Las Crónicas de El Gráfico

Disparador: el león blanco

Aunque transcurrió un tiempo más que prudencial desde el cambio reglamentario que revolucionó el puesto, el fútbol en general –no solamente el argentino– ha sido incapaz de producir arqueros-jugadores. Por aquí apenas si se destaca uno.

Por Elías Perugino ·

04 de marzo de 2014
    Nota publicada en la edición de febrero de 2014 de El Gráfico

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Hugo Orlando Gatti fue un adelantado de verdad. En un fútbol setentoso con arqueros anclados debajo del travesaño, que para pisar el área grande casi que sacaban una visa, y que sustentaban su rendimiento y su regularidad basándose en reflejos y potencia de piernas, el Loco[1] era distinto, hipnotizante, diferente. Un marciano que daba show desde una función supuestamente condenada a la permanente ingratitud.

Flaco como un espárrago, con las piernitas de Olivia[2] y la caja torácica de Carlitos Balá, cualquiera hubiera dicho que ese Loco irreverente esgrimía el physique du rol perfecto para el fracaso. Y sin embargo…

Por debajo o por encima de su melena con brillos artificiales, el bronceado de 365 días al año, la vincha transgresora, la lengua picante y los buzos multicolores, Gatti fue un jugador adelantado 20 años a su tiempo. “Yo no soy arquero, no me gusta que me digan arquero. Soy un jugador que tiene el privilegio de tomar la pelota con las manos dentro del área. Pero no pienso como arquero. Pienso, vivo y siento como lo que verdaderamente soy, un jugador”, solía explicar el Loco en las pintorescas ruedas de prensa posteriores a los partidos, dentro mismo del vestuario, mientras él, cual metrosexual contemporáneo, se miraba al espejo y se acomodaba los cabellos con el auxilio invariable de un secador.

Gatti era un arquero que evitaba atajar. Hacía lo imposible para no llegar a ese recurso que consideraba extremo. Caminaba cada centímetro del área y mantenía una impresionante concentración en el juego aunque la pelota estuviera a 80 metros de su posición, porque lo suyo era anticiparse a la jugada, leerla desde su embrión y desactivarla con una intervención veloz, antes de que se tornara en un problema insoluble. Y para eso, desplegaba los recursos de un jugador de campo; la visión periférica, la intuición y el tiempismo de un líbero lujoso. Le encantaba cortar con los pies e iniciar la jugada o gambetear rivales en fila; interceptar, dar el pase y hasta mostrarse para la descarga. Una vez, en 1981, al Boca que tenía al mismísimo Maradona le hizo ganar un partido fundamental frente a Estudiantes porque gambeteó a varios adversarios recorriendo 40 metros por debajo de los palcos de la Bombonera y luego le cedió la pelota para el gol al Mono Perotti. Así de genial era. Y cuanto más disfrutaba, cuanto más lo ovacionaban, más show brindaba.

El Loco fue arquero-jugador hasta 1988, 4 años antes de la implementación de la regla que obliga a los arqueros a jugarla con el pie cuando un compañero les pasa la pelota también con los pies. Un poco en broma y bastante en serio, Gatti se pasó las dos décadas posteriores a su último partido[3] diciendo que en este fútbol él podría jugar tranquilamente y marcar diferencia. Evaluando el panorama general, no parecía tan descabellado.

Pese al tiempo transcurrido desde el cambio reglamentario, los arqueros no han evolucionado en consecuencia. El mexicano Jorge Campos (que alternaba entre el arco y su rol vocacional de delantero) y el brasileño Rogerio Ceni fueron los más eficaces para mimetizarse. ¿Chilavert? Fue un arquero-pateador. Tenía una gran pegada, temible en la ejecución de penales o tiros libres, pero escasa relevancia para jugar en corto con sus compañeros e iniciar un circuito de juego.

Tanto en el fútbol argentino como en el plano internacional, continuaron fabricándose arqueros meramente atajadores, pero no arqueros-jugadores. Buffon, Kahn, Cech, Casillas o Víctor Valdés, por citar a los que marcaron la pauta mundial últimamente, tampoco superan la prueba de la destreza con botines. Al uno del Barcelona hasta le ganaron los temores[4] cuando Guardiola le exigió un rol participativo en los circuitos de juego…

En la Argentina el déficit también es pronunciado. Apenas si el Flaco Comizzo llenó los formularios de actitud y aptitud, pero no así otros arqueros que dejaron un sello en la historia, como Navarro Montoya, Islas, Goycochea, Roa o Abbondanzieri, pese a que el Pato mostró un notorio mejoramiento en el último tramo de su carrera[5].

Hoy sólo se observa una luz en el túnel. Una sola. Ninguno de los tres arqueros de la Selección (Romero, Andújar y Orion) se caracteriza por su técnica con los pies, se limitan a despejar largo cada vez que les ceden la pelota. Tampoco enarbolan ese rasgo Barovero, Caranta, Migliore, Montoya, Torrico o Saja, que es un caso a lo Chilavert. Menos que menos aquellos que defienden arcos de equipos que basan su plan estratégico en la espera en su propio campo: Campestrini, Champagne, García, Cambiasso u Olave. Insinúa cierta evolución Marchesín, aunque su prestación todavía sea intermitente. Monetti va queriendo. Y también esboza algo el chico Rulli, apenas con un hervor en Primera.

Hay una sola luz y es la que irradia Nahuel Guzmán[6], el uno de Newell’s. Que toca, juega e interviene en los circuitos. Que por partido suele pasar más pelotas que varios volantes centrales. Que arriesga sin temor. Desde su convicción, y desde la pericia para ejecutar lo que siente, se ganó la confianza ciega de sus compañeros, que recurren a él hasta en circunstancias apremiantes. Claro que alguna vez lo vieron mandarse una macana. Cada tanto se equivoca, como cualquiera. Pero su aporte con los botines es tanto o más trascendente que con los guantes. Si Newell’s construyó un elogiado perfil de equipo campeón, fue por contar con un arquero como Guzmán. Con otro jugador –y lo puede certificar un buen profesional como Peratta, damnificado directo que lo pagó yéndose a Quilmes– hubiera sido imposible definir con tanta nitidez la identidad colectiva de ese equipo. Aunque Martino tuvo el gran mérito de proyectarlo y sostenerlo en Primera, no es un producto 100% del Tata. Guzmán ya sobresalía por esa característica desde inferiores y encandiló al entrenador con sus prestaciones en Reserva. Martino interpretó que era el hombre indicado para transformarse en el primer eslabón de la cadena de posesión de pelota y le dio rodaje para que se convirtiera en un león blanco[7].

Aunque no tan extravagante y mediático[8] como el Loco, Guzmán irradia una personalidad extrovertida, un desparpajo desprovisto de complejos o preconceptos. Juega así porque está convencido. No finge o interpreta un rol, es un impulso genuino, lo siente de ese modo. Y un error eventual no le mueve los cimientos. A propósito de cimientos y de construcciones: ¿qué tal si lo miran para fundar una generación de arqueros acorde con la evolución del juego? Porque el Loco ya no juega, difícil que vuelva a hacerlo. Y ya pasó demasiado tiempo desde el cambio reglamentario como para que sólo veamos una luz al final del túnel.

Por Elías Perugino


TEXTOS AL PIE

1- Jugó en Atlanta (1962-1963), River (1964-1968), Gimnasia (1969-1974), Unión (1975) y Boca (1976-1988). Ganó 6 títulos con Boca, jugó 765 partidos en Primera e integró el plantel argentino en Inglaterra 66.

2- Creación del dibujante Elzie Segar, era la novia de Popeye, objeto de disputa entre el marino que se fortalecía comiendo espinacas y el detestable Brutus.

3- Fue el 11 de septiembre de 1988, cuando Armenio le ganó 1-0 a Boca en la Bombonera, con un gol de Silvano Maciel en el que tuvo responsabilidad el Loco. El DT Pastoriza lo reemplazó por Navarro Montoya al partido siguiente y jamás volvió a darle oportunidades.

4- Valdés le planteó sus dudas a Pep, quien le garantizó que los centrales también se comprometerían con ese estilo. Le mostró un video de cómo lo ejecutaban los equipos mexicanos y durante 4 años se preocupó por hacerlo crecer en ese aspecto.

5- En 2002, con el cuerpo técnico encabezado por Tabárez, el Pato creció mucho en ese aspecto del juego a partir de los ejercicios dictados por Celso Otero, preparador de arqueros del Maestro.

6- Nació el 10 de febrero de 1986 en Rosario. Hizo inferiores en Newell’s. El DT que lo hizo debutar en Primera, en 2005, fue otro arquero: Nery Pumpido. Antes de consolidarse en Newell’s, estuvo un par de temporadas a préstamo en Independiente Rivadavia.

7- Gatti era personaje mediático desde antes de su explosión en Boca. Como arquero de Gimnasia filmó una publicidad muy popular para ginebra Bols, en la que convertía un gol de arco a arco gracias a que un mozo le servía un trago antes de ejecutar el saque de meta.

8- A los leones blancos se los encuentra ocasionalmente en reservas naturales del sur africano. Cruzarse con uno de ellos es un buen augurio, un presagio de felicidad. Algunas tribus lo consideran un animal sagrado.