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La terrible reflexión de Adriano: "Estoy obsesionado con desperdiciar mi vida"

La ex figura del fútbol brasileño vive en la favela y no puede vencer su adicción al alcohol.

Por Redacción EG ·

13 de noviembre de 2024

ADRIANO podría haberse convertido en una leyenda del fútbol mundial dadas las condiciones que lo llevaron a ser un tremendo goleador en la Selección de Brasil, para la que marcó 27 tantos en 48 partidos, y a vestir camisetas como las de Flamengo, San Pablo, Fiorentina, Parma e Inter, donde ganó 8 títulos.

Si bien ganó muchos partidos dentro de la cancha, fuera de ella perdió uno muy importante: contra su adicción al alcohol, la que no puede abandonar y que lo llevó a vivir en la favela de Río de Janeiro en la que se crió y a la que considera su refugio en el mundo.

 

Imagen Adriano, en la favela y con sus amigos, su refugio en el mundo.
Adriano, en la favela y con sus amigos, su refugio en el mundo.
 

Se conoció una desgarradora reflexión que escribió y que constituye un adelanto del libro de sus memorias, Meu medo maior (Mi miedo mayor), de inminente aparición. El texto se publicó en The Players Tribune, portal en el que ya habían aparecido las duras vivencias de Ángel Di María en sus comienzos.

La frase más dura dentro de un desgarrador relato resume un verdadero tormento para el carioca de 42 años: "Estoy obsesionado con desperdiciar mi vida".

"¿Sabés lo que se siente ser una promesa? Lo sé. Incluyendo una promesa incumplida. El mayor desperdicio del fútbol: yo. Me gusta esa palabra, desperdicio. No solo por cómo suena, sino porque estoy obsesionado con desperdiciar mi vida. Disfruto de este estigma. No tomo drogas, como intentan demostrar. No me gusta el crimen, pero, por supuesto, podría haberlo hecho. No me gusta ir a discotecas. Siempre voy al mismo lugar de mi barrio, el kiosco de Naná", manifestó.

Para explicar sus problemas con el alcohol evocó una escena de su contexto familiar: "Tenía 14 años y en nuestra comunidad todos estábamos de fiesta. Había mucha gente, samba, gente yendo y viniendo. En aquella época, yo no era bebedor. Pero cuando vi a todos los chicos haciendo sus cosas, riéndose, dije ‘aaaahhhh’. No había manera. Tomé un vaso de plástico y lo llené de cerveza. Aquella espuma amarga y fina que bajaba por mi garganta por primera vez tenía un sabor especial. Un nuevo mundo de ‘diversión’ se abrió ante mí. Mi madre estaba en la fiesta y vio la escena. Se quedó callada, ¿no? Mi padre… Mierda".

 

Adriano no puede abandonar su adicción al alcohol.
 

Es que su padre, Almir Leite Ribeiro, conocido como Mirinho, fue muy duro con su reacción: "'Pará ahí mismo', gritó. Mis tías y mi madre se dieron cuenta rápidamente y trataron de calmar los ánimos antes de que la situación empeorara. ‘Vamos, Mirinho, está con sus amiguitos, no va a hacer ninguna locura. Sólo está ahí riéndose, divirtiéndose, déjalo tranquilo, Adriano está creciendo’, dijo mi madre. Pero no hubo conversación. El viejo se volvió loco. Me arrancó la taza de la mano y la arrojó a la zanja. ‘Yo no te enseñé eso, hijo’, dijo".

Mirinho había recibido un disparo en la cabeza y no pudieron sacarle la bala, por lo que tenía convulsiones frecuentes. "¿Alguna vez has visto a una persona sufriendo un ataque epiléptico frente a ti? No quieres verlo, hermano. Da miedo", sintetizó el ex atacante.

Con su fallecimiento en 2004, luego de que Adriano fuera el goleador de la Copa América con Brasil, hubo un quiebre: "La muerte de mi padre cambió mi vida para siempre. Hasta el día de hoy, es un problema que aún no he podido resolver".

 

A pesar de triunfar en Europa, Adriano no estaba feliz. "Me sentía como una mierda", confesó, y el golpe más duro fue cuando en una Navidad su madre le dijo por teléfono: "'¡Hijo mío! Te extraño. Feliz Navidad. Todos están aquí, el único que falta sos vos', Me puse a llorar de inmediato".

"Estaba destrozado. Agarré una botella de vodka. No exagero, hermano. Bebí toda esa mierda solo. Me llené el culo de vodka. Lloré toda la noche. Me desmayé en el sofá porque bebí mucho y lloré. Pero eso fue todo, ¿qué podía hacer? Estaba en Milán por una razón. Era lo que había soñado toda mi vida: convertirme en un jugador de fútbol en Europa. Pero eso no me impidió estar triste", siguió.

En Inter, a pesar de ser una gran figura, no logró seguir los mandamientos de Roberto Mancini, José Mourinho y el presidente Massimo Moratti: "No pude hacer lo que me pidieron. Me mantuve bien durante unas semanas, evité el alcohol, me entrené como un caballo, pero siempre había una recaída. Una y otra vez". 

El por qué de su adicción

Adriano reconoció que "Bebo cada dos días, sí. (Y los otros días también). ¿Cómo llega una persona como yo al punto de beber casi todos los días? No me gusta dar explicaciones a los demás, pero aquí va una: bebo porque no es fácil ser una promesa que sigue en deuda. Y a mi edad, esto es aún peor", aseguró.

Sus días transcurren de trago en trago, sentado en las veredas y riendo (aunque la procesión pase por dentro) junto con sus amigos en la favela de Vila Cruzeiro. "Es un lugar muy peligroso. La vida es dura. La gente sufre. Si me detengo a contar todas las personas que conozco que han fallecido de forma violenta, estaríamos aquí hablando días y días... Aquí camino descalzo y sin camiseta, solo con pantalones cortos. Juego al dominó, me siento en la acera, recuerdo mis historias de infancia, escucho música, bailo con mis amigos y duermo en el suelo. Veo a mi padre en cada uno de estos callejones", relató.

Y concluyó: "¿Qué más quiero? Ni siquiera traigo mujeres aquí, mucho menos me meto con niñas que son de mi comunidad, porque solo quiero estar en paz y recordar mi esencia. Por eso sigo volviendo aquí. Aquí me respetan verdaderamente. Aquí está mi historia. Vila Cruzeiro no es el mejor lugar del mundo. Vila Cruzeiro es mi lugar".