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Blanka Vlasic, escalera al cielo

A los 26 años la croata está lista para iniciar el ataque final hacia el récord mundial de salto en alto femenino. El año pasado quedó a un centímetro de la marca y el ambiente del atletismo coincide en que 2010 señalará una nueva era en la especialidad de Vlasic.

Por Redacción EG ·

16 de abril de 2010
Nota publicada en la edición Marzo de 2010 de la revista El Gráfico

Imagen LA PERFECCIÓN de los movimientos de Vlasic y su físico perfecto para el salto en alto la hacen dominar la prueba desde hace tiempo.
LA PERFECCIÓN de los movimientos de Vlasic y su físico perfecto para el salto en alto la hacen dominar la prueba desde hace tiempo.
EL PIERCING en el ombligo, las uñas prolijamente pintadas, un par de ojos clarísimos que encandilan, las piernas que parecen no tener fin, sus peinados perfectamente diseñados para cada ocasión, la coreografía que desarrolla antes de cada salto… todo en Blanka Vlasic parece pensado para seducir. Y para ganar. O, en realidad, para hacer creer que es capaz de vencer sin necesidad de conseguirlo para acaparar las miradas.

Resulta llamativo que Vlasic esté incorporada al inconsciente colectivo como la gran campeona del salto en alto de los últimos años, cuando falló en momentos clave que la podrían haber ubicado definitivamente entre los gigantes del atletismo mundial. Claro, con los argumentos que muestra antes de saltar, ya le alcanza para mezclarse con los monstruos, pero ahora está frente a la gran oportunidad de dar los impactos necesarios para confirmar, entre este año y los Juegos Olímpicos de Londres, que tiene todo lo que se exige para pertenecer a la élite.

Hija mayor de una familia de deportistas, la larguísima (mide 1,93 y pesa 75 kilos) Blanka le debe su nombre a la ciudad marroquí de Casablanca, en donde su papá, Josko, ganó la medalla dorada en decatlón para Croacia en los Juegos del Mediterráneo de 1983. La mamá, Venera, compitió en cross country, básquet y gimnasia, mientras que su hermano Marin, también jugó básquet y el más chiquito de la familia, Nikola, de 12 años, es un proyecto de crack que tiene videos subidos a internet con sus cualidades como futbolista. Sólo Luka, el hermano del medio, les escapa a los deportes.

El primer entrenamiento de Blanka fue casi como un juego en el patio de la casa, según revela en su página web. A los 7 años, Josko –un flaco, alto, que usa el bigote tupido, a lo Aníbal Fernández– la quiso probar en el club donde entrenaba a otros atletas, porque la veía rápida y coordinada como para desaprovecharla. Y la pequeña se destacó rápidamente en salto en largo y en alto, en competencias de velocidad y en lanzamientos pero, por la manera en que se iba desarrollando su cuerpo, decidieron que se definiera por una prueba en particular. De ahí en adelante, se dedicó a pedir que le subieran la varilla para trepar centímetros y centímetros hacia el cielo, en una escalera que no tiene final, al menos por ahora.

A partir de una confianza extrema y de una convicción infrecuente, Vlasic llamó la atención desde las primeras competiciones en las que participó. Así, a los 16 años ya vivía su debut en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, más allá de tener edad de junior. Tres años antes, la parte más pesada de la preparación de la futura campeona había quedado en manos de Bojan Marinovic, un artesano que fue puliendo –y continúa haciéndolo– al diamante croata en las pistas de entrenamiento.

En la previa de los Juegos desarrollados en Australia, Blanka quedó segunda entre las mejores saltadoras juveniles del mundo, a pesar de haber finalizado octava en el Mundial junior realizado en Polonia. De todos modos, como a lo largo de toda su carrera, la chica nacida en Split –a orillas del mar Adriático– acaparaba las miradas por más que no le correspondiera subir al podio. El rumor acerca de la croata que estaba llamada a escribir parte importante de la historia del atletismo empezaba a tomar fuerza en el ambiente. Adidas no tardó en sumarla a su equipo de estrellas porque los datos que circulaban eran tan potentes como las piernas de Vlasic, y no se los podía dejar pasar. Con la mente puesta en Sydney 2000, la croata produjo una serie de resultados asombrosos que la llevaron de una marca de 1,80 a 1,93 en pocos meses. Así consiguió el pasaje a los Juegos, en los que saltó 1,92 y quedó en el puesto 17. Llegó como la niña mimada y simpática pero en pocos pasos hizo que sus rivales pasaran a mirarla con recelo, porque se convertía en una amenaza concreta.

Al mes siguiente viajó a Chile y, al medirse contra atletas de su edad, no tuvo problemas para consagrarse campeona mundial juvenil. Estaba claro que las competencias formativas le quedaban chicas y por eso focalizó su mira en los torneos de mayores, sin importarle que tuviera que dar ventajas físicas y de madurez. Eso sí, en 2002, cuando tuvo que defender su título de campeona mundial juvenil en Kingston, Jamaica, clavó la varilla en 1,96 para dejar claro que seguía siendo la número uno.
 
Hasta 2003 había combinado el desarrollo deportivo con su formación académica y había elegido estudiar para ser farmacéutica, pero en ese momento tomó la decisión de dedicarse durante dos años, exclusivamente a intentar el despegue definitivo. Ya se había acomodado en el pelotón de las diez mejores saltadoras en las competencias más importantes y quería saber si estaba en condiciones de ser la mejor de todas. Era número uno del mundo juvenil, se había adueñado del récord de su país y empezaba a treparse a los podios entre las grandes. De ese modo, ganó la Golden League en París con un salto de 1,99 y, enseguida, en Zagreb superó por primera vez en su vida la marca de dos metros.
Imagen LA CROATA Vlasic está destinada a superar la barrera de los 2,10 metros. Sólo falta ponerle la fecha.
LA CROATA Vlasic está destinada a superar la barrera de los 2,10 metros. Sólo falta ponerle la fecha.
MOTIVADISIMA, soñó con ser la gran estrella en los Juegos Olímpicos de Atenas, sobre todo cuando saltó 2,03 pocas semanas antes de la gran cita. Sin embargo, una vez más, se quedó en la puerta de la gloria. No llegó a Grecia en buenas condiciones físicas, se sentía débil, y le costó mucho clasificarse para las finales. Al mes siguiente le diagnosticaron hipertiroidismo (ver recuadro) y su carrera ingresó en una zona gris, llena de dudas con respecto al futuro.

La recuperación fue larga, pero exitosa. Radiante, Blanka se propuso volver a volar, y hacerlo más alto, sin techo. Si había incógnitas en el ambiente, se disiparon rapidísimo, y lo que antes eran voces de lamento, pasaron a convertirse en exclamaciones de asombro. Porque Vlasic echó a andar sus piernas y durante 2006 superó trece veces la línea de los dos metros. Y, por primera vez, alcanzó la marca de 2,05, para soñar de nuevo con la consagración olímpica en Beijing 2008.

En febrero de 2007 vivió una de las jornadas más emotivas de su vida cuando compitió como local, en Split. Cinco mil personas acompañaron cada salto, cada coreografía y cada mueca de Vlasic hasta conmoverla. Se sentía invencible. Ganó 18 de los 19 torneos en los que participó ese año, superó veinte veces la valla de dos metros y se calzó la corona de campeona mundial en Osaka, Japón.

Además, para seguir agrandando la leyenda, saltó 2,07 en Estocolmo, con lo que se quedó con la segunda mejor marca de la historia entre las mujeres, a dos centímetros del récord de la búlgara Stefka Kostadinova, y fue considerado “Logro del Año” por la Federación Internacional de Atletismo. Y a ese prestigioso premio se sumó el de “Atleta femenina del año”, que le concedió la Federación Atlética Europea.

Para encarar 2008 sólo había buenos augurios. Sin embargo, fiel a su historia, Vlasic no consiguió hacerlo completamente redondo. Es llamativo: saltó 41 veces por encima de los dos metros, ganó 22 torneos y salió segunda en dos. Justamente en Beijing 2008 resultó subcampeona, medalla de plata. Su marca olímpica fue 2,05; la misma que la belga Tia Hellebaut, quien ganó en el desempate automático por haber alcanzado esa altura en menos saltos que la croata. Es difícil hablar de frustración en ese nivel y con esos resultados, pero la espina de los Juegos se mantiene clavada en el alma de Vlasic.

De todos modos, testaruda y persistente, Blanka no se entrega. En 2009 llegó al centésimo salto personal por encima de los dos metros desde que empezó a competir y siguió dominando la mayoría de las pruebas en las que participó. Lo que no logró manejar fue su reacción cuando a mediados de año encontró un ratón en la habitación del hotel cinco estrellas en el que se hospedaba en Bruselas, Bélgica, para participar en una de la etapas de la Golden League. Nadie midió el salto que pegó, pero podrían haberlo tomado como válido para buscar el récord mundial.

Un rato más tarde, conversando con Yelena Isinbayeva, Blanka se enteró de que el mismo roedor había pasado por la habitación de la campeona de salto con garrocha. Superado ese incidente, la croata retomó su concentración, terminó ganando esa etapa del circuito que reúne a los mejores del mundo con un salto de dos metros y siguió soñando con su escalera imaginaria hacia el cielo.

por Juan Manuel Durruty / fotos: press.adidas.com