Las Crónicas de El Gráfico

1934. Clásico Platense: Victoria de Gimnasia

Por Sobrepique. Con calidad y corazón, Gimnasia y Esgrima se impuso por 3 a 2 como visitante frente a Estudiantes, luego del insólito partido suspendido a los 15 minutos de la primera rueda.

Por Redacción EG ·

25 de octubre de 2019

Al terminar el partido de las cuartas con la victoria de Estudiantes por 4 a 1, dijo un hincha de los locales:

—El mismo resultado tendrá la primera.

Y respondió un tripero:

—Ríe mejor que que ríe último.

Cuando Sabio había señalado ya los dos goals, insistió el Pincha:

—En el segundo tiempo van los otros dos.

Y volvió a decir el de Gimnasia:

—Ríe mejor el que ríe último. Y se rió nomás...

* * *

Existían motivos para que los de casa consideraran el triunfo como cosa hecha. Los colmó de satisfacciones el desempeño de sus hombres en la primera parte del juego. La delantera, excepto Lauri, se movía con desenvoltura y peligrosidad. Sande era el hombre múltiple, Sabio el técnico, Tellechea el cinchador y De la Villa el más temible. Minella, entre los centrales, se perdía; Ortega, a pesar de sus largas piernas, no conseguía darle alcance al diminuto puntero de los pinchas, y Androssi aparecía desconcertado frente al insider derecho. El zarandeo no era menor en la línea de backs, donde Montáñez, fuera de puesto, sentía el mismo peso que Ortega, ante la presión constante del ala izquierda rival. Recanatini, solamente Recanatini, en magníficos esfuerzos reiterados, ponía un dique al ataque de los locales y un espectáculo de vigor que refirmaba viejos prestigios. Quedaban otras esperanzas depositadas en Herrera, pero éste falló ante el tiro bajo de Sabio, tirándose a destiempo, y quedó sancionado con el primer goal la superioridad evidente de Estudiantes.

 

Imagen Capuano se luce deteniendo un difícil tiro bajo y cruzado.
Capuano se luce deteniendo un difícil tiro bajo y cruzado.
 

Puesta a prueba la defensa de los locales, se la vio responder con éxito por los flancos. Blotto aparecía como el half de mayor eficiencia, conteniendo unas veces a Etchevarrieta y otras a Fidel. En el otro extremo, Sbarra tenía una tarea más seria frente a Farías y Arreghi, pero Barandiarán lo ayudaba con acierto, y en última instancia, el rechazo de Rodríguez era una tranquilidad para Capuano, que permanecía poco menos que ocioso.

Los cinco ágiles pinchas seguían su labor menuda, veloz, penetrante, sin dar tiempo a que la defensa tripera se asentara. Y en una jugada brillante de Sabio cayó Herrera vencido por segunda vez. Era justo, hasta ahí, el score. Mejor dicho, fue justo en todo momento. Porque, a partir de entonces, se hizo más aplomada la acción de la línea media visitante. Y apareció más pronunciado el hueco que la defensa de Estudiantes ofrecía en su punto vital: el centre half. Palomino, diestro e inteligente, se coló una y otra vez por el sendero fácil que le construía la misma defección de Martín. Mejor apoyado, el quinteto de la franja azul maniobró entonces a base de velocidad y pases largo.3. Etchevarrieta y Arreghi — valioso descubrimiento el de este último — representaban con su empuje un complemento de la parsimoniosa habilidad con que se movían los centrales. Se vio, de inmediato, en cuanto Gimnasia emparejó la lucha, cuál era la diferencia entre las dos delanteras: en la de Estudiantes, inquietud de ganar terreno metro a metro y valores individuales; en la de los visitantes, serenidad, tranco largo y visión del arco. Más calidad de conjunto, indiscutiblemente, en los cinco hombres del team que perdía. La lógica, presente en todos los momentos, puso en los pies de Etchevarrieta la oportunidad del goal, que el puntero no desperdició. Entonces creció Gimnasia y Esgrima. En los últimos minutos hizo lo suficiente para que, al terminar el primer período, los jugadores se retiraran dejando optimismo en las populares y cierta molestia en las oficiales.

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Vino luego el admirable desempeño de los triperos, durante todo el segundo período. La superioridad de ese equipo era tan evidente como la de Estudiantes al comienzo, pero en el dominio de ahora ponía Gimnasia un estilo que hizo pensar de inmediato en la posibilidad de su triunfo. Minella se agrandó, constituyéndose en un sexto forward, y no sólo radicó en su actuación la causa del dominio, sino que el soberbio derroche de energías, el empuje del gran centre half se contagió a todo el equipo. Jugando con un corazón que se le desconocía al frío equipo platense, Gimnasia fue, de los dos teams que había en la cancha, el único que estaba disputando el clásico dándole todo el valor que tenía: con alma y vida, con calidad y ansias de triunfo. Ya entonces tuvo ese conjunto la inconfundible fisonomía del vencedor. Llenaban la cancha los once triperos. Una salida tardía de Capuano dió lugar a que Etchevarrieta conquistara el empate. Se produjo en esos momentos una alternativa de emoción. Estudiantes, como resurgido de un letargo, se lanzó a la ofensiva y sus ágiles bombardearon la ciudadela custodiada por Herrera. Situaciones de angustia se crearon en la zona peligrosa de los visitantes. Sabio, Sande, Tellechea y De la Villa estaban exigiendo una defensa heroica a los halves y zagueros de Gimnasia. Los remates pasaban rozando los postes. El gorrito blanco de Reca aparecía de pronto elevándose para desviar un tiro al córner, o perdiéndose en el suelo para detener un avance con una estirada. Shoteaba al arco Sbarra y arremetían todos, confundidos atacantes y defensores en la fiebre del duelo o en los remolinos de tierra que levantaban los entreveros. A fuerza de guapeza salvaron los hombres de Gimnasia ese pasaje dramático. Retomó el ataque la delantera visitante y cambió el juego de fisonomía, adaptándose a la técnica distinta de los vencedores. Juego abierto, despejado, preciso. Con menos nerviosidad, los forwards triperos promovieron el mismo apremio en la valla de Capuano. Pero, más decididos, supieron sacar partido de esa presión y un formidable tiro de Fidel dio el triunfo al mejor equipo. Se achicó entonces Estudiantes. Desapareció del field. Pareció olvidar que se estaban disputando los prestigios del pago. Era que había dado todo de sí. La superioridad del adversario los vencía. No había defensa para contener las cargas vigorosas que elaboraba Farías. Una cortada precisa de Palomino permitió a Etchevarrieta anotar un cuarto goal, produciéndose entonces el único error del árbitro, que lo anuló cobrando un offside que, en rigor de verdad, no había existido.

Seguros de su triunfo, los jugadores visitantes no pusieron reparos al fallo del referee. Siguieron jugando, dominando, en una demostración espectacular de su enjundia. Capuano estado salió a rechazar un tiro alto, en un entrevero y del rechazo dirigió Minella el shot al arco, con admirable visión de la oportunidad, pero la pelota pegó en el travesaño. Y prosiguió el dominio. Gimnasia no se salía de su estilo, pero sí de su carácter: era un team arrollador. En Estudiantes no había defensa. Fallaba el centre half, desde el comienzo, flaqueaban también los halves de ala y Rodríguez estaba muy solo para desenvolverse con éxito. Con la amenaza constante del goal, Capuano se lucía en una tarea ingrata.

Un minuto antes de terminar, ya la tribuna popular se había vestido de blanco. Los pañuelos saludaban el triunfo. Las gargantas no daban más. En la cancha, el quinteto estudiantil hizo el último esfuerzo, infructuoso, y al hacer sonar Lorenzo Martínez el silbato final hubo un abrazo común entre los once hombres, y una vuelta olímpica que se aplaudió premiando al equipo que había sabido ganar, al conjunto que había dado color al clásico encuentro, al team de más calidad, al que más méritos había hecho para gustar la conquista de los dos puntos.

Solamente Ángel Capuano fue al encuentro de Minella, capitán de los vencedores y le dio la mano.

Al lado nuestro, el hincha de Gimnasia, animando el refrán, se reía mejor.