¡Habla memoria!

Héroes igual, el recuerdo de la crónica de Aldo Proietto en el Mundial 90

El entonces director de El Gráfico, fallecido este martes a los 78 años, analizó el subcampeonato conseguido en Italia, en donde Argentina luchó contra infinidad de adversidades

Por Redacción EG ·

27 de junio de 2023

Fuimos dignos  hasta el último aliento

Dame un haz de luz, Señor. Habré de contar un milagro que deberán creer otras generaciones, no ésta. Lo he visto con mis propios ojos ahora empañados. Lo he sentido con el corazón todavía palpitante. Argentina subcampeón del mundo después de tantos padeceres, de tantas muertes y tantas resurrecciones. Las lágrimas de Diego —que son mías— en el instante supremo. Las ganas de saltar del palco y abrazarlo a pesar de las diferencias.

El gesto de Ruggeri —a quien alguna vez censuramos—, que corrió a separar a los más exaltados en ese final inmerecido. La actitud valiente del cuerpo técnico en pleno que buscó la paz en medio de la guerra. La presencia de Julio Grondona, alejado de los honores del palco oficial y metido en aquello que pudo ser un infierno y felizmente quedó en la exaltación propia de un final caliente. El repaso de los nombres de uno y de otro. Los grandes ausentes argentinos por tarjetas justas y no: el Gringo Giusti, el Vasco Olarticoechea, el pibe Caniggia.

  

Imagen FOTO INÉDITA. Brehme avanza. Goycochea espera. El Mundial completo se reduce a este momento.
FOTO INÉDITA. Brehme avanza. Goycochea espera. El Mundial completo se reduce a este momento.
 

Imagen FOTO INÉDITA. El alemán patea fuerte al palo derecho del arquero. Goyco adivina la intención y va bien hacia el palo aunque el disparo parece imposible de detener.
FOTO INÉDITA. El alemán patea fuerte al palo derecho del arquero. Goyco adivina la intención y va bien hacia el palo aunque el disparo parece imposible de detener.
 

Más ventajas para un equipo que no podía darlas, que no estaba preparado para eso, que había resurgido entre las cenizas por el alma de todos y la mente del entrenador que supo volver a empezar. Una y otra vez. Ha sido un milagro llegar hasta el podio reservado únicamente para los grandes. Seamos sinceros: pensamos que habríamos de irnos mucho antes, nos quedamos hasta el final. Y debió ocurrir el error —digamos que fue eso— del árbitro Edgardo Codesal (uruguayo de nacimiento, nacionalizado mexicano, hijo de un referí célebre) para que nos sacaran la Copa. El señor Codesal inventó un penal inexistente de Sensini a Völler (va a la pelota y no a la pierna) cuando faltaban siete minutos para el final, para el alargue, tal vez para los penales.

 

Imagen La definición del Campeonato Mundial Italia '90. El penal mal sancionado por el supuesto foul de Sensini a Völler es ejecutado con precisión por Brehme. El vuelo de Goycochea no alcanzará. Se va el título...
La definición del Campeonato Mundial Italia '90. El penal mal sancionado por el supuesto foul de Sensini a Völler es ejecutado con precisión por Brehme. El vuelo de Goycochea no alcanzará. Se va el título...
 

Fue necesario tamaño exabrupto arbitral —no ingresaremos a los vericuetos de la conciencia— para que Alemania se quedara con el título. Había jugado mejor, sería de necios negarlo. En este partido y en todo el campeonato. Es justo que haya ganado; la discrepancia está en el cómo. La diferencia debió establecerla legítimamente en la red. No lo hizo. Necesitó la ayuda —voluntaria o no— del referí para apagar tanto fervor, tanto esfuerzo, tanta pasión. Tanto fuego.

Argentina subcampeón mundial. Después de aquel principio, a pesar de este final. Pasó lo que había anunciado Diego: "Esta Copa la van a tener que arrancar de nuestro corazón". Fue así. Ni más ni menos. No diré que caímos como caen los grandes. Diré que no caímos. Que al contrario, estamos arriba. Celebremos esta conquista. No perdimos. Ganamos.

Antes de este momento

Para llegar a esta alegría que disfrutamos hoy a pesar de la derrota, hubo que atravesar la árida meseta de la incertidumbre y el desencanto, de los arrepentimientos y las acusaciones, de las voces agrias que mágicamente se fueron transformando en dulces. Somos así. Exitistas. Apasionados. Temperamentales. Latinos. Inseguros. Borramos con el codo lo que acabamos de escribir con la mano. Así. Incorregibles, únicos.

   

Imagen Antes de la final del mundo de Italia 1990 el himno argentino es silbado en el estadio Olímpico. Argentina venía de derrotar sorpresivamente a la selección local por penales. El capitán Maradona levanta el puño, a su lado Goycochea, Simón y Serrizuela.
Antes de la final del mundo de Italia 1990 el himno argentino es silbado en el estadio Olímpico. Argentina venía de derrotar sorpresivamente a la selección local por penales. El capitán Maradona levanta el puño, a su lado Goycochea, Simón y Serrizuela.
 

El viernes 6 hubo un asado en el hotel La Conciglia, donde se alojó un elevado número de dirigentes argentinos, algunos con sus esposas e hijos. Un hermoso lugar ubicado frente al mar Tirreno. Buen sol. Caras tostadas. Una saludable alegría. Festejaban que el equipo hubiera llegado donde llegó. Se elevaron las copas y los tonos. Se escucharon algunos cantos contra quienes —ejerciendo el natural derecho de opinar y criticar— opinamos y criticamos cuando fue necesario. Sentimos cierta pena por estas voces cargadas de resentimiento, sobre todo porque habían sido las mismas que por la Via Venetto o en la concentración de Trigoria o a través del teléfono, iniciaban las hostilidades en las horas inciertas, que las hubo. Y atribuyeron falazmente.

• Hablaron contra Bilardo, dijeron que habían dicho que debía irse después de México.

• Coincidieron que el sucesor debía ser Passarella porque esta línea era un rotundo fracaso tal como ellos lo habían anticipado seriamente mucho tiempo antes.

• Conspiraron contra Grondona y sus actitudes supuestamente dictatoriales.

• Hablaron de que en la AFA debía renacer el consenso y habrían de terminarse los personalismos.

• Echaron pestes sobre las conductas de Maradona.

• Lamentaron que Bilardo hubiera destituido a Jorge Valdano después de resucitarlo.

• Clamaron por cambios de estructuras.

• Repitieron una frase adjudicada a Joao Havelange: "Nunca hay que repetir a un técnico campeón". Esa noche, con el resultado puesto, se sumaron —algunos de ellos, naturalmente— al coro de los jugadores. Celebramos sus risas. Nos apenan sus olvidos.

 

Imagen FOTO INÉDITA. Maradona le pide explicaciones a un árbitro que se muestra ausente. Serrizuela, Simón, Troglio y Ruggeri completan el cuadro de un equipo que siente que se les escapa la Copa.
FOTO INÉDITA. Maradona le pide explicaciones a un árbitro que se muestra ausente. Serrizuela, Simón, Troglio y Ruggeri completan el cuadro de un equipo que siente que se les escapa la Copa.
 

Algunas dudas

Estamos contentos, más allá del pésimo y perjudicial arbitraje. Con una alegría que surge del corazón y que no nubla, esta vez no, los intrincados laberintos de la razón. Podemos pensar en voz alta, reflexionar sobre la marcha. ¿Por qué habrían de ser elogios hoy los temas que ayer fueron críticas?

• Fuimos un desastre contra Camerún. Habrá que repetirlo: no nos ganaron ellos, perdimos nosotros.

• Fueron acertados los cambios de hombres —y de actitudes— mostrados frente a la Unión Soviética. Aquella noche en el San Paolo había que ganar y ganamos, superando el terrible infortunio de Pumpido (fracturado a los 12 minutos), creciendo desde el alma, llegando al gol por convicción y necesidad.

• Volvimos a caer frente a Rumania. Peligró la clasificación. El mismo Bilardo dice que jugamos los diez peores minutos del campeonato. ¿Fueron 10 o más? No importa. Pero el empate y las matemáticas nos hicieron entrar. Por la ventana, pero entramos, seguimos en carrera.

• Fuimos capaces de fortalecer el ánimo dudoso e incierto. Hubo que otorgarle un permiso especial de dos días a Maradona para que saliera de la concentración. También salieron sus compañeros, pero menos. Se tejieron infinidad de versiones. Se acercó Grondona para fortalecer espíritus endebles, es virtud del conductor aparecer en los momentos precisos. Esperaba Brasil. La Via Venetto, por entonces, se había transformado en la calle del desencanto argentino. En sus cafés, en sus veredas, delante de sus vidrieras de precios siderales, siempre había alguien para aportar el último chimento, la penúltima onda.

 

Imagen Monzón es expulsado frente a Alemania. Fue la primera roja de la historia en una final del mundo.
Monzón es expulsado frente a Alemania. Fue la primera roja de la historia en una final del mundo.
 

• En Trigoria crecía la fe. Bilardo me dijo: "Algo voy a inventar, quedate tranquilo que algo voy a inventar contra Brasil". Le creí. No me falló.

• Ganamos el clásico, se lo ganamos a todos. Con suerte, pelotas en los palos, errores graves de los volantes, desorientación. Después el equilibrio. Por fin aquella jugada de Maradona entre tres a pesar del tobillo imposible, la búsqueda de la diagonal que había empezado a dibujar Caniggia. El pie derecho desde el piso para la pierna izquierda de la melena rubia. La primera euforia. Con más suerte que fútbol. Con lo que usted quiera. Pero había que ganar. Y volvimos a ganar.

• El grupo fortalecido por la victoria clave. Los gritos de guerra nacidos, digámoslo así, de la excitación juvenil. La necesidad de proyectar en otros nuestras propias desgracias. El equipo que está entre los ocho y va a tratar de estar entre los cuatro. La fe que crece. Después de todo, Yugoslavia es menos que Brasil. ¿Es menos? Un partido parejo. El fútbol que aparece en los minutos finales, cuando Diego yerra un gol porque está lejos de sí mismo, cuando Burruchaga convierte otro que el árbitro anula por mano inexistente. Los penales. Goycochea que acaricia la inmortalidad. Los abrazos y las lágrimas. Ahí sí. Misión cumplida. Ya estábamos entre los cuatro mejores del mundo. A pesar de todo, de los errores iniciales, de la derrota ante Camerún, de la falta de respuesta anímica, de los pibes que fallaron por ser pibes. Esperaba Italia.

• Y después, esa noche, la inolvidable noche del martes 3 de julio en el San Paolo, el milagro que no fue tal. El fútbol que apareció por fin acompañando el temple, los viejos jóvenes (el Gringo Giusti gigantesco, el Vasco Olarticoechea inolvidable, Burruchaga resurgido de sus cenizas, Ruggeri en la cumbre, Maradona imponiendo), los jóvenes viejos (grande pibe Caniggia, grande Vasco Goycochea), aquel final de abrazos y lágrimas en la cancha y en las tribunas y en el palco de prensa y en las calles argentinas de norte a sur y de este a oeste. Aquella inolvidable emoción por haber dejado en el camino al candidato de todos, al invicto en la cancha y en el arco, al invencible. Aquella noche que sumergió a Italia en una tristeza tan profunda.

• Recuperamos el fútbol, la fe había retornado antes. Pero fueron necesarios gritos y susurros, cambios drásticos, la salida de los pibes, el desalojo del Checho Batista, la virtud de Bilardo para no dudar cuando todo parecía perdido, el mérito de todos por aceptar y poner el hombro, la categoría de Grondona para tocar las fibras necesarias.

 

Imagen Basualdo, Simón, Sensini, Lorenzo, Serrizuela y Ruggeri increpan al árbitro. Codesal acaba de sancionar el polémico penal de la Final del Mundial.
Basualdo, Simón, Sensini, Lorenzo, Serrizuela y Ruggeri increpan al árbitro. Codesal acaba de sancionar el polémico penal de la Final del Mundial.
 

Algunas preguntas

Estamos contentos, a pesar de todo. Pero no perdemos la memoria. Hubo errores que supieron corregirse a tiempo. Pero existieron.

• La desafectación de Valdano fue inoportuna. No digo injusta. Creó un clima tenso que pudo evitarse.

• La exclusión de Brown debió producirse mucho antes. ¿Por qué tardamos tanto?

• Los pibes nuevos (los Lorenzo, los Sensini, los Balbo, los Dezotti) venían sin experiencia. ¿Para qué los pusimos?

• Trigoria fue, durante muchas tardes que nos consta, una casa desordenada por cuyas calles correteaban niños y señoras detrás de ellos, señores ocupados de la venta de jugadores, visitas desconocidas e inesperadas. Después se corrigió y volvió a ser el templo, es un modo de definirlo, que había sido el América de México. ¿Por qué no ocurrió antes?

• El grupo tardó en armarse tal vez por lo que dice Bilardo —el origen tan diverso de los jugadores— o por la carencia de un conductor real reconocido por todos, no sólo dentro de la cancha. Cuando se juntaron los más grandes a partir de Maradona y Giusti todo pareció ensamblarse dentro de carriles más normales. ¿No pudo intentarse al principio?

• Al equipo lo recompuso Bilardo y solamente Bilardo, me refiero a la puesta en la cancha.

• Al espíritu lo reconfortaron la clasificación y básicamente aquel triunfo milagroso frente a Brasil. También la presencia de Grondona. No imaginemos dioses menores o hechiceros circunstanciales. Como solía decirse: "las victorias unen, las derrotas destrozan". ¿O alguno opinará lo contrario?

• Con el ingreso a cuartos de final, después a semi y por fin a la gran final, fue creciendo cierta pérdida de humildad entre los jugadores. ¿Tiene sentido? ¿Habrá sido imposible reclamarles autocrítica y serenidad?

 

Imagen El llanto del capitán en la entrega de premios de Italia 90. Con él, lloramos millones de argentinos.
El llanto del capitán en la entrega de premios de Italia 90. Con él, lloramos millones de argentinos.
 

Las caras tristes, el espíritu sereno

Volvamos por un momento al estadio Olímpico de Roma (o al "estadio Olímpico de Munich", al decir de Alejandro Apo, al ver tanta bandera, tanto fervor, tanto calor alemán). Vamos a detenernos en el rostro de Diego, en sus lágrimas interminables y su estoicismo para soportar el podio a pesar de la bronca reciente. Su cara es la de todos. La de Bilardo y la del Profe. También la de Pacha. La de titulares y suplentes. Estábamos a siete minutos del alargue, la llama de la esperanza —aunque débil y temblorosa— estaba encendida. No habíamos llegado nunca. Ellos habían llegado poco. Eran más, pero tenían que demostrarlo. Nos quedamos sin Monzón por culpa de Monzón, antes se había tenido que ir Ruggeri vencido por la pubalgia de la que debió operarse y no lo hizo por amor a la camiseta, también había salido Burru por decisión de Bilardo (¿se habrá visto su bronca por la tele?), después Codesal echó a Dezotti. Era demasiada ventaja. Los heridos de antes y los de ahora. Los suspendidos, los expulsados. Ese penal que acaso no dejará dormir en paz al señor Codesal. Pienso que a esta hora, superadas las emociones primeras, renacido el imperio de la razón, acalladas las angustias iniciales, se ahuyentarán penas y tensiones. Renacerá la calma, florecerá una sonrisa en cada rostro. No hay lugar para lágrimas. Llegamos demasiado lejos. Nos ganó el mejor. Paradójicamente se ha hecho justicia injustamente.

Acariciamos un sueño como aquel que alguna vez soñamos todos: el de la moneda que cae en nuestras manos y a la que sigue otra y otras más hasta conformar una fortuna enorme. Hemos despertado con el puño apretado, solamente. La plata se la llevó Alemania. Pero al menos fuimos capaces de soñar. Y más que eso: supimos levantar el ánimo de un pueblo que todavía andará cantando por sus calles y no querrá dormir. Caímos y nos levantamos. Morimos y resucitamos. Nos dieron valor, fuimos valientes. Vayan en paz, muchachos. Más allá de coincidencias y discrepancias, de virtudes y defectos, de amores y odios. Ustedes han dejado el alma en cada cancha, han luchado cada pelota como si fuera la última, nos han legado emoción, nos regalaron un héroe (el Vasco Goycochea), consolidaron a Bilardo, fueron capaces de mantenernos en vilo y hacernos estallar. Vayan con la frente alta, muchachos. Besen a sus esposas, a sus hijos, a sus padres. Abracen a su pueblo que los espera. Olviden rencores pequeños. Tengan la grandeza de los grandes. Son subcampeones del mundo. Luzcan con orgullo las medallas que acaban de entregarles. Ustedes han sido dignos, muchachos. Dignos hasta el último aliento.

ALDO PROIETTO

Fotos: EDUARDO FORTE, GERARDO HOROVITZ, HECTOR MAFFUCHE, NORBERTO MOSTEIRIN, FABIAN MAURI y LUIS POZZI (Enviados especiales a Roma)

 

Imagen Aldo Proietto.
Aldo Proietto.