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Autotelismo y amistad: el picado de Riquelme en el patio de su casa

El máximo ídolo de Boca disfrutó de su partido despedida en la Bombonera, el jardín en el que nadie jugó más veces que él.

Por Pablo Amalfitano ·

26 de junio de 2023

«La amistad debe nacer en la juventud o en la infancia. Nuestros amigos son aquellos que aprenden junto a nosotros o, mejor todavía, los que viven aventuras a nuestro lado. Y, por lo general, la gente aprende y vive aventuras en la juventud (...)»

Juan Román Riquelme, una vez más, le hizo honor al Ángel Gris. Y lo materializó acaso en el suceso más esperado de su vida post profesionalismo en el fútbol: el partido despedida.

Aunque el crecimiento exponencial del negocio lo haya difuminado, la esencia más genuina del deporte es el juego. Lo que sucede en el campo quizá haya quedado, de alguna manera, opacado por el incremento imparable del deporte-show-espectáculo. Riquelme, sin embargo, supo construir una figura, antes como jugador y ahora como dirigente, que escapa del statuo quo del producto. En la era del mercantilismo, el eterno Diez de Boca, el vicepresidente de Boca, el máximo ídolo de Boca, sólo quiere jugar.

La tarde-noche del domingo 25 de junio de 2023, más de ocho años después de su retiro del fútbol, llevó adelante el deseo de despedirse de su gente, en el patio de su casa: la Bombonera. En ese jardín nadie jugó más partidos oficiales que él. En ese jardín florecieron las mayores pinceladas de su vida. En ese jardín, entonces, reivincidó dos pilares de su motor existencial: el autotelismo y la amistad.

 

Imagen Riquelme y una velada soñada.
Riquelme y una velada soñada.
 

La fiesta que resignificó el epílogo de su carrera también resultó el antagonismo del "producto marketinero". Y que se entiendan las comillas: se vendieron entradas para el socio de Boca por montos acordes al acontecimiento, pero la presencia de las figuras no eclipsó la naturaleza propia del partido: jugar, celebrar, divertirse. En su salsa, con Damas Gratis y con Trueno, dos bifurcaciones generacionales que confluyen en una misma inherencia: el arte popular. Y con el único motor de ser feliz, sobre todo, con amigos.

"Es el juego, es jugar a la pelota. Para mí jugar a la pelota con amigos es lo mismo que jugar en la Bombonera. Es jugar hoy con mis amigos como jugaba en la cancha de Boca, con la única responsabilidad de que jugaba con la camiseta de la que soy hincha", reflexionó tiempo atrás.

Vaya sorpresa, por cierto. Se cansaron de decir que Riquelme fue un jugador conflictivo. Riquelme pudría el vestuario. Riquelme sembraba discordia y dividía. ¡Claro que dividía! "Si usted cree que todos son iguales, el problema lo tiene usted que no sabe diferenciarlos". El jugador conflictivo, entonces, armó un picadito, en el jardín de su casa, repleto de amigos y figuras. Amigos como Óscar Córdoba, Jorge Bermúdez, Mauricio Serna, Raúl Cascini, Marcelo Delgado, Pablo Aimar, Hugo Ibarra, entre otros.Y figuras como los campeones del mundo Leandro Paredes, que creció con Román como ídolo, Ángel Di María y, por encima de todos, Lionel Messi.

"Yo nunca fui de ellos", planteó Riquelme semanas atrás. Ellos: los títeres del negocio que lo empujaron a retirarse de Boca cuando todavía le quedaban algunos años para cumplirle la promesa a su hermano. Román quería jugar hasta los 40. No lo dejaron. Porque nunca fue de ellos. Y la línea divisoria quedó reflejada en el recorrido temporal y en las convicciones. El Topo Gigio, la vuelta a Boca en plenitud, la reconquista de la Copa, el regreso tardío como dirigente, el amor incondicional de la gente y, por sobre todas las cosas, la reivindicación del juego por encima del metal.

 

Imagen Riquelme y Messi, un encuentro cumbre.
Riquelme y Messi, un encuentro cumbre.
 

Sumergirse en las profundidades de Youtube, acaso el tesoro audiovisual más valioso para trastocar fibras emocionales, ayuda a sostener a Riquelme, en el tiempo, como un ícono contracultural de las últimas dos décadas. Los años del ocaso de su carrera lo exhibieron a la perfección: todo era ruido, todo era fricción, todo era caos, pero Riquelme quería jugar. Autotelismo. La pulsión irrefrenable por hacer una actividad sin otra meta que sí misma.

El deporte no necesariamente debe ser autotélico. De hecho no existe deportista -futbolista, en este caso- que no quiera ganar. Pero el juego, la partícula más esencial y genuina del amplio ecosistema del fútbol, sí lo es. O, en todo caso, debiera serlo. Las formas, los movimientos, la elegancia en la cancha y la plasticidad táctica fuera de ella demuestran que Riquelme juega como nadie. Y entiende el juego, en el césped y en su periferia, como ningún otro.

A lo mejor por eso jugó apenas una Copa del Mundo. A lo mejor por eso, también, decidió volver a Boca desde otro rol para cortar, de raíz y acaso para siempre, la vida útil de una unidad de negocios que se extendió por un cuarto de siglo y que se había fagocitado, casi por completo, la más profunda identidad xeneize.

A lo mejor por eso entendió que tenía que cerrar el círculo, jugar su último partido en la Bombonera, recibir sus últimas ovaciones con los pantalones cortos y anotar su último gol rodeado de amigos. El Coco Basile, por quien alzó la bandera de los códigos de la amistad y hasta desestimó un Mundial.

Carlos Bianchi, su papá, a quien le debe una porción relevante de su trayectoria y por quien decidió protagonizar un regreso final a Boca antes de ser eyectado como un jugador corriente. "Suframos juntos", le dijo entonces. "Si la gente nos tiene cariño a todos nosotros es porque nos enseñó a competir. Sabe que lo quiero mucho, me siento parte de su familia", le dijo la noche de su despedida. Juguemos juntos, parece haberle dicho en cierto código interno. La vida se trata, en definitiva, de jugar por jugar. Aunque ellos no lo comprendan.

«Sucede que en cierto momento de la vida uno descubre que esta rodeado de extraños: compañeros de trabajo, clientes, acreedores, vecinos y cuñados. Los amigos de verdad están lejos, probablemente encerrados en círculos parecidos (...). Cuando uno es joven no cuenta historias a sus amigos: las vive con ellos»

Imágenes: prensa Boca