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UN CAFE CON...

Enrique Macaya Márquez comparte una mesa con El Gráfico, donde revive sus anécdotas y repasa su carrera.

Por Redacción EG ·

02 de enero de 2008

Su apellido es marca registrada. Desde 1966, cuando debutó en la tele, hasta ahora, Macaya Márquez es sinónimo de comentarios de fútbol. Charlamos de la vida, del deporte y del periodismo con quien todavía no se dio cuenta de que es una figura, porque nunca se la creyó.
 
PUNTUAL, como corresponde a un profesional acostumbrado a cumplir con los tiempos. Ingresa a Tabac en donde –se entiende– lo conocen todos. Tiene un piloto verde oliva cruzado, jeans, calzado moderno, una carpeta en la mano. Cuando saluda, lo hace con un fuerte abrazo. Este cronista siente que fue ayer cuando debutó en la tele a su lado, en transmisiones de boxeo desde la Federación Argentina, en 1974. Y ya por entonces Macaya era un apellido registrado...
 
Hay una primera ronda de cafés, mientras a través del ventanal se ve la lluvia que invita a una charla que no se alejará de pasiones cotidianas: el fútbol, la vida, el periodismo...
–Vos sabés que en mi época de niño uno sentía que el periodista estaba más cerca del escritor que del investigador, y hoy sucede, justamente, al revés... Claro, no había tele. Entonces había una preocupación no sólo por escribir muy bien, sino también por hablar muy bien. Lo que se escuchaba por radio era un idioma puro, bien pronunciado y sin apuros. Existía una gran preocupación por hablar bien, cosa que hemos heredado los de nuestra generación. Hoy, en cambio, por un lado se investiga más y eso es muy bueno. Pero también los ritmos son más acelerados y no se cuidan tanto las formas, de ahí que en radio, a veces escuches cada cosa...
–...Que vos jamás dirías ante un micrófono.
–No, seguro; hay una corriente chabacana en la radio que no me atrevería jamás a seguir. Por un lado, la gráfica te obliga a expresiones correctas, ya que tenés tiempo de corregir la nota e incluso que te la corrijan. En la radio o la tele, en cambio, si no tenés riqueza de vocabulario, si no sabés enhebrar los verbos, se nota enseguida. Por eso aquellos que pasaron por la gráfica tienen mayores posibilidades, porque al hablar pueden poner un punto, un punto y coma o abrir un paréntesis por medio de las pausas o los silencios... El asunto es que a veces se usa un vocabulario que no comparto. Y, ojo, no crecí encerrado en un ascensor, ¿eh?
 
LO DICE con una sonrisa, porque después de todo, su territorio de pibe llegó al Bajo Flores.
–¿Vos sabés lo que era eso en ese tiempo? Si algo no me falta, te diría que me sobra, es potrero, no me voy a poner colorado por una mala palabra, al contrario... En aquellos tiempos yo vivía en Directorio y Carabobo y jugaba mucho en el Parque Avellaneda y dicen, y yo también lo creo, que jugaba muy bien. Mirá, donde yo vivía... Tenía de vecinos a Alfredo –en ningún momento mencionará el apellido Di Stéfano, lo dará siempre por obvio– y a Libertad Lamarque, ¿qué te parece? Yo iba mucho a la casa de Alfredo, tenía apenas unos ocho años y era... ¡Imaginate! Era mi ídolo. No era fácil la comunicación con él. Pero uno aprendía de verlo y de escucharlo. Cuando él empezó a jugar profesionalmente, no lo hizo nunca más en el barrio. Tuvo una riqueza técnica que no fue reconocida. Se sabe que la habilidad es una parte de la técnica. Por ejemplo: en el barrio, se privilegiaba a quien jugaba mejor la pelota, al gambeteador; yo, por ejemplo, era un buen gambeteador, porque de eso se trataba: de jugar a la pelota y entonces se premiaba al más habilidoso. Alfredo, en cambio, era un estratega, como lo fueron Zorzi, Yebra, Marante, el propio Pelé. El trataba de que la pelota recorriera los espacios más claros posibles, de que no le pegaran nunca, de no chocar con nadie. Era un adelantado, porque él salía a ganar, que de eso también se trata. A ver si me explico... en los potreros, cuando se hacía un penal, se lo tiraba afuera. Lo tirábamos afuera, porque para nosotros no tenía mérito un gol de penal, así como hoy se lo festeja como si fuera verdadero... Nosotros, los pibes, disfrutábamos jugando y nada más. Claro, lo lógico es que haya también que ganar, para eso existe el tanteador, ¿no? Bueno, Alfredo tenía ese concepto: el de ganar. El éxito, cuando tiene belleza, dura; lamentablemente, la belleza, si no tiene éxito, puede ser olvidada. Alfredo fue un caso raro, un tipo salido de la clase media, que fue directo a profesional... por algo fue La Saeta Rubia, tenía una gran velocidad, explosión, no daba chance... De él aprendí mucho, claro...
–¿Y cómo eran tus días entonces?
–Yo iba al colegio, que en esos tiempos eran de un solo turno, pero que incluían los sábados. A la escuela “República Oriental del Uruguay” hasta tercer grado, mixto, y después a la “J. J. Urquiza”, frente a Plaza Flores, sólo para varones. Y después pasé al secundario, al “Hipólito Vieytes”... Durante el primario y después de hacer los deberes, me iba a jugar al fútbol. Me iba al Bajo Flores. Yo jugaba de 5 y Sanfilippo de 10 en el Nacional de Flores, así se llamaba nuestro equipo, y que después se llamó Glorias del Fournier. Jugábamos en los Campeonatos Infantiles Evita. De ahí salieron el Coco Rossi, el Nano Areán, Zambrano, que fue figura en Independiente, o los hermanos Leguizamón...
–¿Y vos?
–No me fui a probar. Y como no me fui a probar... nunca supe a lo que habría podido llegar.
 
HOY LOS TIEMPOS son otros, repite, mientras pide otro café. Por si hace falta decirlo, estar frente a él es igual que tenerlo en la tele, o sea: es tan natural en la tele como si estuviera tomando un café con uno, ¿se entiende?
–Hoy los tiempos son distintos porque los clubes invierten mucho. Buscan a los jugadores o a los candidatos, no hace falta que ellos vayan a probarse como podría haber hecho yo. Invierten y mucho: se hacen pronósticos de crecimiento, se trabaja en la parte física y médica, en lo nutricional... Es todo un proceso, porque cuando los detectan, son pibes de ocho años que juegan al baby. Después pasan a las canchas grandes, se les da colegio, gimnasia metódica... Ya deja de ser un juego, ¿ves? Cuando llega a las inferiores ya es un profesional, pero sin saber si es un gran chico o un chico grande, hacer un caño o un sombrero es para mostrarse, no por el placer de jugar. Y después, cuando cuando llegan a los 18, 19 años, viene alguien y le dice: “No hay contrato”, porque claro, de tantos postulantes, llega apenas un 20 por ciento. Los mejores abastecedores de talento han sido los potreros, porque el que juega en el potrero tiene tiempo para hacerlo. Y al mismo tiempo, a veces no come bien, no tiene fuerza. Pero es de los potreros que vienen los Messi, los Agüero, los Tevez, los Maradona... En parte por eso, hoy se cumple la ley de los pingüinos y llegan los genéticamente más fuertes, los que aguantan más que los talentosos. Y, encima, muchos cargan con el estigma o el contrapeso de sus padres, que vuelcan en ellos sus frustraciones de haber querido ser jugadores y quieren ver en sus pibes al próximo Maradona para que salve a toda la familia... Mirá, un día me mostraron la carta de un hijo al padre que le decía: “No sé por qué sufrís si yo pierdo, si a mí a los cinco minutos se me pasa...” Acá todavía hay una gran cantera... ¿Sabés lo que me pasó una vez con el Colorado Mac Allister?
–No.
–Lo encuentro y me dice que está esperando a tres empresarios del fútbol europeo. ¡Tres! Vos sabés que él tiene una escuela con su nombre en La Pampa... Bueno, así se manejan las cosas hoy, de la misma forma en que Boca ya incorporó a su proyecto el club Parque, que lo provee de talentos...
 
LA CULPA LA TIENE LA TELEVISIoN, le digo, sabiendo que es, apenas, una frase hecha, ya vieja.
–Claro que la tele tiene mucho que ver, eso es cierto. Hasta los festejos se modificaron en función de las cámaras, los técnicos ahora “venden” su trabajo de otra manera...
–¿Cuántas cámaras se usaban cuando arrancaste y cuántas hay ahora?
–Serían cuatro, cinco, ahora son de ocho para arriba y hasta se llegan a usar dieciséis en grandes partidos. Yo arranqué en 1966... eran otros tiempos.... ¿Sabés con quienes?
–No, a ver...
–Con Juancito De Biase (histórico escriba de “Clarín”) y Faustino García (una de las voces más características de Radio Rivadavia).
–Y todavía estás, un caso único no del periodismo deportivo, sino de la tele...
–Sí, creo que sí. En el 66 yo estaba en Inglaterra por el Mundial. Aquí vino el golpe militar de Onganía.... rajaron a todos... yo me salvé. Y así muchas veces porque, ojo, ¿eh? También en épocas democráticas era común que hubiera limpieza general... y, sin embargo, zafé...
–Vuelvo al tema: sos el tipo que más años lleva hoy en la tele... Y sin parar...
–Sí, porque Mirtha tuvo temporadas de descanso y yo no...
–Saliendo al aire varias veces por semana...
–Es cierto. En una época hacíamos la Primera B los sábados, había un partido el domingo, otro el lunes, luego uno de copa y el adelantado de los viernes... después vino también el Gordo Muñoz a Canal 7 y trabajé con Julio Ricardo, Pérez Loizeau, Marcelo Araujo, Mauro Viale...
–La época en que el relator sólo nombraba al jugador que tenía la pelota.
–Sí, y eso me gustaba, ¿ves? Hoy se hace radio por televisión, los ritmos imponen un relato que hace que se diga lo que el espectador está viendo... A mí, en cambio, me gustan las pausas. Y como comentarista intento redondearle al espectador lo que no ve... Además, ahora, con tantas cámaras, podés pedir imágenes o repeticiones que en otra época no existían...
–Tu primer Mundial...
–Suecia, 1958. Por Radio El Mundo transmitían Fioravanti y Horacio Besio; el director de radio Belgrano quiso hacer otra transmisión y entonces me llamó para viajar por Radio Libertad junto a Eugenio Ortega Moreno. Llegamos de casualidad, ésa es la historia, no teníamos idea...
–¿Por qué?
–¡No teníamos ni idea! Salimos en un DC 7 de Panair de Brasil; Ortega Moreno creía que íbamos a Hamburgo y en realidad íbamos a Frankfurt. No sabíamos inglés. Nos llevamos anotadas, en fonética, algunas frases... No, no tendríamos que haber llegado... Decí que nos encontramos con Roberto Moreno y él nos ayudó. Transmitíamos directo, sin retorno de Buenos Aires, todo derechito, sin hacer pausas comerciales, nada... fue una gran experiencia. Lo más importante fue que todos aprendimos, en ese Mundial, que eso de “piolas” y de la “viveza criolla” no era así... Cuando empezó el partido con Checoslovaquia y el primer checo que agarró la pelota la tiró afuera, yo le dije a Eugenio: “Papita para el loro”... ¡Para qué! Después de aquellos seis goles volví a fumar. Fue una dura lección. Nosotros éramos buenos, pero no teníamos competencia internacional, no conocíamos a los rivales y encima nos reíamos del ténico alemán que sí sabía todo de nosotros...
HAY OTRO café, mientras afuera la lluvia se va apagando, el cielo se pone gris.
–Aprendí después de eso a no romper el carnet. Yo no puedo ser hincha de la Selección. Yo soy comentarista de fútbol y me pagan para eso. En el último Mundial mi nieto Fabrizio, que tiene diez años, un día me dijo por teléfono: “Con lo que estás diciendo no vas a poder bajar del avión”. Y yo le expliqué que uno no puede ser hincha de la Selección. Creo, con respeto, que el relator sí puede ponerle color y énfasis porque para eso es, justamente, relator. Pero el que analiza, que vengo a ser yo, tiene la obligación de decir: “Guarda, que pasa esto y esto”. Eso sí, lo digo desde un punto de vista en donde no agredo. Pero sí opino. Lo que pasa es hay un solo problema: no somos los mejores, tenemos que aceptarlo. Y los resultados que exige la gente no siempre se pueden dar...
–Basile, hoy...
–Basile tiene razón en decir que más que un técnico es un seleccionador. Es difícil el tema con tantos jugadores afuera. Tendrá que viajar, estar, buscar... Fijate que trajo a Riquelme, que venía de tres meses de inactividad.
–La tenés con Riquelme...
–Es que tiene grandes condiciones, como lo demostró ante Chile y Bolivia, pero tiene mucho más para dar de lo que da. Es un lector inteligente del partido, no hay duda, pero juega poco sin la pelota y en el mano a mano muchas veces puede llegar a perder. Tiene que estar convencido de lo que hace. Entonces no es que esté en su contra, pero creo que debe dar mucho más, que puede dar más, pero tampoco es bueno que un equipo tenga que depender de él. Tal vez eso sea correcto en el caso de Boca, pero nunca de una Selección...
–Dicen que no te jugás...
–Hay una cosa; yo no agredo, que es distinto. Ni soy el dueño de la verdad. Yo sé decir “no sé”. Y, cuando no sé algo, trato de aprender, pero no me largo a opinar sin fundamentos. Y eso puede ser que para muchos sea no jugarse, pero para mí es prudencia y respeto para con quien me escucha.