Boca y el efecto del asado milagroso

JUAN ROMÁN RIQUELME es sinónimo de Boca, mate y también de asado. Los viernes en el predio de Boca en Ezeiza la parrilla suele tener mucho trabajo por el ritual de las carnes compartidas entre el plantel y el vicepresidente para confraternizar. Y en la noche del pasado 22 de junio también ardieron las brasas, aunque con los jugadores a muchos kilómetros de distancia: en Mendoza para enfrentar a Godoy Cruz.

El sabor de las achuras y de los tiernos cortes vacunos contrastó con la insípida actuación boquense con la que Riquelme terminó atragantado: un lapidario 0-4 que contempló a través de la televisión y que lo decidió a esperar la vuelta de los futbolistas desde aquel fatídico destino para mantener una charla que agitó la madrugada.

 

 

A eso de las 4 de la mañana, Román no les habló a los responsables de la catastrófica derrota del vacío desgustado horas antes, sino del vacío que le dejó la paupérrima actuación del conjunto. Había que dar un golpe de timón en la actitud y en el juego para "volver a ser".

El aire se cortaba con tijera y no por el aún persistente olor ahumado de las últimos leños ya convertidos en cenizas. Pero el discurso del máximo ídolo xeneize tuvo el efecto deseado y se produjo la ansiada resurrección: Boca ganó 7 de los últimos 8 partidos de Liga Profesional y Copa Libertadores para enderezar el rumbo.

La consistente remontada se inició con el 4-0 a Monagas, siguió con el 2-0 a Sarmiento, pareció tener un bache en el 0-0 con Unión, pero continuó con el 1-0 a Huracán, el 3-1 a Gimnasia, el 2-1 a Barracas por Copa Argentina, el 2-1 ante Newell's y el 2-0 de este sábado en el clásico con Independiente, en Avellaneda.

 

 

Horas antes, además, como el costillar que pacientemente se dora en la cruz al calor de las llamas, se había concretado el largo sueño de contar con Edinson Cavani para darle el golpe de jerarquía al plantel de cara a los octavos de la Libertadores que arrancan el 2 de agosto en Montevideo frente a Nacional. Este lunes el uruguayo llegará a la Argentina y por la tarde será presentado en la Bombonera con presencia de público.

Ahora sí, este Boca parece estar a punto como las carnes que suele degustar Juan Román Riquelme. La larga y tradicional mesa de los viernes, como la de aquel asado milagroso que terminó con la charla que lo cambió todo, incluirá a un comensal charrúa que, además del 10 que le asignaron en su nueva camiseta, comparte también con Riquelme la devoción por el mate amargo y por el dulce sabor de las épicas victorias.