando al cielo, Quiroga intenta explicarle algo al técnico, aquella jugada del final, que ahora desatará polémicas y críticas, que le abrirá al grifo a las mil teorías, de que si debió cambiar o no, de que tuvo que esperar al rival más allá o más acá.
Ya fue. Argentina estuvo a veintiún segundos de obtener un título de mayores, que se le niega desde hace once años. Increíble, veintiún segundos o una jugada, si prefiere, porque de hecho el zapatazo de Adriano le puso el telón al partido, no hubo reanudación. Una Copa América que en el “mereciómetro” fue claramente para el equipo de Bielsa, porque reencontró su mejor fútbol, porque fue el conjunto más goleador del torneo y porque superó nítidamente a todos sus rivales –salvo Perú– y hasta a Brasil en la final. Pero el fútbol es así de hermoso y así de cruel, se alimenta de rachas y de circunstancias. Abbondanzieri era un superman de los penales y de repente no pudo atajar ni uno. Julio César era lo más flojo de Brasil, como casi siempre en su historia, pero ahora más, y le saca una pelota imposible a Lucho González, que era 2-0 y a otra cosa mariposa, y encima después encamina la serie atajando el primer penal. Entre 1970 y 1994, Brasil tuvo los mejores equipos, pero siempre aparecía alguna circunstancia que le ahogaba el festejo; en 1982 y 1986 dio cátedra, pero parecía maldito por algún hechizo. Hasta que ganó en USA 94 y nadie lo pudo contener: así llegó otra Copa en mayores, un subcampeonato, y las consagraciones en Sub-20, Sub-17, papi fútbol y picado de barrio. Todo. Ahora Argentina sufre un síndrome difícil de explicar: recordemos los Juegos Olímpicos de Atlanta, el mundial pasado, esta Copa América, en fin. Se hizo casi todo bien y la Copa se va para Brasil.
Por supuesto que en el balance quedan mayoritariamente elementos positivos y, también, algunos negativos.
■ Es positivo que la Selección haya recuperado su identidad, la del juego corto, asociado, con más pausa y menos vértigo, sin tanto pelotazo. Ese juego fue alimentado por las pequeñas sociedades sobre las que machacó Bielsa. Sorin y el Kily vienen jugando juntos hace cinco años pero en esta Copa hicieron apología de la pared. El Chelito y Figueroa se entienden con la mirada desde las inferiores de Central, al igual que Saviola y D’Alessandro desde que tienen diez años, y se buscaron por abajo, cuando compartieron el campo de juego. También el Chelito armó un tándem muy productivo con Zanetti, evidente sobre todo en el partido con Colombia. Mascherano y Lucho González vienen jugando juntos en la Primera de River desde hace un año, incrementaron su entendimiento en el Preolímpico y ahora construyen juego con fluidez. Lucho y Tevez, cuando entró en la recta final, también sincronizaron con asombrosa armonía. Así se recuperó el placer de la pared. Y, vinculado a este punto, debe mencionarse que Bielsa apareció menos rígido y como consecuencia de ello las posiciones fueron más flexibles. Así, contra Colombia, por ejemplo, Tevez y Lucho jugaron de ocho y diez alternativamente, y el mismo Carlitos se movió de ocho, diez y nueve en un mismo partido. El equipo fue más armonioso y menos esquemático. Así resultó su fútbol.
“Jugamos un fútbol muy noble –explicó Sorin, bandera de este equipo, otro que lleva la camiseta en la piel– de una generosidad enorme. Los equipos tienen que ir evolucionando, ir creciendo y la mejor manera de crecer es corregir los errores, buscar las variantes. Si sabés que tu apuesta es generosa, que es la que puede tener éxito y, sin embargo no la tiene, es porque algo está fallando, y creo que esta Copa América le devolvió más fútbol a Argentina, más frescura, más paciencia, más fútbol por abajo. ¿Por qué se dio el cambio? Porque lo trabajamos. Desde el primer día de preparación se buscó esto. Marcelo acentuó mucho el tema de las paredes, el juego más fluido por abajo, que estaba faltando, se notaba que estaba faltando, más allá de que lo buscábamos”.
■ Es negativo que se haya desperdiciado la gran chance de salir de perdedor, sobre todo para Bielsa, que siempre será el más cuestionado y el menos querido. Aunque no hay casi nada que reprocharse, a Bielsa le debe doler en el hígado no haber conquistado su primer título con valor per se para recomponer su autoestima. “Lo más importante es ganar”, explicó en una de las conferencias de prensa. Y no habrá consuelo para él por muchos días. Hermana pobre de la Eurocopa en muchos aspectos, aunque se trate del torneo continental de selecciones más antiguo del mundo, devaluada por la deserción de las grandes estrellas, la Copa América, le guste a quien le guste, es el torneo de selecciones más importantes de este lado del planeta. Y le hubiera servido mucho a Bielsa ganarla. Está claro que el DT de la Selección no es un tipo carismático ni marketinero y también que mucha gente cree que Bianchi es el mejor entrenador del país. “Antes era más carismático porque era más demagogo“, se sinceró. La Copa le habría servido a Bielsa para que la gente lo viera de otra manera, con otro perfil, porque gran parte de la sociedad sólo admira a los que obtienen resultados. Triste pero real.
Perú 0 - 1 Argentina. Cuartos de Final.
■ Es positivo que se haya confirmado la renovación del plantel. De los veintidós jugadores que vinieron a Perú, sólo quedan seis que fueron al último Mundial (Ayala, Zanetti, Sorin, el Kily, Cavallero y Placente) y dieciséis que se fueron sumando. Sin olvidarse de algunos ausentes ilustres como Aimar o Samuel, la sensación es que el grupo que comenzó a andar con Passarella en el Preolímpico 96 va siendo reemplazado sin traumas por otro grupo de futbolistas. Y dentro de esa renovación vale detenerse en tres nombres. Javier Mascherano, por encima de todos, parece el cinco ideal: con marca, recorrido, es un relojito para relevar pero también entiende tanto el juego que sabe dónde jugar de primera, dónde a dos toques y dónde meter el pelotazo. Estuvo en todas las selecciones juveniles y quizá por eso aterriza en la mayor con veinte años y juega como si ya llevara varias temporadas en la Primera de su equipo. Con apenas un año con los grandes de River (debutó en la primera fecha del Apertura 2003), veintiuno de veinticinco periodistas argentinos consultados en Perú lo consagraron como el mejor del equipo. También vale destacar la consolidación definitiva de Heinze. Parecía que Samuel no tenía un firme reemplazante hoy, y en menos de seis meses apareció este muchacho, que como pocos en este fútbol sabe marcar al delantero de espaldas, anticipándose, sin cometerle foul. Y el tercero es Tevez, que al fin explotó con la Selección, tras algunas pálidas actuaciones con la Sub-20 y otras tantas con la mayor. Metió sus dos primeros goles, aguantó el partido en la final y mostró que no le pesa la camiseta. Es una muy buena noticia, demasiado demorada, pero buena noticia al fin. Carlitos fue el más requerido y mimado por la prensa de Perú. Ante Brasil, fue ovacionado por todo el estadio al ser reemplazado. Y no hubo taxista que no dejara de elogiarlo en cada viaje. Además, hasta se soltó para hablar.
–¿Es muy difícil ser Tevez, cuando eres la figura máxima del fútbol argentino hoy? –le preguntó un periodista peruano.
Carlitos se rió, sorprendido, y a medida que fue contestando se dio cuenta de que le habían preguntado mal.
–No, no es difícil. En realidad, no, no soy figura de la Argentina, hay muchos jugadores importantes en mi país que hacen muy grande al fútbol argentino.
–Es un muchacho distinto y sencillo, usted, porque sí eres figura, no lo quieres aceptar, eres una figura.
–No sé, díganlo ustedes, no yo.
Argentina 3 - 0 Colombia. Semifinal.
■ Es negativo que una camada de jugadores aún no puedan sacarse de encima el estigma de perdedores. Ayala y Zanetti sobre todo, el Kily y Sorin en menor medida, sabían que ésta era una oportunidad ideal para subirse al bondi del éxito luego de ocho años de algunas alegrías y varias frustraciones. La autoestima se deteriora cuando no se puede conseguir un título: para muchos de ellos ya se fueron dos mundiales, cuatro Copas América y dos Juegos Olímpicos. Ahora se viene el tercero y habrá que ver cómo responden. Es la última gran chance antes del Mundial. “Esto era muy importante para nosotros, llevo muchos años en la Selección y tenía ganas de ganar algo”, confesó el Kily.
■ Es positivo que muchos jugadores se sigan matando por la celeste y blanca. Aunque hayan existido ausencias, muchos de estos futbolistas eligieron jugar para la Selección a pesar de las fuertes presiones de sus clubes, como el Barcelona, Valencia, Inter y Manchester. Sorin, por ejemplo, ni sabía dónde iba a seguir su carrera, pero privilegió el interés nacional al suyo en particular. Las ganas por vestir esta camiseta se sintetizan en las palabras de Junior, un tachero de veinticinco años, que previo a la final, nos anticipó sus deseos: “Quiero que gane Argentina porque juega con el corazón, tienen contagio”.
■ Es positivo, también, que la vocación ofensiva esté intacta. A los 15 minutos del ST contra Colombia, por ejemplo, con el partido 2-0, hubo un corner a favor y fueron a buscar los dos centrales (Heinze y Coloccini) y Sorin. Aunque últimamente se han consagrado conjuntos poco generosos con el espectáculo, que hacen de la especulación su modo de vida (Grecia, Once Caldas), a la larga suelen ser mejor recompensados los equipos que van a buscar, que fuerzan su destino. Por promedio, siempre se estará más cerca del triunfo si se lo busca con ímpetu que si se espera a ver qué pasa.
¿La reconciliación? Será difícil, sin dudas. Podría suponerse que por el nivel de juego se produciría un acercamiento con la gente, pero el hincha suele guiarse por los resultados, sobre todo cuando se lo bombardea desde los medios de comunicación con el mensaje salvaje de que sólo sirve el que gana. Entonces la relación con Bielsa seguirá en el freezer. “El paisaje cambia mucho con los resultados”, señaló Bielsa y tiene razón. Porque si ganaba la Copa, algunos dirían: que aguante el de Marcelo, se banca todo, le pone el pecho y gana una Copa jugando bien. Como no la obtuvo, el razonamiento pasa a ser: qué muerto este tipo, no gana una Copa América en la que el único rival más o menos serio es la Selección B de Brasil. Y todo cambia por el resultado de un solo partido, cuando no debería ser así, ya que para llegar a esa final hay un trabajo de preparación y conducción previo que resulta inalterable, que es siempre el mismo.
“Uno por ahí no juega bien pero deja la vida por la selección –admitió Tevez–. La gente tiene que entender que el Mundial ya pasó y que ahora vienen otros jugadores, otra etapa, así que a uno le da un poco de bronca que cuando recién está empezando en la Selección lo anden silbando, como pasó hace poco contra Paraguay en el Monumental. Esas cosas fastidian”.
Para el final, vale el análisis de situación que Carlos Bilardo le hizo a El Gráfico, antes de la final: “A un Mundial tenés que ir peleado con alguien, si no no sirve. Si vas dulce a un Mundial, te pasa lo del 2002. Yo creo que esto a algunos jugadores les va a servir para mejorar la relación, pero a la Selección, en general, le va a costar. Es jodido. A mí me rompieron cinco veces el frente de mi casa con piedras y botellas. Después fuimos campeones y cuando perdimos con Camerún en el 90, otra vez el frente de la casa rota. Es así. Esto no lo sacás más hasta el 2006”.
Hasta el 2006, entonces, ¡pero qué bronca da que se escape una Copa por veintiún segundos! Parte el alma, Kily.
La pesada mochila: Bielsa merecía otro final
La mochila deberá seguir llevándola hasta Alemania, si es que la intolerancia popular no lo impulsa a hartarse de todo y tirar la toalla. Marcelo Bielsa es un tipo honesto en un ámbito donde predominan los deshonestos, que no transa ni con empresarios, representantes ni medios periodísticos, que sabe de fútbol y cree en su trabajo. ¿Quién, si no él, por ejemplo, hubiera llamado a un tal Gabriel Heinze hace un año? ¿Quién lo conocía? ¿Quién, si no él, bancaría los embates de los periodistas más influyentes, que le siguen facturando las entrevistas exclusivas que les niega? Pero, claro, la frustración colectiva por el último Mundial seguirá cargándole la mochila, su mochila por sobre la de cualquier jugador que integre el plantel, hasta doblarle la espalda o hasta que pueda revolearla por sobre su cabeza, por encima de la Copa del Mundo levantada en Alemania. A veces uno se pregunta cómo hace este hombre para aguantar tanto acoso. “El respeto de los jugadores es lo que le permite a uno mantenerse estable cuando hay turbulencias. Es el gran capital de todo entrenador: respetar y ser respetado. Y eso cobra fuerza en momentos de inestabilidad”, manifestó El Loco, antes de la final con Brasil.
Argentina 2 (2) - (4) 2 Brasil. Final
Hombre singular este Bielsa, que en las conferencias de prensa responde mirando a los ojos a su interlocutor si considera que tiene buena leche y contesta bajando la vista, remarcando su disgusto con la indiferencia, si cree que el periodista de turno está entre los desestabilizadores. Es la manera que encontró para manifestar su bronca.
En Perú se vio a un Bielsa relajado, aunque algunos podrían suponer que el hombre se estaba jugando el pellejo (la verdad sólo la sabe don Julio y está guardada bajo siete llaves), a gusto con el trato del pueblo peruano, sensibilizado por las manifestaciones de afecto que recibió Tevez, por ejemplo. Y riquísimo en sus conceptos, como es habitual. “Los mejores jugadores le ponen el sello a su equipo; el sello no se lo da el entrenador“, afirmó para explicar por qué la Selección jugó a otra cosa en esta Copa. Y puntualizó sobre el funcionamiento: “Se dio un aumento del juego interior, sobre todo con el ingreso de Luis González, que para mí fue el jugador más ofensivo de la competencia, el que más llegó a posición de gol. Y también debe valorarse a la defensa. Los equipos, cuando defienden bien, sienten más tranquilidad para errar goles. Tiene que ser resaltado este aspecto, aunque no tenga que ver con la belleza y los valores que el público reclama habitualmente”.
Aunque suele tener las ideas claras, no desconoció que para él “lo más importante de todo es ganar”. Destacó a Sorin como un emblema de esta selección y con relación a cómo seguirá la relación con el hincha, Bielsa ya había destacado, en la antesala de la final: “La reconciliación se construye partido a partido, aquí no hay demasiadas concesiones de tolerancia. Si se suman buenos partidos, tendremos el favoritismo de la gente e inmediatamente, cuando se pierda, se volverá al descontento”.
Es una pena. Sería bueno que de vez en cuando les toque ganar a los buenos.
El camino de Argentina:
Por Diego Borinsky
Fotos: El Gráfico Perú