Las Crónicas de El Gráfico

1970. Bargas, es caro…pero vale mucho

Ángel Hugo Bargas ejecutaba desde la última línea de Chacarita un fútbol de frac y moño. Después del título conquistado el año anterior, al defensor, de sólo 23 años, lo pretendían de todos lados.

Por Redacción EG ·

22 de agosto de 2018
Imagen Ángel en 1970. Bargas formó parte de la Selección Argentina en el Mundial de Alemania 1974. Foto: Barrancos
Ángel en 1970. Bargas formó parte de la Selección Argentina en el Mundial de Alemania 1974. Foto: Barrancos
Barcazas de pecho ancho cruzan la dársena empujadas por su alma gasolera. A lo lejos muge un silbato afónico. El muelle y la tarde flotan sobre el petróleo que se hamaca en un rincón del dique, y todas las cosas -cosas de nombres extraños y marineros- se dejan envolver pacientemente por el aroma que dan las sogas aceitadas, el río que crece. Los combustibles pesados. Realmente esta acuarela y las canchas de fútbol están una en cada extremo de la vida, pero precisamente por eso Angel Hugo Bargas quiso recorrer el camino de punta a punta. Ayer jugaron Chacarita y Huracán. La imagen del milagroso gol que hizo Puntorero se le mezcló con la sopa, el aullido feliz de la hinchada le interrumpió la siesta, los nervios —esos mismos nervios que a los diez minutos de juego ya lo habían extenuado— no le permitieron detenerse un solo minuto en la casa de Chiclana y Pavón. Y sin embargo no va a encontrar en el bucolismo del puerto la serenidad que no pudieron entregarle ni la mesa, ni la almohada, ni el tiempo, ni la familia. La bandera de todos los barcos es la bandera de Chacarita. Los mástiles forman arcos; las amarras, redes; los elevadores, tribunas; las sirenas, el estruendo  de una hinchada loca de gozo. Chacarita se clasificó para el Nacional. Angel Hugo Bargas, a pesar de todo, aún está saboreando ese instante.

Saco al hombro, mocasines silenciosos, una mano en el bolsillo del pantalón. Enaltecido por la modestia, Bargas piensa en todo Chacarita y no en sí mismo. Pero la bondad del sentimiento no evita que a lo largo del Metro y del Petit Torneo haya sido el jugador más brillante del equipo funebrero.  Bargas es el prototipo de futbolista que se prohíbe terminantemente a sí mismo los voleos, las reventadas, las rifas, los puntinazos. Siempre acaricia a la pelota: con la cabeza, con el pecho, con la capellada, con la suela. Cuanta vez se levante para cabecear, no sólo, tendrá grandes posibilidades de ganar el salto sino que en el noventa por ciento de los casos producirá una entrega al pie, una salida clara, una solución limpia y ofensiva. Hay, verdaderamente, tipos que saben muy bien lo que hacer cuando, les tiran una papa caliente...

Las jugadas elegantes, los cabezazos inteligentes, los  pases de frac y moñito que fabrica don Angel Hugo Bargas, escultor de monumentos futbolísticos en la línea de cuatro de Chacarita Juniors, ya debieran haberle concedido las llaves de la Selección Nacional. Por lo menos, parece muy lógico, que Juan José Pizzuti tenga que prestárselas alguna vez para ver cómo las usa...

 —Mientras tanto... ¿te venden? —Algo me dijeron, pero mientras tanto no puedo hacer otra cosa que esperar... Hace unos días le pregunté al presiente Nader qué había de cierto, y me contestó que hay bastantes posibilidades de concretar  la transferencia...

— ¿River? —No estoy seguro de que sea River. Podría ser Estudiantes. Ya me había pedido Zubeldía a principios de este año, y el pase no se hizo nada más que porque Chacarita pidió 30 millones. Entonces a Estudiantes le pareció mucho. Quizá ahora hayan cambiado las cosas…
Imagen Si, se vende. ¿River? ¿Estudiantes? El comprador debe tener en cuenta que cuesta caro, pero que también vale mucho. Foto: Alessandrini
Si, se vende. ¿River? ¿Estudiantes? El comprador debe tener en cuenta que cuesta caro, pero que también vale mucho. Foto: Alessandrini


 — ¿Porque estás jugando mejor? —No, no es precisamente eso... Si bien estoy seguro de que ahora paso por mi mejor momento, hay dos observaciones que me parecen muy importantes: en primer lugar, siento que desde hace dos temporadas yo mantengo el mismo nivel de juego; pero, como complemento, me parece que maduro mentalmente día a día, y que por lo tanto cada partido que juego me coloca en mejor situación de aprender, de progresar y de perfeccionarme...

— ¿Una transferencia te va a ayudar a completar ese proceso? —En el aspecto puramente técnico no estoy seguro. Las exigencias, los sistemas de juego y las necesidades estratégicas hoy en día son exactamente iguales en todos los equipos, en cuadros grandes y chicos, en partidos jugados como local o como visitante... Lo que sí puede ayudarme es la tranquilidad económica que supone el posible pase. Por más que a uno le guste inmensamente jugar y que hasta llegue a encontrar cierta diversión en la profesionalidad, no puede evitar que sus pensamientos se dirijan hacia el futuro. Por ejemplo: soy el segundo de seis hermanos y tengo cierta obligación de pensar en todos ellos; entonces no me compro un auto que usaría exclusivamente yo y compro en cambio un departamento para todos. Más aún: quiero comprarles una casa a mis padres y tengo que lograrlo de algún modo. Cuando lo consiga, algo de mí habrá mejorado, y eso se va a reflejar dentro de la cancha. Únicamente por tal cosa me gustaría ser transferido...

— ¿Te irías con gusto de Chacarita? —iNo! Antes que nada porque desde chico fui hincha del club y ya no podré dejar de serlo. Después, porque allí están todos mis amigos: Marcos —por caso—, a quien un día le fueron a hacer un reportaje y pidió que la nota me la hagan a mí porque estaba jugando bien. Ortiz, un amigo inmenso cuyos consejos siempre me gustó escuchar; Frasoldatti, compañero inseparable de dentro y fuera de la cancha... Todos somos muy amigos. Y por fin no me puedo olvidar que cuando Racing me mandó a Chacarita en canje por Rambert, a pesar de los 20 años que tenía entonces llegué al club desahuciado, sin corazón, creyendo que el fútbol se había terminado para mí. ¡Y ahora parece que hubieran transcurrido mil años!. Marcos y yo somos los que llevamos más tiempo jugando en la primera de Chacarita; el equipo nos dio a todos esa alegría sin precio que es la de haber sido campeones en 1969. Cada uno —yo tal vez más que nadie— tuvo oportunidad de consagrarse. ¿Cómo me voy a ir con gusto si cada técnico nuevo que llega al club se maravilla por lo unidos que somos todos los jugadores? Chacarita ya es una parte definitiva de mi vida...

Imagen Finalmente Bargas optó por seguir jugando en Chacarita hasta 1972, cuando empezó su camino en Francia donde culminaria su carrera. Foto: Enrique Bianco
Finalmente Bargas optó por seguir jugando en Chacarita hasta 1972, cuando empezó su camino en Francia donde culminaria su carrera. Foto: Enrique Bianco


— ¿Te gusta más marcar al centro que a la punta? —Lo que me gusta es jugar al fútbol, y me gusta tanto hoy como cuando era pibe y jugaba con el Bambino Veira en los potreros de Parque Patricios, como cuando entré en Racing a los 15 años... Allí había recorrido todos los puestos de la línea de cuatro, pero tanto en las divisiones inferiores como en la media docena de partidos que jugué en  primera había marcado especialmente el centro. Recién llegado a Chacarita me di cuenta que no tenía experiencia para marcar la punta, y además en esa época era un desastre porque tenía a Racing, únicamente a Racing, metido en la mente. Luego me fui afirmando; Geronazzo (el mejor técnico de todos) descubrió que yo rendía más en el centro; empecé a integrarme el grupo de muchachos y poco a poco —en el medio de la línea— fui tomando el nivel actual. Aunque lo valioso para mí sigue siendo jugar, no importa en qué puesto.

—Para ser un jugador completo, ¿no te falta pasar más al ataque? —Me faltaba. Antes era un jugador netamente defensivo, pero desde que me lo sugirió Víctor Rodríguez empecé a mandarme con confianza, y tanto resultado me dio que desde entonces llevo hechos varios goles de cabeza.

—A propósito, ¿cuál es tu sistema para entregar tan bien la pelota con los cabezazos de alto, aún exigido por un contrario? —Por lo visto, jugar de alto va siendo poco a poco mi fuerte... Entregar bien es cuestión de saber dónde están ubicados los compañeros que me rodean y calcular lo suficientemente bien la trayectoria de la pelota, no sólo para ganar el salto sino para pegarle justo y mandarla hacia donde uno quiere...

 — ¿Qué jugador te gusta en tu puesto? —Ni se pregunta: Larraignée..., vale la pena ir a ver a River para verlo jugar a él…

 — ¿Te sentís capacitado para jugar en la selección? — ¡Claro! Si no lo sintiera no desearía tanto jugar con ella... Pero ser seleccionado es mucho pedir. Lo único que pido, si creen que me lo merezco, es que me tomen una prueba...

La calidad sigue paseando por el puerto. Ahora en la imaginación de Angel Hugo Bargas todos los navíos del mundo llevan la bandera argentina.

CARLOS MARCELO THIERY (1970)